martes, 2 de enero de 2018

HISTORIA DE MÉRIDA CARLOS CHALBAUD ZERPA CAPÍTULO QUINCUAGÉSIMO



EL ANDINISMO VENEZOLANO
ALPINISMO Y ANDINISMO.
Carlos Chalbaud Zerpa


Dante solía decir que era bueno dirigirse a la montaña maravillosa, principio y razón de toda alegría.
El alpinismo es algo más que un depone o un entrenamiento atlético, por que en esta actividad, además de los músculos, juega un papel muy importante el espíritu. No es el enfrentamiento de dos grupos humanos ejercitados ante una frenética multitud en un estadio, sino el desafió solitario entre el hombre y la montada, sin gritos delirantes ni tribunas atestadas. No es una competición entre dos equipos, sino una lucha silenciosa y empeñativa, impregnada de altos ideales, contra la montaña pasiva e invencible.
Es pues, la confrontación del hombre contra sus propias fuerzas, el dominio sobre sí mismo. Lección perenne de energía mental y elevación espiritual
Idealistas han sido siempre quienes lo han practicado. Bolívar delirante en el Chimborazo; Sievers, Jahn y Bourgoin para arrancar a la Naturaleza sus recónditos secretos y en el profundo silencio de las cumbres, como dijo Gessner, escuchar la música de las celestes esferas; y aquel ilustre varón que se llamó Achile Ratti, cuyas sienes fueron ceñidas con la tiara pontificia, y quien al referirse a sus difíciles ascensiones en los Alpes decía ser atraído por el hechizo irresistible de la altura y por el anhelo, magnamente enaltecedor, de las dificultades de alcanzarla.
La palabra andinismo, ha sido aceptada para definir el alpinismo en los Andes.
Y Mérida, como ciudad privilegiada, ya que es la única en Venezuela dotada de altas montañas cubiertas de nieve, guarda celosamente en sus anales los nombres de los esforzados andinistas que hollaron sus cumbres.
Se asevera que la conquista de una montaña transcurre siempre por tres etapas sucesivas: el conocimiento de dichas cumbres, la ascensión a sus cimas principales y la solución final de ciertos problemas alpinísticos difíciles.
Estas tres fases se cumplieron en la Sierra Nevada de Mérida en un periodo de 130 años.
El reconocimiento de nuestra serranía, ya vislumbrado por los primeros conquistadores, comenzó con Codazzi y fue proseguido por los exploradores alemanes que vinieron a Mérida en la segunda mitad del siglo XIX. Las cumbres, entonces, son conocidas por su posición, sus características o sus perfiles atractivos. Entonces son bautizadas con nombres mitológicos y f o con el de sus descubridores; luego se divulgan sus posiciones y alturas. Es entonces cuando comienzan a recorrerse los altos collados que las rodean.
Así sucedió con las nuestras: el León dormido, el Toro erguido, la blanca Garza y la refulgente Corona.
El pico Bolívar, que desde tiempos inmemorables se denominaba La Columna, fue bautizado con el nombre del Libertador por el Dr. Miguel Febres Cordero, quien no era alpinista, sino caballero de números y de letras.

