martes, 23 de mayo de 2017

BOLIVAR EN MERIDA DR JUAN DE DIOS SANCHEZ. 23 DE MAYO DE 2012



BOLIVAR EN MERIDA

DR JUAN DE DIOS SANCHEZ.
23 DE MAYO DE 2012

Es muy intensa la emoción y la alta responsabilidad y respeto que siento por la calificada audiencia que ha venido a testimoniar con su presencia que aquellos sucesos, magníficos y esenciales que tuvieron lugar hace ciento noventa y nueve años, en la culta urbe emeritense tienen vigencia que asombra y profundidad que compromete mucho más a los hombres y mujeres de esta tierra esencial para mantener el ritmo de la acción, la búsqueda constante de una clara identidad con aquellos sucesos que marcaron honda huella en el tiempo y para manifestar , a la luz de los más completos y extremos análisis de la conducta humana, una persistente cercanía a su dimensión y a su grandeza .
Somos una magnifica proyección de la tierra, de las hondas y queridas leyendas que a lomo de las más las altas montañas mantienen por siempre viva la esencia de lo andino , de lo nacido del diario andar por las altas cumbres que nos ha mantenido vivos la cadencia inconfundible del lenguaje, nuestras maneras plenamente calcadas de las cosas que nos dictan los ventisqueros en las alturas y que se han convertido en nuestro código secreto que nos afirma y proyecta , en medio de la intensa mutación que se hadado en el país, como una reserva básica de lo nacional, de lo que sentimos, de lo que somos.
Por eso en esta mañana luminosa del mayo merideño pensamos en las cosas que más nos animan y más nos alientan. Sentimos que, ubicados frente a un paisaje de siglos, de centurias vividas a la luz de las cumbres camina un hombre que trae en su mente la fuerza de un recuerdo. Sonríe el hombre y avanza sin prisa pero sin pausa sintiendo como íntimo y propio el poder construir recuerdos como una valiosa posesión de su alma y de su tiempo. Es el amor en verdad el que lo trae por la tierra de siempre. Sabe que ama este paisaje que nunca podemos olvidar aunque vengamos por horas a mirarlo , que siente estos parajes, estas lejanías y que cada vuelta del ondulado camino le devuelve a siglos de memoria, hazañas llevadas a lomo de caballo venciendo altas serranías pero le trae también la huella de aquellos seres que ama, quienes nunca se treparon a un alta caballo de guerra pero que supieron mantener encendido el rescoldo de amor nos ha dado como resultado este tiempo, esta hora y estos hombres y mujeres que se reúnen a la sombra augusta de la Academia de la Historia para advertir que somos y seremos siempre una tierra, un refugio para el amor, para la paz, para los acontecimientos inalterables que unen hombres y paisajes, que reubican silencios, lejanías, cerros azules cuando los vemos a lo lejos, casa con tibios ambientes y miradas francas. Fuerza y mansedumbre, lealtad y compromiso, decisión y esperanza, hechuras y esperas y actitudes para crear, vivir en paz, amar y soñar bondades y firmezas.
Hermosa ocasión para advertir que a Mérida en la fuerza intensa de su realidad no se le puede buscar muy lejos. Al contrario Mérida se te mete en el alma porque Mérida la de Venezuela, nuestra Mérida sin hipérboles es una creación de Dios pura y simplemente. Ella vale la pena en toda la extensión de la palabra y vivirla aun con los problemas que la aquejan, con la fuerzas de la naturaleza que a veces quieren avasallarla, con la conducta de algunos de sus servidores, de sus hijos, de sus responsables, vale la pena todo el amor, todo el esfuerzo, toda la querencia y todos los propósitos de bien, de paz, de bienaventuranza de que seamos capaces de sentir y de hacer los que por ella hablamos, vivimos, amamos y luchamos.
Tenemos villorrios en Mérida de recia estirpe y de altiva cuna, de progreso y de paz, de realizaciones. Multiplicados por todos los caminos escuelas e institutos de diversos niveles de enseñanza dan la nota cierta de un porvenir muy grande. Las tradiciones que forman la esencial atadura de todos nosotros a la tierra esencial que enseña, ama y sufre mantienen su pureza, su fortaleza que anima el silencio de las calles de piedra, la vida que se refugia y ampara en las casas de paredes blancas. Todo en una magnifica simbiosis admirable de tiempos, angustias, emociones y sueños porque Mérida es un signo del tiempo traído desde lo más hondo de España y reproducido aquí en hermosas transformaciones que le dieron otro perfil y otra estructura. Pequeño género humano nos llamo Bolívar. Palabras similares animaron las largas noches de vigilia de Miranda, sueños parecidos se anidaron en la disciplinada cabeza de Bello andando