viernes, 12 de enero de 2024

Mitos, Leyendas y Embustes (Enasayo Historicos) CARLOS CHALBAUD ZERPA

 JUAN VICENTE GOMEZ

Ministros Brillantes.

De izq. a der.: General Juan Vicente Gómez, don Antonio Pimentel, doctor Antonio José Cárdenas, general Francisco Colmenares Pacheco, doctor Rubén González y doctor Pedro Manuel Arcaya. Hangares del campo de aviación de Palo Negro, Maracay, 1930. Fotógrafo desconocido. Archivo Hermanos Dupouy Gomez. Cortesía del doctor Pedro Manuel Arcaya, hijo.

Gómez integró sus ministerios con la flor y nata de los venezolanos que entonces descollaban en el pequeño mundo de nuestra cultura. Quien sabe si algo más de la primera década gomecista fue de luna de miel con los hombres del pensamiento y de la pluma.

Desde la época de la primera presidencia del General Páez, quien escogió para gobernar a los civiles más notables de su tiempo, dignos del elogio por la manera honesta como manejaron el tesoro público, ningún otro mandatario había seleccionado personalidades tan importantes para sus gabinetes como lo hizo el General Gómez.

Con nombres y apellidos allí está la historia para confirmarlo. Muchos de los venezolanos que posteriormente han tenido figuración relevante en los cuadros de la vida doméstica tienen cercanos ancestros gomecistas en sus padres y abuelos que se identificaron sin reservas con Gómez y medraron y se enriquecieron a su sombra.

Los posteriores gobernantes a Gómez, como el General López Contreras y el General Medina Angarita, no pudieron desprenderse de los personeros y colaboradores de un régimen que había durado 27 años, más aún cuando ambos presidentes procedían del mismo. El gomecismo prácticamente duró hasta el 18 de octubre de 1945 y a pesar de ello, en el gobierno del General Pérez Jiménez y posteriormente en los gobiernos democráticos, hijos de connotados gomecistas desempeñaron altos cargos en la administración pública.

Es la pequeña historia que nunca se olvida.

No fue el poder para Gómez un capricho estéril, voluptuoso y pasivo.

Quiérase o no, dio ejemplo de austeridad y hasta de cierta integridad moral de acuerdo a su mentalidad y formación. Quien sabe si a él no se le puede pedir lo que a otros si es dable exigirles, porque se supone que fueron mejores modelados para el ejercicio del poder, sobre todo en función democrática.

Gómez emprendió tareas formidables, algunas de ellas casi desmesuradas para los recursos menguados con que entonces contaba.

Se ha repetido hasta la saciedad que el General Gómez se consolidó y permaneció en el poder debido a la explotación del petróleo que comenzó en Venezuela durante su mandato y que se convirtió en un servil gobernante al servicio de los intereses internacionales.

Es difícil conjeturar lo que hubiese ocurrido si los hechos no suceden como acontecieron. Es probable que aparecieran caudillos regionales que fragmentaran el país en feudos o republiquitas que hubiesen sido ocupados militarmente por potencias extranjeras europeas como Alemania, Italia e Inglaterra o “protegidos” por tropas norteamericanas como sucedió en Panamá, Puerto Rico, Nicaragua y Cuba. El general Gómez garantizaría a los señores del petróleo la explotación del subsuelo sin alteraciones del orden público, guerras civiles, huelgas ni revoluciones. Entre los años de 1909 y 1910 estuvo en Venezuela el geólogo inglés y experto en el mundo petrolero Mr. Leonard Dalton, miembro distinguido de la Sociedad Geográfica de Inglaterra, quien recorrió casi todo el país y dejó un interesantísimo libro denominado “Venezuela”, editado en 1912 en Londres y que casi nadie conoció entre nosotros. En el mismo, dice que después del coup d’état dado por el General Gómez en 1908,el nuevo presidente demostró gran interés en promover el bienestar general de la nación y en estimular el comercio a cuyo efecto designó cónsules ante países donde no existía ninguno en los tiempos de Guzmán Blanco; estimuló al capital extranjero para contribuir al desarrollo de los recursos nacionales, siempre que ello no perjudicase lo derechos de los venezolanos; y, sobre todo, el espíritu del país en general, fatigado de las cincuenta revoluciones de los últimos ochenta años, era entonces contrario a nuevas guerras civiles, y se mostraba partidario de que se mantuviera la paz interior de cuyos beneficios ya comenzaba a disfrutar.

En 1917 Venezuela exportó apenas 427.000 bolívares en petróleo contra una exportación de 800.000 bolívares en papelón, 9.253.000 bolívares en cueros de res, 3.972.000 bolívares en cueros de chivo, 6.685.000 bolívares en azúcar, 24.291.000 bolívares en cacao y 42.780.000 bolívares en café.

