viernes, 24 de octubre de 2014

CARLOS ESTEBAN CHALBAUD






 El Rector de la Universidad de Los Andes me ha enviado, como presente decembrino, el libro La Sierra Nevada de Mérida, de Carlos Esteban Chalbaud. El libro no es un compendio de crónicas, sino una trama bien hilada y mejor escrita, que nos narra con prosa fina y amena, la historia de esos riscos imponentes, que guardan Mérida con el celo de un gigante cósmico.

Nadie mejor que Carlos Esteban para describir, con tanta minucia y gracia, los encantos de esa urbe bella y áspera a la vez, como una doncella agreste y primitiva. Nadie tan conocedor de sus secretos ni tan baquiano de sus boquerones y entresjos.Nadie tan enterado de sus abismos y profundidades, de sus lagunas y ventisqueros, de sus pliegues y glaciares. Nadie, en fin, que la haya admirado tanto como el. La sierra ha sido para Carlos como una novia, a la que a diario canta y corteja.

La noble y bella edición del libro de Carlos Esteban, que ha hecho el Rector de la Universidad,constituirá,sin duda, un acontecimiento de primer orden en el vasto mundo que se mueve en torno a los deportes de montaña, en todos los continentes,pues,en el no solo describe, al detalle, el fantástico escenario que para su práctica representa  nuestra Sierra Nevada, sino que exponen, con diafanidad, conocimientos y experiencias acumuladas durante mucho tiempo por un diestro en montañismo, cuyas ansias de escalar cimas y alturas no las entibiaron obstáculos en apariencia indomeñables.

Las hazañas de Carlos como andinista son únicas y mueven al reconocimiento y la admiración. Las ha sabido ligar al patriotismo y la religión. A él se debe, en buena parte, que un busto de Bolívar se halle colocado en la roca que corona la geografía venezolana, y que la Virgen de las Nieves nos bendiga desde el glaciar del Timoncito.

El libro, por otra parte, está escrito por un humanista de robusta y densa cultura, que maneja la pluma con destreza, por lo que el lector sigue sus páginas, desaladamente, con ansiedad y delectación. Al comenzarlo se suscita en uno el deseo de darle término, de descubrir todo lo que en él se va narrando, con fluidez y soltura, con fina gracia, con erudición podada de pedantería.

Carlos Esteban esta raigal y rotundamente ligado a Merida.Descendiente de caudillos militares, escritores y maestros, entre sus antepasados figura desde el brioso general Chalbaud Cardona hasta el sabio y pacifico Carlos María Zerpa. Su padre don Eloy, es tal vez uno de nuestros más vivaces hombres de letras, con estilo de fogonazos y relámpagos, que a veces sosiega, como lo hace en su monumental historia del viejo claustro de San Buenaventura. Libros y espadas, pues, aparecen por igual en la ristra de su linaje, solo en su caso el papel y la tinta prevalecieron sobre el acero de los sables. Excelente médico, especializado en endocrinología y doctor profesor universitario, Carlos es, fundamentalmente, un escritor.

Contemporáneo mío lo conozco desde joven. He seguido la estela brillante de su carrera, cuyos fulgores no empaña la vida recogida que lleva, en su alquería de Zumba, donde vive entre el amor de la familia y la tibia compañía de la música y los libros. Hasta allá se acercan sus amigos para urdir sabrosas tertulias y gozar de su conversación rica en temas y lenguaje.

Enemigo de lo cerrado y ortodoxo, entiende la modernidad y la tecnología como producto de una evolución indetenible que él, con certera palabra, llama el conformismo. Si alguna vez siente nostalgia por el pasado, se consuela sabiendo que el hoy se teje del ayer y del mañana, y que es, apenas, un momento fugaz en la marcha hacia el futuro.

Por eso su Historia de Mérida no está aprisionada entre formaletas tradicionales. Puede que algunos discrepen de su modo de enjuiciar nuestros aconteceres. Todos coincidimos, sin embargo, en que está escrita con talento y originalidad. Y como la Historia de Mérida, todo lo que ha salido de su pluma, que es bastante, se ciñe a ese estilo crítico, pero estimulante y sano.
Este año ha sido de nevadas, ciertamente. Hacía tiempo que nuestras montañas no se cubrían con la albura del armiño, como lo hicieron en estos meses .Ello tal vez le haya producido a Carlos un poco de nostalgia y melancolía pues en su libro se queja del progresivo deshielo de nuestros picos.
Como novio de la Sierra Carlos Esteban la visita cada semana. Dialoga con ella como Moisés con el monte Sinaí. Todos los secretos y misterios de su orografía, sus mitos y leyendas le son familiares. En este diciembre ha resuelto revelárnoslo. Y eso hace en un libro estupendo.

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