viernes, 17 de julio de 2020

Jose´Luis Posdas-Borges

José Luis Posadas

1929 Nace el 10 de febrero en Villaviciosa, Asturias, España



2002 Muere el 25 de febrero en San Antonio de los Baños, La Habana, Cuba.

En la revista de cultura humanística “Casa de Fragua” No. 4 de agosto –octubre de 1998, editada en Tovar, estado Mérida, Venezuela, aparecen una serie de caricaturas de personajes de la vida latinoamericana y española como ilustración de los artículos que componen dicho número. Estas ilustraciones caricaturescas se deben a la plumilla de un dibujante asturiano-cubano del cual hemos hecho un pequeño bosquejo de su vida y obra en una ventana anterior de este mismo blog. Hemos querido hacer una serie de ventanas con las caricaturas allí plasmadas con un pequeño comentario o algo de su obra, sacado de sus libros o de la misma revista a la hemos hecho referencia.

SOY

Jorge Luis Borges

Soy el que sabe que no es menos vano
que el vano observador que en el espejo
de silencio y cristal sigue el reflejo
o el cuerpo (da lo mismo) del hermano.

Soy, tácitos amigos, el que sabe
que no hay otra venganza que el olvido
ni otro perdón. Un dios ha concedido
al odio humano esta curiosa llave.

Soy el que pese a tan ilustres modos
de errar, no ha descifrado el laberinto
singular y plural, arduo y distinto,

del tiempo, que es uno y es de todos.
Soy el que es nadie, el que no fue una espada
en la guerra. Soy eco, olvido, nada.

 


martes, 14 de julio de 2020

José Luis Posadas-Cubanos

José Luis Posadas

1929 Nace el 10 de febrero en Villaviciosa, Asturias, España

2002 Muere el 25 de febrero en San Antonio de los Baños, La Habana, Cuba.

En la revista de cultura humanística “Casa de la Fragua” No. 4 de agosto –octubre de 1998, editada en Tovar, estado Mérida, Venezuela, aparecen una serie de caricaturas de personajes de la vida latinoamericana y española como ilustración de los artículos que componen dicho número. Estas ilustraciones caricaturescas se deben a la plumilla de un dibujante asturiano-cubano José Luis Posadas, del cual hemos hecho un pequeño bosquejo de su vida y obra en una ventana anterior de este mismo blog. Hemos querido hacer una serie de ventanas con las caricaturas de los personajes allí plasmadas, con un pequeño comentario o algo de su obra, sacado de sus libros o de la misma revista a la hemos hecho referencia

Un poema de amor


NICOLAS GUILLEN

 

No sé. Lo ignoro.
Desconozco todo el tiempo que anduve
sin encontrarla nuevamente.
¿Tal vez un siglo? Acaso.
Acaso un poco menos: noventa y nueve años.
¿O un mes? Pudiera ser. En cualquier forma,
un tiempo enorme, enorme, enorme.

Al fin, como una rosa súbita,
repentina campánula temblando,
la noticia.
Saber de pronto
que iba a verla otra vez, que la tendría
cerca, tangible, real, como en los sueños.
¡Qué explosión contenida!
¡Qué trueno sordo
rodándome en las venas,
estallando allá arriba
bajo mi sangre, en una
nocturna tempestad!
¿Y el hallazgo, en seguida? ¿Y la manera
de saludarnos, de manera
que nadie comprendiera
que ésa es nuestra propia manera?
Un roce apenas, un contacto eléctrico,
un apretón conspirativo, una mirada,
un palpitar del corazón
gritando, aullando con silenciosa voz.

Después
(ya lo sabéis desde los quince años)
ese aletear de las palabras presas,
palabras de ojos bajos,
penitenciales,
entre testigos enemigos.
Todavía
un amor de «lo amo»,
de «usted», de «bien quisiera,
pero es imposible»... De «no podemos,
no, piénselo usted mejor»...
Es un amor así,
es un amor de abismo en primavera,
cortés, cordial, feliz, fatal.
La despedida, luego,
genérica,,
en el turbión de los amigos.
Verla partir y amarla como nunca;
seguirla con los ojos,
y ya sin ojos seguir viéndola lejos,
allá lejos, y aun seguirla
más lejos todavía,
hecha de noche,
de mordedura, beso, insomnio,
veneno, éxtasis, convulsión,
suspiro, sangre, muerte...
Hecha
de esa sustancia conocida
con que amasamos una estrella.

