HISTORIA DE MERIDA, CARLOS E. CHALBAUD
ZERPA
CAPITULO
QUINCUAGÉSIMO SEGUNDO
LITERATURA, ARTES PLÁSTICAS Y MÚSICA
CONTORNO IDEAL
Para 1620, cuando el gran viajero español
Antonio Vázquez de Espinoza, carmelita descalzo, pasó por Mérida y describió a
sus habitantes, que eran apenas 300 vecinos, dijo que la gente que nacía en
este pueblo tenía excelencias sobre los demás de estas provincias, en ser
todos, en común, hombres y mujeres, de crecidos cuerpos; criábanse con mucha
salud los niños por la templanza del país y sallan de buenos ingenios.
A través de los siglos, los merideños fueron
señalados por otros peregrinos ocasionales que visitaban la ciudad, como de
genios agudos, despejados, amables, francos, dotados de precisión espiritual y
amantes de la literatura, gracias al amor al trabajo, al clima saludable y al
contorno hermoso de cerros y montañas.
Han descollado muchos de ellos en los
estudios históricos, la narrativa y el ensayo; menos se destacaron como poetas;
uno que otro sobresalió en las artes plásticas y pocos en la música.
A los doctores Tulio Febres Cordero,
Caracciolo Parra Pérez y José Humberto, Cardenal Quintero, ya nos hemos
referido ampliamente en capítulos anteriores como figuras importantes por sus
escritos literarios e históricos. A su lado es justo que mencionemos otros
personajes notables.
SEIS ESCRITORES DE OBRA DENSA
Gonzalo Picón Febres (1860-1918). Nacido en Mérida y Doctor en Ciencias Políticas de la
Universidad de Los Andes. Colaboró con los gobiernos de Rojas Paúl, Andueza
Palacio, Crespo y Castro. Desempeñó cargos públicos importantes en Caracas y
consulares en el extranjero. Su obra literaria es extensa, variada, inimitable
y atrevida. Se distinguió como orador, poeta, novelista, cuentista, ensayista,
crítico e historiógrafo literario. Sus obras publicadas pasan de diez y seis,
todas de excelente calidad y entre ellas citamos: los poemarios Caléndulas y
Claveles Encarnados y Amarillos; las novelas Fidelia, Nieve y Lodo, De Tierra
Venezolana, flor y Ya es Hora; Biografía de Simón Rodríguez, Libro Raro, Teatro
Crítico Venezolano, La Literatura Venezolana en el siglo XIX y Nacimiento de
Venezuela Intelectual. Es uno de los grandes de las letras nacionales.
Julio César Salas (1870-1933). Nacido en Mérida y Doctor en Ciencias Políticas de la Universidad de Los Andes. Cultivó café en sus haciendas, estableció industrias, publicó hojas periódicas, estudió mucho, viajó por Europa y los Estados Unidos numerosas veces, escribió libros. Fue conferencista, etnólogo y sociólogo. Nunca aceptó cargos públicos ni ejerció la profesión de abogado. Se destacé como uno de los defensores del positivismo en Venezuela. Fundó la cátedra de Sociología en la Universidad de Los Andes y profesó también en la de Economía Política. Era un hombre disciplinado, tenaz, estudioso, más conocido en países extranjeros que en su propia patria y a quien se le debe considerar como uno de los más notables pensadores americanos de su ¿poca. Publicó libros sobre etnología, historia de Venezuela, legislación, sociología, etnografia, lingüística, etimología castellana y religiones indígenas comparadas con el cristianismo universal. Entre sus obras se destacaron: Tierra Firme (Estudios sobre Etnología e Historia), Civilización y Barbarie, Lecciones de Sociología aplicada a la América, Etnografía Americana-Los Indios Caribes, Etnografta de Venezuela (Estados Táchira, Mérida y Trujillo), el periódico Paz y Trabajo y la importante revista de etnografía y etnología De Re Indica. Dejó inéditas Historia General de Venezuela, Límites de Venezuela, Límites de Venezuela con Colombia y el Brasil, Biografía de Conquistadores, Historia de la Conquista y Población de Mérida y otras ciudades de Venezuela, Cronología Histórica de Venezuela, Orígenes Americanos (Gran diccionario comparado que consta ría de quince o diez y seis volúmenes), Los Indios Mucus de Los Andes y Reparos Etimológicos al Diccionario de la Real Academia Española, entre otras.
Héctor García Chuecos (1896-1973). Meritorio
investigador histórico nacido en Mérida. Inició sus estudios superiores en la
Universidad de Los Andes y se gradué luego de Doctor en Ciencias Políticas en
la Universidad Central de Caracas. Fue por muchos años director del Archivo
General de la Nación y Profesor de Historia Crítica y Documental de Venezuela en
el Instituto Pedagógico Nacional. Con seriedad, laboriosidad y tesón admirables
visitó los archivos nacionales de Paris, Madrid, Londres, Washington, La
Habana, Santo Domingo, Bogotá y Quito y el Archivo General de Indias de
Sevilla. Entre sus obras más importantes deben citarse sus Estudios de His
toria Colonial Venezolana (2 tomos), Vida y Obra de un Glorioso Fundador
(Biografia del Obispo Unda), Don Feriando Peñalver (biografía), La Capi tania
General de Venezuela (estudio histórico), La hacienda Colonial de Venezuela, El
Real Colegio Seminario de San Buenaventura de Mérida, Cultura Intelectual de
Venezuela desde su Descubrimiento hasta 1810 y Don Carlos María Zerpa
(semblanza biográfica).
