Dr. Carlos Calbaud Zerpa
Capítulo Primero, Tema 1
Cómo nos vieron los cronistas
Juan Maldonado
1559
- Posiblemente la más antigua
descripción de la primitiva ciudad de Mérida fue escrita en 1559 por Juan
Maldonado al Presidente de la Real Audiencia de Santa Fé de Bogotá, en ocasión
del proceso seguido al capitán Juan Rodríguez Xuárez por haber extralimitado
las facultades que se le dieron, fundando la ciudad de Mérida sin las licencias
necesarias, además de cometer un sinnúmero de atropellos.
Como se presume, Rodríguez
Xuárez, natural de Mérida de Extremadura de España, asentó en el año de 1.558,
a media legua de la población de Lagunillas, y donde hoy está San Juan, un
pueblo de minas al cual le dio el nombre de su ciudad natal. Debido a que los
aborígenes no lo dejaron en paz un momento, ni él a ellos, se vio en la
obligación de trasladar la puebla, poco tiempo después, valle arriba hasta la
Sierras Nevadas, en el extremo de la altiplanicie que hoy conocemos como
Santiago dela Punta; y meses más tarde el comendador Martín López teniente de Huan Maldonado y por instrucciones de éste, por
parecerle cosa necesaria a la salud común de los españoles e indios, mudó la ranchería y
purblo a la parte más alta y superior de la mesa de Tatuy, frente a la Sierra
Nevada, en parte muy acomodada y de mejor temple que donde la había dejado el
Capitán Rodríguez Xuárez, donde actualmente se encuentra.
Juan Maldonado, oriundo de Salamanca según algunos autores y de Ávila
de acuerdo con otros, Fundó además en 1.561 la ciudad de San Cristóbal a
orillas de un río que denominó Tormes,
como se llama también el que bordea la ciudad salamanquina y que hoy los
tachirenses apelan Torbes.
Rodríguez Xuárez no debía ser
ningún dechado de virtudes, porque el fiscal del proceso en su contra, García
Valverse, hace las siguientes y gravísimas
acusaciones: “incendiario de mieses”, pueblos de indios y de los mismos
indios, porque el susodicho quemó muchos
indios vivos en sus propias casas y bohíos
y así mismo sobre acechanzas y caso pensado alevosamente mató muchos
indios, tomándoles sus tierras, casas y mujeres e hijos, y a otros indios que
en sus bohíos tenía los aperreó e hizo comer de los perros para que estas
crueldades sanasen entre los dichos indios y de noche estando salvas y seguros
de los dichos en sus casas y bohíos los rancheaban y tomaban y empalaban vivos a donde en los palos puestos estaban
tres y cuatro días en morir, naturalmente
de la cual murieron muchos. Devastó y destruyó, robó y tomó de noche y
de día muchas comidas de los dichos indios, corrompiendo y dando causa que
corrompiesen y tomases por la fuerza muchas indias, muchachas vírgenes y el susodicho se ponía y hacía poner a los
soldados en los caminos de los indios que estuviesen en sala para matar, tomar
y prender y así mató y prendió muchos, de manera que el dicho Juan Rodríguez
Xuárez es homicida voluntarioso, alevoso, incendiario, raptor de doncellas y
vírgenes, salteador de los caminos, de populador de las mieses, comidas y
campos, todos los delitos le están probados y es notorio..”.
Por su parte¸ Rodríguez
Xuárez, en la Probanza que presentó a la Real Audiencia, para refutar las
acusaciones que aparecen en su Carta Judicial y justificar sus procederes,
titula a Juan Maldonado de enemigo acérrimo y de ser hombre inquieto,
desasosegado y mendaz; y a los compañeros de
aventura e infortunio que declararon en el proceso en su contra los tilda de
delincuentes y asesinos, levantiscos y desertores, malhechores, disolutos e
infames, viciosos, obscenos y sucios, malas lenguas y chocarreros, bulliciosos
y juglares, envidiosos y alborotadores , ladrones y borrachos, además de ser amigos íntimos del infame Maldonado y
hombres de mala fama y de mal vivir. En
resumen, la escoria y la hez de la España de Felipe II.
Quizás no le faltaban razones a Cervantes, cuando en una de sus
novelas ejemplares, “El Celoso
Extremeño”, tildaba a las Indias
de “efugio y amparo de los desesperados de España, iglesia de los alzados,
salvoconducto de los homicidas, pala y cubierta de los jugadores –a quien
llaman ciertas los peritos en el arte-, añagaza general de mujeres libres,
engaña común de muchas y remedio particular de pocos”.
Por las reciprocas y gravísimas acusaciones que se hacen entre sí
Maldonado, Rodríguez Xuárez y sus
respectivas conmilitones, el lector que revise detenidamente el expediente que
consta de mil treinta y seis folios, llegará a la lamentable conclusión de que
los fundadores y primitivos pobladores de la ciudad de Mérida eran todos unos
bandidos despiadados, embusteros empedernidos, seres crueles, caterva de
sanguinarios, hombres codiciosos y pervertidos emparentados con hienas y
chacales.
