TESTIMONIOS
DE MÉRIDA SIGLO XX
Leonard V. Dalton
Carlos Chalbaud Zerpa
1909-1910
Venezuela
(Primera Parte)
Juan Vicente Gómez,Presidente de la República
y Comandante en Jefe del Ejercito en 1911
Geólogo, nacido en Inglaterra experto en asuntos petroleros, fue desde 1905 importante miembro de la Sociedad de Geología y de la Real Sociedad Geográfica de la Gran Bretaña.
Como
integrante de estas dos prestigiosas instituciones científicas británicas viajó
por varios países de Europa y Asia y visitó Venezuela entre 1909 y 1910, cuando
el Gral. Juan Vicente Gómez gesto “El coup
d´ état” contra Gral. Cipriano Castro para defender su seguridad personal y
obtener junto con la adhesión del ejército- (son palabras de Dalton) la
presidencia del país, sin haber hecho derramar deliberadamente sangre
venezolana…
El nuevo presidente había demostrado
entonces gran interés en promover el bienestar general de la nación y en
estimular el comercio, a cuyo efecto había designado cónsules ante países donde
no existía ninguno desde los tiempos de Guzmán Blanco, se había estimulado el
capital extranjero para contribuir al desarrollo de los recursos nacionales,
siempre que ello son perjudicarse los derechos de los venezolanos, y, sobre
todo, el espíritu del país en general, fatigado de las cincuenta revoluciones
de los últimos ochenta años era contrario a nuevas guerras civiles, y se
mostraba partidario de que se mantuviese la paz interior, de cuyos beneficios
ya había comenzado a disfrutar”.
Resultando de su viaje por casi todo el país donde hizo minuciosas
observaciones y de la extensa bibliografía en varios idiomas consultada, fue la
publicación de su libro Venezuela,
editado como el volumen 8 de “The South América Series”, en Londres en 1912 y
reimpreso e 1916 y 1918, constaba de 120 páginas, un mapa y 34 ilustraciones.
Esta obra, aparecida cuando comenzaba la prospección de hidrocarburos en
nuestro país, debió de ser de especial importancia para las compañías inglesas
y norteamericanas que se establecieron entonces en los estados Zulia y
Anzoátegui, ya que Dalton aseveraba que había motivos suficientes para admitir
que Venezuela poseía enormes yacimientos petrolíferos y en consecuencia, la
importancia futura de la nación dependía principalmente de la energía que ésta desplegase,
o del estímulo que otorgase a terceros, para determinar los sitios y métodos
apropiados que permitiesen derivar mayores ventajas de la explotación del
petróleo.
Eran frases proféticas. Pues en los años
en que Dalton estuvo en Venezuela, penetró el imperialismo inglés bajo la forma
de la Royal Dutch Shell y los primeros grandes chorros de oro negro brotaron en
1917.
El libro de Dalton permaneció
supinamente ignorado para los venezolanos durante medio siglo, salvo una nota
que incluyó don Manuel Segundo Sánchez, en 1914, en su Bibliografía
Venezolanista. Fue sólo en 1966, cuando el Banco Central de Venezuela publicó
la traducción hecha por el bibliógrafo don Ángel Raúl Villasana, editada en los
talleres de Artegrafía C. A. en Caracas.
La obra comprende XVIII capítulos que
tratan sobre la descripción física de los entonces llamados Estados Unidos de
Venezuela, su historia geológica , flora y fauna, sus historia patria
(precolombina, colonial, republicana y moderna), la descripción pormenorizada
de ls estados (climas, puertos, plantaciones, poblaciones, servicios,
ferrocarriles, carreteras, acueductos, alumbrado, potreros, minas, selvas, montañas,
ríos, ganado, comercio, moneda, bancos, pesquerías, industrias, universidades,
academias, y las favorables perspectivas de las diversas entidades y varios
apéndices sobre población, costumbres, alimentación, vestidos, importaciones,
exportaciones, temperaturas medias, tasas de mortalidad, presupuesto de rentas
y gastos públicos, deuda nacional y obras de carácter general y particular
publicadas sobre Venezuela.
Todo un inventario de un país agrícola y
pecuario que exportaba café, cacao, caucho, ganado, cueros y plumas de garza en
el momento que se iba a convertir en un productor de petróleo de primer orden
en el mundo.
En el capítulo X, referente a los
estados andinos, se refiere especialmente a nuestra ciudad de Mérida, su obispo
y la biblia, las nieves eternas, los terremotos, la luz eléctrica, los
proyectos viales, la hospitalidad con la cual la acogieron durante su trayecto,
los sistemas primitivos de transporte, las laderas y los páramos.
Dalton falleció en 1914.
La
Grita y Mérida
Subiendo por el valle del Torbes, y
luego de cruzar el páramo del Zumbador (8.000 pies), se llega a La Grita
después de una jornada a caballo (en páginas posteriores me referiré nuevamente
a estos páramos). Cerca de la fila un ramal del camino se dirige hacia el este
hasta Pregonero, capital del Distrito Uribante, es un valle cuyos productos
varían desde las papas y el trigo en las aturas, hasta el café y el azúcar en
el hondo de la cañada, las tierras planas están cubiertas por extensas
haciendas de ganado, que suministran una gran parte de la carne para el
progreso de la región, bastante aislada en la actualidad y a la que llegan
pocos viajeros.
Vargas o El Cobre es una bonita aldea
que ocupa la parte septentrional y occidental del paso, y se atribuye su
segundo nombre a las minas de cobre existentes en los cerros vecinos,
explotadas por los españoles, quienes fabricaron con dicho metal las campanas
de la iglesia lugareña.