Mariano Picón Salas (1901-1965). Nacido en
Mérida, uno de los escritores venezolanos más importantes y nuestro primer
ensayista. Doctor en Filosofía y Letras de la Universidad de Santiago de Chile.
Fue Catedrático de la Universidad Central de Venezuela donde lindé la Facultad
de Filosofía y Letras. Desempeñé importantes cargos culturales en nuestro país
y fue embajador en varias naciones extranjeras. Su obra es extensa y brillante
al punto de darle en Latinoamérica el renombre que merece y abarca estudios
históricos, excelentes ensayos, estudios de crítica literaria, cuentos, novelas
y semblanzas biográficas. Entre todas sus obras, la más querida por los
merideños se denomina Viaje al Amanecer, publicada en 1943, donde rememora los
años de su niñez y juventud al pie de la Sierra Nevada. Otras de sus
importantes obras son: Formación, y Proceso de la Literatura Venezolana, De la
Conquista * la Independencia, Miranda, Los días de Cipriano Castro, Pedro
Claver, el Santo de los Esclavos, Los Tratos de la Noche, Las Nieves de Antaño,
Regreso de tres Mundos, Gusto de México, Europa y América, Odisea en Tierra
Firme y Venezuela Independiente. Ha sido publicado también un volumen con sus
obras selectas.
Eloy Chalbaud Cardona. Nacido en Mérida en 1904. Periodista, historiador, ensayista, biógrafo y orador. Fue fundador y director en Mérida de periódicos como Juan Rodríguez Suárez, El Occidental y colaborador de Patria, entre 1927 y 1936, los tres mejores órganos informativos que tuvo la ciudad en aquella época Fue director de diarios importantes en San Cristóbal y Caracas. Su obra monumental es la Historia de la Universidad de Los Andes, de la cual han aparecido hasta ahora diez volúmenes y que es “el mayor esfuerzo” y el mejor logrado por cierto, de que se tenga noticia, realizado en América Hispana, para historiar universidad alguna del Continente. La documentación, de primen mano, es vastísima, y el método de exposición el más adecuado a la materia. Por otra parte, la lectura de esta obra es grata, por la limpidez del lenguaje y la claridad y sencillez del estilo”. Otras obras suyas son: Antología de Escritores Merideños (Selección), Signos de Mérida y de Menotti Spóslto, El Rector Heroico (Biografía), Francisco Javier de Irastorza, Hombre de Lealtad, Mis Sinfonía Sentimental, La lección no ha terminado (Elogio al Dr. Parra Olmedo), Lauda Post Mortem (Homenaje al Arzobispo Chacón) y Documentos para la Biografía del General de la División Esteban Chalbaud Cardona. Célebre fue su discurso de la Coronación de la Reina de Los Estudiantes de la Universidad de Mérida en 1931. Falleció en su ciudad natal en 1995.
NOVESLISTAS, PROSISTAS, ENSAYISTAS Y POETAS
Gral. Esteban Chalbaud Cardona (1859-1927).
Nacido en Mérida. Figura pública importante a principios de siglo. Guerrero,
político y poeta. Entre otras gestiones, se le debe la salida de Mérida al lago
& Maracaibo y la reivindicación del puerto de Palmarito. Fue Jefe Civil y
Militar del Gran Estado de Los Andes y Presidente del Estado Mérida en tres
oportunidades, además de ser un espíritu selecto que se expresaba bien en
francés y lela los clásicos galos en su idioma original. Protegía a los
intelectuales en aquella época de barbarie y escribía poemas de notable
inspiración como Tristezas, La Luna y nuestra Sierra, Quejas, Recuerdos y
Esperanzas, Flores Mar chitas, Ausencia de mi Adelfa y escritos sueltos en los
periódicos El Centinela de la Sierra y El Eco de la Sierra en los años de 1880
a 1882.
Pedro María Paira (1870-1945). Nacido en Mucuchíes. Fue periodista, ensayista y novelista. Entre sus obras merecen citarse Biblia Social, Gramíneas del Páramo, La Educación de los Hijos en el Hogar, La Educación de la Voluntad, El Labrador y El Banquero y su novela romántica Lugareña, inspirada en la célebre María de Jorge Isaac y ambientada en el páramo merideño.
Eduardo Picón Lares (1899-1960). Hijo de padres merideños nació circunstancialmente en Nueva York. Fue dentista diplomado, político, escritor y además fundador y director de algunos periódicos de Mérida, siendo el más importante Patria que editó en unión de su hermano Roberto, hijos de Gonzalo Picón Febres, el notable literato. Publicó libros de poesías, ensayos y temas históricos, entre ellos deben citarse El Bolívar de todos, Ideología Bolivariana, Revelaciones de Antaño (2 tomos), El General Santander, Las Memorias de Carmelo Fernández, La Sierra Nevada de Mérida y sus poemarios Campanas de mi Torre y Romances, Romanzas y Redondillas. Dejó terminadas otras obras que no han sido publicadas, Ensayos Históricos, Conquistadores de Mérida y sus últimos tres tomos de Revelaciones de Antaño. De su trabajo Capítulos Historiales de Mérida, que consta de cuatro tomos, apenas fue publicado el primero en edición póstuma.