 

Octavio Paz

José Lezama Lima.


 

En el chisporreo del remolino
el guerrero japonés pregunta por su silencio,
le responden, en el descenso a los infiernos,
los huesos orinados con sangre
de la furiosa divinidad mexicana.
El mazapán con las franjas del presagio
se iguala con la placenta de la vaca sagrada.
El pabellón de la vacuidad oprime una brisa alta
y la convierte en un caracol sangriento.
En Río el carnaval tira de la soga
y aparecemos en la sala recién iluminada.
En la Isla de San Luis la conversación,
serpiente que penetra en el costado como la lanza,
hace visible las farolas de la ciudad tibetana
y llueve, como un árbol, en los oídos.
El murciélago trinitario,
extraño sosiego en la tau insular,
con su bigote lindo humeando.
Todo aquí y allí en acecho.
Es el ciervo que ve en las respuestas del río
a la sierpe, el deslizarse naturaleza
con escamas que convocan el ritmo inaugural.
Nombrar y hacer el nombre en la ceguera palpatoria.
La voz ordenando con la máscara a los reyes de Grecia,
la sangre que no se acostumbra a la tenaza nocturnal
y vuelve a la primigenia esfera en remolino.
El sacerdote, dormido en la terraza,
despierta en cada palabra que flecha
a la perdiz caída en su espejo de metal.
El movimiento de la palabra
en el instante del desprendimiento que comienza
a desfilar en la cantidad resistente,
en la posible ciudad creada
para los moradores increados, pero ya respirantes.
Las danzas llegaron con sus disfraces
al centro del bosque, pero ya el fuego
había desarraigado el horizonte.
La ciudad dormida evapora su lenguaje,
el incendio rodaba como agua
por los peldaños de los brazos.
La nueva ordenanza indescifrable
levantó la cabeza del náufrago que hablaba.
Sólo el incendio espejeaba
el tamaño silencioso del naufragio.

La danza del macizo de bambúes.


Alejo Carpentier

No estoy aquí para pensar. No debo pensar. Ante todo, sentir y ver. Y cuando de ver se pasa a mirar, se encienden raras luces y todo cobra una voz. Así, he descubierto, de pronto, en un segundo fulgurante, que existe una Danza de los Arboles. No son todos los que conocen el secreto de bailar en el viento. Pero los que poseen la gracia, organizan rondas de hojas ligeras, de ramas, de retoños, en torno a su propio tronco estremecido.

Y es todo un ritmo el que se crea en las frondas; ritmo ascendente e inquieto, con encrespamientos y retornos de olas, con blancas pausas, respiros, vencimientos, que se alborozan y son torbellino, de repente, en una música prodigiosa de lo verde. Nada hay más hermoso que la danza de un macizo de bambúes en la brisa. Ninguna coreografía humana tiene la euritmia de una rama que se dibuja sobre el cielo

Llego a preguntarme a veces si las formas superiores de la emoción estética no consistirán, simplemente, en un supremo entendimiento de lo creado. Un día, los hombres descubrirán un alfabeto en los ojos de las calcedonias, en los pardos terciopelos de la falena, y entonces se sabrá con asombro que cada caracol manchado era, desde siempre, un poema.”

 Alejo Carpentier, Los pasos perdidos, XXVIII

 

 

 

viernes, 10 de julio de 2020

José Luis Posadas

José Luis Posadas

1929 Nace el 10 de febrero en Villaviciosa, Asturias, España
2002 Muere el 25 de febrero en San Antonio de los Baños, La Habana, Cuba.
 
