lunes, 19 de diciembre de 2022
domingo, 27 de noviembre de 2022
MEMORIAS DE AGUSTÍN CODAZZI CAPÍTULO II Parte III
MEMORIAS
DE AGUSTÍN CODAZZI
Editadas
en su original italiano por Mario Longhena y traducidas al castellano por
Andrés Soriano Lleras y Fr. Alberto Lee López
CAPITULO
II
Parte
III
Del 14 de marzo de 1838 es un memorial suyo -escrito durante su segunda permanencia en Caicara- en el que narra los abusos de las autoridades venezolanas en la provincia de Río Negro. Y este memorial es una violenta requisitoria contra aquellas autoridades, tan olvidadas de todo sentido humano. Bastan unas pocas frases para dar una idea de la defensa que Codazzi hace de aquellas pobres gentes: "la opresión que reina aquí no tiene igual en el más remoto rincón de la república. Los indios son realmente esclavos, sin hallarse seguros en sus campos ni en sus habitaciones... Actos de tiranía son ejecutados por todas las autoridades., cerca de dos mil personas tienen que trabajar sin paga, sin descanso y sin fin, para unos quince egoístas". Y también la esclavitud tiene en él -como ya lo había tenido en Humboldt- un tenaz opositor: no podía aceptar que la diferencia de raza llevase consigo para unos un dominio innatural, para otros una sujeción contra la cual elevaban su 'protesta todos los hombres de bien. "En el tono de tales quejas se muestra un carácter que, aunque asociado a los nuevos movimientos políticos de Venezuela, se ha conservado puro y libre de la corrupción de los numerosos dirigentes políticos". Así concluye Schumacher (5) después de la alusión antiesclavista de Codazzi y no podía hacerse mayor alabanza de quien, aun en medio del desencadenarse de todas las pasiones, supo conservar aquella moderación de sentimientos que por naturaleza poseía y que las primeras luchas habían sabido desarrollar. A fines de 1838 la tarea de exploración, qué había sido bastante penosa, podía considerarse terminada. Entonces pudo, en el sosiego de su casa de Valencia, en medio de las alegrías familiares (en 1835 y 1837 le habían nacidos dos hijos, un varón y una hembra) dedicarse a trazar el mapa de las trece provincias venezolanas: el geógrafo, con la misma facilidad con que el hombre de armas había cedido el puesto al explorador, se cambió en cartógrafo, y supo manejar con maestría el pincel y la pluma como había manejado la espada: el único ayudante que tuvo en este delicado trabajo fue un calígrafo, Lino Aliaga. No era la primera vez que Codazzi se ponía a diseñar mapas: siete mapas acompañan al manuscrito de las "Memorias", todos los cuales el lector puede ver reproducidos en este volumen; pero no todos ellos se deben a su actividad exploradora; en gran parte fueron tomados de fuentes españolas y Codazzi sólo los había modificado en algunos detalles. En cambio, los mapas que ahora presentaba eran todos resultado de sus viajes, de sus mediciones, de sus levantamientos topográficos; eran, en una palabra, una obra nueva y completamente suya. Cada carta geográfica iba acompañada de cuadros estadísticos, que debían completar la visión física ofrecida por los mapas: cuadros que incluían numerosas noticias, preciosas para quien quisiera tener una idea precisa de cada provincia: la ubicación de cada cantón (subdivisión de la provincia), la altura y la temperatura media de la capital del cantón, así como su distancia de la capital de la provincia y de la capital de la República; además la comparación entre la parte ocupada por las aguas y la tierra firme, y la división de esta en llanos y selvas, en tierras bajas y altas, en terrenos cultivados y desiertos. También estaba indicada la población, total y por milla cuadrada, la idónea para las armas y la esclava; y por último se señalaban los productos que se daban en cada cantón y que eran a propósito para la exportación. "La tarea -así escribía Codazzi a Páez, que también en aquella ocasión ejercía la Presidencia de la República- que me confió el gobierno hace ocho años está ya completa; cada provincia de la república tiene su correspondiente mapa corográfico en grande escala; cada cual contiene un diseño claro de todos sus cantones, datos precisos sobre sus vías de agua, y multitud de importantes detalles geográficos, físicos y estadísticos". Pero esta obra, después de haber obtenido el parecer del Jefe de ingenieros de Caracas, Juan Miguel [sic] Cajigal -parecer que es un elevado elogio para Codazzi- sirvió para empapelar las paredes de la oficina del Secretario del Interior, lo que ciertamente no podía halagar mucho a su autor, el cual esperaba mejor utilización de su trabajo. En efecto, éste, que puede parecer solamente un trabajo de carácter técnico, tenía un alto valor patriótico y nacional. La primera representación cartográfica de un país que hace poco ha alcanzado su independencia es la más noble afirmación de su individualidad, es su imagen simbólica que va por el mundo y es recibida como unidad' espiritual y de voluntad. Y este concepto bastante simple, esta reflexión casi obvia, no se hizo inmediatamente, ni se le ocurrió en seguida a los hombres que estaban al frente del gobierno de Venezuela; pero no mucho después, sin que interviniera Codazzi, espíritu demasiado elevado para plegarse a un acto que pudiera parecer humillación, el valor real de la obra apareció claro aún para aquellos hombres, quizá asaltados por problemas no menos graves y urgentes, y el 18 de abril de 1839 el Congreso determinó que él -Codazzi- pudiera imprimir los mapas a su costo. Pero una impresión de aquellos mapas, ya coleccionados en un atlas, ya para murales, presuponía una revisión de los que había pintado, fruto de viajes y medidas tomadas por él, y debía seguir a una completa reseña de toda la literatura precedente. Aunque no era fácil recoger este material, sin embargo a Codazzi, a quien no faltaban ni la tenacidad, ni la habilidad para seguir todos los caminos con tal de llegar a la meta, le fue posible en poco tiempo proveerse de los mapas que había trazado Humboldt -especialmente de los mapas del Orinoco y de sus afluentes-; además pidió al Gobierno de Colombia, que estaba en manos de viejos amigos suyos, y obtuvo, el mapa de Roulin y el atlas de la antigua Colombia, que había sido publicado en París en 1827 bajo el nombre de Restrepo, y que contenía los mapas de los doce antiguos departamentos, obra que no carecía de valor aunque no estaba fundada en bases científicas. Superada esta dificultad, he aquí que surge otra mayor y menos fácil de resolver; dificultad que había sido prevista por Codazzi y que superó con aquella habilidad que tienen todos los hombres no comunes ante lo que arredra a los inferiores. ¿Qué límites debía tener la República venezolana? Los límites no estaban trazados sobre el terreno, aunque fuese vivo el deseo de llegar a esta determinación de límites: pero había -y era conocida- la línea que separaba las varias regiones cuando sobre todas ellas dominaba España, y dentro de esta línea divisoria habían surgido los diversos Estados, como si la considerasen definitiva. Es verdad que más tarde estos -y los celos y las ambiciones habían surgido desde el principio, aunque no hubiesen tenido la posibilidad de colocarse sobre un terreno concreto de disensión- discutirán esta línea de límites y aun tomarán las armas, defendiendo cada uno el territorio sobre el cual creía tener derecho seguro; pero por el momento podía Codazzi atenerse a esa línea, modificándola, según lo considerara necesario conforme a razones de naturaleza geográfica. En tal forma Codazzi fue una especie de solucionador de cuestiones de límites antes de que el tiempo y la pasión las tornasen agudas y peligrosas; y esto debe decirse sobre todo de los límites entre Venezuela y la Nueva Granada, las cuales habían concluido ya un acuerdo de fijación de límites el 14 de diciembre de 1833, pero la línea determinada por los dos plenipotenciarios -Santos Michelena y Lino de Pombo- tenía en cada uno de los dos países partidarios y opositores. Ahora bien, Codazzi, partiendo del Cabo Chichibacoa, en el mar Caribe, y cortando la península de la Guajira, dejaba a Venezuela las cadenas montañosas y los cursos de agua más importantes hasta un punto en el cual el 5°paralelo corta el río Arauca: por último, una línea imaginaria se dirigía hacia el sur hasta el nacimiento del río Memachi; aquí principiaba el dominio del Brasil. Para el resto, o acogió los límites que atribuían a Venezuela los mapas de Humboldt, límites no imaginarios, sino basados en investigaciones realizadas en los archivos de Madrid, o acomodó a sus conclusiones, las que no siempre fueron a favor de Venezuela, los datos de 1810, esto es los límites que dividían a las diversas regiones sujetas a España.