Neftalí Noguera Mora (1918-1970). Nació en Canaguá en el Estado Mérida. Ensayista, articulista y compilador. Poseyó un estilo que fue considerado pulcro, alegre, emocionado y lleno de colorido y gracia elementales. Estudió literatura y economía y fue diplomático. Traductor y divulgador de los poetas haitianos. Entre sus obras deben citarse: Adriani o la Venezuela Reformada, Alegría y llanto de Europa, Antonio Ignacio Rodríguez Picón, la Generación poética de 1918, Genio y Figura: José Ramón Heredia o el arte al servicio de una vida, Cielo y Suelo de Haití y dejó inéditas Imágenes de Venezuela, Diálogo col la Historia, Así era mi casa y una Biografía de Rafael Caldera.
Oswaldo Trejo Febres (1928-1996). Cuentista,
novelista y diplomático, ha sido definido como un escritor de excepción. Entre
sus obras se destacan: Aspasia tenía nombre de corneta, Andén lejano, Los
cuatro pies, Cuentos de la primera esquina, Depósito de seres, Escuchando al
idiota y También los hombres son ciudades.
Roberto Picón Parra (1926). Nacido en Mérida, Doctor en Ciencias Políticas de la Universidad Central de Venezuela y catedrático universitario. Se ha dedicado a los estudios jurídicos, filosóficos e históricos. Ha publicado los siguientes trabajos: El Derecho y los usos sociales, Ideas para una metafísica fritura, con un apéndice sobre metafísica, Introducción a la Odontología del Derecho, Gabriel Picón González; y su excelente obra en cuatro tomos Fundadores, Primeros Moradores y Familias Coloniales de Mérida t1558-181O), verdadera Génesis y Genética de una dudad hispanoamericana.
Gerónizno Maldonado (1876-1913). Nacido en la Playa del Estado Mérida. Médico, ensayista, sociólogo y poeta. Redactó la Revista Literaria de Los Andes y publicó los siguientes libros: Cinco perfiles, Flores Tropicales, 2pisodios, flor, Patria, Cuestión Social, Dos Temperamentos, La Cuestión Económica de Venezuela, Stela Matutina, El Recluta, Sufragio Libre, Mujeres Trágicas, Americanas y vanos folletos sobre temas politices y sociales.
Rigoberto Henríquez Vera (1920). Periodista,
escritor, abogado y diplomático nacido en Tovar. Entre sus obras se destacan:
Los pasos y sus huellas, Molde Heroico, la biografía Tejera el Desterrado, Las
Crónicas del Coronel Cerrada y De la l’irania a la democracia.
Antonio Márquez Salas (1919). Nació en
Chiguará del Estado Mérida. Está considerado como uno de los mejores cuentistas
venezolanos. Es doctor en derecho y fundador de la revista Contrapunto. Ha
publicado varios libres con selección de sus cuentos, entre los que se destacan
El hombre y su verde caballo y Las hormigas viajan de noche.
Ramón Darío Suárez (1919). Nacido en la Mesa
de Los Indios. Es historiador y genealogista experto. Con su obra Genealogía
del Libertador ocupa sitial de honor en la cátedra bolivariana continental.
También ha publicado estudios interesantes sobre Don Rafael Salas y su
Descendencia, el Historial Genealógico del doctor Cristóbal Mendoza y la
Genealogía de los Febres Cordero. Además ha escrito innumerables ensayos y
artículos de prensa sobre personajes y acontecimientos regionales.
Américo Menda (1885-1946). Nacido en Mérida. Médico, periodista, poeta y fundador junto con otros intelectuales de la revista Génesis, entre ellos Pedro José Godoy (poeta), José Ramón Gallegos (poeta menor), Florencio Ramírez (articulista), Antonio Febres Cordero (poeta) y José Domingo Paoli (poeta). Menda no recogió sus numerosos poemas en libro alguno y están dispersos en periódicos de Mérida, Caracas y otras ciudades del país.
Julio Consalvi (1887-19—). Nació en Chiguará, Estado Mérida Doctor en Ciencias Políticas, durante largo tiempo mantuvo la página editorial de la revista caraqueña Billikea Su obra literaria, como articulista y ensayista está dispersa en revistas y periódicos nacionales.
Simón Alberto Consalvi (1927). Escritor, periodista y diplomático nacido en Tovar. Ha representado a Venezuela como embajador en diferentes países. Entre sus obras señalamos: La paz nuclear, Ensayos de historia contemporánea, Auge y Caída de Rómulo Gallegos, Grover Cleveland y la Controversia Venezuela-Gran Bretaña (La historia secreta) y Gonzalo Picón Febres, los delitos de la imaginación. Su libro más importante es Profecía de la Palabra, Vida y Obra de Mariano Picón Salas, en el cual se perilla como acucioso investigador, excelente prosista y un maestro del ensayo, pues este volumen ha sido escrito con gran dedicación, empeño, pasión y objetividad.
Andrés Márquez Carrero (1938). Profesor
universitario, graduado en Letras en la Universidad de Los Andes y de Investigador
Lingüístico en España. Nació en Río Negro al Sur del Estado Mérida. Ha
publicado cuentos, estudios lingüísticos, ensayos históricos y folklóricos.
