jueves, 22 de noviembre de 2012

REVISTA DEL CLUB ANDINO VENEZOLANO



 REVISTA DEL CLUB ANDINO VENEZOLANO.
ENERO-FEBRERO-MARZO DE 1952
DIRECTOR:CARLOS LACRUZ
EDITOR:ALFONSO BRAVO
ILUSTRACIONES:OSCAR CHAPARRO(PADRE).

 ALPINISMO
Deporte que consiste en subir a Los Alpes o a otras montañas. Tal los sencillos términos con que el diccionario define esta palabra. Sin embargo, tras de tan aparente simplicidad se oculta algo que hasta ahora ha sido objeto de polémica y debates y, cabe hacerse esta pregunta: ¿tiene el alpinismo de fascinador en su lucha con las rocas y con el hielo?
Arnold Lunn, el gran clásico del alpinismo, en su obra “The Mountains of Youth” trata de contestarnos esta y otras preguntas. Desglosamos algunos párrafos de su libro:
“En su aspecto más amplio, es posible que el alpinismo se lo explique mejor el no iniciado. Todos aquellos no insensibles a la atracción de la naturaleza comprenderán, al menos este aspecto, porqué tira tanto de nosotros la montaña. Hay que tener presente, además que hoy no se trepa por las rocas como se hacía en otros tiempos. Los primeros alpinistas fueron también exploradores cuyo objetivo principal era encontrar el camino más directo o practicable hasta la cumbre de un pico virgen o hasta un paso que no hubiera sido atravesado todavía. No iban deliberadamente en busca de dificultades por ser tales dificultades”.
“El moderno alpinista sigue siendo un enigma todavía. Como queda dicho, a los precursores les impulsaba su amor a la exploración, pero otros deben  de ser los motivos que mueven a tantos excursionistas a emplear su fin de semana o vacaciones en recorrer las alturas, cada uno de los metros ha ido arañado por los clavos de las botas de sus predecesores.”
“El escalador ocupa una posición aislada en el mundo del deporte. La persona que se marea no considera por ello que estén faltos de juicio los aficionados a las regatas, ni aquella a quien aburren los juegos se sorprende de que  otros se diviertan jugando tenis o golf. Y, sin embargo, el alpinista se le mira con una curiosidad no libre de sospecha. La más popular y equivocada explicación de sus aficiones es la creencia de que el alpinista siente pasión perversa por el peligro y que nunca es tan feliz como cuando expone su vida”.
Haciendo una comparación con otro deporte, Lunn continúa:
“Sin que se pretenda explicar con palabras el secreto del escalador, sí espero poder demostrar, mediante ejemplos comparativos, que extrae una parte de su goce con unas sensaciones físicas determinadas que comparten con los aficionados a otros deportes. Por ejemplo: La relación que existe entre el escalador y el remero de unas regatas es muy considerable. La regata concentra en el tiempo más breve posible, toda la incomodidad física y todo el dolor moral que razonablemente puede soportar en la persecución de un placer. El remero os asegurará que vale la pena de pasar por dicha incomodidad y por dicho dolor, no solamente por la emoción que experimenta después de haber ganado una regata, sino porque le satisfacen en la misma medida la economía de esfuerzos y el dominio de los músculos que ha necesitado para aprovechar  en sus movimientos rítmicos, hasta la última onza de aliento y no tocar el agua con su remo sino en un ángulo que puede medirse por fracciones de segundo. Lo cual, cuanto más difícil  es de conseguir, produce una satisfacción más intensa. Por consiguiente los deportes de remo no son tanto cuestión de fuerza bruta como de rítmico, equilibrio y ahorro de esfuerzos acoplados”.
“La analogía existente entre el escalador y el remero costará de ver, por la equivocada creencia de que los músculos y nervios de acero son cualidades esenciales del escalador. Uno de los mejores que he conocido tenía brazos de mujer. Entre los expertos de la escuela más moderna el uso de los bíceps está sometido a severa economía. En los primeros tiempos, escalar rocas debió de reducirse a ir trepando de asidero a asidero, confiándolo todo a la fuerza bruta. Buscando siempre un punto seguro donde poder sostenerse, los  antiguos alpinistas no empleaban sino el esfuerzo muscular.”
