MEMORIAS
DE AGUSTÍN CODAZZI
Editadas
en su original italiano por Mario Longhena y traducidas al castellano por
Andrés Soriano Lleras y Fr. Alberto Lee López
CAPITULO
I
Parte
I
Los
primeros años - Sus estudios en Lugo - Voluntario del ejército italiano -
Hechos de armas - Deja la vida militar. 1798-1815
La fe de
bautismo da como fecha de nacimiento de Agustín Codazzi el 12 de julio de 1793:
al niño le fueron impuestos los nombres de Domenico, Battista, Agostino. Sus
padres fueron Domenico Codazzi y Constanza Bartolotti. La casa en que nació era
la misma en que más tarde (1876) se colocó una lápida, en la vía Brozzi,
señalada con el número 694 (hoy vía Mazzini No. 107). Los biógrafos dicen que
del matrimonio Codazzi nacieron siete hijos: nosotros no conocemos sino dos,
nuestro Agustín y su hermana Juana o Giannetta, mayor que él cinco años, la
cual, después de un matrimonio infeliz, se reunió con su hermano en Venezuela y
murió tres años después de él. Agregan los más antiguos biógrafos que de niño
tuvo como maestro a un ciego; Pier Matteo Zappi, a quien un hombre no
desconocido en Lugo, Luiggi Crisóstomo Ferrucci, elogió como aquel a quien la
juventud lugonesa debía su ingreso a la vida del saber. Nuestro Agustín
continuó sus estudios ya que su padre tenía la ambición de hacer de él un hombre
de leyes. Pero el ambiente y los tiempos desviaron las aspiraciones del joven
Codazzi hacia otras metas. No se olvide que la Romaña era tierra consagrada a
ideales aun inciertos pero robustos; no se olvide que de Lugo era aquel
Giuseppe Compagnoni que en 1797 propuso, el primero, en Reggio Emilia, como
bandera italiana el tricolor; no se olvide que la Romaña siempre fue la primera
en acoger palabras e ideas nuevas y que entonces era parte del dominio
pontificio, lo cual, por mil razones, no podía ser caro a sus habitantes,
siempre entusiastas de todo lo que fuera libertad. Además, los años finales del
setecientos y los que abrieron el nuevo siglo fueron decisivos en la vida de
muchos países y la determinaron casi de la misma manera: la revolución francesa
y los sucesos que la siguieron, y luego el esplendor napoleónico con sus
batallas y sus victorias, y la rápida carrera en las armas y los cambios que se
habían producido en toda Europa: nuevos Estados y nuevas ideas: el viejo mundo
casi colocado en duro exilio. Todo esto hacia áspero contraste con la vida gris
e igual de los varios países y no podía dejar de ejercer una acción de
renovación sobre todo en el ánimo de los jóvenes, que veían en la actividad
militar, en la vida de las armas, un camino de seguro y luminoso porvenir.
Además, con las armas, casi siempre victoriosas, venían las nuevas ideas,
nuevos modos de vivir, lo que se presentaba hermoso y seductor, en vez de la
vida monótona que había. No es maravilla, pues, que los jóvenes -sobre todo los
varones-, y entre ellos los de más viva inteligencia fueran atraídos por la
promisoria aventura. Téngase presente que la madre de Codazzi había muerto
(1799) y que el padre, como todos los hombres, estaba mejor dispuesto para ver
alejarse a su hijo en busca de algo diferente, tanto más cuanto que junto con
él quedaba su hija, ya adolescente y capaz de llevar la casa.
Y aquí los
biógrafos se detienen narrando anécdotas agradables. Refieren que Codazzi, de
17 años de edad, se presentó en 1810 a otro romañolo, él mayor Damiano Armandi,
de Faenza, quien se había cubierto de gloria (1) en la batalla de Wagram
(1809), solicitando ser enrolado; cuentan que Armandi al ver la juventud de
Codazzi y su endeblez le aconsejó que pensara primero en crecer más y hacerse más
fuerte, pero que, ante una respuesta viva del joven, que manifestaba su aguda
inteligencia, acabó por darle gusto y acoger su demanda. Aunque la salida audaz
y pronta del joven no sea verdadera, ciertamente no podemos negar que tenía
viveza de ingenio y estudios suficientes, seguidos con provecho: su vida
posterior lo dice y, aunque su preparación se cumplió en las escuelas militares
que él hubo de frecuentar, ciertamente debía poseer una cultura más que común y
conocimientos firmes y seguros. Si a los diez y siete años no se ha aprendido a
expresar en una discreta prosa un hecho, un pensamiento, un juicio, no se puede
a los treinta escribir unas "Memorias" que, si no son un modelo de
estilo literario, son correctas, fáciles de leer y tan interesantes que, al
recorrerlas, se pregunta uno si él autor no era un hombre acostumbrado a
confiar a la pluma su pensamiento y a escribir para hacerse leer de otros. Por
otra parte, no se llega en un momento, sin una preparación adecuada, a
trasladar a una hoja de papel las peculiaridades de un terreno, de una región,
si no se tienen conocimientos matemáticos, si no se está habituado a usar los
instrumentos necesarios para representar el suelo variado que se tiene delante.
