MEMORIAS
DE AGUSTÍN CODAZZI
Editadas
en su original italiano por Mario Longhena y traducidas al castellano por
Andrés Soriano Lleras y Fr. Alberto Lee López
CAPITULO
II
Parte
III
Del 14 de marzo de 1838 es un memorial suyo -escrito durante su segunda permanencia en Caicara- en el que narra los abusos de las autoridades venezolanas en la provincia de Río Negro. Y este memorial es una violenta requisitoria contra aquellas autoridades, tan olvidadas de todo sentido humano. Bastan unas pocas frases para dar una idea de la defensa que Codazzi hace de aquellas pobres gentes: "la opresión que reina aquí no tiene igual en el más remoto rincón de la república. Los indios son realmente esclavos, sin hallarse seguros en sus campos ni en sus habitaciones... Actos de tiranía son ejecutados por todas las autoridades., cerca de dos mil personas tienen que trabajar sin paga, sin descanso y sin fin, para unos quince egoístas". Y también la esclavitud tiene en él -como ya lo había tenido en Humboldt- un tenaz opositor: no podía aceptar que la diferencia de raza llevase consigo para unos un dominio innatural, para otros una sujeción contra la cual elevaban su 'protesta todos los hombres de bien. "En el tono de tales quejas se muestra un carácter que, aunque asociado a los nuevos movimientos políticos de Venezuela, se ha conservado puro y libre de la corrupción de los numerosos dirigentes políticos". Así concluye Schumacher (5) después de la alusión antiesclavista de Codazzi y no podía hacerse mayor alabanza de quien, aun en medio del desencadenarse de todas las pasiones, supo conservar aquella moderación de sentimientos que por naturaleza poseía y que las primeras luchas habían sabido desarrollar. A fines de 1838 la tarea de exploración, qué había sido bastante penosa, podía considerarse terminada. Entonces pudo, en el sosiego de su casa de Valencia, en medio de las alegrías familiares (en 1835 y 1837 le habían nacidos dos hijos, un varón y una hembra) dedicarse a trazar el mapa de las trece provincias venezolanas: el geógrafo, con la misma facilidad con que el hombre de armas había cedido el puesto al explorador, se cambió en cartógrafo, y supo manejar con maestría el pincel y la pluma como había manejado la espada: el único ayudante que tuvo en este delicado trabajo fue un calígrafo, Lino Aliaga. No era la primera vez que Codazzi se ponía a diseñar mapas: siete mapas acompañan al manuscrito de las "Memorias", todos los cuales el lector puede ver reproducidos en este volumen; pero no todos ellos se deben a su actividad exploradora; en gran parte fueron tomados de fuentes españolas y Codazzi sólo los había modificado en algunos detalles. En cambio, los mapas que ahora presentaba eran todos resultado de sus viajes, de sus mediciones, de sus levantamientos topográficos; eran, en una palabra, una obra nueva y completamente suya. Cada carta geográfica iba acompañada de cuadros estadísticos, que debían completar la visión física ofrecida por los mapas: cuadros que incluían numerosas noticias, preciosas para quien quisiera tener una idea precisa de cada provincia: la ubicación de cada cantón (subdivisión de la provincia), la altura y la temperatura media de la capital del cantón, así como su distancia de la capital de la provincia y de la capital de la República; además la comparación entre la parte ocupada por las aguas y la tierra firme, y la división de esta en llanos y selvas, en tierras bajas y altas, en terrenos cultivados y desiertos. También estaba indicada la población, total y por milla cuadrada, la idónea para las armas y la esclava; y por último se señalaban los productos que se daban en cada cantón y que eran a propósito para la exportación. "La tarea -así escribía Codazzi a Páez, que también en aquella ocasión ejercía la Presidencia de la República- que me confió el gobierno hace ocho años está ya completa; cada provincia de la república tiene su correspondiente mapa corográfico en grande escala; cada cual contiene un diseño claro de todos sus cantones, datos precisos sobre sus vías de agua, y multitud de importantes detalles geográficos, físicos y estadísticos". Pero esta obra, después de haber obtenido el parecer del Jefe de ingenieros de Caracas, Juan Miguel [sic] Cajigal -parecer que es un elevado elogio para Codazzi- sirvió para