domingo, 27 de noviembre de 2022

MEMORIAS DE AGUSTÍN CODAZZI CAPÍTULO II Parte III

 

MEMORIAS DE AGUSTÍN CODAZZI

Editadas en su original italiano por Mario Longhena y traducidas al castellano por Andrés Soriano Lleras y Fr. Alberto Lee López

CAPITULO II

Parte III



Del 14 de marzo de 1838 es un memorial suyo -escrito durante su segunda permanencia en Caicara- en el que narra los abusos de las autoridades venezolanas en la provincia de Río Negro. Y este memorial es una violenta requisitoria contra aquellas autoridades, tan olvidadas de todo sentido humano. Bastan unas pocas frases para dar una idea de la defensa que Codazzi hace de aquellas pobres gentes: "la opresión que reina aquí no tiene igual en el más remoto rincón de la república. Los indios son realmente esclavos, sin hallarse seguros en sus campos ni en sus habitaciones... Actos de tiranía son ejecutados por todas las autoridades., cerca de dos mil personas tienen que trabajar sin paga, sin descanso y sin fin, para unos quince egoístas". Y también la esclavitud tiene en él -como ya lo había tenido en Humboldt- un tenaz opositor: no podía aceptar que la diferencia de raza llevase consigo para unos un dominio innatural, para otros una sujeción contra la cual elevaban su 'protesta todos los hombres de bien. "En el tono de tales quejas se muestra un carácter que, aunque asociado a los nuevos movimientos políticos de Venezuela, se ha conservado puro y libre de la corrupción de los numerosos dirigentes políticos". Así concluye Schumacher (5) después de la alusión antiesclavista de Codazzi y no podía hacerse mayor alabanza de quien, aun en medio del desencadenarse de todas las pasiones, supo conservar aquella moderación de sentimientos que por naturaleza poseía y que las primeras luchas habían sabido desarrollar. A fines de 1838 la tarea de exploración, qué había sido bastante penosa, podía considerarse terminada. Entonces pudo, en el sosiego de su casa de Valencia, en medio de las alegrías familiares (en 1835 y 1837 le habían nacidos dos hijos, un varón y una hembra) dedicarse a trazar el mapa de las trece provincias venezolanas: el geógrafo, con la misma facilidad con que el hombre de armas había cedido el puesto al explorador, se cambió en cartógrafo, y supo manejar con maestría el pincel y la pluma como había manejado la espada: el único ayudante que tuvo en este delicado trabajo fue un calígrafo, Lino Aliaga. No era la primera vez que Codazzi se ponía a diseñar mapas: siete mapas acompañan al manuscrito de las "Memorias", todos los cuales el lector puede ver reproducidos en este volumen; pero no todos ellos se deben a su actividad exploradora; en gran parte fueron tomados de fuentes españolas y Codazzi sólo los había modificado en algunos detalles. En cambio, los mapas que ahora presentaba eran todos resultado de sus viajes, de sus mediciones, de sus levantamientos topográficos; eran, en una palabra, una obra nueva y completamente suya. Cada carta geográfica iba acompañada de cuadros estadísticos, que debían completar la visión física ofrecida por los mapas: cuadros que incluían numerosas noticias, preciosas para quien quisiera tener una idea precisa de cada provincia: la ubicación de cada cantón (subdivisión de la provincia), la altura y la temperatura media de la capital del cantón, así como su distancia de la capital de la provincia y de la capital de la República; además la comparación entre la parte ocupada por las aguas y la tierra firme, y la división de esta en llanos y selvas, en tierras bajas y altas, en terrenos cultivados y desiertos. También estaba indicada la población, total y por milla cuadrada, la idónea para las armas y la esclava; y por último se señalaban los productos que se daban en cada cantón y que eran a propósito para la exportación. "La tarea -así escribía Codazzi a Páez, que también en aquella ocasión ejercía la Presidencia de la República- que me confió el gobierno hace ocho años está ya completa; cada provincia de la república tiene su correspondiente mapa corográfico en grande escala; cada cual contiene un diseño claro de todos sus cantones, datos precisos sobre sus vías de agua, y multitud de importantes detalles geográficos, físicos y estadísticos". Pero esta obra, después de haber obtenido el parecer del Jefe de ingenieros de Caracas, Juan Miguel [sic] Cajigal -parecer que es un elevado elogio para Codazzi- sirvió para empapelar las paredes de la oficina del Secretario del Interior, lo que ciertamente no podía halagar mucho a su autor, el cual esperaba mejor utilización de su trabajo. En efecto, éste, que puede parecer solamente un trabajo de carácter técnico, tenía un alto valor patriótico y nacional. La primera representación cartográfica de un país que hace poco ha alcanzado su independencia es la más noble afirmación de su individualidad, es su imagen simbólica que va por el mundo y es recibida como unidad' espiritual y de voluntad. Y este concepto bastante simple, esta reflexión casi obvia, no se hizo inmediatamente, ni se le ocurrió en seguida a los hombres que estaban al frente del gobierno de Venezuela; pero no mucho después, sin que interviniera Codazzi, espíritu demasiado elevado para plegarse a un acto que pudiera parecer humillación, el valor real de la obra apareció claro aún para aquellos hombres, quizá asaltados por problemas no menos graves y urgentes, y el 18 de abril de 1839 el Congreso determinó que él -Codazzi- pudiera imprimir los mapas a su costo. Pero una impresión de aquellos mapas, ya coleccionados en un atlas, ya para murales, presuponía una revisión de los que había pintado, fruto de viajes y medidas tomadas por él, y debía seguir a una completa reseña de toda la literatura precedente. Aunque no era fácil recoger este material, sin embargo a Codazzi, a quien no faltaban ni la tenacidad, ni la habilidad para seguir todos los caminos con tal de llegar a la meta, le fue posible en poco tiempo proveerse de los mapas que había trazado Humboldt -especialmente de los mapas del Orinoco y de sus afluentes-; además pidió al Gobierno de Colombia, que estaba en manos de viejos amigos suyos, y obtuvo, el mapa de Roulin y el atlas de la antigua Colombia, que había sido publicado en París en 1827 bajo el nombre de Restrepo, y que contenía los mapas de los doce antiguos departamentos, obra que no carecía de valor aunque no estaba fundada en bases científicas. Superada esta dificultad, he aquí que surge otra mayor y menos fácil de resolver; dificultad que había sido prevista por Codazzi y que superó con aquella habilidad que tienen todos los hombres no comunes ante lo que arredra a los inferiores. ¿Qué límites debía tener la República venezolana? Los límites no estaban trazados sobre el terreno, aunque fuese vivo el deseo de llegar a esta determinación de límites: pero había -y era conocida- la línea que separaba las varias regiones cuando sobre todas ellas dominaba España, y dentro de esta línea divisoria habían surgido los diversos Estados, como si la considerasen definitiva. Es verdad que más tarde estos -y los celos y las ambiciones habían surgido desde el principio, aunque no hubiesen tenido la posibilidad de colocarse sobre un terreno concreto de disensión- discutirán esta línea de límites y aun tomarán las armas, defendiendo cada uno el territorio sobre el cual creía tener derecho seguro; pero por el momento podía Codazzi atenerse a esa línea, modificándola, según lo considerara necesario conforme a razones de naturaleza geográfica. En tal forma Codazzi fue una especie de solucionador de cuestiones de límites antes de que el tiempo y la pasión las tornasen agudas y peligrosas; y esto debe decirse sobre todo de los límites entre Venezuela y la Nueva Granada, las cuales habían concluido ya un acuerdo de fijación de límites el 14 de diciembre de 1833, pero la línea determinada por los dos plenipotenciarios -Santos Michelena y Lino de Pombo- tenía en cada uno de los dos países partidarios y opositores. Ahora bien, Codazzi, partiendo del Cabo Chichibacoa, en el mar Caribe, y cortando la península de la Guajira, dejaba a Venezuela las cadenas montañosas y los cursos de agua más importantes hasta un punto en el cual el 5°paralelo corta el río Arauca: por último, una línea imaginaria se dirigía hacia el sur hasta el nacimiento del río Memachi; aquí principiaba el dominio del Brasil. Para el resto, o acogió los límites que atribuían a Venezuela los mapas de Humboldt, límites no imaginarios, sino basados en investigaciones realizadas en los archivos de Madrid, o acomodó a sus conclusiones, las que no siempre fueron a favor de Venezuela, los datos de 1810, esto es los límites que dividían a las diversas regiones sujetas a España.



Tampoco en las cifras relativas a la población aceptó números sin discutirlos, sin someterlos a la crítica: no había cifras que fueran resultado de censos que abarcaran toda la república: en 1836 se había presentado a la Asamblea Legislativa el censo de nueve provincias; y en 1839 se daba como población de Venezuela una cifra que se refería a 1834 (887.168 habitantes): Codazzi la amplió un poco, teniendo en cuenta la rata de aumento y fijó en 945.348 los habitantes de la tierra que describía. Quedaba por último una cuestión de no desdeñable importancia; la cuestión financiera, y si no se resolvía esta, no hubiera podido Codazzi ver impresa su obra. Se pensó -y fue Páez quien sugirió este medio- en acumular sobre Codazzi varias comisiones, y así fue nombrado primer Rector de la sección de matemáticas de la Escuela Militar de Caracas, luego profesor de táctica de artillería, y por último director de todas las organizaciones militares de la Provincia de Caracas. Pero a pesar de tantos cargos no tenía Codazzi la posibilidad de hacer frente a tan elevados gastos, por lo que pidió ayuda al Congreso, el cual la concedió: 10.000.00 pesos fueron decretados para la impresión de la Geografía de Venezuela, pero tal suma debería ser garantizada por un fiador, para el caso de que cualquier circunstancia impidiera a Codazzi realizar su obra. Y hasta se encontró un fiador: Martín Tobar y Ponte, de noble y rica familia, quien habla perdido no pocas propiedades por mantener fidelidad a la pureza de sus sentimientos y quien en la lucha contra España había visto a muchos de su familia caer en los campos de batalla, aseguró el buen éxito de la empresa: generosamente hizo de fiador de Codazzi, seguro de que este llevaría a término su trabajo. Y cuando inmediatamente después el plan de la obra se amplió y Codazzi aceptó agregarle datos históricos -de la historia remota y reciente- referentes a Venezuela, datos que habrían de facilitarle Rafael María Baralt y Ramón Díaz, también entonces Tobar declaró que respondería por el aumento de los gastos de impresión y en esta garantía tuvo por socio a otro venezolano, Juan Bautista Dallacosta. Y el Congreso no fue menos generoso que los amigos de Codazzi, porque no tuvo dificultad en conceder una prórroga del tiempo señalado para la impresión. El 11 de julio de 1840 Codazzi con su esposa dejaba a Venezuela para dirigirse a Europa. En París, donde ya Humboldt había impreso su obra, pensaba Codazzi que encontraría los medios más aptos para traducir en realidad tipográfica su trabajo y los mapas que lo acompañaban. No viajaban solos los Codazzi: los acompañaban Baralt y Díaz, a quienes se había confiado el encargo de escribir la historia de la república y quienes debían facilitar al geógrafo los datos históricos que necesitaba. Ellos empezaron inmediatamente a redactar los capítulos de la Historia de Venezuela, mientras Codazzi sometía sus manuscritos al juicio de los hombres más ilustres de la capital francesa.

