DOMINGO PEÑA; “el gran
guía”
Por : Alfonso Bravo
Domingo Peña es un hombre casi legendario en la Sierra Nevada de
Mérida.
Su diminuta figura, ahora envejecida por los años, ha recorrido
todas las vías que conducen al majestuoso Pico Bolívar y alturas vecinas. Más
que ninguna otra persona conoce todos los secretos y caprichos de la montaña,
de noche o de día, nevando o con sol; su clara vista y ágiles piernas conducen
a los andinistas hasta llegar al campamento o refugio. Ante él, podemos caminar
a ciegas, sin el más mínimo temor de extravío y seguros de nosotros mismos
soportamos las infinitas penalidades con que debemos luchar.
Su vida está arraigada en las cumbres heladas andinas y es parte
inseparable de ellas; guiado por el destino llegó hasta ese pedazo de tierra
denominado “La Aguada”, en donde construyó su humilde vivienda, y desde
entonces no se ha separado de ese ambiente frío, frailejones y encantos.
Consagrado en cuerpo y alma al andinismo, ayuda a todo aquel que
toca a su puerta en busca de valiosos servicios o bien de la riquísima taza de
café o de un pedazo de pan para mitigar el hambre. Vive a unos 3.200 metros de
altura y en ningún momento quisiera abandonar ese sitio que le ha proporcionado
amistades, dicha y hasta sufrimientos; más para desventura él y sus hijos, como
también para quienes lo quieren como el verdadero y fiel guía de los
montañistas, esa vivienda no le pertenece, y por eso el Club Andino Venezolano
ha luchado y seguirá luchando por darle algún día una pequeña y humilde casita
en donde pueda pasar sus años de vejez, en recompensa y reconocimiento de los
servicios prestados a todos los osados caminantes de la Sierra Nevada.
Jamás sus labios han pronunciado una palabra negativa a sus
compañeros y no hemos visto en él la más mínima mueca de desagrado por alguna
exigencia de cualquier excursionista; sea cual fuese la hora y la misión
encomendada, allí está el insustituible Domingo para cumplirla, desde la busca
de agua a altas de la noche bajo una temperatura casi inaguantable, hasta el
cuido de enfermos, rescate y cualquiera otra exigencia la cumple única y
exclusivamente por su gran amor a la
montaña y voluntad espontánea de ser útil.
En una ocasión, ya hace varios años, rodó glaciar abajo por las
empinadas alturas de la Garganta “Wellis”, que le tuvieron en sus abismos y
quisieron arrebatarle la vida, dejándolo aprisionado entre sus
escalofriantes y helados peñascos, pero
por ventura no lograron su objetivo y así pudo Domingo salir ileso de esa
prueba a que lo sometieron las hechiceras y endemoniadas cimas Andinas.
El destino quiso conservarlo para bien del deporte de andinismo y
así continuará desafiando a la madre naturaleza para que condujera hasta tan
inhóspitas regiones verdaderas legiones de jóvenes sedientos de aventuras y
deseosos de deleitar su vista y su espíritu por los bellísimos y embrujadores
paisajes que bordean nuestra Sierra.
En esta oportunidad que nos ofrece la revista de sus “queridos
muchachos”, y ahora que la práctica del andinismo avanza a pasos agigantados,
queremos hacer llegar hasta el “Maestro Domingo” nuestro más sincero testimonio
de reconocimiento por sus incomparables méritos como guía y compañero
inseparable, y al mismo tiempo
asegurarnos ante nuestros lectores nuestro formal empeño de continuar luchando
por su bienestar y reposo en sus últimos años de vida.
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