Virgen de las Nieves, ruega
por nosotros
FERNANDO
TORRE CHALBAUD
EL UNIVERSAL
martes 16
de septiembre de 2014
La idea de colocar una imagen de la Virgen María en la Sierra Nevada de Mérida es original de la inteligencia creativa de don Tulio Febres Cordero, quien se la manifestó en 1936 al padre Quintero, el futuro primer Cardenal de Venezuela.
El padre Quintero dio a conocer esta idea de don Tulio a Carlos Chalbaud Zerpa cuando aún era estudiante de Medicina; pero contarle esa aspiración a alguien con tan alto sentido de propósito, a este entusiasta explorador de la serranía merideña, haría una diferencia fundamental.
Este joven tomó para sí tan noble encargo, al punto que se comprometió públicamente a colocar arriba en la montaña la sagrada imagen de María en mármol, lo hizo cuando pronunció las palabras de salutación a la reliquia de la Virgen de Coromoto en la iglesia de Belén en Mérida. De inmediato, se puso manos a la obra para hacerlo realidad, y con sus compañeros del Club Andino Venezolano, Franco Anzil y Carlos Lacruz, comenzaron la tarea de organizar las contribuciones de los ciudadanos.
Luego de varios años de mucho trabajo e ilusión, el designio del Cardenal Quintero se hizo realidad: la virgen finalmente llegó a Mérida. Para nosotros en la casa fue un día muy especial. Mi mamá me llevó junto a mis hermanos, Rafael y Pedro, a conocer la virgen que el tío Carlos había traído por barco al regreso de sus estudios en Italia. Éramos muy pequeños en esa época, como diría mi amigo Juancho, pero aquella visita fue inolvidable. Nos impresionó la inmensidad de la imagen, una fina escultura en mármol de Carrara del profesor Walter Ribani, que lucía imponente dentro de las reducidas dimensiones de la Capilla del Sagrario, contigua a la catedral merideña.
Ese día, sin embargo, hubo algo más revelador que la monumental obra de arte: la pasión que impulsó el proyecto. La virgen había estado mucho tiempo en el puerto de Maracaibo por obstáculos burocráticos y hubo necesidad de lavarla. De hecho, íbamos a ayudar en la tarea. Encontramos allí al tío Carlos y la tía Carmencira, su esposa, animados, con el mismo entusiasmo y dedicación con que habían realizado cada una de las acciones para hacerlo realidad. Parecía que cada dificultad había acendrado su carácter y les había dado más razones para el optimismo y la superación personal. Era como si en su mirada inteligente y perspicaz transmitieran el convencimiento de que un futuro mejor para todos es posible.
El ímpetu y la voluntad de este merideño entrañable se ha expresado en cada proyecto que ha emprendido, como lo fue en la ejecución del monumento a los Conquistadores del Pico Bolívar, donde el guía de la Sierra Nevada, Domingo Peña, pudo develar su propia estatua en tamaño heroico; también en sus más de veinte libros publicados, en sus enseñanzas como profesor universitario o en los miles de pacientes atendidos durante años.
Ahora que las cosas se ven tan difíciles, cuando sentimos que falta gente para la gran obra que significa construir el país del mañana, anima pensar en ese entusiasmo creador de esos merideños de excepción, quienes lucharon con idealismo por sus proyectos ciudadanos.
Así mismo, cuando todo parece nublarse, cuando cada meta luce inaccesible como lo fueron alguna vez las cumbres andinas, reconforta rezar como aquel día en la solemne ceremonia para la entronización de la imagen en Pico Espejo, hace ya casi cincuenta años:
Virgen Santísima de las Nieves, rogad por nosotros.
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