Tampoco en las cifras relativas a la
población aceptó números sin discutirlos, sin someterlos a la crítica: no había
cifras que fueran resultado de censos que abarcaran toda la república: en 1836
se había presentado a la Asamblea Legislativa el censo de nueve provincias; y
en 1839 se daba como población de Venezuela una cifra que se refería a 1834
(887.168 habitantes): Codazzi la amplió un poco, teniendo en cuenta la rata de
aumento y fijó en 945.348 los habitantes de la tierra que describía. Quedaba
por último una cuestión de no desdeñable importancia; la cuestión financiera, y
si no se resolvía esta, no hubiera podido Codazzi ver impresa su obra. Se pensó
-y fue Páez quien sugirió este medio- en acumular sobre Codazzi varias
comisiones, y así fue nombrado primer Rector de la sección de matemáticas de la
Escuela Militar de Caracas, luego profesor de táctica de artillería, y por
último director de todas las organizaciones militares de la Provincia de
Caracas. Pero a pesar de tantos cargos no tenía Codazzi la posibilidad de hacer
frente a tan elevados gastos, por lo que pidió ayuda al Congreso, el cual la
concedió: 10.000.00 pesos fueron decretados para la impresión de la Geografía
de Venezuela, pero tal suma debería ser garantizada por un fiador, para el caso
de que cualquier circunstancia impidiera a Codazzi realizar su obra. Y hasta se
encontró un fiador: Martín Tobar y Ponte, de noble y rica familia, quien habla
perdido no pocas propiedades por mantener fidelidad a la pureza de sus
sentimientos y quien en la lucha contra España había visto a muchos de su
familia caer en los campos de batalla, aseguró el buen éxito de la empresa:
generosamente hizo de fiador de Codazzi, seguro de que este llevaría a término
su trabajo. Y cuando inmediatamente después el plan de la obra se amplió y Codazzi
aceptó agregarle datos históricos -de la historia remota y reciente- referentes
a Venezuela, datos que habrían de facilitarle Rafael María Baralt y Ramón Díaz,
también entonces Tobar declaró que respondería por el aumento de los gastos de
impresión y en esta garantía tuvo por socio a otro venezolano, Juan Bautista
Dallacosta. Y el Congreso no fue menos generoso que los amigos de Codazzi,
porque no tuvo dificultad en conceder una prórroga del tiempo señalado para la
impresión. El 11 de julio de 1840 Codazzi con su esposa dejaba a Venezuela para
dirigirse a Europa. En París, donde ya Humboldt había impreso su obra, pensaba
Codazzi que encontraría los medios más aptos para traducir en realidad
tipográfica su trabajo y los mapas que lo acompañaban. No viajaban solos los
Codazzi: los acompañaban Baralt y Díaz, a quienes se había confiado el encargo
de escribir la historia de la república y quienes debían facilitar al geógrafo
los datos históricos que necesitaba. Ellos empezaron inmediatamente a redactar
los capítulos de la Historia de Venezuela, mientras Codazzi sometía sus
manuscritos al juicio de los hombres más ilustres de la capital francesa.
(4) Op. cit., p. 98, 117. (5) Op. cit., p. 301.
sábado, 12 de noviembre de 2022
MEMORIAS DE AGUSTÍN CODAZZI CAPITULO II Parte II
MEMORIAS
DE AGUSTÍN CODAZZI
Editadas
en su original italiano por Mario Longhena y traducidas al castellano por
Andrés Soriano Lleras y Fr. Alberto Lee López
CAPITULO
II
Parte
II
Pero aun antes de su nombramiento como Jefe de Estado Mayor había ya recorrido y medido una de las cuatro provincias del norte, llamada Coro, y había diseñado el mapa de toda la gran región hidrográfica del golfo de Venezuela, de modo que le faltaban otras nueve provincias, entre ellas la de la Margarita, donde bien poco tenía que hacer, ya que era excelente el mapa del golfo de Venezuela en el cual surgía tal isla, y la de la Guayana, impenetrable en parte y habitada por pueblos salvajes que impedían toda exploración. La muerte de Bolívar, ocurrida el 17 de diciembre de 1830, 1e pareció a Codazzi que habría de marcar el fin de todas las agitaciones; por el contrario, la política del gobierno de Páez, empeñada en debilitar la casta militar, constituía un peligro continuo, tendiente a separar la Iglesia del Estado y a suprimir la esclavitud, provocando con ello en la vida económica 'y financiera no pocas perturbaciones y no podía menos de crear dificultades a Codazzi, quien necesitaba trabajar en tierras totalmente tranquilas y en medio de poblaciones que no estuvieran agitadas por ninguna convulsión. Por esto tuvo Codazzi que tomar parte en tres campañas, una contra Julián Infante y Vicente Parejo, dos "inquietos Jefes de guerrillas" habitantes de las "llanuras" del Apure y del Arauca, dos "libertadores" que despreciaban toda forma de libertad; una segunda en la provincia de Mérida, para proteger a la República de Venezuela de las molestias de la república hermana de la Nueva Granada o Colombia; y una tercera contra uno de los generales más famosos del tiempo de Bolívar, José Tadeo Monagas, quien trató, inclusive, de arrastrar a Codazzi a un acto de traición y encontró en el general italiano una oposición sincera y enérgica. Pero durante la segunda campaña, aprovechándose del hecho de que era italiano y de que, por consiguiente, como tal, no podía suscitar entre la población ninguna sospecha, pudo explorar tierras del interior y llegar hasta la hoya del Apure, más allá de la cadena andina. Fue el 2 de enero de 1832 cuando volvió Codazzi a empezar a tomar medidas sistemáticamente, y fue primero la ciudad de Caracas, declarada capital de la república desde el 30 de mayo de 1830, y después las provincias, las que fueron objeto de sus mediciones y de sus atentas exploraciones. Durante su permanencia en Caracas, además de Páez y de José María Vargas, además de varios alemanes que constituían una colonia rica y próspera, contrajo buena amistad con un hombre que, como él, se ocupaba en dar lustre con sus escritos a la nueva república y había recogido, en una biblioteca por él fundada, material estadístico e histórico que Codazzi utilizó ampliamente: Feliciano Montenegro de Colón (3). Durante todo el año de 1832 trabajó en esta provincia y a principios del año siguiente, habiéndose trasladado a Valencia, se dedicó a medir la provincia de Coro, donde ya había trabajado no poco, y la de Barquisimeto, y esto para relacionar mejor lo que había hecho con lo que le quedaba por hacer; y habiendo terminado el trabajo en ellas, sin siquiera cambiar el lugar a donde iba a reposar y a recrearse después de las fatigas, inicia la exploración de las provincias de Barinas y de Cumaná. El año de 1833 estaba por terminar, y el trabajo no estaba todavía concluido, y no por culpa de Codazzi que no se había dado un minuto de reposo, sino por las circunstancias desfavorables de aquellos años, así que la prórroga solicitada fue fácilmente concedida; y Codazzi como para dar una prueba de su agradecimiento por esa concesión, comenzó la exploración del delta del Orinoco, lo que ocurría a principios de 1834, poco después de su matrimonio (24 de abril) con una señorita de la provincia de Cumaná, Araceli Fernández de la Hoz, de noble familia española. No fue fácil para Codazzi la empresa del Orinoco; debía determinar bien las numerosas ramificaciones del río y establecer las comunicaciones entre unas y otras y, para hacer esto, debía remontarías una a una en barcas pequeñas y en piraguas que no siempre eran capaces de resistir a la violencia de las aguas. De modo que en esta empresa de exploración y en disponer sobre un mapa todo el material recogido transcurrió todo el año de 1834, por lo que se vio obligado a dirigirse a Caracas para conseguir una nueva prórroga. Pero el año de 1835 acarreó a la desgraciada república, que no había podido disfrutar de paz, un nuevo golpe que, al mismo tiempo que renovaba las convulsiones del pasado, obligaba a Codazzi a una nueva tregua en su trabajo y le constreñía a volver a asumir su puesto de Jefe de Estado Mayor. Páez, cansado y deseoso de regresar a la tranquilidad de la Vida privada, dejaba su puesto de Presidente de la República, y hacia todo lo posible para que le sucediera Vargas, un hombre que tenía cualidades diametralmente opuestas a las de Páez. De indiscutible competencia, sin los lauros guerreros que circundaban la frente de Páez, residente siempre en el exterior, dedicado a los estudios mientras en su país se combatía por la independencia, era el tipo clásico del Presidente civil de uña república, el más indicado para subir al poder en el momento en que, hallándose esta en estado de tranquilidad, era necesario que a la espada invicta la reemplazara la sabia competencia y la habilidad pacífica. Vargas aceptó, no muy de su agrado, quizá porque veía que estaba todavía lejano el surgir de un alba serena: y sus presagios no eran infundados: poco después de su elección estallaron en más de un lugar, como reacción del elemento militar que no quería oír hablar de su desaparición del campo político de la República, desórdenes públicos que durante casi un trienio hicieron difícil la vida de Venezuela. Vargas concedió naturalmente a Codazzi cuanto pedía, de manera que este pudo ponerse a trabajar y comenzar a reunir en un gran mapa todo lo que había recogido en sus Varias exploraciones, y que tenía dibujado en mapas parciales. Era una labor de conjunto la que iniciaba y que podía dar la sensación completa de la cantidad de viajes, exploraciones y dificultades superadas. Pero he aquí que de improviso surgen nuevos desórdenes provocados en Caracas por el partido militar, que se había puesto de acuerdo con los descontentos de otras provincias, especialmente de las de Maracaibo y Cumaná; en Caracas todas las autoridades fueron destituidas y a Vargas se le reemplazó por un jefe militar. Para salvar a Venezuela un grupo de hombres de los más influyentes de la República -y entre ellos estaba también Codazzi-, persuadidos de que cualquier otra forma de. organización política sería fatal, se presentaron a Páez y le indujeron a defender la constitución. Páez consintió en poner su espada al servicio de esta. Pero no fue larga su permanencia bajo las armas; nombrado Comandante en Jefe el 14 de julio de 1835, se retiró del mando el 21 de marzo del año siguiente. Durante este tiempo Codazzi estuvo siempre al lado de Páez en calidad de Jefe, de Estado Mayor, y tomó parte en la batalla de Guaparo, recuperó a Maracaibo y dirigió, hasta la capitulación, el sitio de Puerto Cabello.
