El espíritu y la
maestría.
Ezio Mora C.
Septiembre 2009
A proposito de ·Dante2018
“Antes que de lo oscuro me desgaje, maestro”
Dante
Héctor Vásquez nació en la aldea La Palmita perteneciente al antiguo Distrito Tovar y
se siente como tal, tovareño. Desde muy pequeño comienzan sus andanzas por este
mundo del señor, realizando diversos oficios relacionados con su gran afición
por la pintura. Realizó estudios de Artes Plásticas en Maracaibo en la Academia “Julio Arrega” y
allí comenzaron sus sueños en camino a la perfección, para ser atrapado por las
tendencias impresionistas. Mas tarde llegó a Mérida, donde se quedó como
aprendiz de un incrédulo que trabajaba en La Catedral y que al final
murió en la gracia del señor, por haber pintado esas maravillas que se consagran
en la Catedral
de Mérida.
El Maestro Iván Belsky había llegado a Venezuela desde su distante
Ucrania, estableciéndose en Caracas primero y en Mérida después; y como él
mismo lo narró “…vino a Mérida a parrandear…Un señor de apellido Paredes,
propietario del Bar Kontiki le pidió que pintara un mural”. Conoció al
Arquitecto Mujica Millán, quien a través de una serie de preguntas sobre
técnica pictórica y la misma cantidad de respuestas acertadas, entablaron una
relación de trabajo, para realizar las pinturas que adornarían la Catedral, donde creó todo
un conjunto de cuadros que reflejaban la maestría de su arte y el trabajo
esforzado que debió realizar, montado en andamios de mas de 30 mts de altura,
cotidianamente. Como maestro Belsky supo rodearse de jóvenes aprendices de la región.
Uno de ellos fue el adolescente Héctor
Vásquez, quién se distinguió como uno de sus alumnos mas aventajados y según propias
palabras del maestro: “…En Mérida existe un pintor que sabe todo
sobre mi pintura”.
Héctor Vásquez ha resuelto estar presente en el acontecer diuturno de la Ciudad de Mérida,
estableciendo la esperanza de realizar sueños pasados o truncados, después de
pasar por ese extraño momento, como lo dice Dante en el canto 34 del infierno:
“No estaba muerto , mas no estaba
vivo,
Y puede imaginarse un ingenioso,
Lo que es un semimuerto y semivivo.”
Habiendo permanecido un largo tiempo en esa oscuridad, se alzó buscando
el camino del claro mundo;
“Subimos, el primero y yo segundo,
Hasta del cielo ver las cosas bellas,
Ver un resquicio de perfil rotundo,
A contemplar de nuevo las estrellas.”
Extraño paseo este, que no ha concluido y que nos permite ubicar a
Héctor Vásquez, igual que a su maestro, restaurando la obra pictórica de Belsky
en la Catedral
Basílica Menor de Mérida, para cerrar el círculo y comenzar
una nueva aventura como maestro.
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