¿Contra quién pintas? ¿O dibujas?
Dibujo contra la violencia, la mediocridad, el esquematismo y los imbéciles.
¿Y a favor de qué?
De la vida.
Para ti, ¿qué es la vida?
No soy filósofo sino dibujante. Sólo sé que vivo y que la vida es un bonito regalo que me hicieron.
¿Ecologista?
Verde en el sentido como los duendes irlandeses… donde realmente uno retorna al bosque, retorna al musgo. Me gustaría ser un hombre hecho de musgo
Dibujante compulsivo, creador infatigable, Posada nos confronta con la humanidad contenida en su arte y su maestría indudable para delinear los signos que reflejan al hombre.
Empecé en el periódico La Tarde. Tenía dos opciones, o seguir en el garaje, del que era dueño y también empleado, o dedicarme al arte. Tenía que decidir entre ser garajista, que no me gustaba, o ser artista. Antes de entrar al garaje, yo quería estudiar pintura, había ido a Nueva York en 1952, al Art Students League, donde hice mis primeros contactos con una escuela de arte. Por cierto, que hace unos días vino una señora al Taller de Grabado, me la presentaron, yo no la reconocía y luego me enteré de que era la esposa de C. Adams, a quien admiro mucho. Ella conocía las técnicas, lo que me llamó la atención, pues no es usual que las mujeres entiendan específicamente de las técnicas del grabado; las comenzó a comparar y yo maravillado de que conociera el lenguaje de uno. Descubrí en la conversación que había estudiado en la Art Students League, conocido a un profesor que admiraba mucho, Hoffman, y a otro de referencia, de Niro, un extraordinario pintor que también conocí cuando mi visita a los Estados Unidos, y le dije que se parecía mucho al famoso actor de cine. Por cierto, que ella me dijo que aquel era su padre.
En realidad, yo nunca estudié arte, pero aquel fue mi primer contacto con el arte fuera de Cuba, aunque aquí lo seguía a través de exposiciones y revistas. Quedé fascinado con el arte neoyorquino. Solo después decidí llegar al dibujo y la caricatura, lo que me costó mucho trabajo, pues en los inicios era muy torpe. Me hice con mucho esfuerzo y ya tarde. Pero soy perseverante.
Otro Posada
PEDRO DE ORAÁ
Al observar los dibujos a la tinta, al carboncillo o al pastel de José Luis Posada, o los de sus litografías, en los cuales el tratamiento de la figura nunca ha obedecido a un código convencional de representación —el rancio naturalismo, digamos—, nos hemos preguntado muchas veces si su filiación pudiera ser la de la escuela surrealista: disociación del objeto de su contexto, deformación y fragmentación de cuerpos, simbiosis incongruente de especies, fusión de cosas y organismos, atmósfera onírica, en fin, perversión de la realidad e invención de lo inexistente e imposible, y sólo presenciable en el plano del subconsciente (el sueño fisiológico) o la imaginación (el sueño despierto), o en esos estados anómalos como el delirium tremens y la esquizofrenia, y por el insumo de alucinógenos. En fin, de cuentas, nada tiene que ver Posada con los surrealistas salvo en la mudanza a un ámbito imaginario de sus figuraciones, pero su lección de mundo es aquí y ahora, es la constancia de la comedia humana, es la mirada del sueño en la vigilia
Sus primeras colaboraciones para El Pitirre aparecen en el ejemplar de mar. 20, 1960, pp. 8 y 9. Constituyen la serie «Flores», un conjunto de caricaturas de humor blanco en el que se anuncian las peculiaridades gráficas de la primera etapa de Posada en el semanario. Su trazado es muy sintético y las figuras son gruesas y con largas narices. El fondo, como en otros pitirreros, está ausente. Este primer estilo, sin embargo, variará sustancialmente a lo largo de su permanencia en el semanario. Sus habilidades en el dibujo le permiten desenvolverse no solo con la pluma, sino también con el pincel y el carboncillo, y la inclusión de estos elementos hará que sus caricaturas ganen en complejidad gráfica. Ya para el segundo año del tabloide gran parte de su producción lo muestra como el más hábil dibujante del conjunto de caricaturistas. Combina hábilmente la mancha de tinta y la línea hecha a pluma o pincel, e imprime a sus imágenes un expresionismo grotesco en el que se anuncia el estilo que desarrollará posteriormente en El Sable (v. g. sept. 17, 1961, p. 2 y jun. 11, 1961, p. 16).