Inmediatamente después se dirigió rápidamente hacia los llanos
del Apure para someter allí a los rebeldes capitaneados por Francisco Farfán y,
al terminar la campaña, recibió de Vargas, que había retornado al poder, el
título de "Coronel de Ingenieros" (22 de marzo de 1836). Pero la
revuelta militar que parecía extinguida tuvo nuevos chispazos de reanudación:
Farfán, seguido por el partido militar, intentó un nuevo desquite, de manera
que Codazzi se vio obligado a hacer de consejero del General Muñoz, escogido
como jefe contra el rebelde, y también en esta campaña participó en el hecho de
armas de García, en el cual Farfán fue derrotado; un indulto clausuró esta
renovación de las hostilidades. Pero no pudo volver inmediatamente al trabajo:
primero el encargo que le confió el Gobierno de la demolición de los fuertes
que, más que defensas, eran peligro continuo para la República; después una
nueva campaña contra el mismo Farfán, no ya sobre las riberas del Apure, sino
más lejos, a lo largo de los llanos del Orinoco. Sobre el primero tenemos el
testimonio del mismo Codazzi, que justifica la destrucción de los fuertes
esbozando en rápida síntesis la situación de aquel momento en Venezuela;
"en 1835 nuestros fuertes abrigaban tropas que ofrecían resistencia al
Gobierno de la República; sin embargo, el pueblo triunfó. Todos los puntos
fortificados se hallaban en manos del enemigo; el ejército y la marina estaban
a su servicio; poseía recursos y fondos públicos, depósitos y armamento; al
principio tuvo en sus manos todo el poder; pero finalmente fracasó. Ciertamente
corrió sangre; pero contra el sentimiento público, contra la voluntad del
pueblo, ninguno podía valer. Entonces Páez, oportunamente nombrado Comandante
en Jefe, restableció el estado de cosas, de acuerdo con la Constitución, salvó
el país de la anarquía, y demostró que el gobierno no necesita de fortalezas
para sostenerse en caso necesario". Así que Codazzi dirigió en persona la
demolición de dos fuertes que él mismo había hecho levantar algunos años antes,
el de Puerto Cabello y el de Maracaibo. No se había terminado todavía la
demolición de los fuertes cuando la guerra reclamó nuevamente a Codazzi: una nueva
rebelión de Farfán, en los llanos del Orinoco, obligó a una campaña aún más
áspera y difícil que las precedentes. Se ha hecho célebre, en esta campaña, una
marcha realizada por Codazzi en tres días desde Valencia a San Fernando de
Apure -lugar que si hubiese ocupado el enemigo le habría protegido enormemente-
y tal marcha permitió a Codazzi llegar a la población antes de este, poderse
defender hasta la llegada de las tropas de Páez y hacer de la batalla de San
Juan de Payara una óptima victoria. "León de Payara" fue llamado en
adelante, junto con Páez, pero tal denominación -dice Manrique- (4) nunca quiso
que le fuera aplicada, porque las victorias en las guerras civiles no hacen
jamás grandes a los que las obtienen. Sin embargo, no fueron inútiles, con relación
a la obra que estaba cumpliendo, las expediciones que hizo a los llanos de
Apure y del Orinoco, pues adquirió no poco conocimiento de tales regiones, de
manera que cuando le fue posible recorrer el Orinoco para completar su mensura,
tenía ya una idea bastante cercana a la realidad de aquella grandiosa llanura,
por lo que le fue más fácil levantar el plano y pudo hacerlo con más precisión.
Schumacher dice que el libro de Humboldt, con sus descripciones del grandioso
río, le sirvió de compañero a Codazzi en esa exploración y le ayudó mucho para
interpretar mejor la vida tropical. Del 3 de noviembre de 1837 a marzo de 1838,
tomando como centro esta o aquella población, recorrió el río principal y sus
afluentes, anotando, midiendo y sobre todo gozando de aquella vida grandiosa
llena de silencio y de misteriosa belleza. Si los llanos del Orinoco y de sus
afluentes impresionaron su ánimo con su solemnidad y lo atrajeron, conquistando
toda 'su admiración, no menor atención le merecieron las condiciones de los
indígenas. En ellos se ocupó con no menos fervor que en la geografía del
Orinoco. Y no podía ser de otra manera. Su alma, elevada y noble, no alcanzaba
a concebir que estos hombres, (¿no había él mismo combatido en los años
juveniles también por estos pobres habitantes del amplio valle?) estuvieran a
merced del capricho y de la perfidia de los gobernadores y de sus empleados.
(3)Su
historia de la Revolución de Venezuela era un libro que Codazzi consideraba
importantito
viernes, 28 de octubre de 2022
MEMORIAS DE AGUSTÍN CODAZZI
MEMORIAS
DE AGUSTÍN CODAZZI
Editadas
en su original italiano por Mario Longhena y traducidas al castellano por
Andrés Soriano Lleras y Fr. Alberto Lee López
CAPITULO
II
Parte
I
Regresa a América - 24 de mayo de
1826 - Comandante de artillería - Jefe de Estado Mayor - Se ocupa en la geografía
estadística y en el Atlas de Venezuela - A París. 1826-1841
(1)En
español es "mangle": creo que se trate del árbol llamado mango, que
crece también en las Antillas.[El mangle y el mango son dos árboles distintos.
Nota del traductor ].
(2)La situación se había invertido: diez años
antes eran las naves de la marina libre, que combatía a favor de los
insurgentes, las que amenazaban las costas venezolanas del mar de las Antillas;
ahora son las naves españolas las que hacen de naves corsarias y asaltan y se apoderan,
o tratan de apoderarse, de los puertos y de la ciudad. Por esta época se
destaca un marinero español, natural de Cádiz, Angel Laborde (1772-1884), como
afortunado combatiente en Puerto Cabello después de 1820 y en los años
siguientes
miércoles, 12 de octubre de 2022
TOVAR, CAPITAL CULTURAL DE VENEZUELA
TOVAR, CAPITAL CULTURAL DE VENEZUELA
Rafael Gallegos
Uno de los problemas fundamentales de
la Venezuela que padecemos, es la falta de cultura asertiva. Ignoramos quien
fue, por ejemplo, José Rafael Pocaterra, y Don Rómulo Gallegos va quedando como
una avenida en el este de Caracas. De nuestra historia ni hablar, la hemos
hecho mitológica y mesiánica.
El petróleo nos ha traído cosas
positivas; pero ha aflorado en los venezolanos la mentalidad facilista y la
desconexión entre el éxito y el trabajo. No es exagerado afirmar
que, por décadas, los venezolanos nos sentábamos a esperar el estornudo de
algún príncipe árabe, que redundara en altos precios del petróleo.
Hemos formado una cultura dependiente
de los precios del petróleo, alejada del ciclo: - aprender, producir, exportar,
ganar dinero, aprender-, reforzada por una moneda dura que hacía más fácil
importar que producir. Uslar Pietri, observando el fenómeno expresó que, sin
los ingresos petroleros, Venezuela se iba a convertir en un caso de la Cruz
Roja Internacional. ¿Pitoniso?
La “revolución” exacerbó este modo de
vida. A lo Evita Perón, comenzó a repartir sin ton ni son las divisas petroleras.
Y fiel a su proyecto de destrucción nacional made in La Habana, aprovechó los
altos precios del petróleo para incrementar el consumo mientras destruía a
Pdvsa, a la industria nacional, y fundamentalmente los valores del país.
Hoy, se acabó la ilusión de armonía
(Naim dixit) y nos enfrentamos al peor momento de nuestra historia… léase
pobreza, hambre y desvalijamiento nacional.
La recuperación
nacional pasa por la cultura
Por el refuerzo de los valores como
honestidad, solidaridad, proactividad, trabajo en equipo, democracia…
La Sultana del
Mocotíes…
… Así le dicen a la bella ciudad
merideña de Tovar. Un semillero único de escritores, artistas plásticos,
poetas, intelectuales, políticos. El maestro Jesús Soto pronosticó en los años
setenta, que Tovar en el futuro estaba llamado a ser uno de los centros
plásticos más importantes del mundo. Ese futuro ha llegado.