En los años siguientes, si bien las exportaciones petroleras aumentaron, también lo hicieron los renglones tradicionales antes mencionados y para entonces el General Gómez estaba muy seguro en el poder.

Será solamente en el año de 1926 cuando el valor de las exportaciones petroleras ascenderá al 62% y ya habían transcurrido 18 años de la era gomecista; y claro está que esta bonanza le permitió modernizar el ejército por él creado en beneficio de la paz y sus propios intereses y emprender obras entonces desconocidas.

Gómez acometió tareas formidables, algunas de ellas casi desmesuradas para los recursos menguados con que entonces se contaba.

Aparte de alguna estrategia personal para proteger su mandato, se propuso darle a Venezuela un sistema de vías terrestres; ya en la segunda mitad de la década del veinte era una realidad la Gran Carretera Trasandina cuya vigencia y utilidad alcanzan el presente. También los Llanos y el Oriente fueron beneficiarios de ese empeño, quizás en menos escala que el Centro o Los Andes. El presidente Soublette solía decir, con negro humorismo que los caminos de Venezuela, convertidos en barriales por las lluvias, eran apisonados por los cascos de los burros y secados por los rayos del sol .La situación no había cambiado mucho cuando Gómez tomó el poder.

Se propuso liberar a Venezuela de una ominosa deuda externa que venía desde años remotos y había brindado coyuntura a las apetencias internacionales para agraviar nuestra integridad y soberanía; y lo logró, disponiendo de irrisorios presupuestos. Como el mejor tributo a la memoria del Libertador, en el Primer Centenario de su muerte, Gómez canceló para el 17 de diciembre de 1930, hasta el último centavo de las obligaciones externas de Venezuela.

Resolvió crear la Hacienda Pública, prácticamente inexistente hasta su mandato, y encontró en Román Cárdenas el hombre apropiado. Le dio todo su apoyo; y se admite que los esquemas diseñados entonces tuvieron dilatada vigencia hasta el punto de que no pocos de los postulados de aquel tiempo han llegado hasta nosotros

Se planteó garantizar el orden público y acabar con el bandolerismo que azotaba la tierra adentro, como secuela de las contiendas civiles y logró ese objetivo aunque haya que admitir que procedió con mano dura, a veces excesiva, pero explicable en función de los tiempos. Es posible que la ley del rigor hubiera atenuado las audacias de follones, bellacos y pícaros, en los tiempos de Gómez. Pero es innegable que el ciudadano común se sentía más seguro, mientras no asumiera posiciones de rechazo al régimen, que ese era otro cantar.

En medio de una férrea dictadura, y gracias a la bonanza petrolera, logra modernizar al país.

Juan Vicente Gómez, dirá su opositor y víctima don Alejandro E. Trujillo, fue un producto sorprendente y admirable del pueblo venezolano. Sus vicios y sus virtudes-que también las tuvo-como aquellos, grandes y desproporcionadas, esparcidos están los unos y las otras, en los rasgos salientes y predominantes que tuvo la mayoría de sus ciudadanos.

Todo lo dicho no implica que la era de Gómez hubiese sido ideal.

Para explicar el fracaso o los errores de los gobernantes siempre suele decirse que no tuvieron en el momento preciso los colaboradores apropiados. O que sus consejeros se convirtieron en aduladores de oficio, exaltando las aberraciones para no comprometerse.

Eso pudo pasarle a Gómez. Y no hay que escandalizarse por ello, puesto que  bajo el signo de la democracia se registraron y se impusieron las mismas situaciones, agravadas y desde luego inexplicables.

Gómez cometió muchos y sensibles errores. Es el riesgo inevitable de los dictadores y de los partidos que reducidos a una camarilla prepotente y abusadora, se perpetúan en el poder o  lo manejan a discreción en un lapso convencional.

De una filosofía y lógica primitiva, como que se había forjado luchando a brazo partido para sobrevivir en un medio duro y limitado, Gómez fue radical con sus enemigos. O con aquellos que creía entorpecían su gestión de gobierno, que suponía la mejor como todos los que alcanzan el poder. Ni daba ni pedía cuartel. De allí la cárcel, los grillos y las torturas, que tampoco fueron invención suya en cuanto a la utilización sino que eran práctica común en la Venezuela de mediados del siglo XIX, siendo natural que a lo largo de 27 años y ya en pleno siglo XX, los excesos hubieran sido mayores y el repudio mucho más obvio.

Se ha repetido hasta la saciedad que en materia de instrucción pública los resultados del gobierno gomecista fueron negativos, que el presupuesto destinado a las escuelas era muy pobre y que la Universidad Central estuvo clausurada diez años.

No debe olvidarse que a pesar del decreto guzmancista de la instrucción pública primaria, gratuita y obligatoria en 1870, en los tiempos cuando Gómez tomó el poder el pueblo venezolano era analfabeto e ignorante.

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