La conquista de las cimas más altas correspondió a los dos Bourgoin, El Viejo y El Joven, a Jahn, Weiss y Gunther. Y la superación de las dificultades de las nuevas rutas fue obra más reciente, con la introducción del alpinismo altamente especializado por parte de Alfonso Vinci y los miembros de la expedición de Sir Douglas Busk, Embajador en Venezuela del Reino Unido.
En esta última parte de la conquista de la montaña, intervinieron también los andinistas merideños Luis Ruiz Terán, Gabriel Jelambi, Carlos Lacruz Bravo y José Antonio Uzcátegui Salas.
Venezuela, en sus últimos cuarenta años produjo sus mejores andinistas. Tres asociaciones contribuyeron notablemente a crear en la juventud una verdadera pasión por la montaña. Fueron estas el Centro de Excursionistas de Caracas, el Centro de Excursionistas del Colegio San José de Mérida y el Centro de Excursionistas de Mérida que seda el embrión del Club Andino Venezolano, de meritoria labor.
He aquí la nómina de los integrantes de las primeras doce expediciones a la cumbre del pico Bolívar.
5 de enero de 1935 - Enrique Bourgoin y Domingo Peña.
3 de febrero de 1936 - Franz Weiss y Domingo Peña.
15 de febrero de 1936 - Pablo Aguirre Hernández y Kurt Jahgemberg.
25 de febrero de 1938 - N. Stolk y Jean Notz.
Abril de 1938 - Juan del Timoncito (Enrique Bourgoin) y Domingo Peña.
3 de febrero de 1939 - Franz Weiss, Chenery, José Ignacio Baldó y Domingo Peña.
4 de febrero de 1939 - Franz Weiss y A. E. Gunther.
21 de febrero de 1939 - Pbro. Lucio Basauri S.J., Pbro. Pascasio
Arriortúa S.J., Enrique González Beni, Ramón Arias, Juan Evangelista Van Der Ree,
Atilio Botaro, Teófilo Zerpa y Domingo Peña.
20 de diciembre de 1939 - Los presbíteros Basauri, Arriortúa y Velaz con los jóvenes Arturo Sosa, César Angola, Maggi, Antonorsi, Rodríguez, Delgado Rodríguez y Domingo Peña.
3 de febrero de 1940 - A. E. Gunther.
18 de febrero de 1941 - Carlos Ottolina y Domingo Peña.
Septiembre de 1942 - Federico y Dorly Mannillod.
Las páginas iniciales del andinismo nacional fueron escritas, además de las personas nombradas, por Régulo Scrocchi, los hermanos Chalbaud Zerpa y Chalbaud Troconis, los hermanos Carrillo, J.C. Hernández Pieretti, Ezequiel Vega, Pedro Rincón Gutiérrez, Italo de Filippis, Baltazar Trujillo, Marco Tulio Sánchez y Lucio y Clemente Peña, hijos del Guía.



Un notable andinista y propulsor entusiasta de la afición a la montaña lo ha sido desde Caracas y en compañía de su esposa, el Dr. Rodolfo Santiago Guerrero.
Otro singular explorador, íntimamente ligado a las cordilleras merideñas, lo fue el Sr. Rafael A. Romero Muñoz-Tebar, quien desde muy joven se entusiasmó por la fotografía y la Sierra Nevada. Como miembro destacado del Centro Excursionista de Caracas había recorrido prácticamente toda la Cordillera de la Costa, las sierras merideñas y otras regiones de Venezuela y el extranjero.
Su bello libro “Nieve y Riscos Merideños”, del cual se han imprimido cuatro ediciones, se halla ilustrado con excelentes dibujos y magníficas fotografías, muchas de ellas históricas.
Romero, detentó un puesto gallardamente ganado en los anales del andinismo nacional.
Posteriormente se han destacado los oficiales de la Guardia Nacional de Venezuela, quienes han efectuado difíciles ascensos a diferentes cumbres de la Sierra Nevada. Estas expediciones han estado comandadas por el hoy Gral. A. de J. Torres Torres y el Cnel. Emilio Espinoza Tapia.
Mención en párrafo aparte merece Franco Anzil, un friulano que se residenció en Mérida durante veinte años largos y amó a la montaña de manera especialísima. Fue fundador, junto con Valentino Mettler de la Casa del Turista desde donde dio a conocer las bellezas naturales de nuestros páramos y glaciares por medio de bellas fotografías. Fundó así mismo el Club Andino Venezolano con un grupo de amigos. Promovió una cadena de refugios en la Sierra Nevada. Elaboró un mapa turístico y alpinístico de la región de Mérida. Intentó con éxito el cultivo de la uva y la producción doméstica de vino, y formó una verdadera generación de andinistas. Fue un hombre sincero y noble, cuya desaparición, ocurrida en Mérida el 6 de julio de 1973, todavía lloran quienes cultivaron su amistad.
Un alpinista académico, que residió en Mérida por un período de tiempo no muy largo, fue el italiano oriundo de la Valtellina, Alfonso Vinci. Protagonizó un ruidoso suceso al lanzar un reto a los merideños a fin de escalar el pico Bolívar por la difícil pared del flanco Norte, que se consideraba inexpugnable. Vinci, miembro del Club Alpino Académico Italiano de Como, realizó el ascenso en compañía del profesor de la Universidad de Los Andes, el suizo Pierre Kiener, con relativa facilidad. Demostró así su probada capacidad y su perfecto entrenamiento. De sus expediciones a la Sierra Nevada y exploraciones a la Guayana venezolana el notable alpinista publicó varias obras en castellano e italiano.
Durante su estada en Mérida, consiguió empleo como bibliotecario en nuestra máxima Casa de Estudios y luego intervino en la comisión que inventarió el Parque Nacional de la Sierra Nevada de Mérida. En sus libros editados en Italia -la célebre trilogía Samatari, Diamanti y Cordigliera- se anunciaba como profesor de Ciencias Naturales y docente de Botánica de la Universidad de Los Andes. Lástima es que, en su volumen Cordigliera, cuando se refiere a la ciudad que le acogió y a las personas que le brindaron amistad, siempre afloren el desprecio por los venezolanos, la amargura y la carencia de objetividad.