Para muestra un botón: con ocasión
del Centenario de Gallegos Ortiz, se hicieron en Tovar cuatro exposiciones con
92 artistas y 192 obras. Y una retrospectiva de 1976 con grandes artistas como
Carlos Contramaestre, Elbano Méndez Osuna, Solange Arvelo, Martín Morales,
entre otros… en una ciudad con apenas 40.000 habitantes.
Otra muestra, es el museo al aire
libre en que se ha convertido Tovar, la Ciudad de los Murales. Sus maravillosos
artistas se volcaron a elaborar obras de arte en las paredes, y muestran una
gigantesca exposición al aire libre – singular en el
mundo- cuya visita tarda por lo menos medio día. El financista
de esta obra es otro gran tovareño: la superestrella de las grandes ligas Johan
Santana.
Además, decenas de casas son museos –
talleres, de grandes artistas. Allí elaboran sus obras de arte. La asociación
de poetas, tiene más de 30 miembros. Los conciertos y orfeones son el orden del
día. ¿Qué tal? ¿Tovar es la Atenas de Venezuela?
¿Qué hacer con la
cultura tovareña?
La cultura no es para contemplarla,
para decir qué bonito y olvidarla. Ni es para artistas arruinados. No, cultura
es crear, es hacer, es compartir. Cultura es la creación de una ruta del arte,
cuyo sumidero sea la prosperidad nacional.
En el caso de Tovar, cultura es
trasladar su vibrante arte a logros en educación, turismo, siembra y
agroindustria.
La cultura, y no exageramos, debe ser
un importante puntal de arranque hacia el desarrollo de Venezuela. Gente
creativa, hacedora, solidaria, que comparta valores, trabajos, libertades de
pensamiento y empresariales, que redunden en prosperidad. Es urgente
desarrollar una nueva cultura nacional.
Tovar Capital Cultural de
Venezuela, estimularía aspectos humanos y laborales. Podría materializar el
proyecto del Museo Iván Vivas, que además de recopilar, curar y mantener la
extraordinaria plástica tovareña, incorpore una biblioteca donde los jóvenes y
los viejos lean, vean videos, hagan cursos, conversatorios y actividades
dinámicas, que conecten el arte con la producción de bienes y servicios, que
estimulen a los seres humanos y los impulsen a materializar sus sueños de una
sociedad exitosa. La cultura es la base del desarrollo.
Es necesario mentalizarnos en que la
cultura tovareña se puede exportar y que bien gerenciada también da dividendos,
primero a los pueblos aledaños y luego a otros lares. Además, genera turismo,
con sus hoteles, restaurantes, entretenimientos, infraestructura, vivienda…
prosperidad.
Algún improbable lector podría aducir
que hay otras poblaciones venezolanas con potencial para ser Capital Cultural
de Venezuela… ¡Excelente!... ¿qué tal si muchas poblaciones compiten
por ese título?
Lo importante es romper el
paradigma de que la cultura es para los poetas lunáticos. Rescatarla como
generadora de calidad integral de vida, material y espiritual.
El indispensable
financiamiento para Tovar
He ahí el quid del asunto. El
financiamiento. No basta con que algunos gobiernos se comprometan. Los
tovareños tienen el deber de diseñar un Proyecto que contemple: la Visión de
Tovar, ¿Qué Tovar queremos?... la Misión ¿Qué corresponde hacer a los tovareños
para hacer de Tovar la Capital Nacional de la Cultura?... las Estrategias,
educativas, organizativas, económicas, la organización deseada… el Impacto, ¿a
cuantas personas beneficiarían los logros sociales y económicos del proyecto,
que calidad de vida se espera?
El desarrollo de un sólido Proyecto que
contemple la creación de ciudadanos con valores que se reflejen en calidad de
vida y dinámica económica. Un Proyecto capaz de lograr financiamiento privado
nacional e internacional. Ese es el reto. ¿Difícil?, sí; pero hay que hacer las
cosas de manera diferente.
Para elaborar el Proyecto Cultural de
Tovar y dejarlo listo para la búsqueda de financiamiento es necesario conformar
un equipo de tovareños – autoridades universitarias y educativas, artistas,
productores, gerentes culturales – asesorados por especialistas en diseño de
este tipo de proyectos, que existen en la en la ULA.
Un Proyecto capaz de cambiar el
destino de Tovar e influir positivamente en el de Venezuela porque …
… Cultura es
desarrollo
Iniciar el cambio desde cada
ciudadano. Es que, como plantea la cuña televisiva: “nada cambia si tú no
cambias”. Es hora de cambiar puntos de vista.
Esta columna se
publica en Informe21, Noticiero Digital, Emisora Costa del Sol 93,1 FM, y
Revista Petroleum
jueves, 6 de octubre de 2022
lunes, 3 de octubre de 2022
Centenario del nacimiento del Dr. Rafael Angel Gallegos Ortiz
EL DOCTOR GALLEGOS
ORTIZ VISTO POR SU HIJO
Rafael
Gallegos Castro
En primer lugar, quiero agradecer en nombre de la esposa de mi padre, María Artahona de Gallegos Ortiz; de sus hijas Ana Elena y María Cristina Gallegos Castro, de su nuera Herminia Carrasco de Gallegos, de sus nietos John Eliseo, Manuel Rafael, Rafael Eliseo y su esposa Irina, José Ramón y su esposa Daniela, de sus bisnietos Juan Ignacio, Tomás Fabián y Andrés, de sus sobrinos y parientes, de sus innumerables amigos, y en mi nombre, agradecer la oportunidad nos da la Honorable Academia de Mérida, de dirigir estas palabras como un homenaje a la trayectoria de mi padre, en ocasión de su centenario.
Honrar, honra.
Nos sentimos
inmensamente agradecidos por este
gesto, porque sabemos
que la vida del Dr. Gallegos Ortiz fue una permanente entrega llena de
amor por Venezuela. Que su prolífica existencia, que agregó tanto valor a la
vida de tanta gente, debe ser rememorada, para que quede como una referencia en
este pueblo tan olvidadizo, donde destacados venezolanos, cuya obra debería ser
estudiada y servirnos de guía, como Mariano Picón Salas, José Rafael Pocaterra,
Rómulo Gallegos, Salvador Garmendia, Andrés Eloy Blanco, José León Tapia,
entre muchos otros por solo nombrar
escritores, pasan a la desmemoria colectiva, afirmando nuestra peligrosa condición de pueblo
sin conciencia de sus raíces, lo que conlleva el riesgo de andar a la deriva.
Este
26 de septiembre de 2022, se cumplieron cien años del nacimiento de mi padre, Rafael Gallegos Ortiz. Abogado, escritor, profesor, historiador, político, gerente cultural,
un personaje multifacético de esos que parecen tener dentro de sí muchos
seres conviviendo. Un venezolano con los pies enraizados en Tovar y la mente puesta en las
estrellas. Siempre llevó a Tovar en el corazón.
Y sobre todo, Gallegos Ortiz, mi inolvidable papá.
Cien
años que hacen recordar la ironía del Maestro Jorge Luis Borges, cuando
falleció su madre a los 99 años. Un amigo al darle el pésame le comentó que era
lamentable que la señora no hubiera llegado a los cien años con lo poco que le
faltó. El maestro replicó: amigo, que fe tiene usted en las virtudes del
sistema decimal.
Pero así somos y así conmemoramos este centenario.
La
casa nativa de papá (ya desaparecida), era una casa grande, de dos pisos. A una
cuadra de la Plaza Bolívar.
Mi padre nació en 1922 en un Tovar de calles empedradas, de mucha producción agrícola
y sobre todo paso de caravanas de la zona. Un Tovar profundamente católico y de
inquietudes culturales. Sus famosas ferias en honor a la Virgen de Regla, las
más antiguas de Venezuela, ya mezclaban las celebraciones marianas con bailes,
toros y aguardiente.
Mi padre
fue el último de siete
hermanos. Los mayores,
Consuelo, Ana Elena y Belisario, le llevaban alrededor de veinte años. Los intermedios José Ramón y Luís Enrique,
más de seis o siete. Él y su hermana Ada Margarita, que le llevaba dos
años, fueron los toñecos.
Pero la orfandad llegó temprano. Su padre Belisario, de oficio contador
y periodista, murió enfermo del cerebro cuando papá era apenas un niño. En su poema “MI PADRE”, revelaría su soledad y
desconcierto por su ausencia:… Él está en el cielo, me decían desde
allí te está mirando/yo miraba el cielo daba
vueltas/ quería verlo para ver si me miraba lo
hice muchas veces,/lo hice muchos días/pero no lo encontraba
…
Por si no fuera suficiente, a sus trece años, falleció
su madre, la abuela Ana Rosa Ortiz de Gallegos. También le dedicaría
un poema: “ASÍ ERA ELLA”:…
fue toda ternura allá en la gloria estará/repartiéndole a los niños cuadernos
y caramelos golosinas y dulzura…/… ¡algún día la encontraremos
y nos pagará los besos/que ahora damos sin ella!…
Huérfano, lo enviaron a vivir con su tío Pepe.
