MEMORIAS
DE AGUSTÍN CODAZZI
Editadas
en su original italiano por Mario Longhena y traducidas al castellano por
Andrés Soriano Lleras y Fr. Alberto Lee López
CAPITULO
II
Parte
II
Pero aun antes de su nombramiento como Jefe de Estado Mayor había ya recorrido y medido una de las cuatro provincias del norte, llamada Coro, y había diseñado el mapa de toda la gran región hidrográfica del golfo de Venezuela, de modo que le faltaban otras nueve provincias, entre ellas la de la Margarita, donde bien poco tenía que hacer, ya que era excelente el mapa del golfo de Venezuela en el cual surgía tal isla, y la de la Guayana, impenetrable en parte y habitada por pueblos salvajes que impedían toda exploración. La muerte de Bolívar, ocurrida el 17 de diciembre de 1830, 1e pareció a Codazzi que habría de marcar el fin de todas las agitaciones; por el contrario, la política del gobierno de Páez, empeñada en debilitar la casta militar, constituía un peligro continuo, tendiente a separar la Iglesia del Estado y a suprimir la esclavitud, provocando con ello en la vida económica 'y financiera no pocas perturbaciones y no podía menos de crear dificultades a Codazzi, quien necesitaba trabajar en tierras totalmente tranquilas y en medio de poblaciones que no estuvieran agitadas por ninguna convulsión. Por esto tuvo Codazzi que tomar parte en tres campañas, una contra Julián Infante y Vicente Parejo, dos "inquietos Jefes de guerrillas" habitantes de las "llanuras" del Apure y del Arauca, dos "libertadores" que despreciaban toda forma de libertad; una segunda en la provincia de Mérida, para proteger a la República de Venezuela de las molestias de la república hermana de la Nueva Granada o Colombia; y una tercera contra uno de los generales más famosos del tiempo de Bolívar, José Tadeo Monagas, quien trató, inclusive, de arrastrar a Codazzi a un acto de traición y encontró en el general italiano una oposición sincera y enérgica. Pero durante la segunda campaña, aprovechándose del hecho de que era italiano y de que, por consiguiente, como tal, no podía suscitar entre la población ninguna sospecha, pudo explorar tierras del interior y llegar hasta la hoya del Apure, más allá de la cadena andina. Fue el 2 de enero de 1832 cuando volvió Codazzi a empezar a tomar medidas sistemáticamente, y fue primero la ciudad de Caracas, declarada capital de la república desde el 30 de mayo de 1830, y después las provincias, las que fueron objeto de sus mediciones y de sus atentas exploraciones. Durante su permanencia en Caracas, además de Páez y de José María Vargas, además de varios alemanes que constituían una colonia rica y próspera, contrajo buena amistad con un hombre que, como él, se ocupaba en dar lustre con sus escritos a la nueva república y había recogido, en una biblioteca por él fundada, material estadístico e histórico que Codazzi utilizó ampliamente: Feliciano Montenegro de Colón (3). Durante todo el año de 1832 trabajó en esta provincia y a principios del año siguiente, habiéndose trasladado a Valencia, se dedicó a medir la provincia de Coro, donde ya había trabajado no poco, y la de Barquisimeto, y esto para relacionar mejor lo que había hecho con lo que le quedaba por hacer; y habiendo terminado el trabajo en ellas, sin siquiera cambiar el lugar a donde iba a reposar y a recrearse después de las fatigas, inicia la exploración de las provincias de Barinas y de Cumaná. El año de 1833 estaba por terminar, y el trabajo no estaba todavía concluido, y no por culpa de Codazzi que no se había dado un minuto de reposo, sino por las circunstancias desfavorables de aquellos años, así que la prórroga solicitada fue