El ascenso de la pared del famoso flanco Norte del pico Bolívar fue repetido, en febrero de 1953, por los profesores de la Universidad de Los Andes doctores Luis Ruiz Terán y Alejandro Bernardi y el estudiante Gabriel Jelambi. Todos miembros del Club Andino Venezolano.
A Ruiz Terán puede considerársele como el andinista venezolano más audaz y arriesgado de su época, dentro de un contexto de educación moral y técnica admirable. En septiembre de 1956, en unión del guía Lucio Peña, realizó la escalada invernal del pico Bolívar. Para esta época del año, la montaña se torna prácticamente inaccesible debido a la nieve abundante que en sus flancos y riscos se deposita. El Dr. Ruiz Terán falleció sorpresivamente en Mérida, el día 18 de febrero de 1979.
Fue un notable botánico e investigador. En su honor se crearon en las plantas los géneros Ruiz Lopecia, Ruizanthus y Ruizterania así como las especies Ruizterania. Un profesor de la Universidad de Los Andes dedicóle el producto químico denominado Ruizterania.
El Dr. Ruiz Terán, cuyo nombre también lleva un picacho de la Sierra Nevada, ha quedado permanentemente incorporado a la nomenclatura científica universal, a la orografía y al turismo de esta patria hispanoamericana.
Hasta 1957, para llegar a la base del pico Bolívar era necesario realizar una penosísima jornada, a pie o a lomo de mula, que se cumplía en dos o tres etapas. Era forzoso dormir en el duro suelo rocoso, en alguna cueva o bajo una tienda de campaña en un colchón de frailejones y enfrentarse al terrible mal de páramo. De esta manera, el alpinista llegaba al Glaciar del Timoncito agotado físicamente y muchas veces desmoralizado ante el cúmulo de dificultades.
En 1952, los miembros del Club Andino Venezolano lanzaron por la prensa la idea de construir un teleférico a la Sierra Nevada.
La obra fue decretada por el General Marcos Pérez Jiménez, para entonces Presidente de la República.
En aquella tarea titánica llegaron a trabajar dos mil hombres, entre técnicos especializados y obreros, de muchísimas nacionalidades.
El Cronista de las Sierras Nevadas fue el médico de todos ellos.
El director general de la obra lo fue el Ing. Víctor Silva Bermúdez, un profesional venezolano competente y ejecutivo. También estuvo ligado a la construcción y el mantenimiento del sistema, desde aquella época, el ingeniero especialista en teleféricos Maurice Comte.
El sábado 9 de noviembre de 1957, arribó el primer vagón de carga a la lejana Aguada.
En 1959, fue puesto en servicio el Teleférico más alto del mundo, que permitió acortar notablemente la distancia entre Mérida y Pico Espejo. Este trayecto, que normalmente se hacía en dos días por difíciles caminos y empinadas rutas, quedó reducido, al vuelo de una hora en cómoda cabina. Ahora el alpinista podría llegar hasta la base del pico Bolívar, donde comenzaba el verdadero escalamiento, con todas sus facultades físicas y mentales intactas para acometer el ascenso.
Gracias a este magnífico sistema de transporte, quien esta crónica escribe, en una oportunidad abordó el teleférico a las 6 de la mañana en Mérida; desayunó en el trayecto y a las 7 a.m. estaba en Pico Espejo. Antes de las 10 de la mañana emprendió el ascenso del Bolívar por la ruta Weiss y a medio día coronaba la cumbre. En la misma noche, otra vez en Mérida, en un elegante hotel, celebraba el triunfo rodeado de amigos y copas de vino de champaña.
Posteriormente, el 5 de enero de 1980, para celebrar el cincuentenario del ascenso de Bourgoin y Peña a la máxima cumbre, repitió la jornada en compañía de su hijo Carlos y los excelentes andinistas Carlos Reyes y Carlos Hagel.
En 1925, W. Welzenbach clasificó las dificultades de un escalamiento alpinístico así:
