Testimonios de Mérida
Fray Pedro de Aguado
n. 1538-m. 1560
n. 1538-m. 1560
DEL DESCUBRIMIENTO DE LAS SIERRAS NEVADAS DONDE HOY
ESTA POBLADA MERIDA
En
el Libro III, Capitulo X, luego de haber descrito Aguado en su Historia de Venezuela el triste fin de Francisco de Carvajal y su
ceiba, pasa a referirnos los orígenes de la ciudad del Tocuyo, y de cómo el
gobernador Juan Pérez de Tolosa envió a su hermano, a descubrir las Sierras
Nevadas, donde hoy está Mérida, del Nuevo reino.
“Después de haber el gobernador
Tolosa muerto a Carvajal en la forma dicha, luego procuró que aquel alojamiento
donde Carvajal estaba, ya que de alguna manera tenia forma de pueblo, se
hiciese perpetuase, para que toda aquella gente española que allí estaba, por
ir a buscar su sustento a otra parte, ni fuesen causa de mayores daños; y así
procuró que se avecindasen y tomasen solares y estancias, y él nombró e hizo
nombramiento de alcaldes y regidores que tuviesen a cargo la administración de
la república, que en adelante se intituló ciudad; y éste es el fundamento y
principio de la ciudad del Tocuyo, famosa en aquella gobernación por estos sus
infelices principios.
De la fundación de este
pueblo lo que he hallado por opinión más cierta aunque algunos la atribuyen al
capitán Francisco de Carvajal, por haber sido el propio pueblo el sitio de su
alojamiento y haberse conservado y permanecido allí algunos días, otros le
atribuyen a Villegas, que se halló con Carvajal por su teniente; pero como en
esto vaya poco, cada cual podrá arrimarse a quien tuviere él afición. Sólo
sobre él diré que según parece, el Tocuyo fue poblado en el año de 1547, y
aquel propio año fue muerto Carvajal; yo tengo que la muerte de Carvajal fue
primero que la población del Tocuyo, según me han informado algunos que en
aquella tierra están, y por esto me afirmo en mi opinión de que el gobernador
Tolosa la pobló, el cual así mismo repartió a los naturales que por allí cerca
había, entre los que quisieron ser vecinos y moradores de la ciudad del Tocuyo.
Como la gente española que allí había era mucha, y todos no se podían sustentar
en aquel pueblo, a persuasión de algunas personas, ordenó el gobernador que un
hermano suyo, llamado Alonso Pérez de Tolosa, fuese con una parte de la gente
que allí había, a descubrir la provincia de Sierras Nevadas, donde al presente
está poblada la ciudad de Mérida, del Nuevo Reino; aunque otros ancianos de los
que en aquel tiempo se hallaron allí, certifican que no salió Alonso Pérez del Tolosa con
gente del Tocuyo a este efecto, sino que persuadido e inducido por el
gobernador por un Cristóbal Rodríguez que había estado en el Reino de que le
seguiría aquella gobernación muy gran provecho y utilidad de que hubiese camino
por donde se tratasen y comunicasen los vecinos de ella con los del Reino,
envió a su hermano a que descubriese este camino.
Que sea de la una o de la otra manera, por la comisión del
gobernador salió del Tocuyo o la ciudad nombrada, Alonso Pérez de Tolosa, con
cien hombres, entre los cuales iba el capitán Diego de Losada, más por
administrador y gobernador de la persona
de Alonso Pérez que por soldado, porque como este capitán era persona
grave y de mucha experiencia en cosas de Indias, fue por el propio gobernador
rogado que fue con su hermano para encaminarle
y regirle en lo que había de hacer, dándole título de maese de campo.
Caminaron por la vía del río del Tocuyo arriba ciertas jornadas, y dejándolo a
mano izquierda, atravesaron cierta serranía que hay por allí, y fueron a dar
por las vertientes de los llanos, a otro río que en lengua de los indios es
llamado Cacaribacoa, por donde acabaron de salir a lo llano. Este río entiendo
ser el que ahora comúnmente llaman
Guanaguanare, por el cual acabamos de
bajar a lo llano, por donde caminaron en seguimiento de su jornada; y en
llegando al paraje de las Sierras Nevadas, que desde lo llano suben, quisieron
los capitanes atravesar para con más
brevedad dar con la información que iban a buscar, porque en aquel tiempo y
mucho después no dejó de ser soberbia aquella información, hasta que después,
descubriéndola y poblándola los del Nuevo reino el año de 1558, vieron cuán
poca y miserable era.
No faltaron muchos soldados
que con intención de acercarse al Reino, para ver si se podían meter en él,
contradijeron esta entrada y subida por
la Sierra Nevada, poniendo a ella muy grandes inconvenientes, como de cierto los había, porque con hacer ya cerca
de diez años que está aquella provincia
poblada de españoles, los de Mérida jamás por esta parte por donde esta gente
intentaba subir, han podido bajar caballos a lo llano por la aspereza y
maleza.de las sierras y estrechos caminos que por allí hay, que aun con
dificultad los caminan a pie. Pasó la gente adelante sin detenerse en ninguna
parte hasta llegar al río de Apure, a la
ribera del cual se alojaron; y como a los naturales que por allí había poblados
le pareciese poca gente para la que otras veces habían visto pasar por allí, y
además de eso los viesen estar con algún reposo, procuraron, como se suele
decir, tentarse las corazas; y juntándose todos los naturales de aquella
provincia en concierto y orden de guerra, vinieron a dar muy de mañana sobre
los españoles, los cuales, como hasta entonces no habían recibido alguna
alteración de los indios, estaban con
más descuido del que se requería y era
permitido a gente que estaba entre enemigos; lo cual hubiera de ser causa de que recibiesen algún notable daño; pero
como todos los más eran ya hombres hechos a las alteraciones y tumultos con que
los indios suelen acometer a sus enemigos, no se turbaron, mas tomando con toda
destreza las armas, los detuvieron, aunque con algún daño, porque les hirieron
españoles y les mataron un soldado, pero juntándose la mayoría de los nuestros
con sus armas en las manos fácilmente fueron rebatidos y ahuyentándolos los
indios con harto daño que recibieron, porque además de los que corriendo sangre
iban heridos de los alcances que les hacían los de a caballo, que entre indios
suelen ser más dañino, quedaron actualmente muertos gran parte de aquellos
bárbaros, que con sus cuerpos desnudos y rústicas y flacas armas, les parecía
que por haber usado de aquella industria de tomar la mañana tenían ya la
victoria en casa; pero ellos quedaron tan hostigados que no sólo no volvieron
los propios a acometer a los nuestros, sino que en mucha distancia de tierra
que turba de gente de aquella nación , no hubo indio que tomase armas en la
mano ni osase asomarse a gritar dese lo alto de los cerros, que es cosa muy
usada, entre ellos.
Descansaron en este
alojamiento los españoles, donde les fue dada esta guasábara, algunos días para
curar sus heridas”.
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