domingo, 8 de enero de 2023

TESTIMONIOS DE MÉRIDA SIGLO XIX Isidro Laverde Amaya (Segunda Parte) 1886 La ciudad escondida CARLOS CHALABAUD ZERPA

 

TESTIMONIOS DE MÉRIDA SIGLO XIX

Isidro Laverde Amaya

(Segunda Parte)

1886

La ciudad escondida

CARLOS CHALABAUD ZERPA

 Situada en el corazón del Estado de Los Andes, Mérida no era, sin embargo, centro comercial indispensable de las provincias vecinas, ni contaba con otro elemento inmediato de vida sino con el que le daban sus títulos de capital de un importante y populoso estado. De modo, que el viajero, conocidos estos antecedentes, se imagina que no ha de encontrar en aquel retiro mayor halago del que le brinda la espléndida naturaleza con la feracidad y belleza del suelo, y supone que todos sus habitantes han de contraerse exclusivamente a la explotación del café, que como se sabe, es la principal industria del país. Grato desengaño experimentaba el que llegaba a caer en aquellas apartadas comarcas.

Una sociedad muy escogida, culta y espiritual, cuyos hábitos, sencillos y francos, inspiraban, desde luego, la más viva simpatía, era lo primero que atraía, como poderoso imán, a cuantos llegaba a la escondida Mérida. Pondérase la hospitalidad de los antiguos, sin que al presente pueda, decirse en aquel hermanable espíritu ha ido a refugiarse en alguna parte por el candor y la buena fe de los primitivos tiempos, pues que vayan a Mérida los que duden de que en este siglo haya pueblos que cumplan con el sagrado y benéfico deber de la hospitalidad. Los merideños eran amables y complacientes con el forastero, y todos quisieran ser útiles en algo, para que los visitantes se llevasen el mejor y más grato recuerdo posible de su tierra.

No hay entre ellos lujo, pero hay abundancia de frutos para la vida, y los pobres son contados. El progreso material es lento y difícil, pero la cultura se extiende rápidamente en todas las clases de la sociedad. Vívese más la vida del espíritu que la que procuran el boato y las refinadas comodidades materiales, de que tanto se pagan dondequiera en el presente siglo. Y sintiéndose uno mejor que la plácida atmosfera  de sencillez e hidalguía que se infiltra tan suavemente en el alma, como el agua en terrenos calcinados por el sol: y encantado con la gracia y dulces facciones de las merideñas y con el amable trato que tanto las distingue: dulzura que pudiéramos decir es peculiar a la mujer venezolana, aspirando los misteriosos efluvios de una naturaleza pródiga y cuyo clima predispone al buen humor, pasan insensiblemente las horas y los días sin que se resigne nadie a  alejarse para siempre de aquellos encantadores sitios.

No se amarga la vida social con fórmulas convencionales de etiqueta, vacías de sentimiento las más veces, ni con las presunciones ridículas que tan a menudo engendra la vanidad o el lujo en las grandes ciudades: hay franqueza para todo: hasta pudiera decirse que la sinceridad es la mejor muestra de buen tono que puede darse.

Se contraen las relaciones con mucha facilidad, y en las visitas se goza de una conversación expansiva e ingenua, que vuelve el trato más íntimo y atrae necesariamente al hombre más hosco a la vida del hogar. Por esto debe citarse como cosa muy natural que los matrimonios son todos modelos de virtud y de dulce tranquilidad doméstica, y que las merideñas, como esposas sean inmejorables.

Inolvidable rasgo de atención que se prodiga en las visitas es hacer que se presente en la sala la más bella niña o niño de esa casa trayendo en sus manos un rico plato de dulce (lo más común es que sea de durazno, porque se dan de muy buena clase), y el cual ofrece al visitante con el fondo premeditado de que saboree luego la mejor agua del mundo, que se le presenta en  esbelto jarro de plata. ¿Qué agua del Chorro de Padilla, ni del Carmen, ni de ninguna parte! ¡Aquella no se puede comparar sino a la del Paraíso!