Entre sus obras merecen citarse Juan Rodríguez Juárez, Conquistador y Fundador
de Mérida, Mérida en la historia general de Colombia, varios folletos sobre la
Cultura Tatuy y A.B.C. de la Historia de Mérida.
FAMILIAS DE POETAS
Estuvo entre los fundadores de Génesis y
además dirigió los periódicos El Pueblo, El Estado y el Verbo Juvenil Fundó La
Semana con Eduardo Picón Lares. Publicó un libro de versos llamado Alma Lírica,
impregnado de conceptos turbadores, sensualistas, eróticos y agnósticos que se
enfrentaron al medio emeritense mojigato, timorato y si se quiere hipócrita de
principios de este siglo. Sus comentaristas más recientes lo consideran como el
“poeta maldito” de su generación. Sus obras en prosa están dispersas en
periódicos y revistas. Su hermano Tulio Gonzalo Salas (1894-1916), fue un poeta
merideño de vida breve que se graduó de doctor en Ciencias Políticas el año de
su muerte a los 22 años. Fundó el periódico Literatura Andina. Sus poemas fueron
recopilados en un libro aparecido después de su fallecimiento con el nombre De
mi Solar, del cual se han hecho tres ediciones. Es el poeta del sol, de la luz
y de la diáfana atmósfera de Mérida Juan Antonio Gonzalo Patrizi, hijo del
primero (1911-1950). Fue poeta, cuentista y ensayista. Estudió Derecho en
Mérida y en Caracas, donde se graduó. Publicó Ante el Campesino Andino
(Ensayos), Rutas Venezolanas (Ensayos) y el poemario Riscos de excelente calidad
lírica, donde cuenta leyendas, paisajes y hombres de la tierra merideña.
Ernesto Jerez Valero (1922), nacido en Las Piedras del Estado Mérida, además de
poeta es ensayista. Ha publicado las obras siguientes de poesía: Biografía del
Olvido, El diario de un parameño, Del Génesis, Esto dijo el caminante, Grito
incontenible, Quiso Dios que así hiera, Rutas estivales, La soledad del hombre,
Trigales difuntos y Una noche en la tierra, además de algunos discursos (El
poeta y su símbolo) y conferencias. Elio Jerez Valero (1928;, herma no del
anterior y nacido en la misma localidad, es también poeta y ensayista. Ha
editado varios libros de versos como De niebla a nube, Piedra sobre piedra,
Aries, A sangre y fuego, Vigilia y Luz, Elegía a sí mismo, De sol a sol y Sonetos
Cristianos. Los Jerez Valero están considerados entre los mejores poetas de las
nuevas promociones.
UN MERIDEÑO DE ADOPCIÓN
Lubio Cardozo (1938). Nacido en Caracas y
radicado en Mérida por casi treinta años, se ha dedicado con ahinco al estudio
de la literatura emeritense en su triple acepción de poeta, ensayista y
bibliógrafo. Entre sus treinta títulos publicados como libros y folletos deben
mencionarse la Antología de la poesía merideña, la Bibliografía de la literatura
merideña, La poesía en Mérida de Venezuela, la Bibliografía de la literatura indígena
venezolana, Cuentos indígenas venezolanos, La Poesía Lírica Venezolana en el
siglo diecinueve, Poemas y Epítome de la Poesía en Mérida.
DOS
AUTORES TEATRALES
El investigador merideño, nacido en
Lagunillas, José de la Cruz Rojas (1942) se ha dedicado con verdadera pasión al
estudio del teatro en Venezuela y basta ahora ha publicado la Historia del
Teatro Indígena Venezolano, ediciones críticas de Angélica de Enrique Coronado,
El Tirano Aguirre de Briceño Picón, Veinte mil pesos por un abanico de Vicente
Fortoul y El Recluta de José Ignacio Lares. Junto con Litio Cardozo publicó la
Bibliografía del Teatro Venezolano.
Como testimonios de cultura indígena
quedaron en el territorio merideño objetos de alfarería y figurillas labradas
en piedra y en barro cocido, que fueron destruidas sistemáticamente por los
frailes misioneros que las consideraron como imágenes de deidades paganas e
ídolos de culto demoníaco.
Durante la Colonia, los ebanistas e
imagineros construyeron retablos en los altares de las iglesias y conventos,
que decoraron con tallas doradas al fuego, santos de bulto y pinturas sobre
tela y tabla, expresión de lo que fue llamado “barroco colonial”. La pintura de
‘mano esclava”, anónima, y de los maestros reconocidos adorné capillas,
oratorios y altares de las casas de los mantuanos con cristos, vírgenes, ángeles
y patronos plasmados en lienzos que se perdieron durante las guerras, por obra
de los terremotos, la supresión violenta de conventos, la desidia y la ignorancia.
Entre los retablos se conservan el de la
Capilla de la Urbina, en Estánquez, que data de 1726 y que fue hace unos
cuantos años restaurado por el Gobierno Nacional; y el de la iglesia de El
Morro.
