miércoles, 24 de diciembre de 2025

EL TERREMOTO DE 1875 EN TIERRAS TACHIRENSES

 EL TERREMOTO DE 1875 EN TIERRAS TACHIRENSES DESCRITO POR EL EXPLORADOR Y GEOGRAFO ALEMAN WILHELM SIEVERS.



José Antonio Pulido-Zambrano.

El 18 de mayo de 1875, un evento sísmico de magnitud 7.4 en la escala de Richter sacudió la frontera entre Colombia y Venezuela, dejando una huella imborrable de destrucción. El epicentro en Cúcuta desencadenó una catástrofe que se sintió con especial virulencia en esta ciudad y en San Cristóbal, y otras poblaciones del Táchira.

Para comprender la magnitud de este desastre natural, recurrimos a las valiosas observaciones del científico y geógrafo Wilhelm Sievers. En 1885, diez años después del terremoto, Sievers recorrió la región tachirense desde Arboledas hasta San Cristóbal, atravesando la depresión de Cúcuta. Sus detalladas anotaciones sobre los estratos de la Cordillera se complementaron con los testimonios directos de quienes vivieron el cataclismo.

En sus propias palabras, Sievers descartó teorías infundadas sobre el origen del terremoto: “De todas maneras la causa del terremoto de Cúcuta se debe a razones tectónicas; no se justifica atribuir su causa a volcanes que no existen en la región o a derrumbamientos de tierra en las grandes cavernas subterráneas, teoría descartada hoy como causa de grandes catástrofes” (p. 64).

El terremoto, aunque con epicentro en Cúcuta, se manifestó con menor intensidad en los terrenos sedimentarios de los valles de la gran cuenca. Sievers observó cómo las cordilleras graníticas circunvecinas actuaron como un freno natural a la propagación de las ondas destructivas. Esta particularidad sugiere que el sismo fue relativamente superficial o que, siendo un poco más profundo, liberó su mayor fuerza en los terrenos arenosos y poco consistentes del epicentro. La aguda mirada de Sievers también identificó dislocaciones a ambos lados de la vega del Pamplonita, plasmadas en sus mapas y cortes de la región.

Su recorrido en 1885 reveló el impacto diferenciado en las poblaciones tachirenses. San Antonio del Táchira, según sus palabras, “había caído totalmente como víctima del terremoto. Este se cebó aquí casi tanto como en Cúcuta y en pocos momentos convirtió en ruinas esta importante ciudad. Gracias a la catástrofe, se cuenta hoy San Antonio, entre las más hermosas ciudades de la cordillera de Mérida. Sus calles son anchas, con plazas espaciosas” (p.90-91).

Capacho experimentó una división similar a la de la Villa del Rosario. Sievers anotó: “Solamente una aldea se halla en la altura, Capacho, que hasta el año 1875 formaba una sola población. Desde entonces se dividió en dos colonias: Capacho Viejo y Capacho Nuevo. El terremoto de Cúcuta no perdonó a Capacho y como consecuencia, un cierto número de habitantes se desplazó a un sitio más adelante, camino de San Cristóbal, y pobló a Capacho Nuevo, la que dejó atrás a la ciudad madre, Capacho Viejo, pues todo el comercio se hace ahora por Capacho Nuevo” (p.93).

La población de Táriba también “sufrió daños enormes” (p. 86).



San Cristóbal sintió el rigor del terremoto, de manera especial en su zona sur y suroccidental, el centro del comercio. “A san Cristóbal también la afectó el terremoto de una manera igualmente severa sobre todo la parte Sur y Suroccidental (centro del comercio). El lado Norte y Nororiental se salvó en parte de los muchos destrozos. En la parte primera se ven aún ruinas considerables, como las de la Iglesia de San Juan Bautista, cuya reconstrucción se ha iniciado” (p.87).

Sievers añadió una perspectiva general sobre la desolación en la región: “Aquí en el Táchira solamente encontraba uno infelicidad y miseria, puesto que esta región también movía a compasión por lo duro de la sacudida. No solamente San Antonio y El Rosario fueron destruidas totalmente, sino que también la región de San Cristóbal fue fuertemente dañada: Capacho quedó totalmente arruinada; Lobatera, Michelena, Colón, Ureña, Borotá y Táriba en gran parte; la mitad de San Cristóbal desapareció; con sus dos iglesias en la parte Sur de la ciudad” (p. 178).

Resulta notable el contraste con otras poblaciones cercanas: “Pocos destrozos ocurrieron en La Grita, Tovar y Mérida, aunque en todos ellos el temblor se sintió fuertemente. Es de notar la particularidad de que Rubio situada entre Cúcuta, Capacho y San Cristóbal fue así como una isla en medio de un mar de destrucción” (p.61).

Por su parte, el historiador Hermes García Guzmán, en su visita a la región en 1890, ofreció una visión complementaria. Según su perspectiva, “el Terremoto de 1875 – expresa el historiador-, cuyo epicentro fue Cúcuta realizó daños parciales en las poblaciones de San Antonio, Ureña, Lobatera, Michelena, Capacho, Colón, Borotá, Táriba, San Cristóbal y otras poblaciones de la cordillera de Mérida. En el Táchira “sobreexistieron, en general, líneas de edificios en pie, conservando las poblaciones su forma” (p.173).



Sobre San Antonio, ubicada a doce kilómetros de San José de Cúcuta, señaló que “el temblor la diezmó en sus construcciones, pero no la removió en sus cimientos” (p.336), dejando sus edificios “falseados y desquiciados” (p. 449). Ureña también sufrió una “destrucción parcial” (p. 338).



Fuente:

García Guzmán, Hermes. Anotaciones. En: Ramírez, Jesús Emilio. S. J. (1975). El terremoto de Cúcuta. Cien años después. Editora Desarrollo. Cúcuta, Colombia.

Sievers, Wilhelm. Cordillere von Mérida. Eduard Holzel. Wien, 1888. 238 p.

Sievers, Wilhelm. Venezuela. L. Friederichsen und Co. Hamburg. 1888. 359 p.










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