(4) Op. cit., p. 98, 117. (5) Op. cit., p. 301.

sábado, 12 de noviembre de 2022

MEMORIAS DE AGUSTÍN CODAZZI CAPITULO II Parte II

 

MEMORIAS DE AGUSTÍN CODAZZI

Editadas en su original italiano por Mario Longhena y traducidas al castellano por Andrés Soriano Lleras y Fr. Alberto Lee López

CAPITULO II

Parte II

Pero aun antes de su nombramiento como Jefe de Estado Mayor había ya recorrido y medido una de las cuatro provincias del norte, llamada Coro, y había diseñado el mapa de toda la gran región hidrográfica del golfo de Venezuela, de modo que le faltaban otras nueve provincias, entre ellas la de la Margarita, donde bien poco tenía que hacer, ya que era excelente el mapa del golfo de Venezuela en el cual surgía tal isla, y la de la Guayana, impenetrable en parte y habitada por pueblos salvajes que impedían toda exploración. La muerte de Bolívar, ocurrida el 17 de diciembre de 1830, 1e pareció a Codazzi que habría de marcar el fin de todas las agitaciones; por el contrario, la política del gobierno de Páez, empeñada en debilitar la casta militar, constituía un peligro continuo, tendiente a separar la Iglesia del Estado y a suprimir la esclavitud, provocando con ello en la vida económica 'y financiera no pocas perturbaciones y no podía menos de crear dificultades a Codazzi, quien necesitaba trabajar en tierras totalmente tranquilas y en medio de poblaciones que no estuvieran agitadas por ninguna convulsión. Por esto tuvo Codazzi que tomar parte en tres campañas, una contra Julián Infante y Vicente Parejo, dos "inquietos Jefes de guerrillas" habitantes de las "llanuras" del Apure y del Arauca, dos "libertadores" que despreciaban toda forma de libertad; una segunda en la provincia de Mérida, para proteger a la República de Venezuela de las molestias de la república hermana de la Nueva Granada o Colombia; y una tercera contra uno de los generales más famosos del tiempo de Bolívar, José Tadeo Monagas, quien trató, inclusive, de arrastrar a Codazzi a un acto de traición y encontró en el general italiano una oposición sincera y enérgica. Pero durante la segunda campaña, aprovechándose del hecho de que era italiano y de que, por consiguiente, como tal, no podía suscitar entre la población ninguna sospecha, pudo explorar tierras del interior y llegar hasta la hoya del Apure, más allá de la cadena andina. Fue el 2 de enero de 1832 cuando volvió Codazzi a empezar a tomar medidas sistemáticamente, y fue primero la ciudad de Caracas, declarada capital de la república desde el 30 de mayo de 1830, y después las provincias, las que fueron objeto de sus mediciones y de sus atentas exploraciones. Durante su permanencia en Caracas, además de Páez y de José María Vargas, además de varios alemanes que constituían una colonia rica y próspera, contrajo buena amistad con un hombre que, como él, se ocupaba en dar lustre con sus escritos a la nueva república y había recogido, en una biblioteca por él fundada, material estadístico e histórico que Codazzi utilizó ampliamente: Feliciano Montenegro de Colón (3). Durante todo el año de 1832 trabajó en esta provincia y a principios del año siguiente, habiéndose trasladado a Valencia, se dedicó a medir la provincia de Coro, donde ya había trabajado no poco, y la de Barquisimeto, y esto para relacionar mejor lo que había hecho con lo que le quedaba por hacer; y habiendo terminado el trabajo en ellas, sin siquiera cambiar el lugar a donde iba a reposar y a recrearse después de las fatigas, inicia la exploración de las provincias de Barinas y de Cumaná. El año de 1833 estaba por terminar, y el trabajo no estaba todavía concluido, y no por culpa de Codazzi que no se había dado un minuto de reposo, sino por las circunstancias desfavorables de aquellos años, así que la prórroga solicitada fue fácilmente concedida; y Codazzi como para dar una prueba de su agradecimiento por esa concesión, comenzó la exploración del delta del Orinoco, lo que ocurría a principios de 1834, poco después de su matrimonio (24 de abril) con una señorita de la provincia de Cumaná, Araceli Fernández de la Hoz, de noble familia española. No fue fácil para Codazzi la empresa del Orinoco; debía determinar bien las numerosas ramificaciones del río y establecer las comunicaciones entre unas y otras y, para hacer esto, debía remontarías una a una en barcas pequeñas y en piraguas que no siempre eran capaces de resistir a la violencia de las aguas. De modo que en esta empresa de exploración y en disponer sobre un mapa todo el material recogido transcurrió todo el año de 1834, por lo que se vio obligado a dirigirse a Caracas para conseguir una nueva prórroga. Pero el año de 1835 acarreó a la desgraciada república, que no había podido disfrutar de paz, un nuevo golpe que, al mismo tiempo que renovaba las convulsiones del pasado, obligaba a Codazzi a una nueva tregua en su trabajo y le constreñía a volver a asumir su puesto de Jefe de Estado Mayor. Páez, cansado y deseoso de regresar a la tranquilidad de la Vida privada, dejaba su puesto de Presidente de la República, y hacia todo lo posible para que le sucediera Vargas, un hombre que tenía cualidades diametralmente opuestas a las de Páez. De indiscutible competencia, sin los lauros guerreros que circundaban la frente de Páez, residente siempre en el exterior, dedicado a los estudios mientras en su país se combatía por la independencia, era el tipo clásico del Presidente civil de uña república, el más indicado para subir al poder en el momento en que, hallándose esta en estado de tranquilidad, era necesario que a la espada invicta la reemplazara la sabia competencia y la habilidad pacífica. Vargas aceptó, no muy de su agrado, quizá porque veía que estaba todavía lejano el surgir de un alba serena: y sus presagios no eran infundados: poco después de su elección estallaron en más de un lugar, como reacción del elemento militar que no quería oír hablar de su desaparición del campo político de la República, desórdenes públicos que durante casi un trienio hicieron difícil la vida de Venezuela. Vargas concedió naturalmente a Codazzi cuanto pedía, de manera que este pudo ponerse a trabajar y comenzar a reunir en un gran mapa todo lo que había recogido en sus Varias exploraciones, y que tenía dibujado en mapas parciales. Era una labor de conjunto la que iniciaba y que podía dar la sensación completa de la cantidad de viajes, exploraciones y dificultades superadas. Pero he aquí que de improviso surgen nuevos desórdenes provocados en Caracas por el partido militar, que se había puesto de acuerdo con los descontentos de otras provincias, especialmente de las de Maracaibo y Cumaná; en Caracas todas las autoridades fueron destituidas y a Vargas se le reemplazó por un jefe militar. Para salvar a Venezuela un grupo de hombres de los más influyentes de la República -y entre ellos estaba también Codazzi-, persuadidos de que cualquier otra forma de. organización política sería fatal, se presentaron a Páez y le indujeron a defender la constitución. Páez consintió en poner su espada al servicio de esta. Pero no fue larga su permanencia bajo las armas; nombrado Comandante en Jefe el 14 de julio de 1835, se retiró del mando el 21 de marzo del año siguiente. Durante este tiempo Codazzi estuvo siempre al lado de Páez en calidad de Jefe, de Estado Mayor, y tomó parte en la batalla de Guaparo, recuperó a Maracaibo y dirigió, hasta la capitulación, el sitio de Puerto Cabello. 



Inmediatamente después se dirigió rápidamente hacia los llanos del Apure para someter allí a los rebeldes capitaneados por Francisco Farfán y, al terminar la campaña, recibió de Vargas, que había retornado al poder, el título de "Coronel de Ingenieros" (22 de marzo de 1836). Pero la revuelta militar que parecía extinguida tuvo nuevos chispazos de reanudación: Farfán, seguido por el partido militar, intentó un nuevo desquite, de manera que Codazzi se vio obligado a hacer de consejero del General Muñoz, escogido como jefe contra el rebelde, y también en esta campaña participó en el hecho de armas de García, en el cual Farfán fue derrotado; un indulto clausuró esta renovación de las hostilidades. Pero no pudo volver inmediatamente al trabajo: primero el encargo que le confió el Gobierno de la demolición de los fuertes que, más que defensas, eran peligro continuo para la República; después una nueva campaña contra el mismo Farfán, no ya sobre las riberas del Apure, sino más lejos, a lo largo de los llanos del Orinoco. Sobre el primero tenemos el testimonio del mismo Codazzi, que justifica la destrucción de los fuertes esbozando en rápida síntesis la situación de aquel momento en Venezuela; "en 1835 nuestros fuertes abrigaban tropas que ofrecían resistencia al Gobierno de la República; sin embargo, el pueblo triunfó. Todos los puntos fortificados se hallaban en manos del enemigo; el ejército y la marina estaban a su servicio; poseía recursos y fondos públicos, depósitos y armamento; al principio tuvo en sus manos todo el poder; pero finalmente fracasó. Ciertamente corrió sangre; pero contra el sentimiento público, contra la voluntad del pueblo, ninguno podía valer. Entonces Páez, oportunamente nombrado Comandante en Jefe, restableció el estado de cosas, de acuerdo con la Constitución, salvó el país de la anarquía, y demostró que el gobierno no necesita de fortalezas para sostenerse en caso necesario". Así que Codazzi dirigió en persona la demolición de dos fuertes que él mismo había hecho levantar algunos años antes, el de Puerto Cabello y el de Maracaibo. No se había terminado todavía la demolición de los fuertes cuando la guerra reclamó nuevamente a Codazzi: una nueva rebelión de Farfán, en los llanos del Orinoco, obligó a una campaña aún más áspera y difícil que las precedentes. Se ha hecho célebre, en esta campaña, una marcha realizada por Codazzi en tres días desde Valencia a San Fernando de Apure -lugar que si hubiese ocupado el enemigo le habría protegido enormemente- y tal marcha permitió a Codazzi llegar a la población antes de este, poderse defender hasta la llegada de las tropas de Páez y hacer de la batalla de San Juan de Payara una óptima victoria. "León de Payara" fue llamado en adelante, junto con Páez, pero tal denominación -dice Manrique- (4) nunca quiso que le fuera aplicada, porque las victorias en las guerras civiles no hacen jamás grandes a los que las obtienen. Sin embargo, no fueron inútiles, con relación a la obra que estaba cumpliendo, las expediciones que hizo a los llanos de Apure y del Orinoco, pues adquirió no poco conocimiento de tales regiones, de manera que cuando le fue posible recorrer el Orinoco para completar su mensura, tenía ya una idea bastante cercana a la realidad de aquella grandiosa llanura, por lo que le fue más fácil levantar el plano y pudo hacerlo con más precisión. Schumacher dice que el libro de Humboldt, con sus descripciones del grandioso río, le sirvió de compañero a Codazzi en esa exploración y le ayudó mucho para interpretar mejor la vida tropical. Del 3 de noviembre de 1837 a marzo de 1838, tomando como centro esta o aquella población, recorrió el río principal y sus afluentes, anotando, midiendo y sobre todo gozando de aquella vida grandiosa llena de silencio y de misteriosa belleza. Si los llanos del Orinoco y de sus afluentes impresionaron su ánimo con su solemnidad y lo atrajeron, conquistando toda 'su admiración, no menor atención le merecieron las condiciones de los indígenas. En ellos se ocupó con no menos fervor que en la geografía del Orinoco. Y no podía ser de otra manera. Su alma, elevada y noble, no alcanzaba a concebir que estos hombres, (¿no había él mismo combatido en los años juveniles también por estos pobres habitantes del amplio valle?) estuvieran a merced del capricho y de la perfidia de los gobernadores y de sus empleados.