El tío era un solterón que vivía solo en una
casa muy grande llena de libros. Era un gran lector. Papá me decía que era muy
conocedor
de literatura, de política, que estaba al día con las noticias. Que tenía un
gran conocimiento de Carlos Marx.
Papá
me contaba que su tío lo regañaba por escrito. Que le enviaba cartas, aunque
cueste creerlo desde un sitio a otro dentro de la misma casa, donde le decía
cosas fuertes en referencia a alguna falta cometida; pero cuando se veían, el
tío ni le mencionaba la misiva,
y ni se daba por enterado del regaño que había proporcionado.
Entre el tío Pepe,
otros familiares y su hermano
Luís Enrique -quien
ya trabajaba como vendedor en una prestigiosa firma- se encargaron con mucho cariño,
de que a mi padre no le faltara nada.
A veces pasaba sus vacaciones con su tío cura, el padre José Ramón Gallegos,
párroco de Tabay y además fino poeta con obra publicada. El tío cura no
aceptaba gallinas ni ningún tipo de regalo de los campesinos.
-
Ellos tienen más hambre que yo- le decía a mi papá, que por tanta escasez
llegaba flaaaco a su casa luego de las vacaciones.
Cuando al cura le solicitaban diezmos para el Papa no los enviaba.
– El Papa tiene mucho dinero y aquí hay mucha necesidad- decía el sacerdote.
El
padre José Ramón Gallegos, falleció en julio de 1939. Sus fieles le levantaron
una estatua en la población merideña de Tabay.
Al aprobar
el sexto grado, el destino
de mi padre, como el de casi todos los muchachos
tovareños en esa condición, era trabajar en una finca o en un comercio. En
Tovar no había bachillerato. Papá me contaba que le aterraba no seguir
estudiando. Que todos los días se apersonaba en la iglesia
a pedirle a la Virgen de Regla que le concediera el milagro de estudiar bachillerato.
El milagro se dio. Seguramente un milagro económico. Sus familiares
lograron los medios para que papá continuara sus estudios. Lo enviaron a
Pamplona, Colombia, mucho más asequible desde Tovar, que Caracas.
Pero
el frío, o el ambiente excesivamente conventual de esa ciudad, lo decidieron a
fugarse. En su escape fue a parar a Táriba y se hospedó donde unos parientes.
Era carnaval y se incorporó a las fiestas. Las noticias llegaron rápido a Tovar
y escandalizaron a sus familiares.
Debieron
quererlo mucho, porque le dieron una segunda oportunidad. Lo enviaron a Caracas
al Colegio “Los Dos Caminos”, del célebre profesor Julio Bustamante, que
quedaba en lo que es hoy la Avenida Rómulo Gallegos. Exactamente en el sitio donde
hoy está el CC Millenium.
El viaje en autobús
duró varios días. En el internado estudió
todo el bachillerato.
Como
el colegio era laico, los alumnos que expresaran no ser católicos, quedaban
exentos de ir a misa los domingos.
Debían pararse temprano,
salir en fila a la calle y
caminar
unas cuantas cuadras hasta la iglesia, lo que tardaba prácticamente toda la
mañana. Papá, para disfrutar sus mañanas domingueras, se declaró evangélico.
Uno
de esos domingos, su tía Amalia – muy católica y rezandera- fue a visitarlo. Al
enterarse que los alumnos estaban en misa, ella le dijo al portero que
esperaría al regreso de ellos, para ver a su sobrino.
- Pero
si el joven Gallegos está en su habitación –le dijo el portero- usted sabe, que
como él es evangélico…
- ¿Y
quién le dijo a usted que ese muchacho es evangélico? – replicó la tía muy molesta.
- Él mismo, señora… por eso es que
no va a misa.
-
¿Evangélico?, lo que es, es un flojo
y un hereje.
Es de imaginarse el problema con la tía
Amalia…
Su hermano
Luís Enrique siempre
estaba pendiente de él. Le daba dinero,
lo sacaba a pasear
por Caracas los días libres.
Le daba la ropa casi nueva que iba dejando
y papá era un joven muy elegante. El problema surgió
cuando mi papá se estiró
(medía 1,87 ms.) y los trajes
le fueron quedando cortos.
Luego
del bachillerato comenzó estudios de Derecho en la Universidad Central de
Venezuela. Compartía habitación con Domingo Alberto Rangel, su amigo desde las
aulas de Tovar. Mi padre pronto se convirtió en uno de los dirigentes de AD en la
universidad.
El 18 de octubre
de 1945, día de la llamada revolución de octubre, mi padre discurseó por una radio clandestina que se oyó en todo el país. Las lenguas
de Tovar regaron
al oírlo, que Rafael
Ángel –así le dijeron siempre-
era el jefe del golpe.
Por supuesto que ni de lejos lo era; pero el rumor dio mucho
entretenimiento a las lenguas del
pueblo.
Mi
padre ocupó importantes cargos políticos en la dirigencia estudiantil de la
UCV. Cuando estaba en sexto año de Derecho,
en 1946, su partido AD lo envió a un trabajo
político para el que tenía que mudarse a Mérida. Allí, en la Universidad de Los
Andes (ULA), finalizó su carrera en 1947. Su promedio en el último año de
carrera fue de 18,4 puntos. Paralelamente ejerció como director de Cultura
de la ULA. Al graduarse, fue contratado como profesor
de la Cátedra de Derecho Internacional Público. Sus alumnos eran de su edad o más viejos.
Me contó que tuvo que reprobar a algún amigo que creyó pasaría por amistad.
Fungió como secretario general
de AD en Mérida. En las elecciones de 1947 salió
electo como diputado a la Asamblea Legislativa del Estado. Las sesiones
de la Asamblea se transmitían por radio y tenían mucho rating. A los años,
siendo yo estudiante de ingeniería y trabajando en el Ministerio de Minas, un
apreciado señor, compañero de labores, me expresó
que, cuando papá era diputado, él vivía en San Cristóbal y desde allí oía por
radio las sesiones.
-
Tu papá daba unos magníficos discursos- me comentó.
Diputado,
profesor universitario y dirigente político, y apenas superaba los 25 años.
Pero, poco duró la dicha. El 24 de
noviembre de 1948, fue derrocado Don Rómulo Gallegos, y mi padre comenzó su
tránsito por la resistencia a la dictadura.
Ya se había casado con la joven tovareña
Olga María Castro
Méndez.
En
1949 fue nombrado abogado de la Federación Petrolera. AD lo había enviado al
Zulia a preparar la huelga
petrolera que se dio en 1950. Se hospedo en la casa de su hermano Belisario por un tiempo. Utilizó
el seudónimo de Dr. José Flores. Luego de la huelga, fue a parar a la cárcel.
Durante
la dictadura de Pérez Jiménez recorrió varias prisiones del país como preso
político. También estuvo un año confinado en Ciudad Bolívar. Allí vivía en la
casa de su hermano Luís Enrique, siempre
presto a ayudarlo.
Años después papá le dedicaría un libro: “A mi hermano Luís
Enrique, que supo suplir la ausencia de mi padre.”
Cuando
estuvo preso en Ciudad Bolívar, el jefe de la cárcel lo llamó un día. Doctor
Gallegos – le dijo- usted escribe muy bonito y yo quisiera que me haga un
favor…
El
oficial tenía una novia en San Cristóbal que estaba disgustada con él. Le pidió
a papá que le hiciera una carta. La hizo, la enviaron y la novia se contentó.
El capitán no hallaba en qué pedestal colocar a mi papá. Hasta lo invitó a una
fiesta. El jefe de la cárcel se pasó de palos y se le perdió a mi papá. Él me contaba que quería fugarse; pero pensó en los problemas que
le traería al oficial. Y se regresó a la prisión. El hombre se puso muy
contento cuando lo vio.
Su retorno a la cárcel pensando en no traicionar la confianza
del oficial, mide la dimensión humana de mi padre. Era como expresó su amigo el
político e intelectual Jesús Rondón Nucete, en
una maravillosa biografía de él que publicó en el
Boletín de la Academia Nacional de la Historia: “Gallegos fue un hombre bueno y generoso, hasta el
desprendimiento total”.
En
plena dictadura fuimos naciendo los hijos. Mi hermana Ana Elena en Tovar, y yo
en Ciudad Bolívar. Posteriormente nacería
María Cristina en Caracas. Años de cárceles, persecución… y de nacimientos.
Cuando
mamá estaba embarazada de mi hermana menor, fue a buscar a mi papá a la
tenebrosa Seguridad Nacional. La tuvieron, a pesar de su avanzado estado de gravidez,
toda la noche parada bajo unas luces. En la mañana llegó Pedro Estrada y le
dijo: señora, y ¿qué hace usted aquí?
-
Bueno, sus policías
me dejaron parada – respondió
mamá.
-
Caramba, esos muchachos… comentó Estrada con su típica
sorna.
A mi papá lo liberaron
ese día. Mamá contaba que salió flaaaco.
En
Caracas, papá montó un bufete. Trabajaba y lo perseguían. Los clientes eran en
buena medida europeos recién llegados
que intentaban regularizar sus negocios, o
superar
sus problemas de inmigración. Pero al saber su condición política, se le desaparecían.