fácilmente concedida; y Codazzi como para dar una prueba de su agradecimiento por esa concesión, comenzó la exploración del delta del Orinoco, lo que ocurría a principios de 1834, poco después de su matrimonio (24 de abril) con una señorita de la provincia de Cumaná, Araceli Fernández de la Hoz, de noble familia española. No fue fácil para Codazzi la empresa del Orinoco; debía determinar bien las numerosas ramificaciones del río y establecer las comunicaciones entre unas y otras y, para hacer esto, debía remontarías una a una en barcas pequeñas y en piraguas que no siempre eran capaces de resistir a la violencia de las aguas. De modo que en esta empresa de exploración y en disponer sobre un mapa todo el material recogido transcurrió todo el año de 1834, por lo que se vio obligado a dirigirse a Caracas para conseguir una nueva prórroga. Pero el año de 1835 acarreó a la desgraciada república, que no había podido disfrutar de paz, un nuevo golpe que, al mismo tiempo que renovaba las convulsiones del pasado, obligaba a Codazzi a una nueva tregua en su trabajo y le constreñía a volver a asumir su puesto de Jefe de Estado Mayor. Páez, cansado y deseoso de regresar a la tranquilidad de la Vida privada, dejaba su puesto de Presidente de la República, y hacia todo lo posible para que le sucediera Vargas, un hombre que tenía cualidades diametralmente opuestas a las de Páez. De indiscutible competencia, sin los lauros guerreros que circundaban la frente de Páez, residente siempre en el exterior, dedicado a los estudios mientras en su país se combatía por la independencia, era el tipo clásico del Presidente civil de uña república, el más indicado para subir al poder en el momento en que, hallándose esta en estado de tranquilidad, era necesario que a la espada invicta la reemplazara la sabia competencia y la habilidad pacífica. Vargas aceptó, no muy de su agrado, quizá porque veía que estaba todavía lejano el surgir de un alba serena: y sus presagios no eran infundados: poco después de su elección estallaron en más de un lugar, como reacción del elemento militar que no quería oír hablar de su desaparición del campo político de la República, desórdenes públicos que durante casi un trienio hicieron difícil la vida de Venezuela. Vargas concedió naturalmente a Codazzi cuanto pedía, de manera que este pudo ponerse a trabajar y comenzar a reunir en un gran mapa todo lo que había recogido en sus Varias exploraciones, y que tenía dibujado en mapas parciales. Era una labor de conjunto la que iniciaba y que podía dar la sensación completa de la cantidad de viajes, exploraciones y dificultades superadas. Pero he aquí que de improviso surgen nuevos desórdenes provocados en Caracas por el partido militar, que se había puesto de acuerdo con los descontentos de otras provincias, especialmente de las de Maracaibo y Cumaná; en Caracas todas las autoridades fueron destituidas y a Vargas se le reemplazó por un jefe militar. Para salvar a Venezuela un grupo de hombres de los más influyentes de la República -y entre ellos estaba también Codazzi-, persuadidos de que cualquier otra forma de. organización política sería fatal, se presentaron a Páez y le indujeron a defender la constitución. Páez consintió en poner su espada al servicio de esta. Pero no fue larga su permanencia bajo las armas; nombrado Comandante en Jefe el 14 de julio de 1835, se retiró del mando el 21 de marzo del año siguiente. Durante este tiempo Codazzi estuvo siempre al lado de Páez en calidad de Jefe, de Estado Mayor, y tomó parte en la batalla de Guaparo, recuperó a Maracaibo y dirigió, hasta la capitulación, el sitio de Puerto Cabello.