(3)Su historia de la Revolución de Venezuela era un libro que Codazzi consideraba importantito

viernes, 28 de octubre de 2022

MEMORIAS DE AGUSTÍN CODAZZI

 

MEMORIAS DE AGUSTÍN CODAZZI

Editadas en su original italiano por Mario Longhena y traducidas al castellano por Andrés Soriano Lleras y Fr. Alberto Lee López

CAPITULO II

Parte I

Regresa a América - 24 de mayo de 1826 - Comandante de artillería - Jefe de Estado Mayor - Se ocupa en la geografía estadística y en el Atlas de Venezuela - A París. 1826-1841

 Hessel Gerritsz (1581-1632), Terra Firma item Nuevo Reyno de Granada atque Popayan, Leiden, 1625-30. Archivo General de la Nación, Bogotá, Colombia, Sección Mapas y Planos, Mapoteca 4, REF.X-63
Hacía cuatro años que estaba ausente de Venezuela, y estos años, como los anteriores, no habían sido escasos de acontecimientos notables para la ahora constituida República. Al General Morillo, mandado de España en 1815, había sucedido Latorre y a éste Morales, el cual, mientras Bolívar actuaba en el Ecuador y el Perú, tuvo algún pequeño éxito, rápidamente anulado por la habilidad de Páez en tierra y de Padilla por mar. La caída de Puerto Cabello (8 de noviembre de 1823), último puerto ocupado por España, dejó libre a todo Venezuela. Colombia o la Nueva Granada, desde 1821 tenía una Constitución unitaria y desde noviembre del mismo año tenía como Presidente a Bolívar, quien en 1822, había librado por medio de Sucre al Ecuador, inducía a este a unirse a Venezuela y a la Nueva Granada: estos tres países por algún tiempo tomaron el nombre de Colombia. En 1823 y 1824 Bolívar, dominadas las discordias internas y vencidos los españoles en Junín, entra a Quito. La batalla de Ayacucho ganada por Sucre -batalla llamada el Waterloo de España- el 9 de diciembre de 1824, agregaba también el Alto Perú -la actual Bolivia-; de modo que Bolívar podía también proclamarse Presidente de ella. En 1826 caía el Puerto de Callao y terminaba completamente la guerra de independencia. Tres grandes naciones, Colombia, que más tarde se dividirá en las tres Repúblicas del Ecuador, Nueva Granada o Colombia y Venezuela, el Perú y Bolivia estaban bajo el mando del mismo hombre, de Bolívar, a quien se le había dado el título de Libertador, a quien se dirigían todas las alabanzas, comparándolo con Jorge Washington y con los mayores libertadores de los pueblos. Pero Bolívar ambicionaba más: aspiraba a que también Chile y el Estado de Buenos Aires adhirieran al nuevo Estado; soñaba con una gran federación de Estados que tuviera en Panamá su Congreso, el cual debía regular la vida de la misma en los momentos más graves; soñaba en algo que ni siquiera hoy es realidad y que quizá nunca podrá llegar a serlo, porque los intereses de todos estos grandes Estados de la América Meridional no concuerdan y por consiguiente su política se manifiesta diversa y opuesta. Sin embargo, él trató de reunir en Panamá una asamblea de los diversos Estados: convocados en 1824 sólo en el 26 pudieron reunirse en Panamá, pero sólo 4 Estados se hicieron presentes allí: el sueño del gran Libertador se demostraba irrealizable. En este punto se encontraban las cosas, cuando el 24 de mayo de 1826 arribó Codazzi: esperaba poder emplearse inmediatamente, pero esto no era fácil. Cartagena se había convertido en una ciudad de activo comercio y por consiguiente inadecuada para proporcionarle una ocupación que correspondiera a sus capacidades. El Almirante de Clemente, Ministro de Marina, y ya conocido suyo, lo persuade que lo acompañe a Bogotá, pero tampoco allí obtienen del Vicepresidente Santander ni seguridad ni aliento para sus esperanzas: las semanas, -dice Manrique, el traductor de Schumacher- pasaban "entre arreglos, promesas y halagüeñas palabras". Pero una casualidad, un hecho imprevisto, el regreso de Bolívar y su encuentro con Santander y con de Clemente, en cuyo séquito estaba Codazzi, le hace recobrar la esperanza. Bolívar, a solicitud de Clemente, lo hace colocar entre los oficiales 7 extranjeros. Su buena estrella está para surgir: y quizá la estimación que todavía le tenían las personas que algunos años antes lo habían visto en acción, les habían impulsado a expresarse honrosamente de él con Bolívar. También en esta ocasión, como en la anterior, Codazzi se ve con Bolívar: en el primer encuentro era un libre combatiente que, en: el séquito de Aury, su jefe, se acercaba al hombre más famoso de aquella tierra; ahora es aquel que, más rico en experiencia, solicita un empleo: pero él es consciente de su valer: sabe que, si es aceptado, llegará a algo, y quizá tiene en mente el plan que las circunstancias favorecerán y que los hombres obstaculizarán acá y allá. Más tarde, veinte años después, recordando este encuentro, exclamará: "Nunca podré olvidar la impresión que me causó aquel espectáculo". Circunstancias favorables ayudan desde el principio a Codazzi; es más, lo conducen a la actividad que quizá él soñaba. La ausencia de Bolívar por razones de guerra había favorecido en Venezuela el nacimiento de discordias provocadas, ya por sus subalternos quienes ahora no aceptaban de buen grado su autoridad un poco severa, ya por la persistencia aquí y allá de pequeños focos monárquicos a los que España, constreñida ahora a la guerrilla corsaria que algunos años atrás era practicada por los "Insurgentes", proveía continuamente de auxilios y armas. 

 Joaquín Francisco Fidalgo, Quarta hoja que comprende las Costas de la provincia del Cartagena, Golfo del Darien y Provincia de Portovelo, con el Golfo de Panamá y Archipielago de las Perlas, Madrid Dirección de Hidrografía, 1817, 41 x 88 cm. Facilitado por: Casa Tierra Firme / Bolívar Old Prints

