Cap I.VII parte (ultima).
Viajeros y naturalistas
Los primeros viajeros que
visitaron las tierras de Mérida fueron eruditos sacerdotes pertenecientes a
órdenes religiosas, visitadores reales, natura listas comisionados por
instituciones y universidades europeas, geógrafos
y viajantes que colocaban
mercancías por cuenta de casas de comercio. Muchos de ellos escribieron
comentarios sobre la historia, paisajes, habitantes, usos y costumbres de las
poblaciones por donde pasaron.
Algunos de estos viajeros
también practicaron el montañismo, porque ascendieron a las crestas de la
Sierra Nevada y dejaron para la posteridad libros escritos especialmente en los
idiomas alemán e inglés.
En 1739 pasó por Mérida el Padre
José Gumilla, quien observó que se podían gozar las cuatro estaciones del año
en un solo día; en 1761 la visitó el Padre Basilio Vicente de Oviedo quien la
halló amena, alegre, sana, saludable y vistosa.
El geógrafo e
historiador don Antonio de Alcedo llegó a Mérida hacia 1780 y observó un clima
muy sano y abundancia de trigo, maíz, arracachas, re pollos, cacao muy
exquisito que hacía su principal comercio, mucho algodón y delicadas frutas
como manzanas, membrillos, granadas, plátanos y de más frutos de tierra fría y
cálida.
A fines de 1830, visitó nuestras
comarcas el coronel Agustín Codazzi, quien escribió una monumental geografía de
Venezuela; posterior mente, mandó el Rey de Prusia al señor Jean Jules Linden a
recolectar orquídeas, y la Sociedad Zoológica de Londres le encomendó al Dr.
Antón Goering la misión de coleccionar pájaros de Los Andes; el Dr. Goering
publicó un bello libro con excelentes acuarelas. El Dr. Hammel era un
entomólogo que colecciona escarabajos; el renombrado pintor paisajista
Ferdinand Bellerman plasmó en sus telas las calles y montañas merideñas. y el
Dr. Wilhelm Sievers, notable geógrafo, publicó un libro sobre su especialidad,
editó un mapa de la cordillera y una obra donde describía a Venezuela y
especialmente a Mérida.
Estos viajeros procedían de
Bogotá o también llegaban de Europa a nuestras tierras por el Lago de Maracaibo
y Juego ascendían a pueblos y ciudades en mansas cabalgaduras.
Muchos de ellos no hablaban el
castellano o apenas conocían pocas palabras, y fueron llamados con los apodos
de musiües y jurungos.
Estos extranjeros, hasta cierto
punto, fueron os primeros turistas que nos visitaron, porque al c con sus
obligaciones y aportar a las Ciencias Naturales sus observaciones, se
deleitaban también con nuestros esplendorosos paisajes, nuestras comidas, usos y costumbres.
Así, las personas que en el
Viejo Continente visitaban los gabinetes de Historia Natural de Londres, Pa,t,
Coira en Suiza, y Hamburgo sabían que aquellas avecillas, mariposas y
coleópteros de vivos colores provenían de un exó lico país llamado Venezuela,
donde existía una ciudad llamada Mérida.
Venir a Mérida o trasladarse de
ella a Caracas, era una empresa dificultosa ya entrado el Siglo XX. Para ir a
Caracas a lomo de mula se empleaban quince días. Entonces no se viajaba por
gusto, sino por obligaciones o necesidad y muchos merideños llegaban a caballo
hasta las riberas lacustres y preferían embarcarse para Puerto Cabello o la
Guaira, con escalas en Maracaibo y Curazao.
Había gente precavida que, antes
de partir, repartia sus bienes por medio de documentos públicos entre sus
familiares porque el paludismo pernicioso y la fiebre amarilla acechaban en las
ciénagas, pantanos y montañas de las tierras cálidas y eran frecuentes las
muertes en el trayecto.
Los merideños pudientes, que
habían obtenido ganancias en sus haciendas gradas a buenas cosechas, gastaban
el producto de las mismas en viajar a Europa, embarcándose en Maracaibo, vía
las Antillas.