Se puede ir a Mérida aun cuando sea solamente por el placer de tomar agua y de bañarse en las claras linfas del Albarregas, que corriendo presuroso, convierte en brillante espuma el caudal de sus aguas cuando éstas chocan contra las enormes piedras del cauce. Las verdes orillas, sombreadas por bellísimos bucares, reciben también a veces abrillantado rocío que las fecundiza.

Y no solamente las buenas costumbres, la franqueza del trato y el espíritu social comunicativo, las condiciones que distinguen a los merideños; aún hay otro rasgo muy notable de su carácter, que un observador atento anota complacido: la general disposición para la política que predomina entre ellos y un buen entendido amor a la libertad, que se traduce en actos diversos de su existencia: noble aspiración que parecen conservar ufanos desde la época de la independencia. ¡Cuántas páginas heroicas no dio a la historia de esa lucha en valor de los hijos de su suelo!...

En el Llanogrande, que queda al S.O. crece el Árbol del centenario, plantado allí solemnemente el 25 de julio de 1883, en homenaje simbólico a tan noble fiesta.

He nombrado a D. Tulio Febres Cordero. Redactor del simpático y popular periódico El Lápiz, y debo consignar con gratitud que fue con nosotros tan galante y cortés, que su nombre va invariablemente unido a los buenos recuerdos que nos dejó nuestra corta permanencia en Mérida.

El Periodista

Hijo del ilustrado jurisconsulto Dr. Fusión Febres Cordero y descendiente de una familia de patriotas, en la que el talento y la ilustración han aparecido en hermanable consorcio, heredó de su digno padre la afición a las letras y ese cariñoso apego a su suelo natal, el cual le ha llevado a escudriñar minuciosamente los archivos antiguos y a querer perpetuar las honrosas tradiciones de la letra. Frecuentemente exhibe en su periódico crónicas exornadas con las galas de una inspirada fantasía y escritas en un lenguaje sencillo pero florido y animado. Literato de vocación, no se deja, sin embargo, llevar del entusiasmo espontáneo tan natural en la juventud, sino que piensa con juicio y certeza: escribe cuando cree que puede comunicar algo útil a sus lectores, contarles un rasgo ingenioso o transmitirles noticias que ya han olvidado o que no son del dominio de la generalidad. Es quizás demasiado parco en producir, como si estuviese preocupado con la creencia de que el público es un señor muy descontentadizo, a pesar que debe tener presente que para él no ha habido aplausos y frases lisonjeras desde el principio. De genio amable y comunicativo, servicial como buen merideño, es su mayor encanto pasarse horas enteras entregado a los libros y periódicos, de que vive rodeado. Su nombre es ya muy ventajosamente conocido en toda Venezuela y seguro estoy de que su perseverancia en el trabajo y sus notorias aptitudes le harán avanzar cada vez más en el camino emprendido.

Imprentas y Periódicos

Mérida recibió con entusiasmo su primea imprenta en 1845, la cual fue comprada y establecida por el Sr. Francisco Uzcátigui, quien publicó, de 1846 a 47, el primer periódico impreso e esa  ciudad, que llevó el nombre de El Centinela de la Sierra, título que después han revivido en otra hoja periodística en 1882, pero antes de la primera publicación enunciada habían visto la luz pública El Tiempo y otros papeles que aparecieron litografiados, porqué cuando llegó la imprenta ya era allí conocida la litografía.