Inmediatamente después se dirigió rápidamente hacia los llanos
del Apure para someter allí a los rebeldes capitaneados por Francisco Farfán y,
al terminar la campaña, recibió de Vargas, que había retornado al poder, el
título de "Coronel de Ingenieros" (22 de marzo de 1836). Pero la
revuelta militar que parecía extinguida tuvo nuevos chispazos de reanudación:
Farfán, seguido por el partido militar, intentó un nuevo desquite, de manera
que Codazzi se vio obligado a hacer de consejero del General Muñoz, escogido
como jefe contra el rebelde, y también en esta campaña participó en el hecho de
armas de García, en el cual Farfán fue derrotado; un indulto clausuró esta
renovación de las hostilidades. Pero no pudo volver inmediatamente al trabajo:
primero el encargo que le confió el Gobierno de la demolición de los fuertes
que, más que defensas, eran peligro continuo para la República; después una
nueva campaña contra el mismo Farfán, no ya sobre las riberas del Apure, sino
más lejos, a lo largo de los llanos del Orinoco. Sobre el primero tenemos el
testimonio del mismo Codazzi, que justifica la destrucción de los fuertes
esbozando en rápida síntesis la situación de aquel momento en Venezuela;
"en 1835 nuestros fuertes abrigaban tropas que ofrecían resistencia al
Gobierno de la República; sin embargo, el pueblo triunfó. Todos los puntos
fortificados se hallaban en manos del enemigo; el ejército y la marina estaban
a su servicio; poseía recursos y fondos públicos, depósitos y armamento; al
principio tuvo en sus manos todo el poder; pero finalmente fracasó. Ciertamente
corrió sangre; pero contra el sentimiento público, contra la voluntad del
pueblo, ninguno podía valer. Entonces Páez, oportunamente nombrado Comandante
en Jefe, restableció el estado de cosas, de acuerdo con la Constitución, salvó
el país de la anarquía, y demostró que el gobierno no necesita de fortalezas
para sostenerse en caso necesario". Así que Codazzi dirigió en persona la
demolición de dos fuertes que él mismo había hecho levantar algunos años antes,
el de Puerto Cabello y el de Maracaibo. No se había terminado todavía la
demolición de los fuertes cuando la guerra reclamó nuevamente a Codazzi: una nueva
rebelión de Farfán, en los llanos del Orinoco, obligó a una campaña aún más
áspera y difícil que las precedentes. Se ha hecho célebre, en esta campaña, una
marcha realizada por Codazzi en tres días desde Valencia a San Fernando de
Apure -lugar que si hubiese ocupado el enemigo le habría protegido enormemente-
y tal marcha permitió a Codazzi llegar a la población antes de este, poderse
defender hasta la llegada de las tropas de Páez y hacer de la batalla de San
Juan de Payara una óptima victoria. "León de Payara" fue llamado en
adelante, junto con Páez, pero tal denominación -dice Manrique- (4) nunca quiso
que le fuera aplicada, porque las victorias en las guerras civiles no hacen
jamás grandes a los que las obtienen. Sin embargo, no fueron inútiles, con relación
a la obra que estaba cumpliendo, las expediciones que hizo a los llanos de
Apure y del Orinoco, pues adquirió no poco conocimiento de tales regiones, de
manera que cuando le fue posible recorrer el Orinoco para completar su mensura,
tenía ya una idea bastante cercana a la realidad de aquella grandiosa llanura,
por lo que le fue más fácil levantar el plano y pudo hacerlo con más precisión.
Schumacher dice que el libro de Humboldt, con sus descripciones del grandioso
río, le sirvió de compañero a Codazzi en esa exploración y le ayudó mucho para
interpretar mejor la vida tropical. Del 3 de noviembre de 1837 a marzo de 1838,
tomando como centro esta o aquella población, recorrió el río principal y sus
afluentes, anotando, midiendo y sobre todo gozando de aquella vida grandiosa
llena de silencio y de misteriosa belleza. Si los llanos del Orinoco y de sus
afluentes impresionaron su ánimo con su solemnidad y lo atrajeron, conquistando
toda 'su admiración, no menor atención le merecieron las condiciones de los
indígenas. En ellos se ocupó con no menos fervor que en la geografía del
Orinoco. Y no podía ser de otra manera. Su alma, elevada y noble, no alcanzaba
a concebir que estos hombres, (¿no había él mismo combatido en los años
juveniles también por estos pobres habitantes del amplio valle?) estuvieran a
merced del capricho y de la perfidia de los gobernadores y de sus empleados.
(3)Su
historia de la Revolución de Venezuela era un libro que Codazzi consideraba
importantito
No hay comentarios:
Publicar un comentario