El clima y la mansedumbre aportada en los genes por las mujeres
aborígenes, con quienes se unieron los invasores, debieron atemperar el carácter y corregir los vicios en los
descendientes, porque en 1.750 el Padre don Basilio Vicente de Oviedo, las
encontró “de ingenios excelentes, pues los más que se aplican a los letras
salen aventajados y son agudos y perspicaz despejados, armables y festivos y
aun picados de briosos y hay muchas familias nobles descendientes de los
conquistadores.
La transcripción de la carta de Maldonado para el Presidente de la
Real Audiencia, fechada el 23 de febrero de 1559, se refiere a la Mérida
establecida en La Punta y dice así: “Muy alta y muy poderosa y serenísima
señor. Como por Vuestra Alteza me fue mandada, salí a esta su Provincia de
Sierras Nevadas en busca de Juan
Rodríguez Xuarez, vecino de Pamplona y de los españoles que con él
habían salido juntamente con los servidores de Vuestra Alteza en este viaje y
en la distancia que hay desde la ciudad de Pamplona hasta aquí, aunque se halló mucha tierra, no se vieron
sino una muy pocos naturales y créese fue la causa haber pasado poco antes
dicho Juan Rodríguez d que en
algo quedarían amedrentados; tiénese por noticia y relación de los dichos
españoles que vinieron con Juan Rodríguez
de que hay alguna cantidad de indios poblaciones en el dicho camino
hasta llegar aquí, las cuales no quise ocuparme a ver por no detenerme; antes pasé por algunas de ellas de
camino y sin salir nosotros a estorbar ni impedir a los dichos naturales en
parte alguna, aunque por mí fue deseado para dar parte a Vuestra Alteza de
llamarlos y ofrecerles la paz; juzgase que habrá desde la dicha ciudad de Pamplona a esta ranchería donde hallé los
españoles, treinta y cinco leguas de camino; está este asiento de ranchería al
pie de una sierra nevada encima de una sabana, donde corre un río de algún
caudal que parece descender de las
dichas sierras, lleva las vertientes
hacia la Laguna de Maracaibo; el lugar parece sano aunque podría ser más
arriba hallarse mejor en la comarca de este asiento y ranchería, donde hay tierra doblada de sierras y por un lado
parece ensancharse hacia delante rumbo a los llanos hay pocos naturales y
poblaciones que ya haya visto, y así parece que el repartimiento a depósito que
en vuestro real nombre se entremetió a hacer el dicho Juan Rodríguez, porque daba a los soldados de
veinte a treinta bohíos de repartimiento, aunque entre él y otros de allegados
y favoritos se habían tomado lo mejor y la mayos parte de lo que había de esta
tierra que serán tres o cuatro entre quienes la repartió; la maña que tuvo en
dar a las cédulas verá Vuestra Alteza, siendo servido, por dos que envíe con la
información que hice; he tenido por noticia de los españoles y naturales que
aquí estaban que hay otras sierras nevadas pasadas estas que están avista están
vistas y descubiertas y se juzga estar cerca, y que ante las unas y las otras
dan relación los indios; hay muchos naturales y buena tierra, y estos tienen
ropa y mantas de oro, pero no se sabe de cierto y así mismo por otros bandas,
que saliendo de aquí se cree que habrá buena tierra; la Laguna de Maracaibo,
según me han informado españoles que llegaron a las ciénagas de ella, está
cerca de aquí; trajeron después que yo llegué cantidad de sal y muestras de oro
y joyas aunque muy poco…”.
Maldonado
prosigue su carta, participando al Presidente de la Real Audiencia que ha hecho
preso a Rodríguez Xuárez como se lo había ordenado y lo remitía
custodiado por doce hombres a Bogotá así
como por el Alcalde de Pamplona y dos sujetos más de confianza, con sus armas y
caballos. Con los vasallos y servidores que llevaba consigo y con los soldados
que habían venido con Rodríguez Xuárez, había entonces en la ranchería ciento
doce hombres.
Mudada entonces la puebla al sitio actual, en la
meseta de los tatuyes, sus habitantes se dividieron en dos facciones.
“La rivalidad declarada entre los dos fundadores-anota
Tulio Febres Cordero- que no volvieron a residir más en Mérida, quedó sin
embargo viva entre sus principales
tenientes y soldados, que vinieron a ser los primeros y más notables vecinos de la ciudad de las
Sierras Nevadas, en la cual tomó con los años tal fuerza esta llama de
discordia, que retardó mucho la prosperidad a que estaba llamada por la
excelencia de su clina, la incomparable fertilidad de su vasto territorio y la
mansedumbre y laboriosidad de los indios”.
“El bando o partido de Rodríguez Xuárez tomó el nombre
de Gavirias, por el apellido de
capitán Pedro García de Gaviria, segundo de aquel en sus jornadas, hombre
notable y valeroso, natural de la villa de Mondragón en Guipúzcoa, descendiente
de la casa de Gaviria de la villa de Guevara, veterano en las guerras de España
y conquistador muy distinguido en las Américas; y el bando contrario, llamado
de las Cerradas tomó por jefe y caudillo al
capitán Hernando Cerrada, natural de Higuera de Vargas en España, hombre
también de poder y de influencia, que vino por segunda de Maldonado y lo
acompañó en sus conquistas y nueva fundación de Mérida”.
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