Un pintor importante que probablemente estuvo radicado en Mérida, entre 1790 y 1816, lo fue José Lorenzo de Alvarado. Algunos cuadros suyos, que representan escenas evangélicas, vírgenes y santos, y los obispos Torrijos y Lasso de la Vega, se encuentran en las iglesias de El Llano y del Espejo, en el Seminario y en el Museo Arquidiocesano de Mérida Otros lienzos suyos fueron a parar a manos de coleccionistas privados de Caracas. Alvarado nació en 1770 y falleció en 1822.
Un imaginero notable lo fue Rafael Antonio
Pino, nacido en la Hacienda Moconoque de Mucuchíes hacia 1840 y que vivió en
Mérida, Maracaibo y Barquisimeto, donde fue fundador de la Escuela de Artes y
Oficios. Tallé imágenes sacras para presidir procesiones o actos de carácter
religioso en templos de los estados Lara, Zulia, Trujillo, Táchira y Mérida; y
pintó lienzos con figuras religiosas destinados a las iglesias, retratos de
próceres de la Independencia y de familiares y amigos. En la Biblioteca
Bolivariana existen los retratos de Miranda y Sucre, que Pino pintó para el
ayuntamiento merideño hacia 1885 y en la sala de la casa de una distinguida
familia el retrato de don Juan José Pino, padre del pintor, quien por encargo
de su progenitor don Vicente Pino, llevó personalmente siendo niño a Bolívar,
como obsequio, el célebre perro Nevado. Don Juan José Pino llegó a vivir 94
años; fue entonces cuando lo retraté su hijo.
Entre 1924 y 1950 vivió en la ciudad de
Mérida un excelente pintor colombiano llamado Marcos LS. Mariño, quien también
se distinguió como fotógrafo de estudio, escultor y arquitecto por necesidad.
Nació en la peque ña población de Corrales, en 1881, cerca del páramo de Pisba
y no muy lejos de Tunja, la capital del departamento de Boyacá, en cuyo
seminario inició estudios primarios. Los jesuitas intuyeron su futuro como
pintor y recomendaron a sus progenitores enviarlo al Colegio Mayor de San
Bartolomé en Bogotá donde fue orientado por artistas neogranadinos. Se gradué
de bachiller e ingresó a la Escuela de Bellas Artes de Bogotá hacia 1900.
Recibió formación artística completa en pintura mural y de caballete, dibujo,
escultura, ornamentación y arquitectura. Galardonado con el primer premio anual
en el salón de Bellas Artes de Bogotá, egresé de la Escuela de Bellas Artes
hacia 1904 para radicarse en Bucaramanga, donde realizó importantes trabajos en
iglesias y la casa de la gobernación. Vivió luego en Cúcuta cuatro años y pasó a
San Cristóbal. Entre esta última ciudad, a donde llegó en 1912, Bailadores,
Tovar, Santa Cruz de Mora y Ejido transcurrió inexplicablemente doce años,
fundando escuelas de pintura y decorando y reconstruyendo iglesias de pueblo,
cuando era un artista de notabilísimas condiciones, con un seguro porvenir en
ciudades populosas como Maracaibo o Caracas. Posible mente su carácter
introvertido determinó en él un comportamiento reflexivo, proclive a la
meditación y la duda, poco apto para la acción y la lucha, a pesar de que
trabajó constantemente toda la vida para sostener su familia.
Mariño como pintor académico, es clásico en la forma, barroco en la composición y el empleo de la luz y romántico en los temas que escoge y en el uso de los colores claros. Entre sus obras se destacan el Presbiterio de la Capilla de las Siervas del Santísimo de Mérida, decorado con escenas bíblicas; los lienzos de la Conversión de San Pablo y la muerte de San José en la Catedral de Mérida; la Declaración de la Independencia de Mérida en el Salón de Actos del Ayuntamiento. Entre sus esculturas deben citarse el Monumento del Cóndor de Los Andes con el medallón del Libertador entre las ganas y el pico en el alto del Páramo de Mucuchíes y el busto del Libertador que se encuentra en la cumbre del pico Bolívar, hechos por el sistema electrolítico de la galvanoplastia cuando en Mérida se desconocía la técnica de la fundición. Como arquitecto reconstruyó la iglesia de la Santa Capilla, erróneamente conocida como del Corazón de Jesús. En 1950, silenciosamente, Mariño volvió a su patria; se residenció un tiempo en Bucaramanga y luego en Cúcuta, en cuya catedral estuvo trabajan do. Falleció en esta última ciudad en 1965.
Un pintor importante, venido del Pirineo
navarro español, que se estableció en Mérida en la década del 40 de este siglo
lo fije Juan Viscarret Navaz. Había estudiado en la escuela de Artes y Oficios
de su tierra natal bajo la sabia dirección del maestro Xavier Cigaechandi. El
avatismo de la región pirenaica lo incorporó a los páramos y montañas
descomunales merideños para plasmar en sus óleos, espátulas y gouaches paisajes
y tipos humanos muy difíciles de imitar, donde se conjugan contrastes de luces
y sombras con fuerza extraordinaria. Son famosas sus procesiones campesinas.
Nació en 1910 y falleció en Caracas en 1990.