En la época colonial y después
de la Independencia, Mérida vivía de la agricultura y exportaba diversos
productos por los puertos de! Sur del Lago de Maracaibo. En piraguas y goletas
que surcaban las ondas, se enviaba a otras regiones trigo, algodón, cacao,
harina, bizcochos, jamones, bocadillos de guayaba, dulces abrillantados y
también chimó, que se vendían en Maracaibo, Curazao, Santo Domingo. Cartagena
de Indias y Santa Marta.
A trueque de nuestros productos
recibíamos de las Islas del Caribe y de ultramar muchas cosas que no teníamos,
tales como aceite, vino, jabón, telas, sombreros de fieltro, peltre, herrajes,
plátanos y pescado salado.
La competencia extranjera y la
poca protección de los gobiernos acabó con nuestras tímidas industrias loca les
como fábricas de alfombras y cerveza, la cría de abejas para producir miel y
cera para proveer de cirios a las iglesias, la manufactura de cigarrillos y
fideos, telares para elaborar tejidos de lienzo de algodón y viñedos y la cría
de gusanos de seda.
Los agricultores andinos
entonces se dedicaron a producir café, para exportar a Estados Unidos ya Europa
El preciado grano estaba sujeto a las oscilaciones del precio del comercio
exterior y, si en algunas ocasiones podía enriquecer a un hacendado era en
otras, también, factible que lo redujera a la miseria.
Hacia 1914 se comenzó a explotar
e petróleo y tal hecho afectó muchísimo a la agricultura de la región pues los
campesinos bajaron de sus montañas a Los calurosos campos petroleros en
búsqueda de mejores salarios y un mejor nivel de sus vidas.
Venezuela llegó a ser el tercer
país productor de petróleo del mundo, después de los Estados Unidos y Rusia.
Desde aquellos tiempos
la economía de Venezuela empezó a depender casi enteramente de la renta
petrolera y bastantes ciudades, que tenían vida propia, subsistieron ahora
merced al erario público.
Mérida no fue una excepción y
principió a vivir de los beneficios del situado así como de los estudiantes que
acudían a su Universidad, pues las tierras erosionadas y sin quién viera de
ellas no permitían grandes experimentos agrícolas y en el seno de ellas no se
encontraron minerales como para establecer factorías.
Ya cuando se abrió la carretera
Trasandina en 1925, hace apenas ochenta años, aumentó el número de viajeros.
Para llegar a Mérida, se gastaban tres largos días desde la capital de la
República.
Fue así como se despertó
entonces el interés de os venezolanos por conocer esa región del país que se
denominaba Los Andes y muchas personas desearon conocer la ciudad enclava da
entre montañas nevadas.
La Universidad atrajo un buen
número de estudiantes y profesores, debido al clima benigno y la vida más
económica. y Mérida empezó a ser conocida como una ciudad excepcional, por sus
paisajes, ríos torrentosos y crista linos y su gente culta y servicial. Se le
llamaba la Ciudad de los Caballeros. Sus habitantes tenían fama de ser educados
y amigos de las letras.
E! clima excelente y el panorama
hermosísimo que Dios le dio a Mérida, a cambio de otras que faltaban, como no
existían en otras regiones de un país como el nuestro, donde la mayor parte de
las poblaciones tienen un clima caluroso y agobiador, se convirtieron en una
riqueza potencia! que al igual que la nieve, las lagunas los páramos y las
montañas, pueden ser una fuente de ingresos; y a afluencia de personas de otras
partes del país, de las islas caribeñas y de la misma Europa hacia Mérida, en búsqueda
de dima fresco, tranquilidad y sanas diversiones, puede traducirse en trabajo
para muchos de sus habitantes. Este conjunto de hechos conforman los llamados
recursos turísticos que originan actividades que benefician a todos los
moradores de una región, con la ventaja increíble sobre las industrias
tradicionales de que “la materia prima”, si se sabe conservar sensatamente,
jamás se agota.
Y esta sensatez, con la cual
debe ser tutelado el turismo, que involucra a las autoridades nacionales,
regionales y municipales, a los dueños de establecimientos comerciales, a los
vecinos de una determinada localidad ya los mismos turistas, debe convertirse
en la protección de la naturaleza, el respeto por el silencio y el agua pura,
el resguardo de las culturas locales y la defensa del ambiente natural.
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