lunes, 1 de junio de 2020

ORACIÓN


“ORACIÓN”
José Juan Vargas



 “Mi vanidad de poeta muere de vergüenza ante Ti, Señor, Poeta mío”
De la pluma dulcísima de Rabindranath Tagore

Señor,
Visitas en esta hora alta y solitaria mi corazón y lo conmueves
Posees y modelas este puñado de cenizas
y aventadas en disipaciones carnales,
Esparcidas por el bóreas de la vida.
Las juntas allí mismo para el diáfano florecer,
Para el canto espontaneo y luminoso.

Señor,
Me prometes desde la Pena del Calvario
Y los cedros seculares del Sermón de la Montana
“la fuente de agua viva que salta para vida eterna”
¡Oh, espontaneidad del agua ofrendada por un Nino!
Quien bebe de ella no tendrá sed jamás.
Murmuras tiernamente en mis oídos los tiempos primigenios

Señor, Tú ves:
Las hordas polucentes de mi vida
han contaminado mis mejores renuevos
Han mancillado los artísticos mármoles de mi alma
Han estrangulado mi voz más sibilina
Pero ya que has tenido tanta piedad de mi como para esperar en vela
Sobre el rescoldo de mis amargas incoherencias,
Acendra en ápices nerviosos la espuma removida de la inspiración…
Para que yo te dé gracias y te ensalce
Ante los sentidos primitivos de grosera concupiscencia humana.
Conozcan los hombres por el tono sincero de mi voz
Que me he salvado definitivamente,
Y que otra vez no me dejaras partir
Detrás de los caminos perdidos,
Sin horizonte ni destino.

Por eso, Señor,
Oye en esta hora los sollozos de mi citara dolida,
en desolada y desplegada oración;
que se derrame en las mansiones de tu reino
el sándalo de mi apostrofe sublime,
con que quiero adorarte
como uno de tus magos peregrinos.

No mires, Señor,
Lo pequeño de mi ofrenda;
No pares en la ilusión de materia vil
y de mis pasos insensatos,
Porque yo en realidad solo valgo
por la afrenta de tus martirios,
Por el sudor de tu frente, por el peso de tu cruz,
por el llanto de tus ojos.
Ante la muerte de Lázaro.

De otra manera,
Mi carne es vana, mi palabra es una locura,
Mi aliento es una imprecación,
Mis ojos son una llamarada de blasfemia,
Y mi vida y mi muerte son inútiles.
He aquí mis manos llenas de mi corazón entero,
De mi fe plena.
¡Crucifícalos, Señor!
Mis orgullos quedaran tirados como harapos en la
Horrida sima del pasado

Señor,
Pero nace en mi un orgullo nuevo:
el de aceptar tu don gratuito.
Soy hijo tuyo desde aquella hora en que sudabas sangre
Bajo el peso de mis prevaricaciones,
Y llevabas a cuestas el dolor de todos mis adanes.
Desde entonces tu nombre es mío y el mío tuyo.

Hazme, pues, el más humilde de tus elegidos,
Para que se comprenda
Cuales fueron tus propósitos al rescatar tu
“oveja extraviada’.
Hazme pues humilde,
Pero sin las exageraciones del monje de la
‘imitación de Cristo’
Pero hazme humilde para ti.

Mi pensamiento te busca en el vasto y esparcido
Árbol del universo.
Donde eres frondoso en maravilla,
Múltiple en sinfonías
Y reconcilias por medio de una mirada misteriosa
A los rebeldes cometas:
Tu los sujetas con una dulce mirada, Señor,
Mira mis ojos hundidos en el piélago
amordazante de tus lágrimas….

Caen a mis plantas dudas como pedernales
Y el sol les da en su nieve piadosa sepultura.
Sin embargo:
Tu conoces mis remordimientos,
la sustancia de mi arrepentimiento.
Los hombres solo pueden ver arder mi llanto,
Esa prueba engañosa no te satisface.
Toma mi vida. Siémbrala de amor.

