CARLITOS
vino al mundo en un ambiente que lo marcó para siempre. A la doctora CARMEN
CIRA la atendió en su parto PEDRO RINCÓN GUTIÉRREZ y por el entorno, sus
primeras sensaciones captativas lo fueron modelando para ser, no el hijo de su
padre sino el hijo para su padre. Difícil describir esta dependencia sis
recurrir a diálogos imaginarios que hagan comprensible esta aserción. PERUCHO,
el Rector Magnífico, fue antes partero e insigne deportista desde sus tiempos estudiantiles,
CARLOS ESTEBAN fue y es el gran andinista de siempre. Y a pocos metros de
distancia de su hogar vivía su leal compañero de excursiones, el recordado CHE
LACRUZ.
-El sábado-diría
Carlos Esteban-tenemos que intentar el ascenso al Pico Bolívar por la ruta de
Domingo Peña.
-Vamos a
repetir el intento, le dice Carlos Lacruz, portando en su diestra el diseño cuyo dibujo iba a ser discutido entre ambos
para acordar la ruta finalmente seleccionada.
Carlitos es más
que un nombre diminutivo; él es una dimensión humana que agigantó su discurrir
vital como si hubiera sido comisionado por los dioses para hacerse a si mismo,
a fuerza de tesón y empuje singularmente excepcionales. EL CHE LACRUZ, CARLOS
ESTEBAN padre y PERUCHO RINCÓN, el Rector Magnífico, son hacedores que, sin
querer queriendo, arman sorprendentemente esa trilogía para moldear la arcilla
humana y proyectarla en diferentes épocas conforme a la exegesis con la cual se pretende explicar el
alumbramiento.
¿Operan
estas generalidades en la masa de una criatura que pareciera destinada a ser un
continente? Pregunta vana sin respuesta lógica, desde luego. Pues pudiera
preguntarse alguien con igual libertad si un cambio de razonamiento podría
cambiar el tono silogístico:
¿Operan
estas generalidades en la masa de una criatura que pareciera destinada a ser un
continente? Pregunta vana sin respuesta lógica, desde luego. Pues pudiera
preguntarse alguien con igual libertad si un cambio de razonamiento podría
cambiar el tono silogístico:
¿Esa
criatura no estaría destinada a ser un contenido? La pugna entre continente y
contenido seguirá generando preguntas sin respuestas acertadas mientras la
especie humana no desarticule sus formas de pensar para nutrirse con otras
diferentes. Y ese continuar retórico vivirá amasando lucubraciones que buscan
sentido solidario en un acto como el que nos congrega esta tarde en la Academia
de Mérida. Aquí están los padres de CARLITOS con el pecho apretado y húmedo las
pupilas en un murmullo de silencios que debemos respetar porque las palabras no
podrán reponer el vacío existencial que dejó CARLOS ESTEBAN GHALBAIJD MORILLO
en un hogar anegado de lágrimas. Ese hogar no admite sino meditaciones en las
cuales se puedan dibujar estampas de vida en el recuerdo. ¿No es, acaso, el
recordar la esencia de una vida que se resiste a cambiar de función? Una vida
aletargada es un contrasentido dialéctico porque al estar sumida en el letargo
no ejercita el uso de los sentidos y está adormeciendo sus propias funciones
para languidecer y anular en el sopor sus propios recursos existenciales. Y
CARLOS CHALBAUD MORILLO no nació para hacer de su vida un devenir pasivo, sino
todo lo contrario: para movilizar toda su estructura celular en un constante
desplazamiento hiperkinético, acorde con un alma plena de vivacidad y hambrienta
de efervescentes desafíos a la insensibilidad antijuvenil.
