miércoles, 5 de diciembre de 2012

Revista del Club Andino Venezolano




DOMINGO PEÑA; “el gran guía”
Por : Alfonso Bravo










Domingo Peña es un hombre casi legendario en la Sierra Nevada de Mérida.
Su diminuta figura, ahora envejecida por los años, ha recorrido todas las vías que conducen al majestuoso Pico Bolívar y alturas vecinas. Más que ninguna otra persona conoce todos los secretos y caprichos de la montaña, de noche o de día, nevando o con sol; su clara vista y ágiles piernas conducen a los andinistas hasta llegar al campamento o refugio. Ante él, podemos caminar a ciegas, sin el más mínimo temor de extravío y seguros de nosotros mismos soportamos las infinitas penalidades con que debemos luchar.
Su vida está arraigada en las cumbres heladas andinas y es parte inseparable de ellas; guiado por el destino llegó hasta ese pedazo de tierra denominado “La Aguada”, en donde construyó su humilde vivienda, y desde entonces no se ha separado de ese ambiente frío, frailejones y encantos.
Consagrado en cuerpo y alma al andinismo, ayuda a todo aquel que toca a su puerta en busca de valiosos servicios o bien de la riquísima taza de café o de un pedazo de pan para mitigar el hambre. Vive a unos 3.200 metros de altura y en ningún momento quisiera abandonar ese sitio que le ha proporcionado amistades, dicha y hasta sufrimientos; más para desventura él y sus hijos, como también para quienes lo quieren como el verdadero y fiel guía de los montañistas, esa vivienda no le pertenece, y por eso el Club Andino Venezolano ha luchado y seguirá luchando por darle algún día una pequeña y humilde casita en donde pueda pasar sus años de vejez, en recompensa y reconocimiento de los servicios prestados a todos los osados caminantes de la Sierra Nevada.
Jamás sus labios han pronunciado una palabra negativa a sus compañeros y no hemos visto en él la más mínima mueca de desagrado por alguna exigencia de cualquier excursionista; sea cual fuese la hora y la misión encomendada, allí está el insustituible Domingo para cumplirla, desde la busca de agua a altas de la noche bajo una temperatura casi inaguantable, hasta el cuido de enfermos, rescate y cualquiera otra exigencia la cumple única y exclusivamente  por su gran amor a la montaña y voluntad espontánea de ser útil.
En una ocasión, ya hace varios años, rodó glaciar abajo por las empinadas alturas de la Garganta “Wellis”, que le tuvieron en sus abismos y quisieron arrebatarle la vida, dejándolo aprisionado entre sus escalofriantes  y helados peñascos, pero por ventura no lograron su objetivo y así pudo Domingo salir ileso de esa prueba a que lo sometieron las hechiceras y endemoniadas cimas Andinas.
El destino quiso conservarlo para bien del deporte de andinismo y así continuará desafiando a la madre naturaleza para que condujera hasta tan inhóspitas regiones verdaderas legiones de jóvenes sedientos de aventuras y deseosos de deleitar su vista y su espíritu por los bellísimos y embrujadores paisajes que bordean nuestra Sierra.
En esta oportunidad que nos ofrece la revista de sus “queridos muchachos”, y ahora que la práctica del andinismo avanza a pasos agigantados, queremos hacer llegar hasta el “Maestro Domingo” nuestro más sincero testimonio de reconocimiento por sus incomparables méritos como guía y compañero inseparable, y al  mismo tiempo asegurarnos ante nuestros lectores nuestro formal empeño de continuar luchando por su bienestar y reposo en sus últimos años de vida.