Fácilmente pudo Bolívar impedir la guerra civil, pero tuvo que atender a la fortificación de las costas. La Provincia del Zulia era la más expuesta a un posible desembarco de tropas españolas y Maracaibo, donde vivían gentes variadas en mezcolanza de dudosa tranquilidad, era la ciudad que podía ser rápidamente ocupada. El General José María Carreño fue nombrado Jefe de esta Provincia indefensa; Codazzi fue agregado como Jefe de Artillería. En el nombramiento quedó incluido el reconocimiento del servicio prestado precedentemente por Codazzi, y hasta los años de ausencia se le consideraron como licencia. No hubiera podido obtener mejores condiciones: era el 10 de enero de 1827. En aquella ocasión se le dio además una condecoración, la dé la orden de los Libertadores, que le permitió ser admitido en el estrecho círculo de personas que quizá disimulaba bajo un manto patriótico "el creciente militarismo". Habiendo tomado posesión del cargo Codazzi vio, como hombre práctico de los lugares y experto de la guerra que se combatía en aquellas tierras, que para defender a la capital de Maracaibo era necesario fortificarla por la parte de tierra, esto es hacia la península de la Guajira, por donde más fácilmente podía venir un ataque de parte de los enemigos de la nueva república. La orden para tal labor le fue dada el 15 de febrero de 1828, y en seguida puso manos a la obra, explorando primero la isla de San Carlos que surge en el golfo de Maracaibo toda cubierta de extensos bosques de mangle (1) y después el río Socuy que desemboca cerca y está formado por otros varios cursos de agua y forma numerosas lagunas cerca de la desembocadura. En una pequeña barca cañonera Codazzi recorrió toda aquella zona, de tierras atravesadas por aguas corrientes u ocupadas 'por aguas estancadas, unas veces pedregosas y desnudas, otras cubiertas de una vegetación maravillosa; y el fruto de sus exploraciones fueron mapas detallados en los que no sólo aparecía la maraña de los ríos y el entrelazamiento de las diversas vías acuáticas, sino que se veían los senderos trazados por los indios y los lugares que podían servir de sitio de ataque (2). Desde este momento se puede decir que toma forma precisa una actividad que ya varias veces se había manifestado en él, pero que no había todavía determinado la dirección de su vida. Aquí, en la exploración de la pequeña zona y en su representación simbólica, se afirma la inclinación de Codazzi a ser geógrafo y cartógrafo. Una segunda ocasión, que le proporciona el modo de darse a conocer como hábil para explorar tierras ignotas y para representarlas, se le ofreció en seguida, en cuanto regresa a la vida monótona de Maracaibo, porque a principios de 1829 el General Justo Briceño, sucesor de Carreño, le confía el encargo de trazar un mapa del departamento o "cantón" del Zulia. Esta región comprendía entonces las tierras ribereñas de la laguna de Maracaibo, cruzadas por el río Zulia, hasta los lejanos confines de la Nueva Granada y las nevadas crestas de las montañas de Mérida. Y Codazzi empezó por levantar el plano del estrecho que unía el golfo con las aguas dulces de la laguna; después pasó a medir cuidadosamente los ríos que desembocan en ella y las tierras que ellos separan hasta las montañas nevadas de las cuales descienden. Las regiones de Trujillo y de Mérida, en su parte montañosa, fueron visitadas por Codazzi, y dos lugares casi olvidados por el hombre, San Carlos, en el Escalante y la Sierra de Perijá, en la Guajira, fueron exactamente descritos por él. Del pequeño trazado de una región pasaba a una vasta tierra más rica en variedades físicas, y del pequeño mapa a la carta geográfica; y ponía igual exactitud y el mismo cuidado en ambas representaciones cartográficas. Mientras Codazzi se dedicaba a estos trabajos el mundo político cambiaba en torno suyo. Bolívar, a quien él, al salir de Maracaibo, habla dejado dominando en la ciudad, al regresar, se hallaba rodeado de tanta hostilidad que se consideraba próxima su caída. No sólo había rodado por tierra el sueño mayor del Libertador, sino que la realidad, mucho menor, por cierto, que él había construido, el Estado Andino, estaba disolviéndose. Bolivia había destituido desde mayo de 1828 a Bolívar y a Sucre del poder que tenían; y ahora le tocaba a Venezuela, la cual, bajo José Antonio Páez, se sublevaba (1829) y declaraba que quería separarse de Colombia. Más tarde -mayo de 1830- también las provincias del sur se reunirán en la república del Ecuador; de modo que Bolívar, ya enfermo y cansado, asistía, impotente para frenar el movimiento de disolución, al derrumbarse de su obra. ¿Cuál fue la conducta de Codazzi frente a los nuevos acontecimientos? Sus biógrafos dicen que seguía estas convulsiones de la vida pública americana "sin apasionamiento, pero con atención" porque, en el fondo, de ellas dependía todo su porvenir. Ahora bien, sin duda esta interpretación que los biógrafos dan del modo de comportarse Codazzi frente a los hechos no indiferentes que desfilaban ante su mente atenta, no es muy honrosa para él, porque nos lo representa como un hombre preocupado sólo de sí mismo y que no juzga los hechos sino en relación con la utilidad o el daño que le puedan acarrear. Ciertamente Codazzi tuvo admiración por Bolívar (nos lo dice en sus "Memorias"), pero no quiso ocultarse a sí mismo los graves defectos que pudo sorprender en él desde el primer contacto. Quizá su admiración creció durante la permanencia en Italia, pero al regresar a América -comenzaba entonces la decadencia de Bolívar- Codazzi pudo ver los errores cometidos, pudo escuchar las críticas, pudo comprobar las consecuencias funestas de su política dictatorial y centralizadora. Además, en su alma habituada a las luchas por la libertad, no podía durar mucho el sentimiento de admiración hacia quien, después de haber ayudado a los pueblos a sacudir el yugo, los tenía bajo un yugo igual y, después de haber convocado los pueblos a la libertad, les negaba la libertad alcanzada. Entre los varios Estados que, habiendo formado parte de la República de Colombia y cansados de la dictadura de Bolívar, querían darse un régimen normal, y Bolívar, que creía que los países que había juntado en uno y a los cuales había prometido una vida libre todavía no estaban maduros para un autogobierno, Codazzi no dudó, escogió a los primeros y, puesto que estaba en un departamento que pertenecía por tradición histórica a Venezuela, apenas se reunieron los representantes de las diversas provincias, entre ellos los de Maracaibo, en Valencia, para establecer el gobierno, se trasladó a la capital de Venezuela y presentó su obra cartográfica del departamento del Zulia, a la que acompañaba, dice Schumacher, una viva descripción de aquella tierra y de sus riquezas.  Naturalmente el "cuento atractivo" de Codazzi agradó al individuo a quien estaban confiados los destinos de Venezuela, a Páez, naturaleza inculta y fuerte, tenaz y sensible a todo lo que fuese ciencia y pericia; los mapas fueron presentados por Páez al Congreso y, con los mapas, la propuesta de levantar de la misma manera el mapa de toda la superficie de la nueva república. El 29 de septiembre de 1830 Codazzi fue nombrado Jefe de Estado Mayor de Venezuela y poco después el Congreso, al declarar que "el levantamiento de planos, formación de itinerarios y cuadros estadísticos del Estado es una empresa de la primera importancia para Venezuela, cuyos útiles efectos serian trascendentales a la mejor dirección de las operaciones militares, al conocimiento de los límites de las provincias, a la exactitud en el establecimiento de las contribuciones y el fomento de la agricultura, porque facilita la apertura y mejora de los caminos, el desagüe de los lagos y pantanos, y la limpieza y navegación de los ríos", encarga a Codazzi de realizar tal obra. No fueron generosas las condiciones ofrecidas por el gobierno venezolano a Codazzi, pero este, ante la posibilidad de emprender una serie de estudios de gran interés, lo olvidó todo y aceptó la modesta retribución; en el término de tres años debía terminar todo el trabajo de medición.

(1)En español es "mangle": creo que se trate del árbol llamado mango, que crece también en las Antillas.[El mangle y el mango son dos árboles distintos. Nota del traductor ].

 (2)La situación se había invertido: diez años antes eran las naves de la marina libre, que combatía a favor de los insurgentes, las que amenazaban las costas venezolanas del mar de las Antillas; ahora son las naves españolas las que hacen de naves corsarias y asaltan y se apoderan, o tratan de apoderarse, de los puertos y de la ciudad. Por esta época se destaca un marinero español, natural de Cádiz, Angel Laborde (1772-1884), como afortunado combatiente en Puerto Cabello después de 1820 y en los años siguientes

Mapas tomadas de:Ensamblando la nación Cartografía y política en la historia de Colombia
Universidad de los Andes


miércoles, 12 de octubre de 2022

TOVAR, CAPITAL CULTURAL DE VENEZUELA

 

TOVAR, CAPITAL CULTURAL DE VENEZUELA



Rafael Gallegos

octubre 08, 2022    

Uno de los problemas fundamentales de la Venezuela que padecemos, es la falta de cultura asertiva. Ignoramos quien fue, por ejemplo, José Rafael Pocaterra, y Don Rómulo Gallegos va quedando como una avenida en el este de Caracas. De nuestra historia ni hablar, la hemos hecho mitológica y mesiánica.

El petróleo nos ha traído cosas positivas; pero ha aflorado en los venezolanos la mentalidad facilista y la desconexión entre el éxito y el trabajo.  No es exagerado afirmar que, por décadas, los venezolanos nos sentábamos a esperar el estornudo de algún príncipe árabe, que redundara en altos precios del petróleo.

Hemos formado una cultura dependiente de los precios del petróleo, alejada del ciclo: - aprender, producir, exportar, ganar dinero, aprender-, reforzada por una moneda dura que hacía más fácil importar que producir. Uslar Pietri, observando el fenómeno expresó que, sin los ingresos petroleros, Venezuela se iba a convertir en un caso de la Cruz Roja Internacional. ¿Pitoniso?

La “revolución” exacerbó este modo de vida. A lo Evita Perón, comenzó a repartir sin ton ni son las divisas petroleras. Y fiel a su proyecto de destrucción nacional made in La Habana, aprovechó los altos precios del petróleo para incrementar el consumo mientras destruía a Pdvsa, a la industria nacional, y fundamentalmente los valores del país.

Hoy, se acabó la ilusión de armonía (Naim dixit) y nos enfrentamos al peor momento de nuestra historia… léase pobreza, hambre y desvalijamiento nacional.

La recuperación nacional pasa por la cultura

Por el refuerzo de los valores como honestidad, solidaridad, proactividad, trabajo en equipo, democracia…

La Sultana del Mocotíes…

… Así le dicen a la bella ciudad merideña de Tovar. Un semillero único de escritores, artistas plásticos, poetas, intelectuales, políticos. El maestro Jesús Soto pronosticó en los años setenta, que Tovar en el futuro estaba llamado a ser uno de los centros plásticos más importantes del mundo. Ese futuro ha llegado.

Para muestra un botón: con ocasión del Centenario de Gallegos Ortiz, se hicieron en Tovar cuatro exposiciones con 92 artistas y 192 obras. Y una retrospectiva de 1976 con grandes artistas como Carlos Contramaestre, Elbano Méndez Osuna, Solange Arvelo, Martín Morales, entre otros… en una ciudad con apenas 40.000 habitantes. 

Otra muestra, es el museo al aire libre en que se ha convertido Tovar, la Ciudad de los Murales. Sus maravillosos artistas se volcaron a elaborar obras de arte en las paredes, y muestran una gigantesca exposición al aire libre – singular en el mundo-   cuya visita tarda por lo menos medio día. El financista de esta obra es otro gran tovareño: la superestrella de las grandes ligas Johan Santana.

Además, decenas de casas son museos – talleres, de grandes artistas. Allí elaboran sus obras de arte. La asociación de poetas, tiene más de 30 miembros. Los conciertos y orfeones son el orden del día. ¿Qué tal? ¿Tovar es la Atenas de Venezuela?

¿Qué hacer con la cultura tovareña?  

La cultura no es para contemplarla, para decir qué bonito y olvidarla. Ni es para artistas arruinados. No, cultura es crear, es hacer, es compartir. Cultura es la creación de una ruta del arte, cuyo sumidero sea la prosperidad nacional.

En el caso de Tovar, cultura es trasladar su vibrante arte a logros en educación, turismo, siembra y agroindustria.

La cultura, y no exageramos, debe ser un importante puntal de arranque hacia el desarrollo de Venezuela. Gente creativa, hacedora, solidaria, que comparta valores, trabajos, libertades de pensamiento y empresariales, que redunden en prosperidad. Es urgente desarrollar una nueva cultura nacional.

Tovar Capital Cultural de Venezuela, estimularía aspectos humanos y laborales. Podría materializar el proyecto del Museo Iván Vivas, que además de recopilar, curar y mantener la extraordinaria plástica tovareña, incorpore una biblioteca donde los jóvenes y los viejos lean, vean videos, hagan cursos, conversatorios y actividades dinámicas, que conecten el arte con la producción de bienes y servicios, que estimulen a los seres humanos y los impulsen a materializar sus sueños de una sociedad exitosa. La cultura es la base del desarrollo.

