EL ANDINISMO VENEZOLANO
ALPINISMO Y ANDINISMO.
Carlos Chalbaud Zerpa
Dante solía decir que era bueno dirigirse a
la montaña maravillosa, principio y razón de toda alegría.
El alpinismo es algo más que un depone o un
entrenamiento atlético, por que en esta actividad, además de los músculos,
juega un papel muy importante el espíritu. No es el enfrentamiento de dos
grupos humanos ejercitados ante una frenética multitud en un estadio, sino el
desafió solitario entre el hombre y la montada, sin gritos delirantes ni
tribunas atestadas. No es una competición entre dos equipos, sino una lucha
silenciosa y empeñativa, impregnada de altos ideales, contra la montaña pasiva
e invencible.
Es pues, la confrontación del hombre contra
sus propias fuerzas, el dominio sobre sí mismo. Lección perenne de energía
mental y elevación espiritual
Idealistas han sido siempre quienes lo han
practicado. Bolívar delirante en el Chimborazo; Sievers, Jahn y Bourgoin para
arrancar a la Naturaleza sus recónditos secretos y en el profundo silencio de
las cumbres, como dijo Gessner, escuchar la música de las celestes esferas; y
aquel ilustre varón que se llamó Achile Ratti, cuyas sienes fueron ceñidas con
la tiara pontificia, y quien al referirse a sus difíciles ascensiones en los
Alpes decía ser atraído por el hechizo irresistible de la altura y por el
anhelo, magnamente enaltecedor, de las dificultades de alcanzarla.
La palabra andinismo, ha sido aceptada para
definir el alpinismo en los Andes.
Y Mérida, como ciudad privilegiada, ya que
es la única en Venezuela dotada de altas montañas cubiertas de nieve, guarda
celosamente en sus anales los nombres de los esforzados andinistas que hollaron
sus cumbres.
Se asevera que la conquista de una montaña
transcurre siempre por tres etapas sucesivas: el conocimiento de dichas
cumbres, la ascensión a sus cimas principales y la solución final de ciertos
problemas alpinísticos difíciles.
Estas tres fases se cumplieron en la Sierra
Nevada de Mérida en un periodo de 130 años.
El reconocimiento de nuestra serranía, ya
vislumbrado por los primeros conquistadores, comenzó con Codazzi y fue
proseguido por los exploradores alemanes que vinieron a Mérida en la segunda
mitad del siglo XIX. Las cumbres, entonces, son conocidas por su posición, sus
características o sus perfiles atractivos. Entonces son bautizadas con nombres
mitológicos y f o con el de sus descubridores; luego se divulgan sus posiciones
y alturas. Es entonces cuando comienzan a recorrerse los altos collados que las
rodean.
Así sucedió con las nuestras: el León
dormido, el Toro erguido, la blanca Garza y la refulgente Corona.
El pico Bolívar, que desde tiempos
inmemorables se denominaba La Columna, fue bautizado con el nombre del
Libertador por el Dr. Miguel Febres Cordero, quien no era alpinista, sino
caballero de números y de letras.
La conquista de las cimas más altas
correspondió a los dos Bourgoin, El Viejo y El Joven, a Jahn, Weiss y Gunther.
Y la superación de las dificultades de las nuevas rutas fue obra más reciente,
con la introducción del alpinismo altamente especializado por parte de Alfonso
Vinci y los miembros de la expedición de Sir Douglas Busk, Embajador en
Venezuela del Reino Unido.
En esta última parte de la conquista de la
montaña, intervinieron también los andinistas merideños Luis Ruiz Terán,
Gabriel Jelambi, Carlos Lacruz Bravo y José Antonio Uzcátegui Salas.
Venezuela, en sus últimos cuarenta años
produjo sus mejores andinistas. Tres asociaciones contribuyeron notablemente a
crear en la juventud una verdadera pasión por la montaña. Fueron estas el
Centro de Excursionistas de Caracas, el Centro de Excursionistas del Colegio
San José de Mérida y el Centro de Excursionistas de Mérida que seda el embrión
del Club Andino Venezolano, de meritoria labor.
He aquí la nómina de los integrantes de las
primeras doce expediciones a la cumbre del pico Bolívar.
5 de enero de 1935 - Enrique Bourgoin y
Domingo Peña.
3 de febrero de 1936 - Franz Weiss y Domingo
Peña.
15 de febrero de 1936 - Pablo Aguirre
Hernández y Kurt Jahgemberg.