En
una ocasión mi papá llegó al bufete y encontró a unos policías que lo estaban buscando.
- No vuelvo a contratar
a ese Doctor Gallegos Ortiz, si lo ven, díganle
que es un irresponsable. Me
voy y no vuelvo- gritó papá ante los agentes.
Y así, se les fugó
a los esbirros en sus narices.
Años después
mi padre me mostró una pared muy alta, en Caracas, que brincó en una
ocasión al ser perseguido por la Seguridad Nacional.
- No sé cómo hice para rebasar
esa pared hijo - me comentó asombrado- tal vez el miedo.
Para nada - continuó- porque
del otro lado había un caballo que apenas
me vio comenzó a relinchar, y los policías me agarraron.
En 1954,
la dictadura montó a toda la familia
en un avión. Un miembro
de la Seguridad Nacional le había advertido: doctor, piérdase porque
tengo órdenes de matarlo. La vida le dio a mi papá la oportunidad de devolverle
el gran favor a ese señor, cuando Venezuela vivía en democracia.
Se iniciaban los años de exilio. Al aterrizar en Curazao, mi papá no desembarcó porque unos esbirros de la SN lo estaban esperando en la pista. El capitán
de la nave le insistía que se bajara.
- No me bajo y si me pasa algo, usted es el responsable. – le dijo al capitán-
luego de argüirle los aspectos legales.
No
desembarcó. Seguimos todos el viaje hasta Cartagena. Las autoridades
colombianas no lo dejaron permanecer en la zona, eran los años del dictador
Rojas Pinilla. Adujeron que estaba cerca de la frontera, y arreglaron para que
tanteara su estadía en Bogotá.
Pero no hubo tiempo. A mamá le pegó el frío, o la altura de Bogotá. Y nos fuimos a Quito. Que si a
ver vamos, no hacía ninguna diferencia. Quien sabe qué razones privaron.
A
los pocos días de haber llegado a Quito lo llamaron las autoridades
ecuatorianas. “Me van a botar otra vez” – pensó papá. “Qué hago… para dónde me
voy con tres muchachos casi bebés y sin trabajo”
- Doctor Gallegos
– le dijeron para su sorpresa- el presidente Velasco
Ibarra le da la bienvenida a Ecuador.
A
mi papá se le abrió el cielo. Resulta que él había conocido en la ULA a un hijo
del presidente Velasco Ibarra. Conversó mucho con él en los pasillos de la
universidad. Hicieron cierta amistad.
Y éste, designios de Dios, se enteró
de la llegada de mi padre
a Ecuador. Habló con su papá el presidente, quien le otorgó su estadía
en Ecuador. Así,
nos instalamos en Quito. Una casa grande,
que compartíamos con tres o cuatro familias de exiliados venezolanos.
Para vivir, mis padres contaban inicialmente
con algunos escasos dólares. Al agotarse estos, mi mamá comenzó a vender sus
pertenencias en el mercado: ropa,
algunas joyas y otras cosas.
Mi tía Dulce, mi querida tía Dulce, a todo riesgo
enviaba giros desde Venezuela. Dinero de ella y lo que podía recoger entre familiares. La dictadura perseguía
y castigaba esas ayudas. Mi tía Dulce vivía en
Maracay. Era secretaria en un banco. Su jefe la llamó a Caracas.
- Tengo
entendido que usted le envía dinero a exiliados y eso es un delito – la inquirió.
- Sí
– respondió mi tía muy asustada - tengo un cuñado exiliado con tres hijos pequeños…
-
Y cómo se llama su cuñado
– la interrumpió su jefe.
-
Rafael Gallegos Ortiz…
-
No puede ser, Rafael Ángel es
mi primo.
A
partir de allí, el jefe le dijo que tuviera mucho cuidado, que la iba a
transferir a Caracas para despistar a los
chismosos y que le avisara cuando fuera a enviar dinero,
para contribuir con algo.
Esa es Venezuela.
“Esperamos con ansia el giro”, le escribió mi papá a mi tía, en una carta que conservo.
Papá
no conseguía trabajo. En un momento dado, comenzó a dictar conferencias en las
universidades de Quito y Guayaquil, con la esperanza de que lo contrataran como
profesor.
A los dos años, la altura
y el frío de Quito
afectaron seriamente a mamá. Nos mudamos
para Guayaquil, al nivel del mar. Allí mi papá comenzó a trabajar – a destajo.
Participó en la fundación de la revista Vistazo, que todavía existe. Y creó
una oficina de publicidad: Veinte-Veinte, que inicialmente lanzó el lema
publicitario: Midas lo que midas, tu calzado será Midas.
En
Guayaquil, mejoró su situación económica; pero todavía reinaba la escasez. En
noviembre de 1957, una gitana que estuvo de visita en su oficina, le tomó la
mano para leérsela y le dijo: usted está aquí por razones políticas
y pronto caerá el gobierno de su país. Papá no le creyó. Le pareció casi una burla. Pérez Jiménez
estaba más firme que
nunca. Más bien pensaba en una oferta de ciudadanía que le hicieron
para facilitar su trabajo en
Ecuador.
Dos
meses después, a la caída de la dictadura, papá no podía sacarse de la cabeza a
la gitana.
Ese
23 de enero de 1958, papá, que
siempre fue muy elegante, que cuando
se vestía de “sport”, como decían, era sin corbata y con paltó, salió casi
corriendo unas dos cuadras por las calles de Guayaquil para participarle a su amigo el Doctor Mejías Palazzi,
la buena nueva. Su esposa Blanca al abrir la puerta dijo: cayó Pérez
Jiménez.
¿Cómo supo? Papá estaba en piyama.
La infinita emoción…
A
los pocos días de la caída del dictador, papá llegó a Venezuela en un avión de
Aeropostal. De esos que envió el nuevo gobierno venezolano a los países
donde había exiliados. Cuando
el piloto les expresó a esos venezolanos alejados por tantos
años de su patria que acababan
de entrar en territorio venezolano, empezaron, emocionadísimos, a cantar el Himno Nacional
y luego una canción que había compuesto un músico preso de Guasina, Guillermo
Castillo Bustamante, que estaba muy de moda. La había popularizado ese gran
venezolano que se llamó Alfredo Sadel: Escríbeme.
Son tus cartas mi esperanza mis temores, mi alegría/y aunque sean tonterías escríbeme, escríbeme
El
aeropuerto de Maiquetía estaba lleno de gente. No cabía un alfiler. Abrazos,
besos y llantos, muchos llantos de alegría. Todos se abrazaban, todos eran
hermanos con años extrañándose. Era el espíritu
del 23 de enero. Papá llegó a la casa de su hermana
Ada, casada con el ingeniero Emilio Pérez Vera, mi querido
tío Emilio, y allí se hospedó
un tiempo.
Poco más de un mes luego de su llegada, papá empezó a trabajar en la
universidad. Fue juramentado por el Rector Francisco de Venanzi como Director
de Cultura de la UCV. Allí laboró seis años. Su obra fue prolífica. En el Aula
Magna presentó a artistas como los grandes músicos Stravinsky y Pablo Casals, a
la bailarina de Venezuela Yolanda Moreno. También
al gran poeta Pablo Neruda,
quien luego de oír sus palabras
de bienvenida en el Aula Magna dijo: he aprendido
la historia de América Latina
en las palabras del Doctor
Gallegos Ortiz.
El
doctor Gallegos también trajo a Venezuela a la Opera de Pekín, a los Ballet
Ruso, Ballet Filipino, Ballet Chino. Además, estimuló grupos de teatro, de
danza, de música. Igualmente presentó en el Aula Magna a figuras como Fidel Castro
y Juan José Arévalo.
Adicionalmente
fue por varios años moderador del programa televisivo de opinión de la universidad, “Venezuela mira su futuro”, que, con mucha
audiencia, se transmitía los sábados por Radio Caracas Televisión.
Por cierto, me llevó una vez al programa … y tuvieron que amarrarme en
una silla porque, en vivo, me quería sentar con papá mientras él hablaba.
Estuvo un tiempo como encargado de la Secretaría de la UCV.
José Ignacio Cabrujas en un artículo alabó su gestión al frente de la cultura
universitaria, y se preguntó: “¿existió realmente
el legendario Gallegos
Ortiz?”
En 1959 fue comisionado por el presidente electo Rómulo Betancourt para la recepción a Fidel Castro en su visita a
Venezuela. Un día le peguntó: comandante, por qué no hace elecciones, usted
arrasaría.
- Basta que salga un diputado y me eche broma para no poder hacer lo que quiero – fue su respuesta.
Igualmente, mi padre fue secretario ejecutivo
del Comité Venezolano Pro Liberación de Santo Domingo. En la universidad había
conocido a Juan Bosh y a otros patriotas dominicanos.
El
14 de junio de 1959, participó, como representante de Rómulo Betancourt en la
invasión desde Cuba, para derrocar
al dictador Chapita.
Betancourt y Castro
se unieron con ese objetivo.