Es necesario mentalizarnos en que la cultura tovareña se puede exportar y que bien gerenciada también da dividendos, primero a los pueblos aledaños y luego a otros lares. Además, genera turismo, con sus hoteles, restaurantes, entretenimientos, infraestructura, vivienda… prosperidad.

Algún improbable lector podría aducir que hay otras poblaciones venezolanas con potencial para ser Capital Cultural de Venezuela… ¡Excelente!...  ¿qué tal si muchas poblaciones compiten por ese título?

 Lo importante es romper el paradigma de que la cultura es para los poetas lunáticos. Rescatarla como generadora de calidad integral de vida, material y espiritual.

El indispensable financiamiento para Tovar

He ahí el quid del asunto. El financiamiento. No basta con que algunos gobiernos se comprometan. Los tovareños tienen el deber de diseñar un Proyecto que contemple: la Visión de Tovar, ¿Qué Tovar queremos?... la Misión ¿Qué corresponde hacer a los tovareños para hacer de Tovar la Capital Nacional de la Cultura?... las Estrategias, educativas, organizativas, económicas, la organización deseada… el Impacto, ¿a cuantas personas beneficiarían los logros sociales y económicos del proyecto, que calidad de vida se espera?

El desarrollo de un sólido Proyecto que contemple la creación de ciudadanos con valores que se reflejen en calidad de vida y dinámica económica. Un Proyecto capaz de lograr financiamiento privado nacional e internacional. Ese es el reto. ¿Difícil?, sí; pero hay que hacer las cosas de manera diferente.

Para elaborar el Proyecto Cultural de Tovar y dejarlo listo para la búsqueda de financiamiento es necesario conformar un equipo de tovareños – autoridades universitarias y educativas, artistas, productores, gerentes culturales – asesorados por especialistas en diseño de este tipo de proyectos, que existen en la en la ULA.  

Un Proyecto capaz de cambiar el destino de Tovar e influir positivamente en el de Venezuela porque …

… Cultura es desarrollo

Iniciar el cambio desde cada ciudadano. Es que, como plantea la cuña televisiva: “nada cambia si tú no cambias”. Es hora de cambiar puntos de vista.

Tovar Capital Cultural de Venezuela, es un maravilloso comienzo de rescate de la cultura, para construir un país exitoso.



Esta columna se publica en Informe21, Noticiero Digital, Emisora Costa del Sol 93,1 FM, y Revista Petroleum

lunes, 3 de octubre de 2022

Centenario del nacimiento del Dr. Rafael Angel Gallegos Ortiz

 

 

 

EL DOCTOR GALLEGOS ORTIZ VISTO POR SU HIJO

Rafael Gallegos Castro


En primer lugar, quiero agradecer en nombre de la esposa de mi padre, María Artahona de Gallegos Ortiz; de sus hijas Ana Elena y María Cristina Gallegos Castro, de su nuera Herminia Carrasco de Gallegos, de sus nietos John Eliseo, Manuel Rafael, Rafael Eliseo y su esposa Irina, José Ramón y su esposa Daniela, de sus bisnietos Juan Ignacio, Tomás Fabián y Andrés, de sus sobrinos y parientes, de sus innumerables amigos, y en mi nombre, agradecer la oportunidad nos da la Honorable Academia de Mérida, de dirigir estas palabras como un homenaje a la trayectoria de mi padre, en ocasión de su centenario.

Honrar, honra.

Nos sentimos inmensamente agradecidos por este gesto, porque sabemos que la vida del Dr. Gallegos Ortiz fue una permanente entrega llena de amor por Venezuela. Que su prolífica existencia, que agregó tanto valor a la vida de tanta gente, debe ser rememorada, para que quede como una referencia en este pueblo tan olvidadizo, donde destacados venezolanos, cuya obra debería ser estudiada y servirnos de guía, como Mariano Picón Salas, José Rafael Pocaterra, Rómulo Gallegos, Salvador Garmendia, Andrés Eloy Blanco, José León Tapia, entre muchos otros por solo nombrar escritores, pasan a la desmemoria colectiva, afirmando nuestra peligrosa condición de pueblo sin conciencia de sus raíces, lo que conlleva el riesgo de andar a la deriva.

Este 26 de septiembre de 2022, se cumplieron cien años del nacimiento de mi padre, Rafael Gallegos Ortiz. Abogado, escritor, profesor, historiador, político, gerente cultural, un personaje multifacético de esos que parecen tener dentro de sí muchos seres conviviendo. Un venezolano con los pies enraizados en Tovar y la mente puesta en las estrellas. Siempre llevó a Tovar en el corazón.

Y sobre todo, Gallegos Ortiz, mi inolvidable papá.



Cien años que hacen recordar la ironía del Maestro Jorge Luis Borges, cuando falleció su madre a los 99 años. Un amigo al darle el pésame le comentó que era lamentable que la señora no hubiera llegado a los cien años con lo poco que le faltó. El maestro replicó: amigo, que fe tiene usted en las virtudes del sistema decimal.

Pero así somos y así conmemoramos este centenario.

La casa nativa de papá (ya desaparecida), era una casa grande, de dos pisos. A una cuadra de la Plaza Bolívar. Mi padre nació en 1922 en un Tovar de calles empedradas, de mucha producción agrícola y sobre todo paso de caravanas de la zona. Un Tovar profundamente católico y de inquietudes culturales. Sus famosas ferias en honor a la Virgen de Regla, las más antiguas de Venezuela, ya mezclaban las celebraciones marianas con bailes, toros y aguardiente.

 El Tovar de 1922, como toda Venezuela, se había acostumbrado al miedo al gobierno, y al silencio político. El taita asechaba las conversaciones y algunos decían que hasta los pensamientos. Había transcurrido la mitad de la dictadura de Juan Vicente Gómez.

Mi padre fue el último de siete hermanos. Los mayores, Consuelo, Ana Elena y Belisario, le llevaban alrededor de veinte años. Los intermedios José Ramón y Luís Enrique, más de seis o siete. Él y su hermana Ada Margarita, que le llevaba dos años, fueron los toñecos.

Pero la orfandad llegó temprano. Su padre Belisario, de oficio contador y periodista, murió enfermo del cerebro cuando papá era apenas un niño. En su poema “MI PADRE”, revelaría su soledad y desconcierto por su ausencia: Él está en el cielo, me decían desde allí te está mirando/yo miraba el cielo daba vueltas/ quería verlo para ver si me miraba lo hice muchas veces,/lo hice muchos días/pero no lo encontraba

Por si no fuera suficiente, a sus trece años, falleció su madre, la abuela Ana Rosa Ortiz de Gallegos. También le dedicaría un poema: “ASÍ ERA ELLA”:… fue toda ternura allá en la gloria estará/repartiéndole a los niños cuadernos y caramelos golosinas y dulzura…/ ¡algún día la encontraremos y nos pagará los besos/que ahora damos sin ella!…


 


Huérfano, lo enviaron a vivir con su tío Pepe. El tío era un solterón que vivía solo en una casa muy grande llena de libros. Era un gran lector. Papá me decía que era muy

conocedor de literatura, de política, que estaba al día con las noticias. Que tenía un gran conocimiento de Carlos Marx.

Papá me contaba que su tío lo regañaba por escrito. Que le enviaba cartas, aunque cueste creerlo desde un sitio a otro dentro de la misma casa, donde le decía cosas fuertes en referencia a alguna falta cometida; pero cuando se veían, el tío ni le mencionaba la misiva, y ni se daba por enterado del regaño que había proporcionado.

Entre el tío Pepe, otros familiares y su hermano Luís Enrique -quien ya trabajaba como vendedor en una prestigiosa firma- se encargaron con mucho cariño, de que a mi padre no le faltara nada.

A veces pasaba sus vacaciones con su tío cura, el padre José Ramón Gallegos, párroco de Tabay y además fino poeta con obra publicada. El tío cura no aceptaba gallinas ni ningún tipo de regalo de los campesinos.

- Ellos tienen más hambre que yo- le decía a mi papá, que por tanta escasez llegaba flaaaco a su casa luego de las vacaciones.

Cuando al cura le solicitaban diezmos para el Papa no los enviaba.

El Papa tiene mucho dinero y aquí hay mucha necesidad- decía el sacerdote.

El padre José Ramón Gallegos, falleció en julio de 1939. Sus fieles le levantaron una estatua en la población merideña de Tabay.

Al aprobar el sexto grado, el destino de mi padre, como el de casi todos los muchachos tovareños en esa condición, era trabajar en una finca o en un comercio. En Tovar no había bachillerato. Papá me contaba que le aterraba no seguir estudiando. Que todos los días se apersonaba en la iglesia a pedirle a la Virgen de Regla que le concediera el milagro de estudiar bachillerato.

El milagro se dio. Seguramente un milagro económico. Sus familiares lograron los medios para que papá continuara sus estudios. Lo enviaron a Pamplona, Colombia, mucho más asequible desde Tovar, que Caracas.

Pero el frío, o el ambiente excesivamente conventual de esa ciudad, lo decidieron a fugarse. En su escape fue a parar a Táriba y se hospedó donde unos parientes. Era carnaval y se incorporó a las fiestas. Las noticias llegaron rápido a Tovar y escandalizaron a sus familiares.

Debieron quererlo mucho, porque le dieron una segunda oportunidad. Lo enviaron a Caracas al Colegio “Los Dos Caminos”, del célebre profesor Julio Bustamante, que quedaba en lo que es hoy la Avenida Rómulo Gallegos. Exactamente en el sitio donde hoy está el CC Millenium.

El viaje en autobús duró varios días. En el internado estudió todo el bachillerato.

Como el colegio era laico, los alumnos que expresaran no ser católicos, quedaban exentos de ir a misa los domingos. Debían pararse temprano, salir en fila a la calle y

caminar unas cuantas cuadras hasta la iglesia, lo que tardaba prácticamente toda la mañana. Papá, para disfrutar sus mañanas domingueras, se declaró evangélico.

Uno de esos domingos, su tía Amalia – muy católica y rezandera- fue a visitarlo. Al enterarse que los alumnos estaban en misa, ella le dijo al portero que esperaría al regreso de ellos, para ver a su sobrino.

-     Pero si el joven Gallegos está en su habitación –le dijo el portero- usted sabe, que como él es evangélico…

-     ¿Y quién le dijo a usted que ese muchacho es evangélico? – replicó la tía muy molesta.