25 de febrero de 1938 - N. Stolk y Jean
Notz.
Abril de 1938 - Juan del Timoncito (Enrique
Bourgoin) y Domingo Peña.
3 de febrero de 1939 - Franz Weiss, Chenery,
José Ignacio Baldó y Domingo Peña.
4 de febrero de 1939 - Franz Weiss y A. E.
Gunther.
21 de febrero de 1939 - Pbro. Lucio Basauri
S.J., Pbro. Pascasio
Arriortúa S.J., Enrique González Beni, Ramón
Arias, Juan Evangelista Van Der Ree,
Atilio Botaro, Teófilo Zerpa y Domingo Peña.
20 de diciembre de 1939 - Los presbíteros
Basauri, Arriortúa y Velaz con los jóvenes Arturo Sosa, César Angola, Maggi,
Antonorsi, Rodríguez, Delgado Rodríguez y Domingo Peña.
3 de febrero de 1940 - A. E. Gunther.
18 de febrero de 1941 - Carlos Ottolina y
Domingo Peña.
Septiembre de 1942 - Federico y Dorly Mannillod.
Las páginas iniciales del andinismo nacional
fueron escritas, además de las personas nombradas, por Régulo Scrocchi, los
hermanos Chalbaud Zerpa y Chalbaud Troconis, los hermanos Carrillo, J.C.
Hernández Pieretti, Ezequiel Vega, Pedro Rincón Gutiérrez, Italo de Filippis,
Baltazar Trujillo, Marco Tulio Sánchez y Lucio y Clemente Peña, hijos del Guía.
Un notable andinista y propulsor entusiasta
de la afición a la montaña lo ha sido desde Caracas y en compañía de su esposa,
el Dr. Rodolfo Santiago Guerrero.
Otro singular explorador, íntimamente ligado
a las cordilleras merideñas, lo fue el Sr. Rafael A. Romero Muñoz-Tebar, quien
desde muy joven se entusiasmó por la fotografía y la Sierra Nevada. Como
miembro destacado del Centro Excursionista de Caracas había recorrido
prácticamente toda la Cordillera de la Costa, las sierras merideñas y otras
regiones de Venezuela y el extranjero.
Su bello libro “Nieve y Riscos Merideños”,
del cual se han imprimido cuatro ediciones, se halla ilustrado con excelentes dibujos
y magníficas fotografías, muchas de ellas históricas.
Romero, detentó un puesto gallardamente
ganado en los anales del andinismo nacional.
Posteriormente se han destacado los
oficiales de la Guardia Nacional de Venezuela, quienes han efectuado difíciles
ascensos a diferentes cumbres de la Sierra Nevada. Estas expediciones han
estado comandadas por el hoy Gral. A. de J. Torres Torres y el Cnel. Emilio
Espinoza Tapia.
Mención en párrafo aparte merece Franco
Anzil, un friulano que se residenció en Mérida durante veinte años largos y amó
a la montaña de manera especialísima. Fue fundador, junto con Valentino Mettler
de la Casa del Turista desde donde dio a conocer las bellezas naturales de
nuestros páramos y glaciares por medio de bellas fotografías. Fundó así mismo
el Club Andino Venezolano con un grupo de amigos. Promovió una cadena de
refugios en la Sierra Nevada. Elaboró un mapa turístico y alpinístico de la
región de Mérida. Intentó con éxito el cultivo de la uva y la producción
doméstica de vino, y formó una verdadera generación de andinistas. Fue un
hombre sincero y noble, cuya desaparición, ocurrida en Mérida el 6 de julio de
1973, todavía lloran quienes cultivaron su amistad.
Un alpinista académico, que residió en
Mérida por un período de tiempo no muy largo, fue el italiano oriundo de la
Valtellina, Alfonso Vinci. Protagonizó un ruidoso suceso al lanzar un reto a
los merideños a fin de escalar el pico Bolívar por la difícil pared del flanco
Norte, que se consideraba inexpugnable. Vinci, miembro del Club Alpino
Académico Italiano de Como, realizó el ascenso en compañía del profesor de la
Universidad de Los Andes, el suizo Pierre Kiener, con relativa facilidad.
Demostró así su probada capacidad y su perfecto entrenamiento. De sus
expediciones a la Sierra Nevada y exploraciones a la Guayana venezolana el
notable alpinista publicó varias obras en castellano e italiano.