Como estaba planificado, despegó el primer contingente de dominicanos en los
aviones. Al rato debía salir el segundo. Jamás arrancaron. Parece que a Fidel Castro los norteamericanos lo amenazaron con invadirlo si salía el segundo
lote, y el comandante dio marcha atrás. A los muchachos que llegaron a RD, los masacraron.
Mi
papá contaba que, ante el retraso de los aviones, fue al despacho del
comandante Castro, donde él pasaba sin protocolo. No pudo entrar. Se dio cuenta
de lo que había sucedido, y se vino a Venezuela.
Por esos días de la invasión a Chapita, en la oficina de mi padre, se
desprendió del techo una lámpara muy pesada y cayó sobre la silla de su
escritorio. Él se acaba de parar para recibir una sorpresiva visita de mi
hermana Anela y mía. Se salvó milagrosamente. Las investigaciones determinaron
que le habían aflojado los tornillos a la lámpara.
Descubrieron al culpable, quien confesó que lo había hecho por órdenes
del gobierno dominicano.
En 1963,
papá abandonó las filas de AD. Se fue con el grupo ARS de Ramos Giménez. Fue candidato a diputado al
Congreso por el estado Mérida. Decía que cuando hizo campaña, todo Tovar estaba
con él. Daba como un hecho su victoria. Pero no salió. Cosas de las
maquinarias.
Ya
en 1948 fue expulsado del partido. Se ubicó entre los dirigentes que
solicitaban la elección de gobernadores, aspecto en el que no estaban
dispuestos a transigir los principales líderes. Sin embargo, vino el golpe a Don Rómulo Gallegos
y permaneció en AD, más solidario que nunca.
En 1960 publicó el libro “Historia política de Venezuela, de Cipriano
Castro a Pérez Jiménez”. Un análisis de la política venezolana en lo que iba de
siglo XX. El libro fue muy exitoso y durante años, referencia para muchos
estudiantes. Previamente había publicado un folleto “La universidad y la libertad
del pueblo dominicano”, donde hizo
un análisis
de la nefasta dictadura de Trujillo y las
razones por las que la Universidad, con mayúscula, debía
luchar contra tamaña dictadura.
Renunció al cargo de director de Cultura en 1964, por divergencias con el rector
Bianco. Se dedicó al ejercicio de su profesión y a la política. Fue
presidente del partido VPN (Vanguardia Popular Nacionalista), que apoyó a
Miguel Ángel Burelli Rivas en las elecciones presidenciales de 1968.
En 1965,
publicó el libro “GARROTE Y DÓLAR, lectura
para políticos latinoamericanos”. En él narraba las intervenciones norteamericanas en América Latina.
Algunos políticos me dijeron
que ese fue su libro de cabecera por mucho tiempo.
Luego, en 1969, saldría a la luz “¿Es farsa la renovación?”, un libro
donde sentó, de manera no complaciente ni demagógica, su opinión acerca de la
reforma que estaba planteada en las universidades venezolanas.
En
1965 se divorció de mi madre Olga Castro Méndez. En 1968 se casó con María de
los Ángeles Artahona, una caraqueña, aquí presente, que con mucho amor lo
acompañó durante 37 años, hasta el final de sus días.
En 1973 por invitación de su amigo y Rector de la ULA, Ramón Vicente
Casanova, regresó a su natal estado Mérida como director de Cultura de esa
universidad. Allí realizó una fecunda labor, destacando entre otras
actividades, la fundación de los Talleres Campesinos, y la creación de la
Extensión Universitaria de Tovar, de la que desde antier es epónimo, con
muchísimo agradecimiento de todos nosotros.
Por esos años, publicó
varios libros.
En 1974, “Cuentos
y cuentas de mi pueblo”,
un delicioso relato
acerca del nacimiento y desarrollo de su querido Tovar,
salpicado con anécdotas de su niñez y su juventud. El libro fue reeditado en 2003.
También ese año publicó
un folleto titulado
“El escogido del diablo”, sobre el asesinato de Antonio José de Sucre.
En 1975,
publicó “América Paraíso
de tontos”, una novela con referencias históricas. El personaje central es un sinverguenzón que se hace llamar
Sand (en lugar de Sancho) y su apellido
es Parada. La dedicatoria del libro dice: “A mi hijo Rafael
con la convicción de que nunca será un Sand Parada”. Yo, espero haber
cumplido.
En
1976, salió a la luz pública “El cachorro Juan Vicente Gómez”. En este libro
denunciaba que el dictador Gómez fue un déspota para con la ciudadanía; pero un
cachorro de los intereses petroleros. Tuve la honra de hacer el prólogo. El
intelectual Pedro Berroeta expresó que sólo la parte introductoria del libro
(primer capítulo), bastaba para determinar su excelencia. Fue un libro muy
exitoso, de múltiples ediciones.
Papá estudió
mucho la historia.
Y a Gómez, lo diseccionó. Lo veía como un dictador
de petróleo, como el responsable de un siglo XIX tan largo. Siempre
decía que, a su
muerte,
el general era el hombre más rico de un país palúdico, con 70% de analfabetismo
y 34 años de esperanza de vida.
En
1978, publicó “Perros del mundo uníos”. Una novela narrada por un perro llamado
Chuto, acerca de una rebelión de perros. La obra fue llevada al teatro con el
nombre de “Chuto el comandante”. Por cierto, Chuto fue un hermoso perro de la
familia, que acompaño nuestra infancia, adolescencia y juventud. Pastor alemán
con mucuchíes y enano. Era muy fuerte. Parecía un oso. Y era bravísimo.
En
1978, renunció a la ULA. Ahora su mente se dirigió a la fundación de un
periódico para Mérida. Él no concebía que una ciudad tan progresista y dinámica
no tuviera un periódico con todas las de la ley. Puso un dinero que se ganó en
un caso jurídico, y buscó accionistas que lo acompañaran. Luego de muchos meses
de esfuerzo consiguiendo dinero, maquinaria, oficinas, talleres,
periodistas, personal y todo lo que
conlleva una empresa de esas dimensiones, salió el Diario
Frontera. Mi padre lo llamó así, como un homenaje a “Fronteras”, periódico
que había dirigido en San Cristóbal
el mártir de la democracia Leonardo Ruíz Pineda.
Mi
padre fue el Director- Fundador de Frontera y más que ello, el alma del diario
en sus inicios. Creo que ese periódico es una de sus obras más significativas.
Recuerdo los varios intentos
por sacar la primera edición.
Los talleres estaban
en Ejido. Varias noches
fuimos a esperar el primer número. Siempre fallaba algo técnico. La rotativa había sido sustituida por un
diario del Zulia y fue reparada en Mérida por un señor Franco, muy entendido en
el tema, que fue jefe de impresión del diario por muchos años.
Como al cuarto intento,
un día de agosto de 1978, salió la primera
edición de Frontera. La emoción de ese día todavía me
enerva, es indescriptible, al recordar cómo palpé calientico el papel y sentí el aroma, creo que mágico,
de la tinta del primer número. El ingenio de papá dio el primer
titular: “Con uranio
de Mérida se bombardeó Hiroshima”. Y narraba la historia de un polaco que en los años
treinta había descubierto uranio
en Mérida…
El doctor Jesús Rondón Nucete, por un tiempo fungió de
subdirector, y luego director del diario. En su maravillosa semblanza de la
vida de mi padre, expresó: … “Gallegos
tenía una imaginación que volaba
más allá de cualquier límite.”
De allí algunos titulares como: “Paulo VI eligió su propia tumba”,
o “Hace sesenta
años, un merideño mató a José Gregorio Hernández”.
A
veces papá se sentaba a escribir y hacía muchos artículos y reportajes con una
velocidad impresionante.
El
periódico tuvo gran acogida en todo el estado. Recuerdo haber colaborado con
Frontera haciendo entrevistas a las candidatas a reina de las ferias de Tovar,
o haber fungido como comentarista hípico en alguna
ocasión (por cierto,
muy fallido en los
pronósticos).
También asistía como cronista social del periódico a muchos eventos de Mérida.
De más está decir que, el fotógrafo y yo, éramos muy bien atendidos.
Varios
años después, mi papá se alejó del periódico. Dejaba atrás una gran labor.
Frontera es todavía, 44 años después, el diario emblemático del Estado Mérida.
Queda
para la historia el doctor Gallegos Ortiz como el Director - Fundador del
Diario Frontera.
El
Quijote que siempre tuvo dentro, estaba muy vivo haciendo su historia. Papá se
trasladó a El Vigía. Allí fundó el diario “Vamos”. Nunca logró hacerlo comercial.
En Barinas también intentó sacar adelante un periódico, pero no pasó de allí.
En 1983, su amigo de la universidad y de luchas políticas Jaime Lusinchi, fue candidato
presidencial. Para apoyarlo, mi padre fundó el movimiento “Nosotros También”.
Ganaron las elecciones; pero él se alejó de la política.
Se
dedicó, con éxito, al ejercicio de su
profesión y a sus libros. Le fue muy bien como abogado. Investigaba a fondo los aspectos legales
de sus casos y era muy trabajador.