-     Él mismo, señora… por eso es que no va a misa.

-     ¿Evangélico?, lo que es, es un flojo y un hereje.

Es de imaginarse el problema con la tía Amalia…

Su hermano Luís Enrique siempre estaba pendiente de él. Le daba dinero, lo sacaba a pasear por Caracas los días libres. Le daba la ropa casi nueva que iba dejando y papá era un joven muy elegante. El problema surgió cuando mi papá se estiró (medía 1,87 ms.) y los trajes le fueron quedando cortos.

Luego del bachillerato comenzó estudios de Derecho en la Universidad Central de Venezuela. Compartía habitación con Domingo Alberto Rangel, su amigo desde las aulas de Tovar. Mi padre pronto se convirtió en uno de los dirigentes de AD en la universidad.

El 18 de octubre de 1945, día de la llamada revolución de octubre, mi padre discurseó por una radio clandestina que se oyó en todo el país. Las lenguas de Tovar regaron al oírlo, que Rafael Ángel –así le dijeron siempre- era el jefe del golpe. Por supuesto que ni de lejos lo era; pero el rumor dio mucho entretenimiento a las lenguas del pueblo.

Mi padre ocupó importantes cargos políticos en la dirigencia estudiantil de la UCV. Cuando estaba en sexto año de Derecho, en 1946, su partido AD lo envió a un trabajo político para el que tenía que mudarse a Mérida. Allí, en la Universidad de Los Andes (ULA), finalizó su carrera en 1947. Su promedio en el último año de carrera fue de 18,4 puntos. Paralelamente ejerció como director de Cultura de la ULA. Al graduarse, fue contratado como profesor de la Cátedra de Derecho Internacional Público. Sus alumnos eran de su edad o más viejos. Me contó que tuvo que reprobar a algún amigo que creyó pasaría por amistad.

Fungió como secretario general de AD en Mérida. En las elecciones de 1947 salió electo como diputado a la Asamblea Legislativa del Estado. Las sesiones de la Asamblea se transmitían por radio y tenían mucho rating. A los años, siendo yo estudiante de ingeniería y trabajando en el Ministerio de Minas, un apreciado señor, compañero de labores, me expresó que, cuando papá era diputado, él vivía en San Cristóbal y desde allí oía por radio las sesiones.

-     Tu papá daba unos magníficos discursos- me comentó.

 

Diputado, profesor universitario y dirigente político, y apenas superaba los 25 años. Pero, poco duró la dicha. El 24 de noviembre de 1948, fue derrocado Don Rómulo Gallegos, y mi padre comenzó su tránsito por la resistencia a la dictadura.

Ya se había casado con la joven tovareña Olga María Castro Méndez.

En 1949 fue nombrado abogado de la Federación Petrolera. AD lo había enviado al Zulia a preparar la huelga petrolera que se dio en 1950. Se hospedo en la casa de su hermano Belisario por un tiempo. Utilizó el seudónimo de Dr. José Flores. Luego de la huelga, fue a parar a la cárcel.

Durante la dictadura de Pérez Jiménez recorrió varias prisiones del país como preso político. También estuvo un año confinado en Ciudad Bolívar. Allí vivía en la casa de su hermano Luís Enrique, siempre presto a ayudarlo. Años después papá le dedicaría un libro: “A mi hermano Luís Enrique, que supo suplir la ausencia de mi padre.”

Cuando estuvo preso en Ciudad Bolívar, el jefe de la cárcel lo llamó un día. Doctor Gallegos – le dijo- usted escribe muy bonito y yo quisiera que me haga un favor…

El oficial tenía una novia en San Cristóbal que estaba disgustada con él. Le pidió a papá que le hiciera una carta. La hizo, la enviaron y la novia se contentó. El capitán no hallaba en qué pedestal colocar a mi papá. Hasta lo invitó a una fiesta. El jefe de la cárcel se pasó de palos y se le perdió a mi papá. Él me contaba que quería fugarse; pero pensó en los problemas que le traería al oficial. Y se regresó a la prisión. El hombre se puso muy contento cuando lo vio.

Su retorno a la cárcel pensando en no traicionar la confianza del oficial, mide la dimensión humana de mi padre. Era como expresó su amigo el político e intelectual Jesús Rondón Nucete, en una maravillosa biografía de él que publicó en el Boletín de la Academia Nacional de la Historia: “Gallegos fue un hombre bueno y generoso, hasta el desprendimiento total”.

En plena dictadura fuimos naciendo los hijos. Mi hermana Ana Elena en Tovar, y yo en Ciudad Bolívar. Posteriormente nacería María Cristina en Caracas. Años de cárceles, persecución… y de nacimientos.

Cuando mamá estaba embarazada de mi hermana menor, fue a buscar a mi papá a la tenebrosa Seguridad Nacional. La tuvieron, a pesar de su avanzado estado de gravidez, toda la noche parada bajo unas luces. En la mañana llegó Pedro Estrada y le dijo: señora, y ¿qué hace usted aquí?

-     Bueno, sus policías me dejaron parada respondió mamá.

-     Caramba, esos muchachos… comentó Estrada con su típica sorna.

A mi papá lo liberaron ese día. Mamá contaba que salió flaaaco.

En Caracas, papá montó un bufete. Trabajaba y lo perseguían. Los clientes eran en buena medida europeos recién llegados que intentaban regularizar sus negocios, o

 

superar sus problemas de inmigración. Pero al saber su condición política, se le desaparecían.

En una ocasión mi papá llegó al bufete y encontró a unos policías que lo estaban buscando.

-     No vuelvo a contratar a ese Doctor Gallegos Ortiz, si lo ven, díganle que es un irresponsable. Me voy y no vuelvo- gritó papá ante los agentes.

 

Y así, se les fugó a los esbirros en sus narices.

Años después mi padre me mostró una pared muy alta, en Caracas, que brincó en una ocasión al ser perseguido por la Seguridad Nacional.

-     No cómo hice para rebasar esa pared hijo - me comentó asombrado- tal vez el miedo. Para nada - continuó- porque del otro lado había un caballo que apenas me vio comenzó a relinchar, y los policías me agarraron.

En 1954, la dictadura montó a toda la familia en un avión. Un miembro de la Seguridad Nacional le había advertido: doctor, piérdase porque tengo órdenes de matarlo. La vida le dio a mi papá la oportunidad de devolverle el gran favor a ese señor, cuando Venezuela vivía en democracia.

Se iniciaban los años de exilio. Al aterrizar en Curazao, mi papá no desembarcó porque unos esbirros de la SN lo estaban esperando en la pista. El capitán de la nave le insistía que se bajara.

-     No me bajo y si me pasa algo, usted es el responsable. le dijo al capitán- luego de argüirle los aspectos legales.

No desembarcó. Seguimos todos el viaje hasta Cartagena. Las autoridades colombianas no lo dejaron permanecer en la zona, eran los años del dictador Rojas Pinilla. Adujeron que estaba cerca de la frontera, y arreglaron para que tanteara su estadía en Bogotá. Pero no hubo tiempo. A mamá le pegó el frío, o la altura de Bogotá. Y nos fuimos a Quito. Que si a ver vamos, no hacía ninguna diferencia. Quien sabe qué razones privaron.

A los pocos días de haber llegado a Quito lo llamaron las autoridades ecuatorianas. “Me van a botar otra vez” – pensó papá. “Qué hago… para dónde me voy con tres muchachos casi bebés y sin trabajo”

-     Doctor Gallegos le dijeron para su sorpresa- el presidente Velasco Ibarra le da la bienvenida a Ecuador.

A mi papá se le abrió el cielo. Resulta que él había conocido en la ULA a un hijo del presidente Velasco Ibarra. Conversó mucho con él en los pasillos de la universidad. Hicieron cierta amistad. Y éste, designios de Dios, se enteró de la llegada de mi padre a Ecuador. Habló con su papá el presidente, quien le otorgó su estadía en Ecuador. Así,

nos instalamos en Quito. Una casa grande, que compartíamos con tres o cuatro familias de exiliados venezolanos.

Para vivir, mis padres contaban inicialmente con algunos escasos dólares. Al agotarse estos, mi mamá comenzó a vender sus pertenencias en el mercado: ropa, algunas joyas y otras cosas.

Mi tía Dulce, mi querida tía Dulce, a todo riesgo enviaba giros desde Venezuela. Dinero de ella y lo que podía recoger entre familiares. La dictadura perseguía y castigaba esas ayudas. Mi tía Dulce vivía en Maracay. Era secretaria en un banco. Su jefe la llamó a Caracas.

-     Tengo entendido que usted le envía dinero a exiliados y eso es un delito – la inquirió.

-     Sí – respondió mi tía muy asustada - tengo un cuñado exiliado con tres hijos pequeños…

-     Y cómo se llama su cuñado la interrumpió su jefe.

-     Rafael Gallegos Ortiz…

-     No puede ser, Rafael Ángel es mi primo.

A partir de allí, el jefe le dijo que tuviera mucho cuidado, que la iba a transferir a Caracas para despistar a los chismosos y que le avisara cuando fuera a enviar dinero, para contribuir con algo.

Esa es Venezuela.

“Esperamos con ansia el giro”, le escribió mi papá a mi tía, en una carta que conservo.

Papá no conseguía trabajo. En un momento dado, comenzó a dictar conferencias en las universidades de Quito y Guayaquil, con la esperanza de que lo contrataran como profesor.

A los dos años, la altura y el frío de Quito afectaron seriamente a mamá. Nos mudamos para Guayaquil, al nivel del mar. Allí mi papá comenzó a trabajar a destajo. Participó en la fundación de la revista Vistazo, que todavía existe. Y creó una oficina de publicidad: Veinte-Veinte, que inicialmente lanzó el lema publicitario: Midas lo que midas, tu calzado será Midas.

En Guayaquil, mejoró su situación económica; pero todavía reinaba la escasez. En noviembre de 1957, una gitana que estuvo de visita en su oficina, le tomó la mano para leérsela y le dijo: usted está aquí por razones políticas y pronto caerá el gobierno de su país. Papá no le creyó. Le pareció casi una burla. Pérez Jiménez estaba más firme que nunca. Más bien pensaba en una oferta de ciudadanía que le hicieron para facilitar su trabajo en Ecuador.

Dos meses después, a la caída de la dictadura, papá no podía sacarse de la cabeza a la gitana.