Durante su estada en Mérida, consiguió
empleo como bibliotecario en nuestra máxima Casa de Estudios y luego intervino
en la comisión que inventarió el Parque Nacional de la Sierra Nevada de Mérida.
En sus libros editados en Italia -la célebre trilogía Samatari, Diamanti y
Cordigliera- se anunciaba como profesor de Ciencias Naturales y docente de
Botánica de la Universidad de Los Andes. Lástima es que, en su volumen
Cordigliera, cuando se refiere a la ciudad que le acogió y a las personas que
le brindaron amistad, siempre afloren el desprecio por los venezolanos, la
amargura y la carencia de objetividad.
El ascenso de la pared del famoso flanco
Norte del pico Bolívar fue repetido, en febrero de 1953, por los profesores de
la Universidad de Los Andes doctores Luis Ruiz Terán y Alejandro Bernardi y el
estudiante Gabriel Jelambi. Todos miembros del Club Andino Venezolano.
A Ruiz Terán puede considerársele como el
andinista venezolano más audaz y arriesgado de su época, dentro de un contexto
de educación moral y técnica admirable. En septiembre de 1956, en unión del
guía Lucio Peña, realizó la escalada invernal del pico Bolívar. Para esta época
del año, la montaña se torna prácticamente inaccesible debido a la nieve
abundante que en sus flancos y riscos se deposita. El Dr. Ruiz Terán falleció
sorpresivamente en Mérida, el día 18 de febrero de 1979.
Fue un notable botánico e investigador. En
su honor se crearon en las plantas los géneros Ruiz Lopecia, Ruizanthus y
Ruizterania así como las especies Ruizterania. Un profesor de la Universidad de
Los Andes dedicóle el producto químico denominado Ruizterania.
El Dr. Ruiz Terán, cuyo nombre también lleva
un picacho de la Sierra Nevada, ha quedado permanentemente incorporado a la
nomenclatura científica universal, a la orografía y al turismo de esta patria
hispanoamericana.
Hasta 1957, para llegar a la base del pico
Bolívar era necesario realizar una penosísima jornada, a pie o a lomo de mula,
que se cumplía en dos o tres etapas. Era forzoso dormir en el duro suelo
rocoso, en alguna cueva o bajo una tienda de campaña en un colchón de
frailejones y enfrentarse al terrible mal de páramo. De esta manera, el alpinista
llegaba al Glaciar del Timoncito agotado físicamente y muchas veces
desmoralizado ante el cúmulo de dificultades.
En 1952, los miembros del Club Andino
Venezolano lanzaron por la prensa la idea de construir un teleférico a la
Sierra Nevada.
La obra fue decretada por el General Marcos
Pérez Jiménez, para entonces Presidente de la República.
En aquella tarea titánica llegaron a
trabajar dos mil hombres, entre técnicos especializados y obreros, de
muchísimas nacionalidades.
El Cronista de las Sierras Nevadas fue el
médico de todos ellos.
El director general de la obra lo fue el
Ing. Víctor Silva Bermúdez, un profesional venezolano competente y ejecutivo.
También estuvo ligado a la construcción y el mantenimiento del sistema, desde
aquella época, el ingeniero especialista en teleféricos Maurice Comte.
El sábado 9 de noviembre de 1957, arribó el
primer vagón de carga a la lejana Aguada.
En 1959, fue puesto en servicio el
Teleférico más alto del mundo, que permitió acortar notablemente la distancia
entre Mérida y Pico Espejo. Este trayecto, que normalmente se hacía en dos días
por difíciles caminos y empinadas rutas, quedó reducido, al vuelo de una hora
en cómoda cabina. Ahora el alpinista podría llegar hasta la base del pico
Bolívar, donde comenzaba el verdadero escalamiento, con todas sus facultades
físicas y mentales intactas para acometer el ascenso.
Gracias a este magnífico sistema de
transporte, quien esta crónica escribe, en una oportunidad abordó el teleférico
a las 6 de la mañana en Mérida; desayunó en el trayecto y a las 7 a.m. estaba
en Pico Espejo. Antes de las 10 de la mañana emprendió el ascenso del Bolívar
por la ruta Weiss y a medio día coronaba la cumbre. En la misma noche, otra vez
en Mérida, en un elegante hotel, celebraba el triunfo rodeado de amigos y copas
de vino de champaña.
