TESTIMONIOS
DE MÉRIDA SIGLO XIX
Isidro
Laverde Amaya
(Segunda
Parte)
1886
La
ciudad escondida
CARLOS CHALABAUD ZERPA
Situada
en el corazón del Estado de Los Andes, Mérida no era, sin embargo, centro
comercial indispensable de las provincias vecinas, ni contaba con otro elemento
inmediato de vida sino con el que le daban sus títulos de capital de un
importante y populoso estado. De modo, que el viajero, conocidos estos
antecedentes, se imagina que no ha de encontrar en aquel retiro mayor halago
del que le brinda la espléndida naturaleza con la feracidad y belleza del
suelo, y supone que todos sus habitantes han de contraerse exclusivamente a la
explotación del café, que como se sabe, es la principal industria del país.
Grato desengaño experimentaba el que llegaba a caer en aquellas apartadas
comarcas.
Una
sociedad muy escogida, culta y espiritual, cuyos hábitos, sencillos y francos,
inspiraban, desde luego, la más viva simpatía, era lo primero que atraía, como
poderoso imán, a cuantos llegaba a la escondida Mérida. Pondérase la
hospitalidad de los antiguos, sin que al presente pueda, decirse en aquel
hermanable espíritu ha ido a refugiarse en alguna parte por el candor y la
buena fe de los primitivos tiempos, pues que vayan a Mérida los que duden de
que en este siglo haya pueblos que cumplan con el sagrado y benéfico deber de
la hospitalidad. Los merideños eran amables y complacientes con el forastero, y
todos quisieran ser útiles en algo, para que los visitantes se llevasen el
mejor y más grato recuerdo posible de su tierra.
No
hay entre ellos lujo, pero hay abundancia de frutos para la vida, y los pobres
son contados. El progreso material es lento y difícil, pero la cultura se
extiende rápidamente en todas las clases de la sociedad. Vívese más la vida del
espíritu que la que procuran el boato y las refinadas comodidades materiales, de
que tanto se pagan dondequiera en el presente siglo. Y sintiéndose uno mejor
que la plácida atmosfera de sencillez e
hidalguía que se infiltra tan suavemente en el alma, como el agua en terrenos
calcinados por el sol: y encantado con la gracia y dulces facciones de las
merideñas y con el amable trato que tanto las distingue: dulzura que pudiéramos
decir es peculiar a la mujer venezolana, aspirando los misteriosos efluvios de
una naturaleza pródiga y cuyo clima predispone al buen humor, pasan
insensiblemente las horas y los días sin que se resigne nadie a alejarse para siempre de aquellos
encantadores sitios.
No
se amarga la vida social con fórmulas convencionales de etiqueta, vacías de
sentimiento las más veces, ni con las presunciones ridículas que tan a menudo
engendra la vanidad o el lujo en las grandes ciudades: hay franqueza para todo:
hasta pudiera decirse que la sinceridad es la mejor muestra de buen tono que
puede darse.
Se
contraen las relaciones con mucha facilidad, y en las visitas se goza de una
conversación expansiva e ingenua, que vuelve el trato más íntimo y atrae
necesariamente al hombre más hosco a la vida del hogar. Por esto debe citarse
como cosa muy natural que los matrimonios son todos modelos de virtud y de
dulce tranquilidad doméstica, y que las merideñas, como esposas sean
inmejorables.
Inolvidable
rasgo de atención que se prodiga en las visitas es hacer que se presente en la
sala la más bella niña o niño de esa casa trayendo en sus manos un rico plato de
dulce (lo más común es que sea de durazno, porque se dan de muy buena clase), y
el cual ofrece al visitante con el fondo premeditado de que saboree luego la
mejor agua del mundo, que se le presenta en
esbelto jarro de plata. ¿Qué agua del Chorro de Padilla, ni del Carmen,
ni de ninguna parte! ¡Aquella no se puede comparar sino a la del Paraíso!
