A 60 años del primer Ascenso al Everest: ¡Mi Coloso de Rodas! por Ignacio Vinke @igvinke
20 May 2013
Las montañas. Gigantes nevados que nos observan desde arriba. Las hay pequeñas, inclinadas, imposibles. Las hay de arena, rocosas, terribles.
Creo que tienen vida. Creo que dan vida a muchos también.
Las vemos allí. Elevadas ante nosotros como colosos; dioses. Es inevitable imaginarse en su cima dominando el mundo.
El hombre es así, conquistador. El hecho de pensar que es difícil llegar a ellas las atrae al corazón. La idea de imitar a Zeus en el tope del Olimpo invade nuestra mente. Forman parte de nosotros.
Anibal fue el primero en aventurarse en ellas. Una estrategia militar inigualable que sorprendió al mismo Zeus. Nunca había visto seres humanos aventurándose en sus dominios y debió, de un día para otro, observar elefantes ascendiendo indetenibles a través de picos helados. Según algunos, Anibal construyó hasta un túnel kilométrico para hacer paso una invencible pared de nieve que se oponía a su camino.
Muchos lo siguieron, conquistando poco a poco todas las cumbres que el hombre ha podido descubrir. El deseo se manifestó primero en un poeta italiano, Petrarca. Escaló uno de los gigantes Alpinos, relatando luego su travesía e inspirando a muchos como él. El Mont Blanc, El Popocatpl y Los Andes no se quedaron detrás, dando paso a la época dorada de las alturas.
Infinidad de alpinistas, sherpas, escaladores aficionados y turistas emprendieron la difícil tarea de ascender todos los picos existentes. Los admiro.
Ningún gigante se ha podido resistir. Bueno, casi ninguno.
Aquí es donde debería empezar a hablar de la montaña imposible. El último bastión que se aferra a su libertad. El indomable; el salvaje. Ojala supiera cuál es.
Al día de hoy existirán miles. Desde un pico nevado de Los Andes, al que nadie ha querido acceder, pasando por una montaña de 7459 metros en Pakistán, hecha de rocas y granizo, que no ha llamado suficiente la atención, al no tener una de las mayores 20 alturas de la tierra. Quizás sea la pequeña montaña que protege nuestra casa, o un tepuy inaccesible en medio de la selva.
Alguna hay; Alguna debe haber.
Quizás sea una minúscula isla de medio metro de altura y de superficie despreciable. Al fin y al cabo, es una montaña también.
“¿Serán estas las que me llaman la atención?”, Me pregunto a veces.
Cuestiono el por qué resulta tan maravillosa la idea de ser el primero en alcanzar algo? En la historia del alpinismo llegó el día en que por primera vez fue conquistado un 8 mil. Luego Edmund Hillary y su fiel amigo sherpa lograron llegar a la cumbre del Everest un 29 de mayo de 1953. 60 años han pasado desde ese entonces. Todos buscaban conquistar su montaña especial; cada quién se identificaba con una y la escogía al igual que a una novia. Hillary y el Everest fueron una de las muchas parejas del momento. El K2, el Annapurna, El Mckinley, cada una tuvo su era.
Parecía que todo acababa ahí, pero sólo comenzaba. Infinidad de locuras siguieron. Ascender el Everest sin oxígeno, por el lado este, oeste, noroccidental, por adentro!
Ascenderlo a los 20 años, a los 40, tres veces en un año.
Ascenderlo con los ojos vendados, con la mano izquierda atada a la espalda, en invierno.
Me encanta esa forma de pensar del ser humano. Si realmente te lo propones lograrás ser el primero de alguna forma. “Puedo ser el primero en subir el Everest comiendo únicamente sushi en la ascensión”, pienso a veces riendo.
En fin, es nuestra naturaleza. Cada quién quiere destacar en algo, dejar su huella. Cada quien siente alivio al pensar que quizás quede en la memoria como el primer humano en haber gateado hasta el tope del K2 o cualquier locura parecida.
La idea de pasar al olvido y tener vidas completamente normales puede hacer miserable hasta el ser humano más dócil. He ahí la razón que cada quién busque una montaña, invento, cueva o mar que atravesar.
Y quién soy yo para criticarlo. Gracias a ello tenemos la electricidad, gracias a ello alguien, un día, construyó un avión.
Gracias a ello también, otra persona, triste de no poder ser el primero en construir un avión y volar, quiso ser el primero en ir al espacio.
El motor de la humanidad es la ambición de aquellos que buscan la forma de alcanzar su gigante; su montaña.
Somos así. Me incluyo en ellos.
Me hace feliz pensar que no descansaré hasta encontrar la forma de alcanzar la mía. Haya sido alcanzada antes o no.
¿Cuál es la tuya?
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