martes, 4 de noviembre de 2014

Mérida Cultura, Turismo y Naturaleza Carlos Chalbaud Zerpa.



 Cap I.VII parte (ultima).
Viajeros y naturalistas
Los primeros viajeros que visitaron las tierras de Mérida fueron eruditos sacerdotes pertenecientes a órdenes religiosas, visitadores reales, natura listas comisionados por instituciones y universidades europeas, geógrafos
y viajantes que colocaban mercancías por cuenta de casas de comercio. Muchos de ellos escribieron comentarios sobre la historia, paisajes, habitantes, usos y costumbres de las poblaciones por donde pasaron.
Algunos de estos viajeros también practicaron el montañismo, porque ascendieron a las crestas de la Sierra Nevada y dejaron para la posteridad libros escritos especialmente en los idiomas alemán e inglés.
En 1739 pasó por Mérida el Padre José Gumilla, quien observó que se podían gozar las cuatro estaciones del año en un solo día; en 1761 la visitó el Padre Basilio Vicente de Oviedo quien la halló amena, alegre, sana, saludable y vistosa.


El geógrafo e historiador don Antonio de Alcedo llegó a Mérida hacia 1780 y observó un clima muy sano y abundancia de trigo, maíz, arracachas, re pollos, cacao muy exquisito que hacía su principal comercio, mucho algodón y delicadas frutas como manzanas, membrillos, granadas, plátanos y de más frutos de tierra fría y cálida.
A fines de 1830, visitó nuestras comarcas el coronel Agustín Codazzi, quien escribió una monumental geografía de Venezuela; posterior mente, mandó el Rey de Prusia al señor Jean Jules Linden a recolectar orquídeas, y la Sociedad Zoológica de Londres le encomendó al Dr. Antón Goering la misión de coleccionar pájaros de Los Andes; el Dr. Goering publicó un bello libro con excelentes acuarelas. El Dr. Hammel era un entomólogo que colecciona escarabajos; el renombrado pintor paisajista Ferdinand Bellerman plasmó en sus telas las calles y montañas merideñas. y el Dr. Wilhelm Sievers, notable geógrafo, publicó un libro sobre su especialidad, editó un mapa de la cordillera y una obra donde describía a Venezuela y especialmente a Mérida.
Estos viajeros procedían de Bogotá o también llegaban de Europa a nuestras tierras por el Lago de Maracaibo y Juego ascendían a pueblos y ciudades en mansas cabalgaduras.
Muchos de ellos no hablaban el castellano o apenas conocían pocas palabras, y fueron llamados con los apodos de musiües y jurungos.
Estos extranjeros, hasta cierto punto, fueron os primeros turistas que nos visitaron, porque al c con sus obligaciones y aportar a las Ciencias Naturales sus observaciones, se deleitaban también con nuestros esplendorosos paisajes, nuestras comidas,  usos y costumbres.
Así, las personas que en el Viejo Continente visitaban los gabinetes de Historia Natural de Londres, Pa,t, Coira en Suiza, y Hamburgo sabían que aquellas avecillas, mariposas y coleópteros de vivos colores provenían de un exó lico país llamado Venezuela, donde existía una ciudad llamada Mérida.
Venir a Mérida o trasladarse de ella a Caracas, era una empresa dificultosa ya entrado el Siglo XX. Para ir a Caracas a lomo de mula se empleaban quince días. Entonces no se viajaba por gusto, sino por obligaciones o necesidad y muchos merideños llegaban a caballo hasta las riberas lacustres y preferían embarcarse para Puerto Cabello o la Guaira, con escalas en Maracaibo y Curazao.
Había gente precavida que, antes de partir, repartia sus bienes por medio de documentos públicos entre sus familiares porque el paludismo pernicioso y la fiebre amarilla acechaban en las ciénagas, pantanos y montañas de las tierras cálidas y eran frecuentes las muertes en el trayecto.
Los merideños pudientes, que habían obtenido ganancias en sus haciendas gradas a buenas cosechas, gastaban el producto de las mismas en viajar a Europa, embarcándose en Maracaibo, vía las Antillas.
En la época colonial y después de la Independencia, Mérida vivía de la agricultura y exportaba diversos productos por los puertos de! Sur del Lago de Maracaibo. En piraguas y goletas que surcaban las ondas, se enviaba a otras regiones trigo, algodón, cacao, harina, bizcochos, jamones, bocadillos de guayaba, dulces abrillantados y también chimó, que se vendían en Maracaibo, Curazao, Santo Domingo. Cartagena de Indias y Santa Marta.