Elbano Méndez Osuna (19 18-1973). Importante
pintor nacido en Tovar que perteneció inicialmente a la denominada Escuela de
Caracas. Romántico a destiempo e inconforme con el academismo, muy pronto formé
parte de los disidentes y considerando el medio caraqueño pequeño y estrecho
viajó a Santiago de Chile, Madrid y París. Estudió en academias de artes
plásticas y aplicadas de varios países, frecuenté el atelier de M. André Lothe
en la ciudad Luz y fue asistente invitado por los artistas mexicanos Xavier
Guerrero y David Alfaro Siqueiros en la realización de murales. Recibió premios
y menciones honoríficas y fue profesor en varios institutos educacionales de
Venezuela. Al final de su existencia volvió a su ciudad natal a fundar un
taller Regional de Artes Plásticas y allí falleció. Ha sido denominado el
pintor del ande en Tovar
Un pintor joven que se ha destacado en los últimos tiempos como excelente retratista es Francisco Lacruz, quien también ha plasmado en sus lienzos el paisaje andino. Autodidacta libre de influencias decadentes o comprometidas, en épocas pretéritas hubiese sido en Europa pintor de Reyes y Príncipes y en las ciudades coloniales hispanoamericanas habría colmado de santos y de diablos los altares de las iglesias y los retablos de los caserones señoriales. Sus mejores obras pueden admirarse en el Aula Magna, la Biblioteca Bolivariana y la Casa de los Gobernadores de Mérida.
Hacia 1958 viajó a Venezuela, para radicarse
en Mérida, el dibujante y es cultor Manuel de la Fuente, nacido en Cádiz. Hizo
sus primeros estudios en la Escuela de Bellas Artes de esta población y luego
en la Real Academia de Bellas Artes “Santa Isabel de Hungría”, en la Sevilla.
Aprendió su oficio con el notable artista español don Juan Luis Vasallo Parodi.
Durante estos treinta años ha venido a ser el escultor oficial de la ciudad, y
la mayoría de bustos, relieves y estatuas existentes en los parques de la urbe
fueron confiados a sus sabias manos. Deben mencionarse el Monumento a la Loca
Luz Caraballo en Apartaderos, la estatua de Miranda en la Sierra Nevada, la
ecuestre del fundador de Mérida Rodríguez Suárez, la de Andrés Bello, el Rector
Heroico, Humberto Tejera y la India de Los Chorros de Milla e infinidad de
bustos y cabezas de escritores, artistas y poetas.
Otro escultor, el primero en fundir a la
cera perdida grandes figuras en Mérida, lo fue Gaetano Parise Mannarino,
artista italiano que vivió en Mérida entre 1970 y 1973. Entre sus obras figuran
el grupo de los Conquistadores del Pico Bolívar en el Parque de los Andinistas,
la estatua de Ramos de Lora en el Parque Acuario y el busto de Bolívar, copia
del de Tenerani, obsequiado por la Universidad de Los Andes a la Universidad de
Trujillo en el Perú.
Desde hace varios años se encuentra residenciado en Mérida el artista Carlos Colmenares, abogado, politólogo y músico, quien ha estudiado ta pintura, talla y escultura. Nacido en San Cristóbal (Táchira), sabe manejar con pericia el hierro, el cobre el barro, la madera, la fibra de vidrio y ante todo la fundición en bronce. Ha realizado bustos, estatuas pedestres y ecuestres del Libertador, así como torsos broncíneos de próceres venezolanos civiles y militares, medallones, imágenes religiosas y profanas con un gran sentido figurativo. A su asombrosa sensibilidad artística añade una desconcertante sencillez.
Marco Tulio Quiñones: Un escultor a quien se
le ha perdido el rastro lo fue Marco Tulio Quiñones, nacido en Santa Cruz de
Mora a fines del siglo XIX. Perfeccionó su arte en Italia y visitó también
talleres de artistas en Francia y España. Radicado en Caracas, fue profesor de
dibujo de algunas instituciones docentes y ejecutó muchas producciones valiosas
en yeso con el fin de plasmarlas en bronce o mármol; falleció en esta última
ciudad y fue enterrado en el Cementerio General del Sur, en una tumba por él
mismo diseñada.
Durante la Colonia los maestros fundidores
no pasaron de fabricar adornos para portones, herrajes, lámparas, candeleros,
estribos, frenos, espuelas, múcuras, ollas para cocina y pailas para los
trapiches. Ocasionalmente los más expertos fundieron campanas, como la que
encargó el Obispo Hernández Milanés en 1804 para la Catedral y que pesa 18
arrobas. Durante la Colonia y mucho menos en los años de la Guerra de
Independencia se fundió cañón alguno de bronce en toda América hispana. No deja
de ser una fábula jocosa la fundición de 16 cañones por el Padre Uzcátegui en
la Otra Banda, ‘para ser regalados a Bolívar en 1813.
Recientemente se destacaron como maestros
fundidores don Ramón Chuliá, oriundo de Sagunto en Valencia y don Martín
González Vides, originario de Tafalla en Navarra. Ambos fallecidos en Mérida.
La ciudad de Mérida tuvo dos talleres-escuelas
de ebanistería y talla, de extraordinaria calidad artística, entre 1950 y las
postrimerías del siglo. El primero de ellos estuvo a cargo del notable maestro
Jesús de Berecíbar, de ascendencia vasca y el otro bajo la dirección del
maestro Carlos Villarroel, de procedencia ecuatoriana que ahora atienden sus
hijos y hermanos (1930-1993).