CARLITOS fue
un espíritu selecto, digámoslo de una vez. Nació en Mérida y recibió educación
esmerada en el Colegio La Salle, donde terminó su bachillerato. Esa institución
seguramente forjó disciplina y afinó métodos de estudio en aquel jovencito de
biología en ebullición, porque cuando llega a la Universidad ya es un
estudiante que ha definido su vocación y se inscribe en la Facultad de Derecho
de la ULA para seguir la carrera de leyes, sin interrupciones, sin prisas y sin
pausas, muy seguro de lo que hace y verdaderamente consciente y enamorado de
sus estudios. No se contenta con estudiar las materias del pensum y repasarlas
con fruición hasta graduarse de abogado, sino que hace además, cursos complementarios
de Derecho Civil, Mercantil Inquilinario y es Puntual asistente a Conferencias
especializadas y se inscribe -para no ser persona oyente- en el Seminario donde
se dicta la Ley de Sometimiento a Juicio y Suspensión Condicional de la Pena,
para dominar sus alcances. De modo que al inscribirse en el Colegio de Abogados
de Mérida ya es un experto en las discusiones sobre el tema y le sobran ofertas
de trabajo. Termina por ejercer su profesión en el Escritorio Jurídico de los
doctores ORLANDO PEÑA
ÁVENDAÑO y
BERNARDETTE BORTONE DE PEÑA. Allí fue seleccionando su propia Biblioteca con
textos escogidos y abundosa jurisprudencia los cuales eran materia de consulta
y estudiar todas las noches en su bella casa situada en la Loma de San Rafael
del Chama la cual lucía colgada como un nido de pájaros y era objeto de
admiración para los numerosos amigos que él convocaba frecuentemente para
tertulias, dotado como estaba para hacer de generoso anfitrión, alegre,
comunicativo y buen conversador. Su idiosincrasia estaba hecha para ser un
relacionista; administraba fino humor contagiante y con chascarrillos alusivos
desgranaba comentarios siempre ilustrativos sobre literatura universal y
nacional, con fondo musical a través de excelentes aparatos de sonido o para sorprender
a la audiencia familiar cuando él mismo se sentaba al piano o tomaba el saxofón
para arrancar a ambos instrumentos melodías bien logradas.
CARLITOS
desde su infancia vivió en contacto con la Naturaleza; le encantaban las
montañas, los árboles y las flores; se bañaba en los frígidos riachuelos y en
las torrentosas cascadas y al regresar a su casa hacía breves visitas a las
moradas de los campesinos que vivían en los aledaños de su hogar de allí que
resultó ser el padrino de varios muchachitos campesinos. Desde muy niño recibió
de su padre las primeras lecciones de alpinismo, con la cuerda, el piolet y los
mosquetones en la viva roca, el hielo endurecido o la blanda nieve. Poco más
tarde recibió entrenamiento de notables montañistas, como José Betancourt,
Jaime Bautista, Carlos Reyes, Carlos Lacruz Bravo y Clemente Peña, el hijo del
guía Domingo Peña.
En más de
una ocasión, nos dice su padre, hubo de dormir en la cumbre del Pico Bolívar,
donde pasaba la noche dentro de un saco de campaña, desafiando el frío
insoportable y los ruidos violentos de los fuertes vientos que se cruzaban
amenazantes. En varias oportunidades se acercó a los desfiladeros de las
serranías donde se encontraban las partes y restos de avionetas desintegradas
en fatales accidentes.
Cuando su
hijo, de apenas 8 años de edad lo acompañaba, él lo entrenaba en las altas
crestas como fiel seguidor de una tradición familiar que él, como deportista y
alpinista y montañista obsesionado, no quería interrumpir. El 3 de octubre de
2006 Carlitos fallece de una violenta y despiadada enfermedad. Y este
acontecimiento, como es natural aunque en el fondo no se acepte jamás, va a
cambiar el rumbo operacional de un hogar merideño que no da tregua al afán
cotidiano que allí discurre sin mediación de horarios ni sujeción a cánones
preestablecidos, tan parecidos a la rutina que todo lo carcome. Sin embargo, en
los diálogos a media voz aflora a la superficie de los allegados una misión
postrera que Carlitos se reservó para sus momentos finales: hacer de albacea
testamentario, con un fervor volitivo que nadie podrá olvidar porque es el
mandato de una vida que está más allá de la vida. -Cuida a mi papá -le dice a
Giovanni López- no lo abandones en sus excursiones porque él te necesita y
requiere de tu compañía permanente; recuerda que el es un enemigo de la soledad
y no te olvides de continuar en mi hijo lo que yo había empezado en cuanto a
deportes; lo demás queda a cargo de su abuelo quien lo tomará con pasión
explicable.