empapelar las paredes de la oficina del Secretario del Interior, lo que ciertamente no podía halagar mucho a su autor, el cual esperaba mejor utilización de su trabajo. En efecto, éste, que puede parecer solamente un trabajo de carácter técnico, tenía un alto valor patriótico y nacional. La primera representación cartográfica de un país que hace poco ha alcanzado su independencia es la más noble afirmación de su individualidad, es su imagen simbólica que va por el mundo y es recibida como unidad' espiritual y de voluntad. Y este concepto bastante simple, esta reflexión casi obvia, no se hizo inmediatamente, ni se le ocurrió en seguida a los hombres que estaban al frente del gobierno de Venezuela; pero no mucho después, sin que interviniera Codazzi, espíritu demasiado elevado para plegarse a un acto que pudiera parecer humillación, el valor real de la obra apareció claro aún para aquellos hombres, quizá asaltados por problemas no menos graves y urgentes, y el 18 de abril de 1839 el Congreso determinó que él -Codazzi- pudiera imprimir los mapas a su costo. Pero una impresión de aquellos mapas, ya coleccionados en un atlas, ya para murales, presuponía una revisión de los que había pintado, fruto de viajes y medidas tomadas por él, y debía seguir a una completa reseña de toda la literatura precedente. Aunque no era fácil recoger este material, sin embargo a Codazzi, a quien no faltaban ni la tenacidad, ni la habilidad para seguir todos los caminos con tal de llegar a la meta, le fue posible en poco tiempo proveerse de los mapas que había trazado Humboldt -especialmente de los mapas del Orinoco y de sus afluentes-; además pidió al Gobierno de Colombia, que estaba en manos de viejos amigos suyos, y obtuvo, el mapa de Roulin y el atlas de la antigua Colombia, que había sido publicado en París en 1827 bajo el nombre de Restrepo, y que contenía los mapas de los doce antiguos departamentos, obra que no carecía de valor aunque no estaba fundada en bases científicas. Superada esta dificultad, he aquí que surge otra mayor y menos fácil de resolver; dificultad que había sido prevista por Codazzi y que superó con aquella habilidad que tienen todos los hombres no comunes ante lo que arredra a los inferiores. ¿Qué límites debía tener la República venezolana? Los límites no estaban trazados sobre el terreno, aunque fuese vivo el deseo de llegar a esta determinación de límites: pero había -y era conocida- la línea que separaba las varias regiones cuando sobre todas ellas dominaba España, y dentro de esta línea divisoria habían surgido los diversos Estados, como si la considerasen definitiva. Es verdad que más tarde estos -y los celos y las ambiciones habían surgido desde el principio, aunque no hubiesen tenido la posibilidad de colocarse sobre un terreno concreto de disensión- discutirán esta línea de límites y aun tomarán las armas, defendiendo cada uno el territorio sobre el cual creía tener derecho seguro; pero por el momento podía Codazzi atenerse a esa línea, modificándola, según lo considerara necesario conforme a razones de naturaleza geográfica. En tal forma Codazzi fue una especie de solucionador de cuestiones de límites antes de que el tiempo y la pasión las tornasen agudas y peligrosas; y esto debe decirse sobre todo de los límites entre Venezuela y la Nueva Granada, las cuales habían concluido ya un acuerdo de fijación de límites el 14 de diciembre de 1833, pero la línea determinada por los dos plenipotenciarios -Santos Michelena y Lino de Pombo- tenía en cada uno de los dos países partidarios y opositores. Ahora bien, Codazzi, partiendo del Cabo Chichibacoa, en el mar Caribe, y cortando la península de la Guajira, dejaba a Venezuela las cadenas montañosas y los cursos de agua más importantes hasta un punto en el cual el 5°paralelo corta el río Arauca: por último, una línea imaginaria se dirigía hacia el sur hasta el nacimiento del río Memachi; aquí principiaba el dominio del Brasil. Para el resto, o acogió los límites que atribuían a Venezuela los mapas de Humboldt, límites no imaginarios, sino basados en investigaciones realizadas en los archivos de Madrid, o acomodó a sus conclusiones, las que no siempre fueron a favor de Venezuela, los datos de 1810, esto es los límites que dividían a las diversas regiones sujetas a España.