Se
puede ir a Mérida aun cuando sea solamente por el placer de tomar agua y de
bañarse en las claras linfas del Albarregas, que corriendo presuroso, convierte
en brillante espuma el caudal de sus aguas cuando éstas chocan contra las
enormes piedras del cauce. Las verdes orillas, sombreadas por bellísimos
bucares, reciben también a veces abrillantado rocío que las fecundiza.
Y
no solamente las buenas costumbres, la franqueza del trato y el espíritu social
comunicativo, las condiciones que distinguen a los merideños; aún hay otro rasgo
muy notable de su carácter, que un observador atento anota complacido: la
general disposición para la política que predomina entre ellos y un buen entendido
amor a la libertad, que se traduce en actos diversos de su existencia: noble aspiración
que parecen conservar ufanos desde la época de la independencia. ¡Cuántas
páginas heroicas no dio a la historia de esa lucha en valor de los hijos de su
suelo!...
En
el Llanogrande, que queda al S.O.
crece el Árbol del centenario,
plantado allí solemnemente el 25 de julio de 1883, en homenaje simbólico a tan
noble fiesta.
He
nombrado a D. Tulio Febres Cordero.
Redactor del simpático y popular periódico El
Lápiz, y debo consignar con gratitud que fue con nosotros tan galante y
cortés, que su nombre va invariablemente unido a los buenos recuerdos que nos dejó
nuestra corta permanencia en Mérida.
El Periodista
Hijo
del ilustrado jurisconsulto Dr. Fusión Febres Cordero y descendiente de una
familia de patriotas, en la que el talento y la ilustración han aparecido en
hermanable consorcio, heredó de su digno padre la afición a las letras y ese
cariñoso apego a su suelo natal, el cual le ha llevado a escudriñar
minuciosamente los archivos antiguos y a querer perpetuar las honrosas
tradiciones de la letra. Frecuentemente exhibe en su periódico crónicas
exornadas con las galas de una inspirada fantasía y escritas en un lenguaje
sencillo pero florido y animado. Literato de vocación, no se deja, sin embargo,
llevar del entusiasmo espontáneo tan natural en la juventud, sino que piensa
con juicio y certeza: escribe cuando cree que puede comunicar algo útil a sus
lectores, contarles un rasgo ingenioso o transmitirles noticias que ya han
olvidado o que no son del dominio de la generalidad. Es quizás demasiado parco
en producir, como si estuviese preocupado con la creencia de que el público es
un señor muy descontentadizo, a pesar que debe tener presente que para él no ha
habido aplausos y frases lisonjeras desde el principio. De genio amable y
comunicativo, servicial como buen merideño, es su mayor encanto pasarse horas
enteras entregado a los libros y periódicos, de que vive rodeado. Su nombre es
ya muy ventajosamente conocido en toda Venezuela y seguro estoy de que su
perseverancia en el trabajo y sus notorias aptitudes le harán avanzar cada vez
más en el camino emprendido.
Imprentas y Periódicos
Mérida
recibió con entusiasmo su primea imprenta en 1845, la cual fue comprada y
establecida por el Sr. Francisco Uzcátigui, quien publicó, de 1846 a 47, el
primer periódico impreso e esa ciudad,
que llevó el nombre de El Centinela de
la Sierra, título que después han revivido en otra hoja periodística en
1882, pero antes de la primera publicación enunciada habían visto la luz
pública El Tiempo y otros papeles
que aparecieron litografiados, porqué cuando llegó la imprenta ya era allí
conocida la litografía.
