sábado, 7 de septiembre de 2013

Cómo nos vieron los cronistas



Testimonios de Mérida
Fray Pedro de Aguado 
n. 1538-m. 1560

 Villa de Valdemoro (Madrid)



DEL DESCUBRIMIENTO DE LAS SIERRAS NEVADAS DONDE HOY ESTA POBLADA MERIDA

En el Libro III, Capitulo X, luego de haber descrito Aguado en su Historia de Venezuela  el triste fin de Francisco de Carvajal y su ceiba, pasa a referirnos los orígenes de la ciudad del Tocuyo, y de cómo el gobernador Juan Pérez de Tolosa envió a su hermano, a descubrir las Sierras Nevadas, donde hoy está Mérida, del Nuevo reino.
“Después de haber el gobernador Tolosa muerto a Carvajal en la forma dicha, luego procuró que aquel alojamiento donde Carvajal estaba, ya que de alguna manera tenia forma de pueblo, se hiciese perpetuase, para que toda aquella gente española que allí estaba, por ir a buscar su sustento a otra parte, ni fuesen causa de mayores daños; y así procuró que se avecindasen y tomasen solares y estancias, y él nombró e hizo nombramiento de alcaldes y regidores que tuviesen a cargo la administración de la república, que en adelante se intituló ciudad; y éste es el fundamento y principio de la ciudad del Tocuyo, famosa en aquella gobernación por estos sus infelices principios.
De la fundación de este pueblo lo que he hallado por opinión más cierta aunque algunos la atribuyen al capitán Francisco de Carvajal, por haber sido el propio pueblo el sitio de su alojamiento y haberse conservado y permanecido allí algunos días, otros le atribuyen a Villegas, que se halló con Carvajal por su teniente; pero como en esto vaya poco, cada cual podrá arrimarse a quien tuviere él afición. Sólo sobre él diré que según parece, el Tocuyo fue poblado en el año de 1547, y aquel propio año fue muerto Carvajal; yo tengo que la muerte de Carvajal fue primero que la población del Tocuyo, según me han informado algunos que en aquella tierra están, y por esto me afirmo en mi opinión de que el gobernador Tolosa la pobló, el cual así mismo repartió a los naturales que por allí cerca había, entre los que quisieron ser vecinos y moradores de la ciudad del Tocuyo. Como la gente española que allí había era mucha, y todos no se podían sustentar en aquel pueblo, a persuasión de algunas personas, ordenó el gobernador que un hermano suyo, llamado Alonso Pérez de Tolosa, fuese con una parte de la gente que allí había, a descubrir la provincia de Sierras Nevadas, donde al presente está poblada la ciudad de Mérida, del Nuevo Reino; aunque otros ancianos de los que en aquel tiempo se hallaron allí, certifican  que no salió Alonso Pérez del Tolosa con gente del Tocuyo a este efecto, sino que persuadido e inducido por el gobernador por un Cristóbal Rodríguez que había estado en el Reino de que le seguiría aquella gobernación muy gran provecho y utilidad de que hubiese camino por donde se tratasen y comunicasen los vecinos de ella con los del Reino, envió a su hermano a que descubriese este camino.
Que sea de la una  o de la otra manera, por la comisión del gobernador salió del Tocuyo o la ciudad nombrada, Alonso Pérez de Tolosa, con cien hombres, entre los cuales iba el capitán Diego de Losada, más por administrador y gobernador de la persona  de Alonso Pérez que por soldado, porque como este capitán era persona grave y de mucha experiencia en cosas de Indias, fue por el propio gobernador rogado que fue con su hermano para encaminarle  y regirle en lo que había de hacer, dándole título de maese de campo. Caminaron por la vía del río del Tocuyo arriba ciertas jornadas, y dejándolo a mano izquierda, atravesaron cierta serranía que hay por allí, y fueron a dar por las vertientes de los llanos, a otro río que en lengua de los indios es llamado Cacaribacoa, por donde acabaron de salir a lo llano. Este río entiendo ser el que ahora comúnmente  llaman Guanaguanare, por el  cual acabamos de bajar a lo llano, por donde caminaron en seguimiento de su jornada; y en llegando al paraje de las Sierras Nevadas, que desde lo llano suben, quisieron los capitanes  atravesar para con más brevedad dar con la información que iban a buscar, porque en aquel tiempo y mucho después no dejó de ser soberbia aquella información, hasta que después, descubriéndola y poblándola los del Nuevo reino el año de 1558, vieron cuán poca y miserable era.
No faltaron muchos soldados que con intención de acercarse al Reino, para ver si se podían meter en él, contradijeron  esta entrada y subida por la Sierra Nevada, poniendo a ella muy grandes inconvenientes, como  de cierto los había, porque con hacer ya cerca de diez años  que está aquella provincia poblada de españoles, los de Mérida jamás por esta parte por donde esta gente intentaba subir, han podido bajar caballos a lo llano por la aspereza y maleza.de las sierras y estrechos caminos que por allí hay, que aun con dificultad los caminan a pie. Pasó la gente adelante sin detenerse en ninguna parte hasta llegar  al río de Apure, a la ribera del cual se alojaron; y como a los naturales que por allí había poblados le pareciese poca gente para la que otras veces habían visto pasar por allí, y además de eso los viesen estar con algún reposo, procuraron, como se suele decir, tentarse las corazas; y juntándose todos los naturales de aquella provincia en concierto y orden de guerra, vinieron a dar muy de mañana sobre los españoles, los cuales, como hasta entonces no habían recibido alguna alteración  de los indios, estaban con más descuido del que se requería  y era permitido a gente que estaba entre enemigos; lo cual hubiera de ser causa  de que recibiesen algún notable daño; pero como todos los más eran ya hombres  hechos a las alteraciones y tumultos con que los indios suelen acometer a sus enemigos, no se turbaron, mas tomando con toda destreza las armas, los detuvieron, aunque con algún daño, porque les hirieron españoles y les mataron un soldado, pero juntándose la mayoría de los nuestros con sus armas en las manos fácilmente fueron rebatidos y ahuyentándolos los indios con harto daño que recibieron, porque además de los que corriendo sangre iban heridos de los alcances que les hacían los de a caballo, que entre indios suelen ser más dañino, quedaron actualmente muertos gran parte de aquellos bárbaros, que con sus cuerpos desnudos y rústicas y flacas armas, les parecía que por haber usado de aquella industria de tomar la mañana tenían ya la victoria en casa; pero ellos quedaron tan hostigados que no sólo no volvieron los propios a acometer a los nuestros, sino que en mucha distancia de tierra que turba de gente de aquella nación , no hubo indio que tomase armas en la mano ni osase asomarse a gritar dese lo alto de los cerros, que es cosa muy usada, entre ellos.
Descansaron en este alojamiento los españoles, donde les fue dada esta guasábara, algunos días para curar sus heridas”.
 

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