Ritmo, equilibrio y esfuerzos aunados con las cualidades que el escritor encuentra de común entre los dos deportes. En alpinismo no existe oponente personal a quien derrotar, aunque en muchas circunstancias, el escalador llega tener la absurda impresión  de que está luchando contra una verdadera personalidad que puede defenderse  furiosamente e incluso atacar. He aquí un ejemplo: supongamos que nos encontramos ascendiendo el Pico Bolívar y en la mitad de la ruta se desencadena una tempestad de nieve. A nadie se le ocurrirá pensar en ese momento que ante todo se debe a muy explicables fenómenos físicos, al contrario, en la mente de todos toma forma la idea de que la montaña se está defendiendo, está poniendo juego sus recursos para impedir que su cima se mancillada. Esto nos obliga a redoblar nuestros esfuerzos y si tenemos que batirnos en retirada, la sensación que nos produce la derrota es exactamente igual a la que sentiría aquel jugador de fútbol cuyo equipo ha sido batido por el contrario.
“El hombre está constituido de tal modo –prosigue Lunn- que encuentra en la lucha con las dificultades físicas e intelectuales una suficiente recompensa, descontando el fruto incidental de al victoria. Su placer más vivo deriva de la explotación de los recursos de ese ingenioso mecanismo que es el cuerpo humano. Su mejor recompensa está en su misma penosa ascensión a la montaña, porque es la prueba suprema de sus cualidades físicas y morales”.
“Un buen escalador puede comunicar parte de su placer a los que le siguen trabajosamente con la ayuda de las cuerdas. El estilo es fuente de delicias, sobretodo para el que tiene ocasión de admirarlo. Hay muy buenos escaladores desprovistos en absoluto de estilo. Llegan a la cumbre pero no consiguen hacerse admirar. Ascienden con mucho trabajo y con un penoso derroche de energías. El verdadero maestro no lo hace así. Trepa por las pendientes más  difíciles con un ritmo fácil t equilibrado, sin esfuerzo manifiesto. Parece como si ordenara las grietas y fisuras para servirse de las mismas en su marcha hacia arriba. Diríase que no necesita buscar los puntos de apoyo. Sus pies los encuentran siempre instintivamente, y, sin embargo, dichos puntos de apoyo desaparecen cuando se pretende seguirle, como si hubieran existido por un momento nada más para ayudarle a subir sólo a él. Sabe donde habrá de materializarse una cornisa pretendida, y cuando levanta sus brazos nunca dan al vacío. El arte es elección, y el escalador, hasta cierto punto, es un artista, porque sabe elegir entre muchas irregularidades discordantes para obtener una armonía de movimientos ininterrumpidos.”
“espero haber sido lo bastante para dar a entender que lo que anima al escalador no es una pasión morbosa por el peligro. El placer que se obtiene de una escalada depende sobre todo del contraste nacido de la propia seguridad y de la dramática sugestión del peligro. Puede no ser el alpinismo un deporte de lo más seguros, pero sin duda lo es más que en otros en los cuales el peligro no cautiva tanto a la imaginación.
Dese luego, la escabrosa pendiente constituye siempre un riesgo para el escalador que se balancea colgado de un pequeño fragmento de roca; pero el verdadero alpinista no trata nunca de emprender una ascensión para la que no está capacitado. Por el contrario, no olvida el peligro, aunque sólo sea imaginario a veces, y lo presiente mental y físicamente. Le satisface, por otra parte, saber que tiene la propia vida en la punta de los dedos y que bastaría aflojar un instante para dejar todo el cuerpo a merced del viento, lo que lo precipitaría y convertiría en una masa informe. El contraste entre la vida y la muerte, cuando se puede pasar tan fácilmente de una a la otra, les parece la más absurda de las paradojas a los que  trepan seguros, por la confianza que les inspiran los asideros firmes y la roca sólida. Tan lejos está el escalador de buscar el peligro deliberadamente que no podría disfrutar de su ascensión si no se sintiera seguro. Cuando ha visto disminuir el margen de seguridad y empieza a temer el resbalón, es el más desgraciado de los hombres”.
Hasta aquí la transcripción que hemos hecho del libro de Arnold Lunn, en la seguridad de que habrá de interesar e ilustrar a nuestros lectores sobre este deporte, que merced  al medio propicio para su práctica, tanto como lo es Mérida, no dudamos que está llamado a ocupar una posición destacada en la gran familia del deporte nacional a cuyo fin el Club Andino Venezolano está sentando las bases para establecer una escuela de Alpinismo con profesores absolutamente capacitados.