El
esfuerzo de los merideños por aclimatar la imprenta y dar ensanche y vuelo a
las ideas ha sido perseverante. En la ocasión de citar nombres de algunos de
los diversos periódicos que han publicado desde que tienen imprenta: El Iris, La Concordia, La Joven Mérida, La
Paz, El Civil, La Abeja (diario), La
Campana, La Barra (diario), El Tulipán (literario), El Eco del Chama, El Centinela,
Heliotropio (literario) El Ruiseñor (literario), El Escolar (de instrucción)¸ La Cordillera, El Vigilante (publicado
de septiembre de 1875 a junio de 76), La
Regeneración, que apareció en 1876, redactada por el grandioso y
concienzudo D. José Ignacio Lares, autor de algunos trabajos históricos, que
abonan su mérito como hombre de letras, y en 1885 redactor de Los Andes, El Republicano, publicado en
1877 por D. José María Baptista Briceño, y La
Época editado por el mismo: El Eco
de la Sierra, seminario de literatura y variedades, que contaba una larga
lista de colaboradores. A saber: Dr, Caracciolo Parra, Dr. Gabriel Picón
Febres, José Vicente Nucete, Pedro María Febres C., Federico Salas, Dr. Foción
Febres Cordero, Fabio Febres Cordero, Dr. Juan N. P. Monsant., José M. Baptista
B., Dr. Domingo Liparelli, Licenciado Francisco A. Celis, Jacinto García Pérez,
Bachiller Carlos Zerpa, Juan E. Paredes, León Febres Cordero J., Rómulo Sardi
C., Bachiller Julio Febres Cordero, Bachiller José A. Parra, Foción Febres
Cordero T., Rafael Parra P. Y Tulio Febres Cordero.
De
las publicaciones hechas en folleto podemos anotar las siguientes: Descripción de las fiestas celebradas por
la Sociedad del Carmen en honor de su Patrona. Mérida. Imp. de Juan de Dios
Picón Grillet. Calle Igualdad -1869- Folleto de 13 páginas. (Contiene, además
de la reseña de la fiesta, el discurso pronunciado por el Dr. Gabriel Picón en
la sesión solemne del 5 de septiembre de 1869).
Estudios de un punto
jurídico. Por el Dr.
Pedro María Febres Cordero- Mérida- Imp. de Juan de Dios Picón Grillet-1877-21
páginas.
Artículos necrológicos a
la memoria del Dr. Eloy Paredes-
Mérida Imp. de Juan de Dios Picón Grillet-1880-23 páginas.
Discurso pronunciado por
el Dr. Tulio Febres Cordero
en la Capilla de la Universidad, el 12 de diciembre de 1880, después de la distribución
de premios-Mérida- Imp. de Juan de Dios Picón Grillet-1881-12 páginas.
Centenario de D. Andrés
Bello celebrado en la
ciudad de Mérida el día 10 de diciembre de 1881 por la ilustre
Universidad-Mérida- Imp. de Juan de Dios Picón Grillet-1882-28 páginas.
(Contiene un discurso pronunciado por el Sr. Federico Salas, un elogio sobre el
mismo Bello, por D. Tulio Febres Cordero, una composición poética de D. Julio
H. Bermúdez y otra prosa del Sr. E. A. Montesinos).
Las Procesiones de la
Semana Santa por el Dr.
Juan N. P. Monsant-Mérida-Imp. de Juan de Dios Picón Grillet-1883-96 páginas (Es
un largo estudio a favor de las procesiones públicas que celebra la Iglesia
durante Semana Santa).
(Estos
paseos solemnes de carácter religioso que se efectuaban en la Catedral y otros
templos en torno de las plazas, habían sido suprimidos durante la Semana Mayor
por el Obispo Dr. Román Lovera por haber degenerado en diversiones procaces y
alborotos contra la moral y buenas costumbres. La sabia decisión ocasiono
ardientes polémicas por la prensa de parte de los miembros de la medioeval
sociedad, azuzados malignamente por clérigos del Cabildo Diocésano que no
querían al Pastor).
Como dueño de la imprenta y hombre de ingenio para las artes, y hábil para todo, se nombra allí a D. Juan de Dios Picón Grillet, quien publicó en una ocasión un periódico con ilustraciones en madera, hechas por él, sin otro guía ni preliminar estudio que su fuerza de voluntad. Era hijo del benemérito D. Juan de Dios Picón, hombre público notable, que gobernó aquella Provincia en dos ocasiones, de 1831 a 1835, y de 1844 a 1847, y que trató de aclimatar en el país, en su segunda administración, la morera y el gusano de seda, industria que en los últimos tiempos ha vuelto a revivirse con calor, patrocinado por el inteligente comerciante Sr. D. Caracciolo Parra Picón
.
No hay comentarios:
Publicar un comentario