Ese 23 de enero de 1958, papá, que siempre fue muy elegante, que cuando se vestía de “sport”, como decían, era sin corbata y con paltó, salió casi corriendo unas dos cuadras por las calles de Guayaquil para participarle a su amigo el Doctor Mejías Palazzi, la buena nueva. Su esposa Blanca al abrir la puerta dijo: cayó Pérez Jiménez.

¿Cómo supo? Papá estaba en piyama. La infinita emoción…

A los pocos días de la caída del dictador, papá llegó a Venezuela en un avión de Aeropostal. De esos que envió el nuevo gobierno venezolano a los países donde había exiliados. Cuando el piloto les expresó a esos venezolanos alejados por tantos años de su patria que acababan de entrar en territorio venezolano, empezaron, emocionadísimos, a cantar el Himno Nacional y luego una canción que había compuesto un músico preso de Guasina, Guillermo Castillo Bustamante, que estaba muy de moda. La había popularizado ese gran venezolano que se llamó Alfredo Sadel: Escríbeme. Son tus cartas mi esperanza mis temores, mi alegría/y aunque sean tonterías escríbeme, escríbeme

El aeropuerto de Maiquetía estaba lleno de gente. No cabía un alfiler. Abrazos, besos y llantos, muchos llantos de alegría. Todos se abrazaban, todos eran hermanos con años extrañándose. Era el espíritu del 23 de enero. Papá llegó a la casa de su hermana Ada, casada con el ingeniero Emilio Pérez Vera, mi querido tío Emilio, y allí se hospedó un tiempo.

Poco más de un mes luego de su llegada, papá empezó a trabajar en la universidad. Fue juramentado por el Rector Francisco de Venanzi como Director de Cultura de la UCV. Allí laboró seis años. Su obra fue prolífica. En el Aula Magna presentó a artistas como los grandes músicos Stravinsky y Pablo Casals, a la bailarina de Venezuela Yolanda Moreno. También al gran poeta Pablo Neruda, quien luego de oír sus palabras de bienvenida en el Aula Magna dijo: he aprendido la historia de América Latina en las palabras del Doctor Gallegos Ortiz.

El doctor Gallegos también trajo a Venezuela a la Opera de Pekín, a los Ballet Ruso, Ballet Filipino, Ballet Chino. Además, estimuló grupos de teatro, de danza, de música. Igualmente presentó en el Aula Magna a figuras como Fidel Castro y Juan José Arévalo.

Adicionalmente fue por varios años moderador del programa televisivo de opinión de la universidad, “Venezuela mira su futuro”, que, con mucha audiencia, se transmitía los sábados por Radio Caracas Televisión.

Por cierto, me llevó una vez al programa … y tuvieron que amarrarme en una silla porque, en vivo, me quería sentar con papá mientras él hablaba.


Estuvo un tiempo como encargado de la Secretaría de la UCV. José Ignacio Cabrujas en un artículo alabó su gestión al frente de la cultura universitaria, y se preguntó: “¿existió realmente el legendario Gallegos Ortiz?”

En 1959 fue comisionado por el presidente electo Rómulo Betancourt para la recepción a Fidel Castro en su visita a Venezuela. Un día le peguntó: comandante, por qué no hace elecciones, usted arrasaría.

-     Basta que salga un diputado y me eche broma para no poder hacer lo que quiero – fue su respuesta.

Igualmente, mi padre fue secretario ejecutivo del Comité Venezolano Pro Liberación de Santo Domingo. En la universidad había conocido a Juan Bosh y a otros patriotas dominicanos.

El 14 de junio de 1959, participó, como representante de Rómulo Betancourt en la invasión desde Cuba, para derrocar al dictador Chapita. Betancourt y Castro se unieron con ese objetivo. Como estaba planificado, despegó el primer contingente de dominicanos en los aviones. Al rato debía salir el segundo. Jamás arrancaron. Parece que a Fidel Castro los norteamericanos lo amenazaron con invadirlo si salía el segundo lote, y el comandante dio marcha atrás. A los muchachos que llegaron a RD, los masacraron.

Mi papá contaba que, ante el retraso de los aviones, fue al despacho del comandante Castro, donde él pasaba sin protocolo. No pudo entrar. Se dio cuenta de lo que había sucedido, y se vino a Venezuela.

Por esos días de la invasión a Chapita, en la oficina de mi padre, se desprendió del techo una lámpara muy pesada y cayó sobre la silla de su escritorio. Él se acaba de parar para recibir una sorpresiva visita de mi hermana Anela y mía. Se salvó milagrosamente. Las investigaciones determinaron que le habían aflojado los tornillos a la lámpara. Descubrieron al culpable, quien confesó que lo había hecho por órdenes del gobierno dominicano.

En 1963, papá abandonó las filas de AD. Se fue con el grupo ARS de Ramos Giménez. Fue candidato a diputado al Congreso por el estado Mérida. Decía que cuando hizo campaña, todo Tovar estaba con él. Daba como un hecho su victoria. Pero no salió. Cosas de las maquinarias.

Ya en 1948 fue expulsado del partido. Se ubicó entre los dirigentes que solicitaban la elección de gobernadores, aspecto en el que no estaban dispuestos a transigir los principales líderes. Sin embargo, vino el golpe a Don Rómulo Gallegos y permaneció en AD, más solidario que nunca.

En 1960 publicó el libro “Historia política de Venezuela, de Cipriano Castro a Pérez Jiménez”. Un análisis de la política venezolana en lo que iba de siglo XX. El libro fue muy exitoso y durante años, referencia para muchos estudiantes. Previamente había publicado un folleto “La universidad y la libertad del pueblo dominicano”, donde hizo


un análisis de la nefasta dictadura de Trujillo y las razones por las que la Universidad, con mayúscula, debía luchar contra tamaña dictadura.

Renunció al cargo de director de Cultura en 1964, por divergencias con el rector Bianco. Se dedicó al ejercicio de su profesión y a la política. Fue presidente del partido VPN (Vanguardia Popular Nacionalista), que apoyó a Miguel Ángel Burelli Rivas en las elecciones presidenciales de 1968.

En 1965, publicó el libro “GARROTE Y DÓLAR, lectura para políticos latinoamericanos”. En él narraba las intervenciones norteamericanas en América Latina. Algunos políticos me dijeron que ese fue su libro de cabecera por mucho tiempo.

Luego, en 1969, saldría a la luz “¿Es farsa la renovación?”, un libro donde sentó, de manera no complaciente ni demagógica, su opinión acerca de la reforma que estaba planteada en las universidades venezolanas.

En 1965 se divorció de mi madre Olga Castro Méndez. En 1968 se casó con María de los Ángeles Artahona, una caraqueña, aquí presente, que con mucho amor lo acompañó durante 37 años, hasta el final de sus días.

En 1973 por invitación de su amigo y Rector de la ULA, Ramón Vicente Casanova, regresó a su natal estado Mérida como director de Cultura de esa universidad. Allí realizó una fecunda labor, destacando entre otras actividades, la fundación de los Talleres Campesinos, y la creación de la Extensión Universitaria de Tovar, de la que desde antier es epónimo, con muchísimo agradecimiento de todos nosotros.



Por esos años, publicó varios libros.

En 1974, “Cuentos y cuentas de mi pueblo”, un delicioso relato acerca del nacimiento y desarrollo de su querido Tovar, salpicado con anécdotas de su niñez y su juventud. El libro fue reeditado en 2003.

También ese año publicó un folleto titulado “El escogido del diablo”, sobre el asesinato de Antonio José de Sucre.

En 1975, publicó “América Paraíso de tontos”, una novela con referencias históricas. El personaje central es un sinverguenzón que se hace llamar Sand (en lugar de Sancho) y su apellido es Parada. La dedicatoria del libro dice: “A mi hijo Rafael con la convicción de que nunca será un Sand Parada”. Yo, espero haber cumplido.

En 1976, salió a la luz pública “El cachorro Juan Vicente Gómez”. En este libro denunciaba que el dictador Gómez fue un déspota para con la ciudadanía; pero un cachorro de los intereses petroleros. Tuve la honra de hacer el prólogo. El intelectual Pedro Berroeta expresó que sólo la parte introductoria del libro (primer capítulo), bastaba para determinar su excelencia. Fue un libro muy exitoso, de múltiples ediciones.

Papá estudió mucho la historia. Y a Gómez, lo diseccionó. Lo veía como un dictador de petróleo, como el responsable de un siglo XIX tan largo. Siempre decía que, a su

muerte, el general era el hombre más rico de un país palúdico, con 70% de analfabetismo y 34 años de esperanza de vida.

En 1978, publicó “Perros del mundo uníos”. Una novela narrada por un perro llamado Chuto, acerca de una rebelión de perros. La obra fue llevada al teatro con el nombre de “Chuto el comandante”. Por cierto, Chuto fue un hermoso perro de la familia, que acompaño nuestra infancia, adolescencia y juventud. Pastor alemán con mucuchíes y enano. Era muy fuerte. Parecía un oso. Y era bravísimo.

En 1978, renunció a la ULA. Ahora su mente se dirigió a la fundación de un periódico para Mérida. Él no concebía que una ciudad tan progresista y dinámica no tuviera un periódico con todas las de la ley. Puso un dinero que se ganó en un caso jurídico, y buscó accionistas que lo acompañaran. Luego de muchos meses de esfuerzo consiguiendo dinero, maquinaria, oficinas, talleres, periodistas, personal y todo lo que conlleva una empresa de esas dimensiones, salió el Diario Frontera. Mi padre lo llamó así, como un homenaje a “Fronteras”, periódico que había dirigido en San Cristóbal el mártir de la democracia Leonardo Ruíz Pineda.

Mi padre fue el Director- Fundador de Frontera y más que ello, el alma del diario en sus inicios. Creo que ese periódico es una de sus obras más significativas.

Recuerdo los varios intentos por sacar la primera edición. Los talleres estaban en Ejido. Varias noches fuimos a esperar el primer número. Siempre fallaba algo técnico. La rotativa había sido sustituida por un diario del Zulia y fue reparada en Mérida por un señor Franco, muy entendido en el tema, que fue jefe de impresión del diario por muchos años.

Como al cuarto intento, un día de agosto de 1978, salió la primera edición de Frontera. La emoción de ese día todavía me enerva, es indescriptible, al recordar cómo palpé calientico el papel y sentí el aroma, creo que mágico, de la tinta del primer número. El ingenio de papá dio el primer titular: “Con uranio de Mérida se bombardeó Hiroshima”. Y narraba la historia de un polaco que en los años treinta había descubierto uranio en Mérida…

El doctor Jesús Rondón Nucete, por un tiempo fungió de subdirector, y luego director del diario. En su maravillosa semblanza de la vida de mi padre, expresó: … “Gallegos tenía una imaginación que volaba más allá de cualquier límite.”