de Europa a América en un nunca renunciado afán de libertad y de sabiduría. Mundo americano, la esperanza del Universo, donde hicimos la larga lucha por la independencia política pero quedamos inválidos ante la plenitud de la libertad porque no completamos la emancipación económica ni social ni cultural. Lucha intensa había que seguirse librando y creyendo en el amor que nos predica el evangelio de los misioneros, en la unidad que siempre pregonó Bolívar y que es nuestra esencial divisa contra el miedo, el odio y la impiedad, avanzamos por el largo y tortuoso camino de las confrontaciones internas que nos dieron caudillos, ricos formados al calor de la contienda y tiempo perdido en el andar en pos de mejores metas.
De cuestiones como las mencionadas se nutrió el alma que tenemos hoy en día. Gracias a Dios, por decirlo en la formula andina por excelencia, nunca hemos trocado nuestra alma profunda y querida por las cosas que nos han invadido. Gracias a Dios se mantienen vivas muchas de las cosas que nos dieron luz y fortalezas en las más arduas jornadas de identificación de nuestras realidades, gracia a Dios que se mantienen personas e instituciones como ésta que dejan de lado la comodidad y la noticia que filtran los poderosos intereses de los medios de comunicación y se aventuran a ir por los libros, por los papeles en búsqueda de la verdad latente en el misterioso unir de las palabras escritas quién sabe en qué tiempo y en qué circunstancias. La fortaleza de la historia de Mérida, de esa historia que forma parte vital del entramado moral y vivo del país tiene en la Academia de la Historia, en las personas que están aquí un soporte ideal para mantenerse, vivir y andar por los caminos con la frente en alto, la mirada en paz y el deber realizado como una bandera de místicas virtudes. Por eso reciban con mi admiración y mi respeto el reconocimiento y la solidaridad de otras instituciones que me honro en representar animándolos a que persistan en sus planes y en sus tareas, en sus búsquedas y en sobre todo en su convencimiento de la calidad y significado de cada cosas, de cada iniciativa que se emprenda y que al realizarse aun con fallas, beneficiará, más temprano que tarde a la esencia vertebral de la historia merideña que en alto grado es la historia esencial del país y que se constituye en el año de 2013 en el momento clave para reflejar el esfuerzo de aquellos hombres y mujeres que viniendo del otro lado de la cordillera y trepando hasta acá, rumbo a Caracas y a la gloria, protagonizaron una marcha de victorias y logros que la historia asombrada solo atinó a llamar la Campaña Admirable.
Mérida vivió en aquellos días estelares un estremecimiento y una emoción que no ha muerto ni morirá jamás. La llegada de Bolívar a Mérida en el desarrollo de la campaña de reconquista de Venezuela en 1813 es una suma de acciones y recorridos por kilómetros y kilómetros de marcha desde la remota aldea donde comenzó la marcha hasta la ciudad de los Caballeros, titulo emblemático de noble e intensa realidad con que conocemos a nuestra Mérida de siempre. Esta es, gracias a Dios, una ciudad de leyenda, caballeresca y romántica y con estas palabras, más o menos, se refería Don Tulio Febres Cordero a nuestra Mérida de Venezuela, andina, querida y siempre presente como faro de los mejores afectos. El viejo y querido Cronista Mayor de nuestras emociones andinas indica que debido a los múltiples, notables y altivos hitos de la historia de la ciudad, de sus gentes y de sus diarios desvelos, bien merece el titulo de Ciudad de los Caballeros además de los motes de heroicidad, belleza, paz, amor y sereno refugio que ella entraña y prodiga.
Notables ejemplos nos cita Don Tulio de los afanes de los caballeros de Mérida que no dudaban jamás en vestir las brillantes armaduras de la guerra, trepar a altos caballos e ir tierras fuera a defender el honor, la libertad y la paz de la tierruca amada. Unas veces en los afanes de pelea y derrota del Tirano Aguirre, otra vez van a las riberas del Lago de Maracaibo a defender la tierra de los avances de los piratas. El Cronista nos indica que en 1781 cuando se estremecen las ya vetustas paredes de nuestros pueblos con el alzamiento de los Comuneros de El Socorro nuestros caballeros quitan del poder a los hombres del lejano monarca y se da un gobierno propio, a imagen, semejanza y voluntad del pueblo. Muchas diligencias y sendas operaciones militares avanzarían sobre Mérida para someter a los caballeros emeritenses alzados contra el poder real, tiránico y lejano. Esta voluntad democrática, de igualdad e inclusión