Tú vas, Señor, aclarando mi estrella entre tus manos
Donde reclina el cervatillo su aliento.
Mis ojos se estrían de claras lágrimas de alegría,
Como del escenario triste de la tarde
Van surgiendo los mundos ordenadamente,
Los mundos brillantes, esplendentes y maravillosos
En medio de las noches solemnes.

En mi alma ahora demora:
“La terrible majestad de Dios”
Y mis palabras cambian de raíz
Tienen el peso de las grandes consumaciones.

Toma, Señor, mi ánfora,
Viértele tu belleza. Llénala de amor,
De la confiada mansedumbre que se nota en el
Buey proletario,
Y de bondad simple y llena.

Desde la primigenia estrella hablas a mi alma,
Y en un viaje sideral de tiempos me recorres todo.
Tu conoces tus ovejas.
Pulsas tu cuerno de pastor. ¡Me llamas!
Acudo a ti doblegado de yerros,
Me reconoces y desciendes hasta mi corazón
Me libras y aligeras
Soy ahora ligero “como el ligero Apolo”
Me apresuro a tomar mi armadura,
A recoger mis pasos perdidos y
Formar en la fila de tus elegidos.

Soy ahora de avanzada tremolante,
Penetras en mis abismos con el fanal de amor
 Y Me iluminas
Señor, ya respondes a las miserias de mi carne
 Y la ennobleces con tu insondable misericordia,
Con tu inimitable poesía.
No has permitido que estas aparentes realidades
De mi carne
Me precipiten definitivamente en las fauces
De Las fieras de la maldad,
Arrastrando tras ellas como un sudario inmundo mi alma,
Por esencia inmaculada.

Recógeme, Señor.
Hazme perfume sempiterno que ascienda a ti,
Como vuelan los ríos a la mar.
Enciende tu faro. Soy ciego. Allégame tu brazo fuerte.
Soy débil.
Deja que recline en ti mi frente y te mire
Poderoso en perdones
Hasta la consumación de los milenios.

Es la noche apacible solemne,
Tu ojo brilla en ellos deslumbrante,
Como cuando organizabas en tu laboratorio de luz
El sabio concierto de la vida.
Quebranta, pues, mi soberbia.
Solo así puedo comprenderte.
Doblega como una caña mi endeble orgullo,
Y entonces seré sabio como un niño.

Riega pues la raíz de mi vida
Con la savia de tu verbo arcano.
Tu inefable paciencia que halló reposo
Al meditar sobre la íntima urdimbre de los átomos
Y el camino espolvoreado de las constelaciones y galaxias
Me asita en esta hora,
Para que vayas descontando la copiosa carga de mis culpas,
De mis torpezas,
y de sepultándolas en el mar de tus olvidos.

Rompe mis ligaduras mortales
y anunciare en tu nombre la paz.
Amare de tu poder
Y hare vacilar los cimientos de la corrupción de este siglo.
Vísteme de quietud
Y cantare para siempre a la fuente que rasgó
Moisés en Peña del Hored.
Destierra mi tristeza
Para que goce con todos mis sentidos
de las Maravillas de tu misericordia.

¡Misericordia empapada en la tinta indeleble de la Belleza!
Doma la bestia que hay en mi
Y restalla los flagelos de tu voluntad en mis arterias,
Donde rezongan formidables mis rebeldías.
¡Vibre en este cantico el aliento silencioso
Que usas para modelar las frondas y apaciguar
las agitadas cobras de la mar!
Gracias, Señor. Bendícenos a todos. Amén.

José Juan Vargas Contreras, nació en el Caserío “El Gólgota”, Aldea San Pedro del Municipio Tovar del estado Mérida, el 27 de Mayo de 1929





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1 comentario:

  1. LO CONOCÍ Y ES MI COTERRANEO, DE sAN PEDRO, aldea del municipio Tovar. si se pudiera recopilara todos los versos escritos por este poeta, creo que se llenarían tres tomos de más de 500 paginas cada uno, él escribia en pedazos de papel, llegabaa alguna tienda y allí escribia su verso y regalaba los mismos a las personas que estaban allí, cuando estaba tomado su imaginación se abría como un paraguas, si se pudiera recopilar tan siquiera la mitad de su obra sería maravilloso.

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