Sus habilidades plásticas Posada también las demuestra en el empleo del collage. Un ejemplo, logrado a partir del papel periódico, es la portada de abr. 10, 1960. Este número, al igual que los dos anteriores, se había dedicado especialmente a fustigar la prensa contrarrevolucionaria. Y si en el ejemplar de mar. 26, 1960, le correspondió a Sergio parodiar a Prensa Libre, dos semanas después Posada hizo lo mismo con el Diario de la Marina, al crear para la primera página un barco de papel. El detalle satírico está en la bandera en lo alto el barco, la cual luce una siquitrilla.
La serie «Huellas» (jun. 5, 1960, pp. 7-9) es el mejor ejemplo de empleo de huellas dactilares en las caricaturas de El Pitirre. Esta novedad, que en caricaturistas como Fresquito o Fornés no pasó de ser un recurso accesorio para representar el humo de una chimenea o las barbas de los rebeldes, en la serie de Posada aludida cobra papel protagónico dentro de la situación humorística. Así, por ejemplo, la mujer que exhibe sobre sus senos el estampado de dos manos (p. 7) o los ladrones que al abandonar el banco que acaban de robar, dejan en la fachada inmensos pulgares impresos como prueba inculpatoria (p. 8).
Otro recurso gráfico empleado por Posada es la contraposición de fondos blancos y negros. Como en Nuez, el uso de este elemento responde a intenciones semánticas (v. g. oct. 8, 1961, p. 11). Habría que añadir a todas estas novedades visuales la utilización del mismo procedimiento del test de Rorshach, que consiste en colocar una cantidad de tinta sobre una hoja de papel, doblarla y obtener así una imagen abstracta de simetría bilateral. Esta curiosidad la empleó para ilustrar uno de sus cuentos en El Pitirre (s. f., p. 14).
Aunque en entrevista con Agenor Martí declara que ha hecho poco humor blanco26, su producción dentro de este género en el semanario es bastante grande y de calidad sostenida. Inventa situaciones humorísticas muy originales, que siempre se resuelven exclusivamente a través de la imagen. Cuando más, el elemento verbal se reduce al título de la serie o la tira. En esta parte de su producción siempre recurrió a figuras que lo identificaron estilísticamente en el semanario: personitas gruesas y de nariz alargada, resueltas en pocos trazos. En ocasiones son caricaturas de una sola imagen (v. g. las series «El reloj de mi pueblo», may. 1, 1960, p. 14 y «La fuente de la placita», may. 8, 1960, p. 13). Pero es en las historietas pequeñas donde más se muestra su ingenio. En estas suele obviar el recuadro, o limitarse a separar los distintos momentos con una línea horizontal intersecada por varias verticales paralelas, a modo de tabiques. En las tiras cortas Posada desarrolla un humorismo en el que se funden la ingenuidad y el lirismo.
Si bien en el humor blanco su dibujo variará poco a lo largo de los dos años del semanario, en el humor político-social Posada constantemente pasará de un estilo a otro, siempre buscando mayor expresividad en las imágenes. Son varias las temáticas que abordará en este género. En el ámbito de asuntos locales destacan sus caricaturas de las movilizaciones militares de los sesenta. Son verdaderos apuntes en campaña realizados con una grafía muy sintética, que tienen como uno de sus méritos fundamentales la documentación in situ de aquellas épicas jornadas. Sin embargo, las situaciones que reseña en sus dibujos no son en esencia épicas. Más bien reflejan las escenas peculiares de estas movilizaciones: la fila de milicianos a rastras en la que sobresale el trasero de uno que no baja suficientemente el cuerpo, el miliciano que fuma su tabaco mientras los usuales picadores forman un círculo a su alrededor para aspirar el humo, etc. (feb. 5, 1961, pp. 6 y 7).
 En el plano de los asuntos internacionales el caricaturista abordó, al igual que Ardión, el tópico del peligro atómico y la necesidad del desarme (v. g. la serie «Átomos yanquis para la paz», jun. 11, 1961, p. 4).
José Luis Posada fue uno de los más destacados renovadores de la caricatura en Cuba. A su labor en El Pitirre habría que agregar sus colaboraciones posteriores en El Sable (del que llegó a ser director) y su trabajo como caricaturista personal e ilustrador en diversas publicaciones. Para entonces su estilo gráfico, marcadamente expresionista y con un uso más complicado de la línea, difiere de todos los que aparecieron en el suplemento de La Calle.


Textos tomados del libro de José Luis Posadas “Cabeza para pensar y corazón para sentir”. Grabado y dibujo humorístico.