social se repite en 1810 cuando Mérida, al seguir la revolución de Caracas abrirá amplios caminos a la revolución que hizo nacer seis nacionalidades libres sobre las tierras ricas y feraces del mundo nuevo. No pueden estas breves palabras abarcar siglos de historia y de acción de hombres libres, amantes de paz, del progreso, de la libertad que tienen en las venas el clásico fuego del romanticismo, que viven la diaria jornada con emoción creando leyendas e historia a cada rato y siendo profundamente dueños de su espíritu propio, creador y transformador y manteniendo la caballerosidad por más fuertes y cruzados que soplen los vientos. Enhorabuena ciudad eterna, alta y gallarda como los altos riscos y prodiga en amor, paz y emoción de amor que son perdurables ejemplos de tu estirpe.
Reflejo de esta historia y de estas acciones que son hechos históricos por esencia y derecho serán analizados con profundidad y recordados con cariño en los tiempos que vienen. Yo quisiera poder aportar parte de mi conocimiento y en los actos que se organicen en esta ciudad para ese mes de mayo del año que viene. Por lo pronto quisiera recordar un poco de aquella luminosa mañana del 23 de mayo de 1813, fecha de la cual no hay duda alguna y que el mismo Bolívar cita claramente en su correspondencia hace ciento noventa y nueve años y que se constituye en un día de esplendidas verdades para todos ustedes y que yo al citar, con el debido respeto y la anuencia de sus calificadas opiniones, solo lo hago para rendir honor a la ciudad, a su gente y a su historia. Fue en el mes de las flores como escribe don Tulio quien describe a Mérida como una ciudad cuya melancolía se disipa y se alegra mientras sus calles por naturaleza solas se llenan de gente, se alzan al vuelo las campanas y los casi, milagrosos ojos de la mujer, merideña se llenan de alegría detrás de los semicerradas balcones y ventanas de sus casas semiarabigas. Cuando lees al Cronista Mayor sientes la belleza de la magnífica narración nos deja el querido don Tulio. Se refiere a que, Mérida se inunda de alegría porque llega Bolívar y se suceden reuniones en la casa de Gobierno y nutrida asamblea pública. Y Bolívar dice estar lleno de júbilo al verse rodeado de tan esclarecidos y virtuosos ciudadanos de Mérida y al reconocer en ellos la representación del pueblo merideño admite que han sido ellos los que han echado del poder a los tiranos que oprimían a la hermosa ciudad y sus virtuosos habitantes.
Y como en el hermoso poema dedicado al Nazareno de Caracas del pueblo salió la flecha de una voz y se oyeron, claras y precisas, las palabras que tienen que enorgullecernos hasta que haya un solo merideño viviendo y respirando en la faz del planeta. Las dijo el viejo Rivas, padre de Rivas Dávila: “Gloria al Ejercito Libertador y gloria a Venezuela que os dio el ser a vos, ciudadano General “. Y la voz del viejo anunció del porvenir y fue heraldo de la gloria al decirle “que vuestra mano incansable siga victoriosa destrozando cadenas, que seáis el terror de los tiranos y que toda la tierra de Colombia diga un día que Bolívar vengó nuestros agravios”. Y, amigos míos, que profunda emoción nació aquella mañana frente a la casa consistorial. Fue tanta que aun se oyen en las noches calladas, en las tardes pacificas, en el silencio de la noche que llega o en el ruido sin límites del día en Mérida, las roncas voces del pueblo que dijeron, que clamaron: “Viva Bolívar, Viva el Libertador” bautizándolo para siempre, para todos los tiempos con el sobrenombre que lo identifica al Libertador de seis naciones libres y soberanas. Pasaran aun muchos días, diez y ocho, en total, antes de que el 10 de junio en la fresca mañana continúe su marcha hacia Trujillo, dejando en retaguardia a trescientos hombres mandados por José Félix Ribas, cuya gloria fresca y eterna es un acompañante de los afanes de la juventud venezolana de todos los tiempos. Mérida es y será un magnifico tiempo y una magnifica ciudad en el alma de Bolívar. No se pueden separar ambos caminos ni se pueden divorciar ambos destinos. En estos breves días de mayo de 1813, de Mérida Bolívar recibió soldados, dinero, armas, caballos y escucha enamorado de la fortaleza y significado de nuestras mujeres las hazañas de Anastasia, criada del convento de las Clarisas entrando sigilosamente al campamento enemigo, disparando y causando estrépito con tambor de guerra mientras daba vivas a la patria, María Rosario Nava jura al Libertador que si él lo permite, llevará el fusil de su hijo herido en un brazo.

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