A trueque de nuestros productos recibíamos de las Islas del Caribe y de ultramar muchas cosas que no teníamos, tales como aceite, vino, jabón, telas, sombreros de fieltro, peltre, herrajes, plátanos y pescado salado.
La competencia extranjera y la poca protección de los gobiernos acabó con nuestras tímidas industrias loca les como fábricas de alfombras y cerveza, la cría de abejas para producir miel y cera para proveer de cirios a las iglesias, la manufactura de cigarrillos y fideos, telares para elaborar tejidos de lienzo de algodón y viñedos y la cría de gusanos de seda.
Los agricultores andinos entonces se dedicaron a producir café, para exportar a Estados Unidos ya Europa El preciado grano estaba sujeto a las oscilaciones del precio del comercio exterior y, si en algunas ocasiones podía enriquecer a un hacendado era en otras, también, factible que lo redujera a la miseria.
Hacia 1914 se comenzó a explotar e petróleo y tal hecho afectó muchísimo a la agricultura de la región pues los campesinos bajaron de sus montañas a Los calurosos campos petroleros en búsqueda de mejores salarios y un mejor nivel de sus vidas.
Venezuela llegó a ser el tercer país productor de petróleo del mundo, después de los Estados Unidos y Rusia.
Desde aquellos tiempos la economía de Venezuela empezó a depender casi enteramente de la renta petrolera y bastantes ciudades, que tenían vida propia, subsistieron ahora merced al erario público.
Mérida no fue una excepción y principió a vivir de los beneficios del situado así como de los estudiantes que acudían a su Universidad, pues las tierras erosionadas y sin quién viera de ellas no permitían grandes experimentos agrícolas y en el seno de ellas no se encontraron minerales como para establecer factorías.
Ya cuando se abrió la carretera Trasandina en 1925, hace apenas ochenta años, aumentó el número de viajeros. Para llegar a Mérida, se gastaban tres largos días desde la capital de la República.
Fue así como se despertó entonces el interés de os venezolanos por conocer esa región del país que se denominaba Los Andes y muchas personas desearon conocer la ciudad enclava da entre montañas nevadas.
La Universidad atrajo un buen número de estudiantes y profesores, debido al clima benigno y la vida más económica. y Mérida empezó a ser conocida como una ciudad excepcional, por sus paisajes, ríos torrentosos y crista linos y su gente culta y servicial. Se le llamaba la Ciudad de los Caballeros. Sus habitantes tenían fama de ser educados y amigos de las letras.
E! clima excelente y el panorama hermosísimo que Dios le dio a Mérida, a cambio de otras que faltaban, como no existían en otras regiones de un país como el nuestro, donde la mayor parte de las poblaciones tienen un clima caluroso y agobiador, se convirtieron en una riqueza potencia! que al igual que la nieve, las lagunas los páramos y las montañas, pueden ser una fuente de ingresos; y a afluencia de personas de otras partes del país, de las islas caribeñas y de la misma Europa hacia Mérida, en búsqueda de dima fresco, tranquilidad y sanas diversiones, puede traducirse en trabajo para muchos de sus habitantes. Este conjunto de hechos conforman los llamados recursos turísticos que originan actividades que benefician a todos los moradores de una región, con la ventaja increíble sobre las industrias tradicionales de que “la materia prima”, si se sabe conservar sensatamente, jamás se agota.
Y esta sensatez, con la cual debe ser tutelado el turismo, que involucra a las autoridades nacionales, regionales y municipales, a los dueños de establecimientos comerciales, a los vecinos de una determinada localidad ya los mismos turistas, debe convertirse en la protección de la naturaleza, el respeto por el silencio y el agua pura, el resguardo de las culturas locales y la defensa del ambiente natural.

No hay comentarios:

Publicar un comentario