Algunas iglesias, palacios de gobierno y
episcopales, recintos universitarios y residencias, no solamente de Mérida sino
de muchas ciudades de Venezuela, conservan retablos, sillerías de coros,
altares, crucifijos, imágenes de santos y muebles de estilo renacimiento y
barroco de estos artífices eximios.
Como arquitectos se destacaron en la ciudad
Luis Bosetti (1893-1943), nacido en Milán y fallecido en Mérida, a quien ya nos
hemos referido. Fue Capitán de un Regimiento del Reino de Italia durante la Primera
Guerra Mundial y arquitecto del Instituto Politécnico de su ciudad natal. Fue
el constructor del Palacio Arzobispal de la ciudad emeritense y del edificio del
antiguo Hospital Los Andes. Edificó también colegios, escuelas, cuarte les,
cúpulas de iglesias, capillas y residencias particulares de sobrio estilo.
Manuel Mujica Millán (1897-1963), anteriormente mencionado, nació en la ciudad de Vittoria, provincia de Alava, en los países vascongados y estudió en el Colegio Oficial de Arquitectos de Cataluña. Con facilidad y rapidez extraordinarias concebía y proyectaba sus obras grandiosas, a las cuales daba singular robustez e inundaba de luz, enmarcadas dentro de un estilo que podría denominarse neoclásico. En Mérida está representado esencialmente por la trilogía Catedral Metropolitana, Palacio de Gobierno y Edificio Central de la Universidad.
MÚSICA
¡Estos atabales, pitos y zampoñas también se escucharon en la misma plaza en enero de 183!, como manifestación de júbilo, cuando las autoridades republicanas paecistas supieron en la ciudad el fallecimiento del Libertador. Para 1872 todavía existían bandas de música puramente indígena, constituidas por indios lagunilleros que tocaban en los días de fiesta, en las plazas públicas, sus aires sentimentales y tristes y entonaban cantos llenos de gravedad y pesadumbre.
En la Colonia, la música estuvo recluida en los templos y conventos, y en la catedral merideña indudablemente que hubo maestros de capilla y chantits. El territorio venezolano era pobre y por consiguiente la Corona no le prestaba la debida atención que merecían los ricos virreinatos de México y Perú, donde floreció este arte. En los templos, durante todo el año litúrgico se cantaban los oficios religiosos en latín y para la época navideña, los villancicos en castellano. Ya en el siglo XVIII de seguro existieron estudiantinas integradas por violines, guitarras, mandolinas, laúdes, bandurrias y tiples, que interpretaban música popular en fiestas, serenatas y parrandas.
Un músico poco conocido, pero célebre en su
tiempo, que se estableció en Mérida en 1836, fue el caraqueño José María
Osorio, nacido en 1803 y quien además de ser el autor de la primera ópera que
se compuso en Venezuela, se destacó como pedagogo, periodista, litógrafo,
impresor, poeta, dibujante y humanista. Fue también creador de oberturas,
zarzuelas, himnos, piezas instrumentales y obras litúrgicas además de fundador
de una orquesta que intervenía en tertulias nocturnas literario-musicales y
funciones religiosas. Dejó cuartetos para cuerdas, piezas sinfónicas, oficios
de difuntos, oficios de Viernes Santo y la ópera El Maestro Rufo para orquesta de
cuerdas, maderas, cobres y voces, publicada en litografía en 1847. También dejó
escritos en litografía los Elementos del Canto Llano y Figurado, La Práctica de
los Divinos Cánticos, el Directorio de la Catedral de Mérida (Práctica de los
Divinos Cánticos que usa la Iglesia) y el Oficio de Difuntos en nuevo y fácil
canto llano. Compuso además un Gran Funeral que fue interpretado en 1842 en
honor del Libertador, cuando sus restos fueron trasladados a Caracas. Osorio
falleció en Mérida en 1852.
La primera banda de instrumentos musicales
de viento que se escuchó en Mérida fue la que dirigía en el Estado Táchira el
señor Abel Briceño, quien la trajo a la ciudad en 1873 para tocar en el
Monasterio de las Clarisas la fiesta de la Virgen de las Mercedes. La novedad
nunca vista entusiasmó a los merideños y fue así como el Padre Zerpa, Vicario
Capitular de la Diócesis y la Sociedad del Carmen se propusieron fundar una
agrupación parecida; se estableció una escuela de música con 28 aprendices y se
contraté como di rector al maestro español Mateo Trobat; los instrumentos
musicales fueron pedidos a París y en 1876 se estrenó la Banda de Mérida en la
fiesta de las Bodas de Plata de la mencionada sociedad carmelitana. Este
conjunto musical, bajo diferentes directores, duró hasta principios de siglo
XX, cuando en 1903 el Presidente Gral. Chalbaud Cardona creó la Banda Marcial
del Estado, dirigida por el maestro Gil Antonio Gil, y que se llamó
Restauradora.
Entre 1914 1930 hubo en Mérida algunas
bandas particulares como las de Teófilo Ochea, Aquiles Rojas, Ramón Pirela y
Rafael Rivas que interpretaban marchas militares y religiosas, valses,
pasodobles y merengues; y eran contratadas para los actos oficiales públicos,
las procesiones de las iglesias y los bailes de gala, por gobernantes, curas
párrocos y presidentes de clubes sociales.
En Tovar fue nombrada la banda musical de
Emilio Muñoz. (1867-1941).