Tampoco en las cifras relativas a la
población aceptó números sin discutirlos, sin someterlos a la crítica: no había
cifras que fueran resultado de censos que abarcaran toda la república: en 1836
se había presentado a la Asamblea Legislativa el censo de nueve provincias; y
en 1839 se daba como población de Venezuela una cifra que se refería a 1834
(887.168 habitantes): Codazzi la amplió un poco, teniendo en cuenta la rata de
aumento y fijó en 945.348 los habitantes de la tierra que describía. Quedaba
por último una cuestión de no desdeñable importancia; la cuestión financiera, y
si no se resolvía esta, no hubiera podido Codazzi ver impresa su obra. Se pensó
-y fue Páez quien sugirió este medio- en acumular sobre Codazzi varias
comisiones, y así fue nombrado primer Rector de la sección de matemáticas de la
Escuela Militar de Caracas, luego profesor de táctica de artillería, y por
último director de todas las organizaciones militares de la Provincia de
Caracas. Pero a pesar de tantos cargos no tenía Codazzi la posibilidad de hacer
frente a tan elevados gastos, por lo que pidió ayuda al Congreso, el cual la
concedió: 10.000.00 pesos fueron decretados para la impresión de la Geografía
de Venezuela, pero tal suma debería ser garantizada por un fiador, para el caso
de que cualquier circunstancia impidiera a Codazzi realizar su obra. Y hasta se
encontró un fiador: Martín Tobar y Ponte, de noble y rica familia, quien habla
perdido no pocas propiedades por mantener fidelidad a la pureza de sus
sentimientos y quien en la lucha contra España había visto a muchos de su
familia caer en los campos de batalla, aseguró el buen éxito de la empresa:
generosamente hizo de fiador de Codazzi, seguro de que este llevaría a término
su trabajo. Y cuando inmediatamente después el plan de la obra se amplió y Codazzi
aceptó agregarle datos históricos -de la historia remota y reciente- referentes
a Venezuela, datos que habrían de facilitarle Rafael María Baralt y Ramón Díaz,
también entonces Tobar declaró que respondería por el aumento de los gastos de
impresión y en esta garantía tuvo por socio a otro venezolano, Juan Bautista
Dallacosta. Y el Congreso no fue menos generoso que los amigos de Codazzi,
porque no tuvo dificultad en conceder una prórroga del tiempo señalado para la
impresión. El 11 de julio de 1840 Codazzi con su esposa dejaba a Venezuela para
dirigirse a Europa. En París, donde ya Humboldt había impreso su obra, pensaba
Codazzi que encontraría los medios más aptos para traducir en realidad
tipográfica su trabajo y los mapas que lo acompañaban. No viajaban solos los
Codazzi: los acompañaban Baralt y Díaz, a quienes se había confiado el encargo
de escribir la historia de la república y quienes debían facilitar al geógrafo
los datos históricos que necesitaba. Ellos empezaron inmediatamente a redactar
los capítulos de la Historia de Venezuela, mientras Codazzi sometía sus
manuscritos al juicio de los hombres más ilustres de la capital francesa.
(4) Op. cit., p. 98, 117. (5) Op. cit., p. 301.
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