1° grado, fácil; 2° grado, medianamente difícil; 3°. grado, difícil, porque se necesitan ciertos implementos apropiados; 4° grado, muy difícil, son indispensables clavos y el descenso con la cuerda doble; 5° grado, sumamente difícil, el uso de los clavos se hace necesario para los mejores escaladores; 6° grado, extremadamente difícil, representa el límite de las posibilidades humanas. Desde el 4° grado en adelante los escalamientos re presentan ya el carácter académico. El ascenso al pico Bolívar por la normal ruta Weiss puede considerarse de segundo grado con un final de tercer grado. En cambio, el escalamiento del mismo pico por el flanco Norte y el glaciar de Karsten, así como el
ascenso de El Vértigo y la “direttísima” de El Abanico pertenecen a los grados 4° y 5°, reservados para alpinistas muy experimentados.
Algunos problemas puramente alpinísticos que aún quedaban por resolver en la Sierra Nevada de Mérida, fueron, en parte, solucionados por los miembros de la expedición de Sir Douglas Busk, Embajador de Inglaterra en nuestro país, en 1962.
El grupo, además de Sir Douglas, lo comprendían Franco Anzil, del Club Andino Venezolano; José Antonio Uzcátegui de la Universidad de Los Andes; David Nott, quien era corresponsal del Daily Expres de Caracas y ex-instructor de la Escuela de Alpinismo de Eskadale; Nat Davis de la Embajada Norteamericana de Caracas y George Band del Alpine Club de Londres y miembro que fuera de la expedición británica que en 1953 alcanzó la cima del Everest.
Como porteadores de la expedición fungieron Cupertino Zerpa, Jefe de la Aldea de Los Nevados, Desiderio Castillo y otros cinco fornidos campesinos de la misma aldea.
Al planear la expedición originalmente, Sir Douglas, tuvo cuatro objetivos en mente, aparte de la ascensión al pico Bolívar. El primordial era el Vértigo (4.950 m.) que fue conquistado por Band, Nott y Uzcátegui. El segundo era la ascensión del Abanico, pared rocosa situada a la derecha de la garganta Bourgoin (4.950 m.) que ya había sido escalado por la cresta oriental por Gunther en 1940 y los esposos Marmillod en 1942. Sin embargo, en esta oportunidad, Band y Davis alcanzaron la cima por vía “direttisima”, empresa alpinística sumamente arriesgada.
El tercer objetivo era subir un prominente picacho de roca (4.850 m.) aparentemente escalado, que había sido denominado, desde los tiempos de Bourgoin, como el picacho Medroso, situado inmediatamente en el otro lado (septentrional) de la garganta nevada y al pie del borde sureste del pico Bolívar. Lo treparon Baud y Non y lo bautizaron pico Jahn. El cuarto objetivo, el menor, era probar equipos (particularmente tiendas y hornillos) y una variedad de alimentos.
Además del Bolívar, el norteamericano Davis escaló La Concha, El Toro y El León. Ya en una anterior expedición había trepado hasta las cumbres Humboldt y Bonpland de la Corona.
Sir Douglas Busk fue nombrado, en enero de 1963, hijo adoptivo de la ciudad de Mérida, en señal de reconocimiento a su amor por nuestra ciudad y al empeño puesto en las expediciones a la Sierra Nevada que organizó y dirigió.


Este mismo año, Band y Nott, en compañía de Roger Fairest y el veterano merideño Carlos Lacruz, repitieron el ascenso del Abanico por medio de dos cordadas y por la vía “direttlsima”.
El Club Andino Venezolano, cuyos directivos principales fueron Anzil, Ruiz Terán, Lacruz y este cronista, además de hacer conocer la Sierra Nevada de Mérida en sus aspectos orográficos, turísticos y alpinísticos, promovió la construcción de refugios de montaña, la construcción del Teleférico y la colocación de la estatua de Nuestra Señora de Las Nieves, patrona de los alpinistas, en la cumbre del Pico Espejo.

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