La Banda Oficial del Estado fue establecida por el Presidente de Mérida, Gral. José R. Dávila en 1930, con motivo del Centenario de la Muerte del Libertador; su primer director lo fue nuevamente Gil Antonio Gil, músico trujillano que había pertenecido a la Banda Marcial de Caracas y que en 1911 compuso el Himno de Mérida. Esta banda fue reorganizada por el Presidente Dr. Hugo Parra Pérez en 1936, quien nombró director de la misma a José Rafael Rivas. Rivas (1902-1982), nació en Mucutuy. Desde muchacho perteneció a diversos conjuntos musicales y fue director de la Banda del Estado Mérida durante 23 años, siendo acompañado como subdirector por Amador López Rivera. Esta banda oficial instituyó las retretras en la Plaza Bolívar los jueves y domingos, cuando no llovía, y se interpretaba música popular, intermezzos y oberturas de óperas y algunos trozos de compositores clásicos adaptados para instrumentos de viento.
Los ejecutantes de las bandas tenían que
desempeñar otros oficios para poder subsistir y así unos eran sastres, otros
zapateros, chóferes, albañiles, carpinteros o empleados públicos. El único que
vivió exclusivamente para la música fue el maestro Rivas, quien además de valses,
marchas, himnos, joropos, pasillos y fantasías, dejó varios hijos músicos entre
quienes se han destacado Diógenes, Amílcar y Rubén Rivas.
Tres orquestas también existieron en Mérida
en las primeras décadas del siglo XX; la de cuerdas y maderas de Juan de Dios
Moreno, la Santa Cecilia del Pbro. Jeremías González, que interpretaba misas y
música litúrgica y la más diversificada de Rivas, que además de cuerdas,
flautas y clarinetes incluía también instrumentos de metal y percusión.
El maestro Juan de Dios Moreno, nacido en Tabay hacia 1870, fundó una orquesta constituida por violines, violas, violoncelos, contrabajo, flautas y clarinetes. Actuaba en serenatas, actos sociales y en las veladas artístico literarias que se efectuaban en el Salón de Actos Públicos de la Universidad de Los Andes. En una de ellas, que se realizó en 1910, dicha orquesta interpretó la obertura de la ópera Fra Diávolo, del compositor francés Auber y la sinfonía “La Madrugada” del autor caraqueño José María Osorio. El maestro Moreno escribió valses, joropos, pasillos, pasodobles, polkas, bambucos y cuadrillas. De sus partituras son también conocidas “Despierta Alma mía”, “Do. Severino”, “Coloquios” y “Horas Tristes”. Falleció en Mérida en 1927.
Un compositor de música vernácula que se ha
distinguido por la calidad de sus composiciones es Antonio Armando Picó.,
nacido en Ejido en 1919. Fue el fundador y director permanente de la Orquesta
Típica Merideña en 1967, gracias al apoyo dado por los gobernantes doctores
Edilberto Moreno y Germán Briceño Ferrigni. Entre sus mejores valses se destacan
“Elsy”, “Haydee”, “Ruth Galicia” y “Serenata Galante”. El Prof. Julio Carrillo,
apasionado folklorista ha investigado seriamente la música popular merideña y publicado
libros.
PÍANOS
En una ciudad aislada como era Mérida, que
solamente se comunicaba con el resto del país por fragosos caminos, la única
puerta de salida al mundo exterior era el Lago de Maracaibo. Para 1858
solamente existían en ella dos pianos y otros se introdujeron para 1877 por el
puerto de Santa Elena de Arenales. Ya fuesen traídos enteros o desarmados en
grandes cajas, no podían ser transportados sino a hombros de 24 peones y en
medio de muchísimas dificultades. El costo del traslado de un piano desde las
riberas lacustres a Mérida costaba doscientos pesos fuertes. Para 1914, todavía
sin carreteras, existían en Mérida, en las casas de familia, 42 pianos.
El primer órgano para la catedral fue traído
a Mérida por el Obispo Torrijos en 1794 y sus tubos de plomo pesaban seis arrobas.
Cuando se comenzó en 1805 la nueva iglesia catedral fue trasladado al antiguo
templo de San Francisco, donde el terremoto de 1812 lo sepultó entre los
escombros de la edificación. Extraídas las flautas por el Déan Irastorza de
entre las ruinas, fueron entregadas al brigadier realista Ramón Correa que
ocupaba la ciudad, quien las fundió para hacer metralla.
En 1865, el Padre
Zerpa, ya mencionado varias veces en esta obra y como anteriormente hemos
dicho, en 1865 y junto con personas notables de la ciudad, promovió una
suscripción para adquirir un buen órgano en Europa para la Catedral. Varios
años después el excelente instrumento musical llegó, desarmado en grandes
bultos, al puerto de Arenales, donde permaneció un tiempo largo envuelto en
lonas, a la vera del camino, en plena selva, pues era imposible traerlo a la
ciudad a lomo de mulas o en rastras tiradas por mansos bueyes. En 1876, los
maestros músicos, el francés Juan Sanajal y el español Mateo Trobat, abrieron
las cajas, desarmaron el órgano en piezas más pequeñas y así llegó a Mérida
triunfalmente en hombros, a mediados de aquel año. El instrumento costó en
Paris cinco mil francos.
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