Rafael del Naranjo en uno de sus libros nos dice que
"la fotografía es el tiempo congelado" ¿Acaso un cuadro, en otra
categoría, no es igualmente el tiempo estático? Permítasenos una breve
digresión especulativa: en nuestra cultura occidental es lógico el dominio del
PATERFAMILIA como una especie de ícono objetivamente impuesto por la tiranía de
las costumbres sociales o religiosas. Por una rendija se introdujo la mitología
griega, un poco occidental, para establecer el MATRIARCADO. Así patriarcado y
matriarcado se nutrieron como pares formativos de la institución familiar que
todos llevamos en nuestros genes.
Descendiendo al hecho concreto, vamos a ubicarnos en el
hogar del doctor Carlos Esteban Chalbaud Zerpa y su excelente esposa, doctora
Carmen Cira Morillo, ambos médicos de luengo ejercicio profesional y yo diría
de pacientes cautivos por su especial celo para tratar a cada historia clínica.
Por otra parte en esta Academia sabemos la pasión de Carlos Esteban por la
historia y los frutos logrados por su inteligencia y constancia cuando se
consagra de lleno a investigar todo lo relativo a Herida, en largas jornadas de
muchas horas ininterrumpidas de análisis, razonamientos y deducciones
admirables. Ese hogar, a la vera de la vía pública, que nos lleva a la meseta
donde fuera trasladada por cuarta vez la ciudad emeritense también nos conduce
a un sitio muy cercano cuyo propietario está signado igualmente por la pasión
del andinismo. Es el hogar del CHE LACRUZ, camarada fraterno de CARLOS ESTEBAN
padre, quien entra y sale del hogar de éste y le sonríe al niño que apenas
balbucea en su cuna y fija los ojos en el asiduo visitante, mientras en su
interior el mundo del subconsciente seguramente está grabando esa sonrisa en
una transferencia freudiana traducida en una especie de canción de cuna
aprehendida por ese frágil cuerpecito que ha captado como una esponja todo un
mensaje complejo y difícil de explicarlo científicamente para nosotros los
profanos.
Recordemos, colegas académicos y amigos todos, lo que
ocurrió a Perú de la Croix cuando gustaba de refugiarse en los rincones de su
estancia para poder destacar los rasgos fundamentales de la psicología del
Libertador, porque sólo así -decía- “podía captar en la penumbra las sombras
estelares del genio de la libertad.” Parafraseando al apasionado admirador de
Bolívar podríamos especular aquí, en el Salón de Retratos del benjamín de todos
ellos, que si bien la biografía escrita es a los retratos lo que éstos en el
lienzo bien logrado dicen más, gráfica Y plásticamente, que un libro diseñado,
ahí está viva y vigilante la figura de un joven extrovertido, bien construido
por dentro. Ese es Carlitos, con su diminutivo que puede sorprender a algunos y
que trataré de explicar en un oximeron que lo engrandece sin
sobredimensionarlo, porque sería herir su humilde y contagiosa sencillez que
eran en él pilares para afianzar su robusta personalidad. Con la frase
entrecomillada de Perú de la Croix concluimos diciendo que en este retrato cuya
develación hoy nos congrega, veremos resaltar la imagen de Carlitos “como el
principal sujeto del cuadro.” Figura y sujeto singulares, difícilmente ajenos a
la admiración de una audiencia que ahora está haciéndonos compañía en este
Salón. Muchas gracias por vuestra paciencia para escucharnos y llegue nuestro
abrazo solidario a los padres, hermanos, hijo y demás parientes del Carlitos
inolvidable, quien desde hoy afianzará presencia en la Academia de Mérida.
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