El esfuerzo de los merideños por aclimatar la imprenta y dar ensanche y vuelo a las ideas ha sido perseverante. En la ocasión de citar nombres de algunos de los diversos periódicos que han publicado desde que tienen imprenta: El Iris, La Concordia, La Joven Mérida, La Paz, El Civil, La Abeja (diario), La Campana, La Barra (diario),  El Tulipán (literario), El Eco del Chama, El Centinela, Heliotropio (literario) El Ruiseñor (literario), El Escolar (de instrucción)¸ La Cordillera, El Vigilante (publicado de septiembre de 1875 a junio de 76), La Regeneración, que apareció en 1876, redactada por el grandioso y concienzudo D. José Ignacio Lares, autor de algunos trabajos históricos, que abonan su mérito como hombre de letras, y en 1885 redactor de Los Andes, El Republicano, publicado en 1877 por D. José María Baptista Briceño, y La Época editado por el mismo: El Eco de la Sierra, seminario de literatura y variedades, que contaba una larga lista de colaboradores. A saber: Dr, Caracciolo Parra, Dr. Gabriel Picón Febres, José Vicente Nucete, Pedro María Febres C., Federico Salas, Dr. Foción Febres Cordero, Fabio Febres Cordero, Dr. Juan N. P. Monsant., José M. Baptista B., Dr. Domingo Liparelli, Licenciado Francisco A. Celis, Jacinto García Pérez, Bachiller Carlos Zerpa, Juan E. Paredes, León Febres Cordero J., Rómulo Sardi C., Bachiller Julio Febres Cordero, Bachiller José A. Parra, Foción Febres Cordero T., Rafael Parra P. Y Tulio Febres Cordero.

De las publicaciones hechas en folleto podemos anotar las siguientes: Descripción de las fiestas celebradas por la Sociedad del Carmen en honor de su Patrona. Mérida. Imp. de Juan de Dios Picón Grillet. Calle Igualdad -1869- Folleto de 13 páginas. (Contiene, además de la reseña de la fiesta, el discurso pronunciado por el Dr. Gabriel Picón en la sesión solemne del 5 de septiembre de 1869).

Estudios de un punto jurídico. Por el Dr. Pedro María Febres Cordero- Mérida- Imp. de Juan de Dios Picón Grillet-1877-21 páginas.

Artículos necrológicos a la memoria del Dr. Eloy Paredes- Mérida Imp. de Juan de Dios Picón Grillet-1880-23 páginas.

Discurso pronunciado por el Dr. Tulio Febres Cordero en la Capilla de la Universidad, el 12 de diciembre de 1880, después de la distribución de premios-Mérida- Imp. de Juan de Dios Picón Grillet-1881-12 páginas.

Centenario de D. Andrés Bello celebrado en la ciudad de Mérida el día 10 de diciembre de 1881 por la ilustre Universidad-Mérida- Imp. de Juan de Dios Picón Grillet-1882-28 páginas. (Contiene un discurso pronunciado por el Sr. Federico Salas, un elogio sobre el mismo Bello, por D. Tulio Febres Cordero, una composición poética de D. Julio H. Bermúdez y otra prosa del Sr. E. A. Montesinos).

Las Procesiones de la Semana Santa por el Dr. Juan N. P. Monsant-Mérida-Imp. de Juan de Dios Picón Grillet-1883-96 páginas (Es un largo estudio a favor de las procesiones públicas que celebra la Iglesia durante Semana Santa).

(Estos paseos solemnes de carácter religioso que se efectuaban en la Catedral y otros templos en torno de las plazas, habían sido suprimidos durante la Semana Mayor por el Obispo Dr. Román Lovera por haber degenerado en diversiones procaces y alborotos contra la moral y buenas costumbres. La sabia decisión ocasiono ardientes polémicas por la prensa de parte de los miembros de la medioeval sociedad, azuzados malignamente por clérigos del Cabildo Diocésano que no querían al Pastor).

Como dueño de la imprenta y hombre de ingenio para las artes, y hábil para todo, se nombra allí a D. Juan de Dios Picón Grillet, quien publicó en una ocasión un periódico con ilustraciones en madera, hechas por él, sin otro guía ni preliminar estudio que su fuerza de voluntad. Era hijo del benemérito D. Juan de Dios Picón, hombre público notable, que gobernó aquella Provincia en dos ocasiones, de 1831 a 1835, y de 1844 a 1847, y que trató de aclimatar en el país, en su segunda administración, la morera y el gusano de seda, industria que en los últimos tiempos ha vuelto a revivirse con calor, patrocinado por el inteligente comerciante Sr. D. Caracciolo Parra Picón


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