Y las primeras nociones matemáticas Codazzi debe haberlas adquirido en sus
estudios de Lugo y completado en la escuela militar, a la cual fue admitido
cuando fue recibido como voluntario de los ejércitos de Napoleón. Por
consiguiente, debemos admitir que se inició en la vida que quería recorrer, no inculto,
sino con una buena preparación; con esto se explican fácilmente los grados que
paso a paso fue obteniendo, así se comprende por qué llegó a realizar aquello
que es su gloria; por qué hoy, al ocurrir el centésimo año de su muerte,
naciones y hombres de estudio se dedican a proclamar sus grandes méritos. Su
vida militar, como quiera que no formó parte de sus "Memorias", no es
conocida en todos sus detalles: de ella Codazzi no nos ha dejado sino breves
indicaciones y pocas notas, de modo que los biógrafos han podido ampliarla,
hacerla más rica en sucesos, extenderla hasta donde no puede extenderse, por lo
cual es necesario, con los datos que nosotros tenemos, restringirla a sus
verdaderos límites. Entre 1810 y 1813 nos dicen los biógrafos que Codazzi frecuentó
varias escuelas militares y estuvo presente en todos los hechos de armas de que
son ricos aquellos años. Pero la realidad nos obliga a hacer restricciones y a
limitar su presencia a aquellas batallas en las cuales estuvieron presentes
tropas italianas y aquellas tropas que eran comandadas por el jefe del cual
dependía. Así debemos excluir el dato que lo hace entrar a una escuela militar
en Bolonia: en Bolonia no existía ninguna escuela militar; en cambio sí existía
una en Módena, y era una escuela del cuerpo de ingenieros y de artillería.
También debemos dudar de la afirmación que hace alguno, de que hubiera sido
enviado a la escuela de Pavía en la que se formaban los jóvenes subtenientes.
En primer lugar, en las listas, que comprenden un buen número de años, de los
alumnos de dicha escuela (2), no aparece el nombre de Codazzi; por otra parte,
no obtuvo el grado de subteniente en 1813. Sus grados, alcanzados paso a paso
nos son bien conocidos. Fue cañonero de primera, tercera clase, artillero,
brigadier y después furriel, mariscal de logística y por último mariscal de
campo. Esta fue su carrera; los otros grados los obtuvo después, casi fuera de
la vida militar sujeta a reglamento, entre tropas voluntarias y en tierras
lejanas. Quizá fue el depósito de Pavía el que él frecuentó, ya que tal
depósito estaba destinado a los suboficiales de artillería. En todo caso,
cualquiera que sea la escuela que haya frecuentado, cualquiera el depósito en
que haya sido admitido, es lo cierto que poco a poco escaló los varios grados y
que con el último grado tomó parte en varias batallas de la sexta coalición. Si
la historia militar de las tropas italianas que combatieron por Napoleón ha
sido ampliamente estudiada, y si sabemos con precisión qué cuerpos nuestros
tomaron parte en cada batalla, no es fácil decir si un modesto graduado
participó en este o en aquel combate, a no ser que se conozca el nombre del
comandante bajo el cual militaba. Y ya que Codazzi no nos ha dejado sino alguna
indicación sobre estos pormenores de su vida de soldado, pero no un recuerdo
preciso, creemos que no sea errado suponer que él, después de la instrucción
necesaria, haya entrado a hacer parte de la compañía de artillería de a caballo
que mandaba el mayor Armandi. Ahora bien, italianas eran todas las tropas del
General Peyri (3), al cual después del desgraciado encuentro de Koenigswarts
sucedió el General Fontanelli, y de aquellas tropas, que constituían una
división totalmente italiana, una compañía -que había sido organizada en Pavía-
tenía por comandante a Armandi. Seguir, pues, los pasos de este, a quien
Codazzi siempre llamará su comandante, es casi seguir la vida de guerra de
Codazzi, ya que éste estará siempre en donde esté el otro, a quien admira y a
quien tiene grande aprecio. Por consiguiente, casi con certeza se puede decir
que estuvo en Koenigswarts (18 de mayo de 1813) y en Bautzen (20 de mayo), ya
que sobre estas dos batallas tenemos dos partes -del 3 y del 5 de junio- del
Mayor Armandi, en los cuales hace constar con elevadas palabras el valor de las
tropas de artillería italiana (4). Es verdad que en Dresde y en Lutzen
combatieron tropas italianas, pero estaban comandadas por otros generales y
constituían cuerpos bien individualizados: en cambio se puede decir casi con
certeza que estuvo en la batalla de Dennewitz y Juterborg (6 de septiembre), en
donde entre los cuadros que resistieron a la caballería enemiga fueron acogidos
"a salvo cuatro mariscales de Francia" (5) y en donde Armandi fue
promovido a coronel por su valor. También en Leipzig se puede creer que estuvo
presente Codazzi; en Leipzig brilló el valor italiano, y allí fue la División
Fontanelli, que permaneció unida hasta el fin, la que junto con las divisiones
Guilleminot y Morand, salvó al ejército de una completa derrota. Y después de
Leipzig también en Hanau (20 de octubre) estuvo presente Codazzi: En Hanau
estaba Fontanelli, siempre valeroso, pero ¡cuántas pérdidas hubo en Hanau!
(1) Leone
Vicchi. II generale Pier Damiano Armandi - Imola 1893.
(2)
Alessandro Zanoli - Sulla Milizia Cisalpina italiana; Milano, 1845. Véanse los
documentos anexos al Vol. 1.
(3) Eugenio
De Rossi - "La brigata italiana Zucchi e la divisione italiana Peyri nella
campagna de la 1818 in Germania" - (Memorie militari Vol. 8. - 1910). En
algunas fechas De Rossi no está de acuerdo con Vicchi, quien me parece más
preciso.
(4) Los dos
informes del mayor D. Armandi están publicados en el citado estudio de De
Rossi. - Vol. 3, p. 417-418 y 425-426.
(5) De
Rossi, o. c., p. 431.
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