Posteriormente, el 5 de enero de 1980, para
celebrar el cincuentenario del ascenso de Bourgoin y Peña a la máxima cumbre,
repitió la jornada en compañía de su hijo Carlos y los excelentes andinistas
Carlos Reyes y Carlos Hagel.
En 1925, W. Welzenbach clasificó las
dificultades de un escalamiento alpinístico así:
1° grado, fácil; 2° grado, medianamente
difícil; 3°. grado, difícil, porque se necesitan ciertos implementos
apropiados; 4° grado, muy difícil, son indispensables clavos y el descenso con
la cuerda doble; 5° grado, sumamente difícil, el uso de los clavos se hace
necesario para los mejores escaladores; 6° grado, extremadamente difícil,
representa el límite de las posibilidades humanas. Desde el 4° grado en
adelante los escalamientos re presentan ya el carácter académico. El ascenso al
pico Bolívar por la normal ruta Weiss puede considerarse de segundo grado con
un final de tercer grado. En cambio, el escalamiento del mismo pico por el
flanco Norte y el glaciar de Karsten, así como el
ascenso de El Vértigo y la “direttísima” de
El Abanico pertenecen a los grados 4° y 5°, reservados para alpinistas muy
experimentados.
Algunos problemas puramente alpinísticos que
aún quedaban por resolver en la Sierra Nevada de Mérida, fueron, en parte,
solucionados por los miembros de la expedición de Sir Douglas Busk, Embajador
de Inglaterra en nuestro país, en 1962.
El grupo, además de Sir Douglas, lo
comprendían Franco Anzil, del Club Andino Venezolano; José Antonio Uzcátegui de
la Universidad de Los Andes; David Nott, quien era corresponsal del Daily
Expres de Caracas y ex-instructor de la Escuela de Alpinismo de Eskadale; Nat
Davis de la Embajada Norteamericana de Caracas y George Band del Alpine Club de
Londres y miembro que fuera de la expedición británica que en 1953 alcanzó la
cima del Everest.
Como porteadores de la expedición fungieron
Cupertino Zerpa, Jefe de la Aldea de Los Nevados, Desiderio Castillo y otros
cinco fornidos campesinos de la misma aldea.
Al planear la expedición originalmente, Sir
Douglas, tuvo cuatro objetivos en mente, aparte de la ascensión al pico
Bolívar. El primordial era el Vértigo (4.950 m.) que fue conquistado por Band,
Nott y Uzcátegui. El segundo era la ascensión del Abanico, pared rocosa situada
a la derecha de la garganta Bourgoin (4.950 m.) que ya había sido escalado por
la cresta oriental por Gunther en 1940 y los esposos Marmillod en 1942. Sin
embargo, en esta oportunidad, Band y Davis alcanzaron la cima por vía
“direttisima”, empresa alpinística sumamente arriesgada.
El tercer objetivo era subir un prominente
picacho de roca (4.850 m.) aparentemente escalado, que había sido denominado,
desde los tiempos de Bourgoin, como el picacho Medroso, situado inmediatamente
en el otro lado (septentrional) de la garganta nevada y al pie del borde
sureste del pico Bolívar. Lo treparon Baud y Non y lo bautizaron pico Jahn. El
cuarto objetivo, el menor, era probar equipos (particularmente tiendas y
hornillos) y una variedad de alimentos.
Además del Bolívar, el norteamericano Davis
escaló La Concha, El Toro y El León. Ya en una anterior expedición había
trepado hasta las cumbres Humboldt y Bonpland de la Corona.
Sir Douglas Busk fue nombrado, en enero de
1963, hijo adoptivo de la ciudad de Mérida, en señal de reconocimiento a su
amor por nuestra ciudad y al empeño puesto en las expediciones a la Sierra
Nevada que organizó y dirigió.
Este mismo año, Band y Nott, en compañía de
Roger Fairest y el veterano merideño Carlos Lacruz, repitieron el ascenso del
Abanico por medio de dos cordadas y por la vía “direttlsima”.
El Club Andino Venezolano, cuyos directivos
principales fueron Anzil, Ruiz Terán, Lacruz y este cronista, además de hacer
conocer la Sierra Nevada de Mérida en sus aspectos orográficos, turísticos y
alpinísticos, promovió la construcción de refugios de montaña, la construcción
del Teleférico y la colocación de la estatua de Nuestra Señora de Las Nieves,
patrona de los alpinistas, en la cumbre del Pico Espejo.
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