Se estima en cuarenta millas la
distancia entre Táriba y La Grita, pero el buen estado del camino hace creer más
breve el trayecto; además, el panorama que se divisa hacia el norte del valle,
donde las montañas parecen amontonarse una sobre otras hasta perderse en las
nubes, es realmente soberbio. La Grita fue fundada en 1576, sobre una mesa
cubierta de grava, y hay que subir por una cuesta muy escarpada antes de entrar
propiamente en el pueblo. Su ubicación contribuye a que sea frecuentemente
víctima de los temblores de tierra, a pesar de lo cual todavía se mantienen las
construcciones más antiguas, como las iglesias y las oficinas públicas. La
abundancia de casas comerciales es un indicio de la importancia de La Grita
como ciudad de mercado, y en los días domingos las calles se ven llenas de
paisanos que conducen mulas cargadas de trigo, lana, tabaco y algodón,
cultivados en las inmediaciones. Situado a 6.000 pies sobre el nivel del mar,
el pueblo tiene fama de ser el más saludable de Venezuela; por cierto, que las
manzanas, duraznos y melocotones abundan en los patios de las casas, así como
las rosa y violetas que crecen a su sombra. Constituyen un espectáculo muy
grato para el viajero que llega de países septentrionales, y quien hasta ahora
había sentido cierta desilusión y desengaño ante las “sabrosas frutas” y las
esplendidas flores de las regiones tropicales.
A pocas millas de distancia, bajando por
el curso del río hasta Uracá, surge la aldea de Seboruco, donde hay unas minas
de cobre que –según se afirma- serán explotadas nuevamente dentro de poco.
No lejos del villorrio, en la parte
norte, está el Paso de Portachuelo, que señala la frontera con Mérida, el más
central de los tres estados andinos, Mérida es, por excelencia, el estado
montañoso de Venezuela.
Entre sus fronteras se encuentran los
picos más elevados y los valles más cálidos de todo el país. Dotado de gran
variedad de climas, es lógico esperar que en la región se cultive una amplia
gama de productos, pero los malos caminos y el alto costo del transporte que
ello ocasiona han sido la causa de que la comarca permanezca, en su mayor parte
sin desarrollar.
La capital se fundó en 1542 bajo la
luenga denominación de Santiago de los Caballeros de Mérida y desde entonces ha
sido la sede del obispado de los Andes. Por cierto que, al tener conocimiento
de que un repartidor de escritos religiosos estaba vendiendo Biblias
protestantes, el enérgico ocupante de la sede procedió inmediatamente a
excomulgarlo junto con todos aquellos que habían adquirido los libros prohibidos;
tan excesivo celo, sin embargo, sólo parece haber contribuido a que se
intensifique todavía más la indiferencia del sector masculino de la población
ante cualquier tipo de religión oficial.
Mérida está edificada sobre una alta
meseta, como La Grita, entre los ríos Mucujún y Chama. Al Oriente se destacan
las blancas cimas de la Sierra Nevada, mientras que hacia el lado oeste, la
ciudad aparece rodeada por otra serranía de menor altura, pero igualmente
escarpada. Se dice que la nieve de la sierra se ha estado retirando en los
últimos años, pero todavía se ven –alrededor de la cumbres- glaciares y zonas
de nieve perpetua, y la línea donde ésta comienza queda actualmente a unos
15.000 pies de altura. Mérida ha sufrido frecuentemente graves daños como
resultado de los terremotos, pero se ha puesto particular diligencia en
sustituir con nuevas construcciones las que fueron destruidas. Debido en parte,
probablemente, a la humedad característica de la atmósfera en el valle, la
ciudad tiene hasta cierto punto el aspecto de una ciudad desierta, con sus
calles cubiertas de yerba, aunque cuenta con telares que procesan algodón y
lana, y es un mercado central importante para el café, el trigo y el azúcar que
se producen en las cercanías. El torrente del Chama que se encuentra más arriba
de Mérida, es aprovechado para generar energía hidráulica destinada al
alumbrado eléctrico de la ciudad. Las turbinas llegaron por el camino montañoso
que sube desde La Ceiba, después de sortear toda suerte de dificultades y a un
costo elevadísimo.
El recorrido exigió casi un año. Ahora
bien, en vista del espíritu de decisión que caracterizó semejante empresa, es
de lamentarse que los resultados hayan sido tan poco satisfactorios, las calles
se ven cruzadas de cables, provistos cada uno
de tres o cuatro bombillos, a intervalos regulares, y ello debería
bastar para disfrutar de un alumbrado eficiente, que en realidad no existe,
pues el número de lámparas supera con creces la capacidad del actual sistema de
turbinas, que es muy inferior a la energía hidráulica que pudiera generarse.
Como resultado de todo ello, y aun
cuando en los hogares esté instalado el alumbrado eléctrico, se hace necesario
recurrir a la luz casera de la vela para leer o escribir después del anochecer.
Actualmente una de las principales necesidades
de Mérida es un buen camino de carretero que la ponga en comunicación con el
lago, a través del cual tienen que viajar hacia el mar todos los productos
regionales. Hace muchos años se concibió el proyecto de construir una vía
férrea a lo largo del valle del Chama, que llegará hasta Santa Bárbara en el
río Escalante, pero probablemente las dificultades que presenta –desde el punto
de vista d la ingeniería- el cruce de los desfiladeros, han impedido llevar a
la práctica dicho plan. Otro proyecto, que no ha merecido la atención debida,
se concretaba a un ferrocarril que seguiría en sentido ascendente el curso del
Mucujún, continuando hasta Bobures –situado a orillas del lago- después de cruzar
el paso del ramal de la cordillera. Este plan aparece muy factible, aunque hoy quizás
resulte más aconsejable la construcción de una carretera, la cual cubriría satisfactoriamente
los requerimientos locales.
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