De allí algunos titulares como: “Paulo VI eligió su propia tumba”, o “Hace sesenta años, un merideño mató a José Gregorio Hernández”.

A veces papá se sentaba a escribir y hacía muchos artículos y reportajes con una velocidad impresionante.

El periódico tuvo gran acogida en todo el estado. Recuerdo haber colaborado con Frontera haciendo entrevistas a las candidatas a reina de las ferias de Tovar, o haber fungido como comentarista hípico en alguna ocasión (por cierto, muy fallido en los

pronósticos). También asistía como cronista social del periódico a muchos eventos de Mérida. De más está decir que, el fotógrafo y yo, éramos muy bien atendidos.

Varios años después, mi papá se alejó del periódico. Dejaba atrás una gran labor. Frontera es todavía, 44 años después, el diario emblemático del Estado Mérida.

Queda para la historia el doctor Gallegos Ortiz como el Director - Fundador del Diario Frontera.

El Quijote que siempre tuvo dentro, estaba muy vivo haciendo su historia. Papá se trasladó a El Vigía. Allí fundó el diario “Vamos”. Nunca logró hacerlo comercial. En Barinas también intentó sacar adelante un periódico, pero no pasó de allí.

En 1983, su amigo de la universidad y de luchas políticas Jaime Lusinchi, fue candidato presidencial. Para apoyarlo, mi padre fundó el movimiento “Nosotros También”. Ganaron las elecciones; pero él se alejó de la política.

Se dedicó, con éxito, al ejercicio de su profesión y a sus libros. Le fue muy bien como abogado. Investigaba a fondo los aspectos legales de sus casos y era muy trabajador.

En 1985 publicó “El desafío de Bolívar o los olvidos de Arciniegas”, un libro que rebatía con sólidos argumentos al doctor Germán Arciniegas - autor de la inmortal “Biografía del Caribe”- lo que afirmó en su libro “Bolívar y la Revolución”. Arciniegas expresó en referencia al Libertador, que toda su gloria era solo militar. Mi padre, observando el silencio nacional ante esa frase, afirmó en el libro con ironía: “si el insulto hubiera sido contra los bolívares y no contra Bolívar, qué de deudos hubieran protestado”. El mismo libro también contiene una deliciosa historia novelada “Madrugada de negros”, donde narra la historia del Negro Miguel, que se coronó Rey de Buría; luego la de Andresote, Chirinos, hasta llegar a Gual y España. Planteó que el miedo a las revoluciones antiesclavas, precipitó la Independencia.

Después, en 1995, publicó “Los presidentes se confiesan en el infierno”, un relato, cuyo personaje central es un joven político Jorge Villasmil. En el libro, mete a todos los tiempos en el mismo espacio, demostrando que la historia es un mismo escenario donde apenas cambian los actores y el decorado. Puso a conversar en el infierno a Hitler, Mussolini, Lucrecia Borgia, Platón, al mismísimo Lucifer, a presidentes de Venezuela y de otros países. En el capítulo final, en una sesión del Congreso, su presidente dice:

-     Sírvase leer el Orden de Día, ciudadano Secretario.

-     El mismo desde hace ciento cincuenta años, ciudadano Presidente.

En 1996, cerró su ciclo literario con el libro “San Juan Vicente Gómez”. Un anecdotario libre acerca del “taita” que tanto oprimió a Venezuela. El gran actor interprete del dictador, Rafael Briceño, quedó encantado al leer el libro, y se puso en contacto con mi papá.

Basado en “San Juan Vicente Gómez”, Briceño editó un CD llamado “Intimidades de Juan Vicente Gómez y Rafael Briceño”. Textos de mi padre, presentación de Salvador Garmendia e ilustraciones de Pedro León Zapata. Toda una joya literaria.

Por cierto, en una visita que hizo a mi casa el gran actor Rafael Briceño, se lo presenté a mi hijo Rafael Eliseo, de unos cinco o seis años. Le dije: “Rafa, ¿tú conoces a Rafael Briceño?, uno de los mejores actores de Venezuela”.

- Si no trabaja en Nikelodium no lo conozco – fue la respuesta de mi hijo ante la carcajada del gran actor.

Con el seudónimo César Cienfuegos, Gallegos Ortiz publicó en 1985 el libro “¡Estos venezolanos son P…! el diario íntimo del “jeque”. Una humorada referida a la visita del “jeque” a Venezuela, donde embaucó a unos cuantos ricachones deseosos de invertir. El “jeque”, era un colombiano que, a pesar de su condición de “árabe”, se pasó de palos en una fiesta en su honor, comenzó a bailar salsa… y allí se descubrió todo.

Además, Gallegos Ortiz fue un prolífico articulista. Escribió en casi todos los periódicos de Caracas y muchos del interior de Venezuela. Cuando en 1960, las transnacionales ejercieron presión contra El Nacional, él fue uno de los articulistas excluidos.

Sus últimos años los pasó dedicado al desarrollo intelectual, al ejercicio de la profesión y a la familia. Sin embargo, siempre estaba pendiente de la política. En 1993, cuando defenestraron a CAP, lo visitó mucho en Miraflores. Estuvo en contra de lo que consideró una jugada de los “notables” para lograr un atajo al poder. De su propio peculio- que no era mucho- publicó varias veces en la prensa, escritos a dos columnas y una página, explicando porqué CAP debería finalizar su período. Disertó que sacar a CAP de la presidencia tendría un costo muy alto para Venezuela. Y vistos los acontecimientos posteriores, hay que darle la razón. Estuvo en sus oficinas de Miraflores varias veces conversando salidas jurídicas al linchamiento que le intentaban. Me comentó que CAP no quería ninguna salida que dejara la menor duda de su condición de demócrata.

-  Carlos Andrés piensa en su imagen histórica me expresó mi padre.

Luego de la defenestración del presidente Pérez, Gallegos Ortiz continuó visitándolo en La Ahumada.

En el año 2003, en una marcha opositora contra Chávez en la Plaza Altamira, papá se cayó y se pegó muy duro en la cabeza. La consecuencia fue que, pasados varios días, lo colocaron en terapia intensiva. Superó ese percance; y vivió dos años más; pero jamás recuperó totalmente su dinamismo. Hasta el final de su vida, asistió religiosamente a su bufete y siguió escribiendo en la prensa.

En 2005, el 15 de julio, falleció luego de tres días hospitalizado. Rodeado de su esposa María, de sus hijos Ana Elena, María Cristina y Rafael, y mi esposa Herminia, de susnietos John Eliseo, Manuel Rafael, Rafael Eliseo y José Ramón. Y de innumerables familiares y amigos, entre ellos nuestra querida madre Olga.

La tristeza de todos contrastaba con su verso: Cuando yo muera/que nada esté de negro que todo esté de rojo hasta el cajón/que lleve mi cuerpo largo y tieso para que nadie diga/que me venció la muerte

 

Aunque la verdad, papá venció a la muerte. Él vive en cada uno de nosotros, vive en sus libros. Vive en este maravilloso homenaje que agradecemos infinitamente. Está más vivo que nunca. En este momento, lo sentimos a nuestro lado con esa su gigantesca sonrisa, que hoy abarca todo el auditorio.

Papá vive también en los que fueron llegando después a enriquecer nuestras vidas, en Daniela e Irina, las amantísimas esposas de sus nietos. Y en sus bisnietos Juan Ignacio, Tomás Fabián y Andrés, todos nacidos en el extranjero como lo ha pautado esta realidad que padecemos, y en plena época de pandemia, 2020 y 2021.

Años después de su ausencia, su esposa María, con mucho amor, juntó unos versos de mi padre disgregados en papeles sueltos. Le costó hacerlo. En algunos tuvo que traducir letras ilegibles, casi garabatos. Me admiré de sus “traducciones” cuando me llamó para que yo intentara – fallidamente- ayudarla a interpretar esos jeroglíficos.

María trabajó en condiciones inferiores a los que descifraron los jeroglíficos egipcios, porque ni de lejos tenía una piedra Roseta para hacer comparaciones.

Al final, María sacó una edición artesanal y hermosa, con la colaboración ad honorem de amigos, del libro de poemas “Versos para no leer”, que era el nombre con que papá pensaba publicarlos algún día. Hermosos poemas siempre vigentes llenos de amor y de un gran sentido de justicia.

Jesucristo es flaco y es largo/como los caminos del hombre con hambre…/O/ Hay una negra en la calle con un negrito en los brazos,/gritando a todo el que pasa:/una limosna por Dios! pero nadie le hace caso, no por los lloros del niño ni por las súplicas suyas…

Quiero leer parte de un escrito de su nieto Manuel Rafael, que define de manera increíble a papá: “¿Cómo defino al doctor Gallegos Ortiz?, si hablamos de fútbol sería un crack, si es en beisbol, un caballo, a nivel de familia un pilar, a nivel político una escuela… pero el adjetivo que más me gusta es el de abuelito, ese que la piyama parecía un traje, hablar con él de su vida, como la mejor novela de aventuras que se pueda escribir”…

Cerramos así este paso por esta maravillosa vida de 82 años y nueve meses, con un sentido poema de otro nieto, José Ramón, que a la muerte de mi padre tenía 13 años: simplemente solo sucedió/el momento más triste de mi vida/y aunque hayan pasado ya tres años por más que siga intentando/nunca lo podré olvidar.

 

 

Ciertamente, nunca lo olvidaremos. Es una parte muy hermosa de nosotros. Agradecemos profundamente a Dios habernos permitido compartir con él, y aprender de su vida.

Estoy seguro que su inagotable y apasionado cerebro dejó muchas ideas en el tintero. Unos libros inéditos, otros en camino. Como al gran poeta Gustavo Adolfo Becker, le quedaron ideas haciendo cola en su cerebro, esperando que su talento los vistiera de palabra y los lanzara a la escena del mundo.

Gracias a todos ustedes aquí presentes, gracias a la Academia de Mérida por este maravilloso homenaje. Gracias al licenciado y amigo Néstor Abad Sánchez, pilar fundamental de todos estos honores a mi padre, a las autoridades de la Universidad de los Andes, y a la Comisión creada para celebrar el Centenario. Gracias a todos. Nos sentimos infinitamente honrados y amor con amor se paga.

Cerraremos pues, con su poema: “cómo olvidar los recuerdos si los recuerdos no mueren.”

Muchas gracias.