En 1985 publicó “El desafío de Bolívar o los olvidos
de Arciniegas”, un libro que rebatía
con sólidos argumentos al doctor Germán Arciniegas - autor de la inmortal
“Biografía del Caribe”- lo que afirmó en su libro “Bolívar y la Revolución”.
Arciniegas expresó en referencia al Libertador, que toda su gloria era solo
militar. Mi padre, observando el
silencio nacional ante esa frase,
afirmó en el libro con ironía: “si el insulto hubiera
sido contra los bolívares y no contra Bolívar, qué de deudos hubieran protestado”. El mismo libro también contiene una deliciosa historia
novelada “Madrugada de negros”, donde narra
la historia del Negro Miguel,
que se coronó Rey de Buría; luego la de Andresote,
Chirinos, hasta llegar a Gual y España. Planteó que el miedo a las revoluciones
antiesclavas, precipitó la Independencia.
Después, en 1995, publicó
“Los presidentes se confiesan en el infierno”, un relato, cuyo personaje central es un joven
político Jorge Villasmil. En el libro, mete a todos los tiempos en el mismo
espacio, demostrando que la historia es un mismo escenario donde apenas cambian
los actores y el decorado. Puso a conversar en el infierno a Hitler, Mussolini,
Lucrecia Borgia, Platón, al mismísimo Lucifer, a presidentes de Venezuela y de
otros países. En el capítulo final, en una sesión del Congreso, su presidente
dice:
-
Sírvase leer el Orden de Día, ciudadano Secretario.
-
El mismo desde hace ciento cincuenta años, ciudadano Presidente.
En 1996, cerró su ciclo literario con el libro “San Juan Vicente Gómez”.
Un anecdotario libre acerca
del “taita” que tanto oprimió a Venezuela. El gran actor interprete del
dictador, Rafael Briceño, quedó encantado al leer el libro, y se puso en
contacto con mi papá.
Basado
en “San Juan Vicente Gómez”, Briceño editó un CD llamado “Intimidades de Juan
Vicente Gómez y Rafael Briceño”. Textos de mi padre, presentación de Salvador
Garmendia e ilustraciones de Pedro León Zapata. Toda una joya literaria.
Por cierto,
en una visita que hizo a mi casa el gran actor
Rafael Briceño, se lo presenté a mi hijo Rafael Eliseo, de unos
cinco o seis años. Le dije:
“Rafa, ¿tú conoces a Rafael
Briceño?, uno de los mejores actores de Venezuela”.
- Si no trabaja en Nikelodium no lo conozco
– fue la respuesta de mi hijo ante la carcajada del gran actor.
Con
el seudónimo César Cienfuegos, Gallegos Ortiz publicó en 1985 el libro “¡Estos
venezolanos sí son P…! el diario íntimo
del “jeque”. Una humorada referida
a la visita del “jeque” a Venezuela, donde embaucó a unos cuantos
ricachones deseosos de invertir. El “jeque”, era un colombiano que, a pesar de
su condición de “árabe”, se pasó de palos en una fiesta en su honor, comenzó a
bailar salsa… y allí se descubrió todo.
Además, Gallegos
Ortiz fue un prolífico articulista. Escribió en casi todos los periódicos
de Caracas y muchos del interior de Venezuela. Cuando en 1960, las
transnacionales ejercieron presión contra El Nacional, él fue uno de los
articulistas excluidos.
Sus últimos
años los pasó dedicado al desarrollo intelectual, al ejercicio de la profesión y a la familia.
Sin embargo, siempre
estaba pendiente de la política.
En 1993, cuando defenestraron a CAP, lo visitó
mucho en Miraflores. Estuvo en contra de lo que consideró una jugada de los
“notables” para lograr un atajo al poder. De su propio peculio- que no era mucho- publicó
varias veces en la prensa,
escritos a dos columnas
y una página, explicando porqué
CAP debería finalizar su período. Disertó
que sacar a CAP de la presidencia tendría un costo
muy alto para Venezuela. Y vistos los acontecimientos posteriores, hay que
darle la razón. Estuvo en sus oficinas de Miraflores varias veces conversando salidas jurídicas al linchamiento que le intentaban. Me comentó que CAP no quería
ninguna salida que dejara la menor duda de su condición de demócrata.
- Carlos Andrés piensa en su imagen
histórica – me expresó mi padre.
Luego
de la defenestración del presidente Pérez, Gallegos Ortiz continuó visitándolo
en La Ahumada.
En el año 2003, en una marcha opositora contra Chávez en la Plaza Altamira, papá se
cayó y se pegó muy duro en la cabeza.
La consecuencia fue que, pasados
varios días, lo colocaron en
terapia intensiva. Superó ese percance; y vivió dos años más; pero jamás
recuperó totalmente su dinamismo. Hasta el final de su vida, asistió
religiosamente a su bufete y siguió escribiendo en la prensa.
En 2005, el 15 de julio, falleció luego de tres días hospitalizado. Rodeado de su esposa
María, de sus hijos Ana Elena, María Cristina y Rafael, y mi esposa Herminia, de susnietos John Eliseo, Manuel Rafael,
Rafael Eliseo y José Ramón. Y de innumerables familiares y amigos, entre ellos
nuestra querida madre Olga.
La tristeza
de todos contrastaba con su verso:
Cuando yo muera/que nada esté de negro que todo esté de rojo hasta el cajón/que lleve mi cuerpo largo y tieso para que nadie diga/que me venció la muerte
Aunque la verdad, papá sí venció a la muerte. Él vive en cada uno de nosotros,
vive en sus libros. Vive en
este maravilloso homenaje que agradecemos infinitamente. Está más vivo que
nunca. En este momento, lo sentimos a nuestro lado con esa su gigantesca
sonrisa, que hoy abarca todo el auditorio.
Papá vive también
en los que fueron llegando
después a enriquecer nuestras vidas, en Daniela e Irina, las amantísimas esposas
de sus nietos. Y en sus bisnietos Juan Ignacio, Tomás
Fabián y Andrés, todos nacidos en el extranjero como lo ha pautado esta
realidad que padecemos, y en plena época de pandemia, 2020 y 2021.
Años después de su ausencia, su esposa María, con mucho amor, juntó unos versos
de mi padre disgregados en papeles sueltos. Le costó hacerlo. En algunos
tuvo que traducir letras ilegibles, casi garabatos. Me admiré de sus
“traducciones” cuando me llamó para que yo intentara – fallidamente- ayudarla a
interpretar esos jeroglíficos.
María
trabajó en condiciones inferiores a los que descifraron los jeroglíficos
egipcios, porque ni de lejos tenía una piedra Roseta para hacer comparaciones.
Al final,
María sacó una edición
artesanal y hermosa, con la colaboración ad honorem de amigos, del libro de poemas “Versos
para no leer”, que era el nombre con que papá
pensaba publicarlos algún día. Hermosos poemas siempre vigentes llenos de amor
y de un gran sentido de justicia.
Jesucristo es flaco y es largo/como los caminos del hombre con hambre…/O/… Hay una negra en la calle
con
un negrito en los brazos,/gritando
a todo el que pasa:/una
limosna por Dios! pero nadie le hace caso, no
por los lloros del niño ni por las súplicas suyas…
Quiero
leer parte de un escrito de su nieto Manuel Rafael, que define de manera
increíble a papá: “¿Cómo defino al doctor Gallegos Ortiz?, si hablamos de
fútbol sería un crack, si es en beisbol, un caballo, a nivel de familia un
pilar, a nivel político una escuela… pero el adjetivo que más me gusta es el de
abuelito, ese que la piyama parecía un traje, hablar con él de su vida, como la
mejor novela de aventuras que se pueda escribir”…
Cerramos
así este paso por esta maravillosa vida de 82 años y nueve meses, con un
sentido poema de otro nieto,
José Ramón, que a la muerte de mi padre tenía 13 años:… simplemente solo sucedió/el momento más triste de mi vida/y aunque hayan pasado ya tres años por más que siga intentando/nunca lo podré olvidar.
Ciertamente,
nunca lo olvidaremos. Es una parte muy hermosa de nosotros. Agradecemos
profundamente a Dios habernos permitido compartir con él, y aprender de su
vida.
Estoy seguro que su inagotable y apasionado cerebro
dejó muchas ideas en el tintero.
Unos libros inéditos, otros en camino. Como al gran poeta Gustavo Adolfo
Becker, le quedaron ideas haciendo cola en su cerebro, esperando que su talento
los vistiera de palabra y los lanzara a la escena del mundo.
Gracias
a todos ustedes aquí presentes, gracias a la Academia de Mérida por este
maravilloso homenaje. Gracias al licenciado y amigo Néstor Abad Sánchez, pilar
fundamental de todos estos honores a mi padre, a las autoridades de la
Universidad de los Andes,
y a la Comisión creada
para celebrar el Centenario. Gracias
a todos. Nos sentimos infinitamente honrados y amor
con amor se paga.
Cerraremos pues, con su poema: “cómo olvidar los recuerdos si los recuerdos no mueren.”
Muchas gracias.