Giovanni no
lo olvida y el nietecito de Carlos Esteban, ya con ocho años de edad, tiene una
distribución de sus quehaceres que ya quisieran muchos para poner en orden su
existencia. Allá en San Rafael de Chama acompaña a su madre hasta los viernes;
los fines de semana pasa a recogerlo su abuelo y los lunes ya el chicuelo tiene
listas las tareas escolares. Con una disciplina que sólo es practicada por los
científicos en la esclavitud de sus laboratorios a ritmo de constancia y
dedicación. Se van haciendo populares los avances de la ciencia a través de la
cibernética y los medios electrónicos nos invaden con
descubrimientos
que van llegando en tropel; en la medicina hay productos que son panacea
universal para curar los males y casi simultáneamente irrumpen enfermedades
desconocidas que acaban con la vida de millones de seres como si se tratara de
un escarmiento programado por los hacedores del mal, en una competencia con los
dioses de la razón.
Hijo de
médicos, Carlitos reflexiona y medita y quisiera buscar escapatoria
sustítutivas natural. Y salta de la computadora a los libros y ya inmerso en
éstos pone de lado a Hobbes y a Nicolás de Maquiavelo porque infiere que la
vida humana no tiene por qué centrarse en hacer del hombre un lobo para el
hombre, alimentando el Levíatán que llevamos por dentro; o tomando al PRINCIPE
como la expresión más acabada del genio político del florentino que inspiró
tanto en sus mejores tiempos al Emperador Napoleón Bonaparte. Recientemente
Joaquín Marta Sosa (El Nacional, 12 de abril de 2.007) nos ilustró con un artículo
-El Fósil del Tiempo- cuya lectura nos ahorra el llevar a la imaginación lo que
podría haber acontecido en el hogar de los Chalbaud Morillo cuando Garlitos
apenas asomaba, con ojazos abiertos desde la cuna de recién nacido, todo lo que
penetraba por sus poros en las periódicas visitas del CHE LACRUZ a su papá,
cuando en esos ya lejanos días no se contaba con el auxilio de la psicofonía,
suerte de híbrido tecno-esotérico bajo el cual en determinadas condiciones
"ha sido posible grabar y reproducir voces y sonidos que fueron emitidos
mucho tiempo atrás." Cabalgando sobre el tiempo en retromarcha se llega
muy lejos. Se asegura que la Astrofísica ha registrado en los confines del
Cosmos los retumbos del BIG BANG ocurridos hace miles de millones de años. Y,
para su sorpresa, los científicos han encontrado en ciertos mares una especie
de bagazo vivo de cretáceos ocultos en la más remotísima oscuridad.
Dejemos al
margen lucubraciones de este tenor porque no cuadran con lo emblemático de este
acto que hoy nos impone presencia de recogimiento. Una criatura aquí presente
ha develado un cuadro pintado magistralmente por Don Julián; ese cuadro, a su
vez, se generó en la selección de un álbum de fotografías que el artista
escrutó cuidadosamente y tuvo la aquiescencia de toda la familia, en un
consenso de gratitud para el pintor amigo. Hay, de consiguiente, un hilo de
conducción entre el cuadro y la fotografía que, a más de coincidencia curiosa,
no pareciera ser casualidad
.
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